Aquella noche cucuteña del primero de junio de 1894 interrumpió la monotonía citadina. Expectante y apretujado, el gentío se había congregado en el Parque Santander porque en su glorieta la Banda Progreso ejecutaría -como tercera parte del programa- el estreno anunciado de un bambuco compuesto por José Elías Mauricio Soto Uribe (Cúcuta 1858-Cúcuta 1944) e inspirado por su novia, la encantadora dama Elisa Ramírez Matamoros, después esposa del compositor.
Cuando la banda terminó la artística y magistral interpretación de las Brisas del Pamplonita, la populosa y entusiasta audiencia estalló en aplausos y vítores hasta el cansancio.
Desde entonces, el alma santandereana ha vibrado con aquella impresionante melodía que durante generaciones ha tipificado su carácter alegre, descomplicado y varonil.
El estreno de la inmortal partitura ocurrió cerca del sitio donde se yergue imponente y majestuosa la estatua del Hombre de las Leyes, inaugurada un poco antes, el 2 de abril de 1892.
Poco después vino la letra. Cuando las guerras civiles finiseculares incendiaron y azotaron las comarcas gransantandereanas, los revolucionarios liberales adoptaron el célebre bambuco como himno de combate.
De ello daba testimonio el abuelo paterno, coronel Marco Aurelio Gómez Contreras, oficial de órdenes del general Benjamín Herrera en el Ejército del Norte.
Y, al igual que los espartanos peleando con su cántico marcial al dios Pean, las fanfarrias de la revolución envalentonaban a las montoneras rojas listas a combatir la regeneración conservadora. Ello ocurrió prioritariamente en la guerra de 1895 y en la de los Mil Días.
Roberto Irwin Vale, de familia de origen venezolano (Cúcuta 1866-Villacaro 1900), cucuteño, poeta y valeroso combatiente liberal -terminó con el grado de coronel- en el puente de Peralonso, el sitio de Cúcuta y en los peladeros de Palonegro, fue el autor de la letra.
También lo inspiró su esposa, la distinguida dama pamplonesa Alcira Hernández Villamizar, hija del general y jefe de la Revolución Radical de 1885, Daniel Hernández, sacrificado heroicamente en La Humareda el 17 de junio de aquel año.
Irwin, debido a su talento artístico no tuvo dificultad para acomodar la poesía al pentagrama. Y así quedó perfecta la más célebre y popular canción de Santander el Grande.
Curiosamente, en la entraña cucuteña se conservan los nombres, apellidos y especialidad en instrumentos de la Banda Progreso, fundada por los hermanos Marcos y Elías M. Soto.
Ello tiene una explicación: aquellos músicos formaban parte de la genealogía regional. El bambuco perpetuó sus nombres y enalteció a Cúcuta, otrora la célebre Perla del Norte.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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