A finales de los años 80 del siglo pasado, una nueva invasión surgió en las inmediaciones de la Comuna 9 de Cúcuta, al asentarse allí un vasto grupo de familias provenientes del barrio San Miguel.
En honor a uno de los músicos más grandes que ha dado Norte de Santander, los habitantes decidieron bautizar el asentamiento como Arnulfo Briceño, donde comenzaron con la expansión y construcción de las viviendas.
Misión imposible
Según los recuerdos evocados por Aníbal Mogollón Moncada, residente fundador, era complejo acceder a los servicios públicos, más aún, conseguir agua era lo más difícil para la comunidad, porque era necesario recorrer grandes distancias hasta barrios aledaños con potes y baldes, para llevar un poco de agua a sus hogares.
De no ser así, los habitantes debían aguardar a que un carro-tanque los abasteciera en sus viviendas, situación que prevaleció durante muchos años, hasta la llegada de las pilas públicas.
Para tener un buen servicio de acueducto, se decidió distribuirse en varios sectores, y mediante turnos semanales, fue delimitado el acceso al agua, un hecho que, supuso el buen servicio para Arnulfo Briceño.
Desde su fundación hasta la fecha, la comunidad de Arnulfo Briceño ha hecho esfuerzos sobrehumanos para sacar adelante a la invasión, a pesar de no contar con el apoyo de las entidades municipales, debido a ser un barrio no legalizado.
Pese a esto, se ve reflejado un avance significativo en la invasión, como la pavimentación de muchas de sus calles incluyendo la vía principal y la construcción de la pequeña capilla Las Lajas, que fue erigida gracias a las actividades comunitarias.
La creación de la Junta de Acción Comunal (JAC) a mediados de 2007, hizo que la invasión tuviera eco dentro de los despachos municipales, y un año después comenzó el sueño de la legalización. Pero han pasado 16 años sin lograrlo, por consiguiente, ha sido imposible conseguir el arreglo de las 10 calles que conectan a las 400 viviendas de Arnulfo Briceño, una situación que para la comunidad es otra muestra del abandono gubernamental.
Al borde de la resignación, la comunidad sigue luchando porque Arnulfo Briceño sea un barrio, en aras de que la inversión y el apoyo ‘toquen las puertas’ de las humildes casas en dicho sector de la Comuna 9.
Sin embargo, la falta de legalización no ha sido impedimento para que, gracias a las gestiones de la JAC, se puedan construir escenarios que incentiven la recreación en la zona como un pequeño parque o la cancha principal.
Además, ante la falta de aval municipal, hay varias necesidades que aquejan a las más de mil personas que residen en Arnulfo Briceño, como es la falta del acompañamiento de la Policía Metropolitana de Cúcuta (Mecuc). Este hecho genera inseguridad en la zona, incrementada por la presencia de habitantes de la calle, quienes no desperdician la oportunidad para ‘hacer de las suyas’, y -según los residentes- estos consumen sustancias alucinógenas en algunas zonas de la invasión.
A través de la estrategia ‘Cúcuta Territorio Seguro’, la Mecuc, en articulación con la administración municipal, buscará mitigar los hechos delictivos en toda el área metropolitana, en aras de brindar una mayor seguridad. Una estrategia que al parecer no ha podido llegar a las calles de Arnulfo Briceño.
“Diariamente vemos gente extraña transitar por las calles y nos preguntamos qué estarán haciendo por acá”, indicó un habitante que prefirió no dar su nombre, al ser abordado por la situación.
En vano
En lo que respecta a la legalización, desde el Departamento Administrativo de Planeación Social informaron que no hay una solicitud formal de parte de la comunidad de Arnulfo Briceño. Dicha afirmación contrasta con las opiniones de los habitantes, quienes afirman que este proceso lleva mucho tiempo andando, por consiguiente, las solicitudes y derechos de petición, aparentemente quedaron en vano.
Riesgo en varios sentidos
De acuerdo con lo mencionado hace un tiempo por Aníbal Mogollón, hay varios riesgos que rodean a Arnulfo Briceño por la ubicación geográfica que rodea a esta invasión: “riesgo alto, el que está bajo las cuerdas de la torre eléctrica; riesgo medio por los taludes y riesgo bajo hacia las calles”.
Por ello, varios proyectos que tiene la comunidad se quedaron en sueños, como el entechado de la cancha principal, ya que, al colindar con la torre eléctrica, las cuerdas de alta tensión imposibilitan la materialización de este proyecto.
Sin salón comunal
La construcción del salón comunal no se ha podido completar, pero no porque suponga algún riesgo, sino por falta de recursos, pese a contar con el lote para dar inicio a la obra. El dinero ha sido un impedimento.
“Queremos construir el salón comunal para brindar un mejor servicio a la comunidad, y organizar bazares, rifas y demás iniciativas en tal espacio, pero hacerlo cuesta demasiado dinero, cosa que no tenemos”, señaló un habitante de la comunidad.
Para la comunidad, el no contar con un salón comunal, significa dejar pasar la oportunidad de certificarse en los cursos que realiza el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), en los barrios e invasiones en toda la ciudad.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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