sábado, 5 de julio de 2025

2636.- EL PADRE JUAN SE FUE DE LA CIUDAD

Patrocinio Ararat Díaz (Revista Semillas)


El sacerdote salesiano Juan de Jesús Urrego Ladino recibió la orden de la Prefectura en Bogotá que debía trasladarse a la capital de la república para ser atendido de sus quebrantos de salud y de las dificultades propias de su avanzada edad de 94 años. Marchó el sábado 17 de agosto 2024, rumbo a su nuevo destino.

Conozco al Padre Juan desde 1958. Ayer tarde. Llegó a nuestra ciudad para unos ejercicios religiosos. Después fue mi profesor en el Clásico Salesiano donde salí bachiller en el año 1965. Desde 1963, somos amigos. Sesenta y un años. Toda una vida para una bonita amistad. Desde siempre he considerado que, en el viaje de la vida, no solo se trata de avanzar y llegar a nuestro destino, sino también de disfrutar el camino.

El Padre Juan es el único que aún permanece sobre la faz de la tierra de los sacerdotes salesianos de la primera mitad del siglo XX. Esto es la vieja guardia. Atrás quedaron las historias y hasta las leyendas de los Padres Miguel Muller, Pedro León Reyes, Eladio Agudelo, Juan Becerra, Emilio Rangel y Eduardo “el negro” Martínez.


Muchos cucuteños vieron alguna o muchas veces al Padre Juan cuando celebrando la eucaristía en la Iglesia de María Auxiliadora, cuando con voz potente y sostenida, decía al iniciar el credo: “Creo Señor Yo Creo”.

Igualmente, cuando iba caminando raudo y erguido bajo el inclemente sol de las mañanas por las calles del Barrio Popular y la Ceiba. Iba a repartir comunión, a aplicar la extremaunción o a celebrar la sagrada eucaristía en las casas del vecindario. Junto a nosotros estuvo el queridísimo amigo Juan Urrego durante mucho tiempo.

Padre Juan en su juventud.

Y ahora, como dice el cantante italiano nacionalizado argentino Piero Antonio Franco De Benedictis, más conocido como Piero: “Él ya tiene los ojos buenos y una figura pesada, la edad se le vino encima sin carnaval ni comparsa”. Igualmente, a tono con la escritora Adriana Kúsulas: “El pasado nunca se va, le gusta esconderse en la música, en la calle, en los sueños, en los recuerdos, en la vida”.

Hace algunos años, le propuse al Padre Juan que habláramos de su vida y sus obras y aceptó. Con lujo de memoria, me contó muchas cosas “con pelos y señales”. Me dijo que nació en Junín (Cundinamarca) y que había vivido en Cúcuta unos 40 años, sumando tiempos de las décadas de los cincuentas, sesentas, noventas y los años del siglo XXI. Se consideraba de esta tierra y aspiraba a vivir lo que le resta de su vida en nuestra ciudad, donde tiene muchos amigos que lo quieren.


Es hijo de Hermenegildo Urrego y Virginia Ladino, campesinos cundiboyacenses que criaron a sus ocho hijos en medio de un ambiente religioso y finquero, con río incluido y cultivos de café, plátano, aguacate y frutas.

Al escribir de Don Hermenegildo y Doña Virginia, de sus valores y de su indeclinable ejemplo, con toda seguridad, cabe hacer alusión al famoso escritor Víctor Hugo cuando enunciaba que: “No eduques a tus hijos para que sean ricos, edúcalos para que sean felices. Así sabrán el valor de las cosas, no el precio”.

Los hermanos Urrego Ladino, fueron gente de bien; murieron todos y solo sobrevive el Padre Juan, como es conocido por todos quienes asistimos a misa en la Iglesia de María Auxiliadora.

Juan Urrego inició su carrera religiosa a los siete años cuando entró al Colegio María Auxiliadora de Gachetá. Luego pasó al Instituto de San Juan Bosco de Bogotá, después hizo aspirantado y noviciado en Mosquera. Se ordenó como sacerdote salesiano en 1961, es decir que actualmente cuenta con 63 años de carrera sacerdotal. Cree que es un regalo maravilloso de Dios que le haya concedido esta dicha.


En la academia de algunos colegios salesianos del país, donde enseñó, siempre estuvo dedicado a las Ciencias Naturales y era profesor de Biología, Botánica y Zoología. Me dice que todo esto lo aprendió en Irlanda, Estados Unidos y la Universidad Javeriana. Yo, como discípulo de él, doy fe de que era muy buen docente, exigente y cumplidor de su trabajo. Por esos buenos resultados se granjeó la estimación de sus alumnos.

En sus labores académico-administrativas fue Director de Estudios, Consejero y Prefecto de Disciplina. También fue Párroco en muchas localidades de EEUU con gran éxito y en Cúcuta, estuvo mucho tiempo como Párroco en la Iglesia de María Auxiliadora. Aprendió perfectamente el inglés y gracias a él disfrutó de sus viajes por EEUU, Europa y el Medio y Lejano Oriente.

En la inolvidable entrevista que le realicé, “le tomé el pulso” sobre algunos sacerdotes inolvidables. Al respecto, del Padre Miguel Muller, dijo que fue quién más propagó la devoción por María Auxiliadora, por ello construyó siete templos en su honor. Impulsó el Técnico Salesiano y trajo a Cúcuta varios alemanes a enseñar.

Del Padre Eduardo “El Negro” Martínez, manifestó que era admirable y polifacético. Manejaba todas máquinas del Instituto Técnico. Pero su sangre “hervía” por la música. Formó mucha gente en las bandas de guerra y de música.


Del Padre Eladio Agudelo, anotó que era una figura salesiana muy especial para los alumnos y para la comunidad cucuteña. Fue una persona que gozaba del aprecio general por su mística. Me dijo que él confesaba a los demás curas. Y anotaba una cosa de la cual me preció de haberla escuchado. Que en su participación de los lunes salesianos en un programa que se llamaba “las buenas tardes”, el Padre Agudelo siempre hablaba del Cúcuta Deportivo e hilaba este tema con algún mensaje religioso.

Del Padre Pedro León Reyes, me dijo que era un verdadero prefecto de disciplina, por lo vertical y exigente. Muy buen catedrático y excelente administrador.

Pasamos a otro campo, entonces habló de su devoción por la Eucaristía y por María Auxiliadora. Me anotó que, a él, Ella nunca le había fallado y que la Virgen se esmeraba mucho por resolverle las solicitudes a la comunidad. Agrega que a Ella hay que buscarla con confianza y con toda seguridad, se la encuentra.

En seguida, yo lo saqué de lo parroquial y me lo llevé a lo general y el primer tema que salió fue el del Papa Francisco. Expresó que es una figura que le ha dado a la Iglesia una imagen diferente que él comparte mucho, pese a “que tengo muchos noviembres encima”. Estuvo de acuerdo en que la Iglesia se había retrasado respecto a la evolución del mundo y de la tecnología y que con Francisco se hacía necesario y posible, acortar distancias. Anotó que hace falta actualización a la Iglesia en muchos sentidos.

Por eso, aun cuando se necesita mucha prudencia, se requiere más debate de los problemas, más compromiso y de pronto, más valentía y arrojo, para plantear con firmeza y fuerza los cambios que se necesitan en nuestra sociedad.


Le “toqué” el punto del desarrollo político y social de la ciudad y me manifestó que ve a Cúcuta como una ciudad de avanzada y que aprecia mucho los cambios en infraestructura y urbanismo. Piensa que hace falta mucho en lo que respecta al desarrollo social y cultural y con tristeza nota mucha pobreza y falta de instalaciones y programas de arte y cultura.

Después lo “metí en cintura” con el proceso de paz y dijo que esperaba algo más del Gobierno de entonces, para que por fin se acabara la violencia y pudiéramos vivir armónicamente. Coincidió otra vez conmigo en que “no cree” mucho en la guerrilla por sus constantes inconsistencias. Pero consideró que debemos darles la oportunidad.

Como dicen los muchachos “fue muy bacano” hablar con el Padre Juan, mi amigo de muchos años. Con el hombre que vive feliz sirviéndole a la gente y viviendo por y para la comunidad.

El Padre Juan es una persona que está siempre dispuesto a aprender y que cree que lo que se hace en esta vida, tiene eco en la eternidad. Por esto, es importante aprender que la vida solo es cuestión de vivirla con amor, honor, valores y fe. Al despedir con tristeza al Padre Juan, con todo mi afecto y con tinta sangre del corazón, le dediqué en un acto sencillo organizado por las comunidades eclesiales de María Auxiliadora, el poema “Canto a la vida” de María Cecilia Popelka, que dice:

“No importa los lentes, no importan las canas, importa la vida y vivirla con ganas. No importa ser lento y con piel arrugada, importa la vida y la lucha ganada. No importa tampoco la espalda cansada, importa la vida y la miel cosechada. No importa el tiempo que pasa y se va, importa la vida a cualquier edad”.





Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

1 comentario:

  1. Si algo me toca las fibras del alma es la mención del colegio salesiano de Cúcuta. Cuatro años de bachillerato técnico me vincularon a él para siempre. No conocí al sacerdote Miguel Muller, pero las innumerables anécdotas sobre su estancia en la ciudad lo hacían estar presente. El santo Eladio Agudelo no requiere ninguna mención. Su figira erguida le hacía ver más alto de lo que era, camninando entre lento y ágil, con sus botines pesados. El padre Martínez es otra historia singular. Amaba a Cristo y la Virgen y le dedicaba una afición terreanl a la música y los deportes. Eran apóstoles. Habría que mencionar a muchos, pero no recuerdo como se escribía su nombre extranjero (Gruny), Gutierrez... en fin. La poca o mucha fe que tengo la aprendí en ese entonces. Para terminar debo decir que era una verdadera proeza ir a misa los domingos, con traje de paño azul, caminsa blanca y corbata negra.
    Qusiera nombrar a mis condiscípulos del bachilerato clásico y del tecnico, pero sería injusto si menciono uno solo y no a todos. Se les recuerda con afecto desde Medellín, a donde el destino me trajo.

    ResponderEliminar