ROSENDO CÁCERES DURÁN
- A SU MEMORIA -
Gustavo Gómez Ardila
Casi tan delgado como su sombra, al médico Rosendo Cáceres le gustaba caminar. No lo achantaban ni el sol, ni las distancias, ni los años. Sus pasos eran menudos y su voz era un susurro, pero su cabeza iba siempre erguida y miraba de frente como los hombres.
Se crio en el campo entre los cafetales de Chinácota, se hizo bachiller en el legendario colegio Sagrado Corazón de Jesús de Cúcuta en 1948, y se graduó de médico en la Universidad Nacional de Colombia. Hombre de pueblo raso, jamás perdió su sencillez. Y eso le daba el don de gentes que lo distinguió durante toda su vida. Y por eso toda la gente lo quería, lo admiraba, lo hacía suyo. Tan sencillo, que cuando le hacían algún reconocimiento -y le hicieron muchos- el médico Rosendo enrojecía y tartamudeaba como un niño cuando sube a la tarima a declamar algún poema.
Caceritos, como lo llamaban cariñosamente sus amigos cercanos, era bajito de estatura y liviano de carnes, pero con un corazón grandote, que uno no se explica cómo podía llevar semejante corazón en un cuerpo tan diminuto. Grande de corazón, de propósitos, de sueños. Grande como el inmenso pesebre que hacía en los diciembres en su casa.
El Dr. Rosendo fue de la generación de médicos que laboró en el antiguo hospital San Juan de Dios (donde hoy queda la biblioteca Julio Pérez Ferrero). Desde el patio de la biblioteca, Caceritos se quedaba a veces contemplando la edificación, seguramente viviendo los trajines y carreras de entonces para salvar alguna vida. Caceritos sonreía con los recuerdos.
Pero como todo hombre, también tuvo sus debilidades. Debilidades buenas. El amor por su familia, a la que se dedicó por entero, constituyendo un hogar ejemplar, cuyos hijos fueron su motivo y su orgullo. El amor por su profesión, la que ejerció con transparencia -lo dicen sus compañeros de quirófano- y sabiduría. Y su amor por el Cúcuta Deportivo, lo que le valió el reconocimiento como el hincha más fiel de la comarca. Su amor por Cúcuta, su amor por la cultura y su amor por los libros.
Cuando dejó de ejercer la medicina, uno se encontraba al doctor Rosendo en todos los actos culturales: en la fiesta del libro, en recitales, en conciertos, en conferencias. Siempre en un lugar alejado, silencioso, casi como queriendo pasar desapercibido. Sólo que Caceritos. jamás pasaba desapercibido.
Se acaba de ir (15 de mayo 2025) el Doctor Rosendo Cáceres Durán. Recto como una palmera que llega al cielo. Ligero de equipaje, pero cargado de virtudes. Con la satisfacción de los que pasan por la vida haciendo el bien. Con la sencillez de los hombres grandes. Con la fe intacta en Dios, que ayer lo recibió -estamos seguros- con los brazos abiertos para sentarlo a su derecha. Se fue a reunirse con doña Ana -su querida esposa Anita- que lo estaba esperando para seguirlo amando y consintiendo como lo hizo en vida.
Lo vamos a extrañar. Lo va a extrañar Cúcuta, su Cúcuta del alma. Lo va a extrañar el Cúcuta Deportivo. Lo va a extrañar la Clínica Norte, de la cual fue uno de sus fundadores. Lo vamos a extrañar sus amigos. Difícil de llenar su vacío, porque Rosendo Cáceres Durán nos ha dejado una huella imborrable de lealtad, amistad y cucutaneidad, como dicen ahora.
¡Buen viento y buena mar, allá en tu cielo, amigo Caceritos!
Sus exequias
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Serenata enfermeras Clínica Norte

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Presencia de Honor Banda Marcial Colegio Lasallista
Sagrado Corazón de Jesús
DADLE SEÑOR EL DESCANSO ETERNO...
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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