domingo, 10 de marzo de 2024

2394.- LOS SIETE POTASIOS

Gustavo Gómez Ardila (La Opinión)

La semana pasada me encontré con una amiga, venida del campo. La primera vez que la vi hace ya algunos años, fue en el parque Santander. Estaba llorando, y a mí me enternecen las mujeres llorosas –es decir, todas-. Me dijo que estaba perdida.

Era gordita, pero con una gordura simpática. Por entre las lágrimas le vi sus ojos indios y me acordé de aquel viejo vallenato de Alfredo Gutiérrez (Tienes los ojos indios, como me gustan a mí…). Me contó que le habían puesto una cita en el parque de la bola y que no lo encontraba, pues había llegado al parque de las palomas.

Le aclaré lo de los nombres: el de la Bola es el parque Nacional, y el de las palomas es el parque Santander.

¿Y por qué le cambian los nombres? –me dijo la gordita, sorbiéndose los mocos.

Le respondí que cambiar nombres es una costumbre de todas partes, pero muy generalizada aquí en Cúcuta.

Al parque Nacional lo llaman de la Bola, por la esfera terrestre que allí adorna al parque, regalo de la colonia italiana hace ya muchos años. Y el de las palomas, por la cantidad de palomas que aquí permanecen a la espera de niños, turistas y fotógrafos que les llevan alpiste.

Sonrió y su sonrisa era alegre, encantadora. La orienté hacia el parque Nacional, donde iba a encontrarse con alguien.

Han pasado los años y la semana pasada la volví a ver esta vez en la Biblioteca Julio Pérez Ferrero.

-Epa, mano, me lo volví a topar –me dijo sonriente.

-Hola, qué gusto –ni siquiera sé su nombre-. ¿Y esa vaina qué hace por aquí? -la saludé cordialmente. La abracé y le di un beso en la mejilla.

-Uy, me besó el cachete –dijo como azarada.

-La mejilla –le corregí.

-Eso es la misma joda –añadió. -Lo mismo es atrás que a las costillas.

Pues sí- le dije.

- ¿Y qué hace por aquí? ¿Viene a leer o a investigar algo?

-Yo casi no leigo. Pero me gusta escribir.

Así que la campesinita me salió escritora. Eso me alegró. -Y qué escribes (empecé a tutearla)

-Hago versos, acrósticos y pensamientos.

-Fabuloso. Yo también escribo. Qué bueno –le dije y la abracé de nuevo, pero ella me advirtió: “Sin beso en la ¿qué? ¿Cómo fue que me dijo?”

-En el cachete –le contesté riéndome. Se rio también y su risa fue cantarina, como sonido de flauta de monte.

-Vengo a ofrecer hayacas por adelantado–me dijo.

- ¿Hayacas en Semana Santa? Me quedé pensando que las hayacas son para diciembre o alguna celebración especial, pero no para Semana Santa.

-Son para los siete potasios del Jueves Santo.

No aguanté la risa. Me reí a carcajadas. Se ofendió y me dijo que fuera a reírme de mi mamá, y antes de que mandara a comer de la que sabemos, la tomé por el brazo, y le pedí que me excusara, pero que no fuera grosera.

Entonces me explicó: “Es que mi mama me dijo que el jueves santo comen los siete potasios. ¿No es así?”

Le respondí que, en efecto, hay una costumbre traída de España, y que llegó aquí por Venezuela, de comer siete platos distintos en el almuerzo del Jueves Santo. Eso se llama Los siete Potajes. Potasio es otra cosa. Pero no importa. ¿Y cómo es por adelantado?

-Que usted me las paga hoy y el jueves santo yo se las llevo a su casa.

Le dije que no, que gracias, que no me gustan los potasios.

-Mucho toche –me dijo, y se alejó sonriendo.

“LOS SIETE POTAJES”: TRADICION ANDINA DEL JUEVES SANTO  Giovanni Cegarra


“Los Siete Potajes” es toda una tradición durante la Semana Santa, en la Región Los Andes de Venezuela, en los Estados Táchira, Mérida, Trujillo, que no es otra cosa que servir al mediodía del Jueves Santo, en reunión familiar y allegados, siete platos de diferentes comidas entre vegetales, pescado, dulces, toda una costumbre que viene desde antaño, se ha preservado y aún se conserva, a través del tiempo por generaciones.

En el devenir del tiempo, las familias en cada comunidad de la Región Andina Venezolana, a esta tradición de preparación de “Los Siete Potajes” que conforman: sopa, arroz, macarrones, pescado, ensalada, torta y dulce, le han sumado variedad de modalidades culinarias que pasaron a formar parte del tradicional menú del Jueves Santo, entre ellas, la chicha, el masato, el chunguete, los buñuelos, pasteles, empanadas, arepas de trigo y maíz, chocolate caliente, arvejas, caraotas, el chocheco, yuca, jugos naturales.

Los platos varían siempre en la mesa, que desde antaño coinciden los siguientes: pastel de atún, sopa de lentejas, sopa de arvejas, arroz con coco, plátano horneado o frito, pastas (en cualquier preparación), pescado seco, preparado con verduras.

En familias de la capital como del interior del Estado Mérida, de clase alta, media, humilde, “Los Siete Potajes” se preparan, conforme a sus posibilidades, destacándose en el correr de los años:

· fiambres, lechones, pavos, gallinas, pescados, encurtidos, quesadillas u otro dulce casero.

· trucha conservada con sal, sopa de arvejas, arroz, ensalada, cambur verde sancochado, jugo de frutas, dulce de cabello de ángel.

· sopa, arroz, pescado, macarrones, ensalada (zanahoria, cebolla, lechuga, remolacha, palmitos), torta y dulce.

La costumbre andina tachirense merideña trujillana venezolana por la Semana Santa, en reunión familiar al mediodía del Jueves Santo, es compartir suculento almuerzo en el que por lo menos, conforme a sus disponibilidades, se sirven siete platos de comida distintos, entre salados y dulces, mejor conocidos como “Los Siete Potajes”, tradición que se ha esparcido por todo el país, cada familia tiene su modo de prepararlos y servirlos conforme a la gastronomía típica de la región que habitan.

Por supuesto, que en la actual coyuntura socio económica política que hoy día se afronta y confronta en el país, esta tradición estará muy lejos de poderla cumplir a cabalidad, como en los viejos tiempos, si se preparan, lo harán con lo poco que pudieran tener en la despensa, muy simples y a duras penas, tradición y costumbre que, cualquiera sea la época, etapa, circunstancia, no debe perderse por nada del mundo.

TRADICION INFALTABLE EN LOS HOGARES NORTESANTANDEREANOS   La Opinión

Cada Jueves Santo se celebran los siete potajes en las regiones de Norte de Santander y Santander, uniéndose al sin fin de momentos de fe que se viven en la Semana Santa.

Esta actividad simboliza las siete palabras pronunciadas por Jesucristo en la última cena, y se constituye en la preparación del ayuno penitencial del día viernes como lo establecen los cánones de la iglesia católica.

Esta costumbre es originaria de la frontera entre Colombia y Venezuela acentuándose en los Santanderes y la región Andina del vecino país.

En la celebración se hace un momento de oración alrededor de los alimentos preparados, entre los que destacan comidas típicas de cada región con intención de emular la última cena, un momento donde los apóstoles comían juntos en señal de comunión y generosidad.

“Algunas culturas y grupos de personas celebran los siete potajes, o las siete mazamorras como llaman esta tradición en Perú, con comidas tradicionales que se preparan para expresar la abundancia de Dios en nuestros corazones. Se cocinan varios platos de comidas y postres, para compartir en familia o para dar a las personas que más lo necesitan”, señaló José David Pérez párroco de la iglesia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.

Un ejemplo de los siete potajes en Norte de Santander sería: arroz, pescado, pasta, sopa, ensalada, plátano maduro y postre. Cabe destacar que cada región tiene su propia combinación de alimentos para este día especial.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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