Gerardo Raynaud
Amanecía el 58 con graves disturbios en Caracas. Tambaleaba el gobierno del coronel Marcos Pérez Jiménez y para evitarlo se decretaba el Estado de Sitio y hubo toque de queda a partir de las cinco de la tarde, en los días previos al 23 de enero. Las fuerzas armadas respaldaban al gobierno, como es su deber, pero la revuelta civil no cesaba en la capital, al punto que se produjeron actos violentos como el incendio de autobuses de servicio público y el saqueo y la destrucción de almacenes, además de 42 muertos y un sinnúmero de personas heridas. En el Estado Táchira, en los dos días siguientes al 23 de enero se produjeron más de quinientos muertos y alrededor de mil heridos. Al producirse la renuncia y posterior huida del país del gobernante de marras, asumió la presidencia provisional el contralmirante Wolfang Larrazábal en representación de la Junta Militar, en una transición similar a la que se había producido en Colombia el año anterior.
Mientras tanto, en Cúcuta y en el país, se preparaban las primeras elecciones del régimen del Frente Nacional. Pero no por los motivos anteriormente expuestos, se dejaban de lado los festejos y las celebraciones a la que veníamos acostumbrados. Era costumbre arraigada la conmemoración de los aniversarios, sobre todo de los más jóvenes, de los niños especialmente y por esta razón, las fiestas de cumpleaños con piñata incluida eran motivo de jolgorio y excusa de los mayores para echarse sus “palos”.
Las familias numerosas contaban con mayores argumentos para estas celebraciones, pues no pasaba mucho tiempo entre una y otra. Don Numa P. Guerrero reconocido químico farmaceuta, propietario por entonces de la Droguería Americana que estaba ubicada en la calle once, en el edificio de la Curia, hasta que vino un obispo progresista y lo desalojó a él y a todos los demás inquilinos para construir un moderno centro comercial, crónica que espero ampliar en un futuro; era a la sazón, gerente de las Empresas Públicas Municipales. Pero, era a la vez, el ejemplo a seguir en materia de festejos infantiles, pues durante los primeros meses del año organizaba a sus retoños las más renombradas recepciones para los pequeñines; comenzaba la primera con Gladys, le seguía, algunas semanas más tarde Leonor y para que no sólo fueran las niñas, el motivo de regocijo, interrumpía la secuencia Edgar, a quien sus fiestas debían tener, por lo menos, invitados de género diferente y me supongo que los regalos dejaban de ser muñecas, bolsos y juguetes propios de las niñas para convertirse en carritos y balones propio de machos y piernipeludos que debían ser quienes eran invitados a departir el ponqué de cumpleaños y la copita de gaseosa que se repartía en esas reuniones. Cerraba las celebraciones del primer semestre el cumpleaños de Olga, pues algo debían dejar para los últimos meses del año.
Por las mismas calendas y en los primeros meses del año, don Sergio Sanclemente y doña Josefina Cárdenas agasajaban a su más consentida hija, Blanca Victoria, con una reunión social infantil en la que se congregaron amigos y familiares en la casa paterna.
Así como las fiestas infantiles se destacaban, de igual manera las empresas acordaban con sus empleados, funcionarios y asociados, participar de las festividades que les traían un nuevo año o nuevos periodos al frente de ellas; el Hotel Tonchalá, por ejemplo, celebró en febrero de este año, el primer año oficial de funcionamiento, ya que fue inaugurado el día 23 del mismo mes del año anterior, a pesar que venía funcionando desde el 12 de octubre del 56. Don Mario Stratta, gerente del establecimiento organizó una fiesta a la que fueron invitados todos los empleados, a manera de agradecimiento, por los excelentes servicios que prestaron durante el año que terminaba.
Antes de pasar a eventos sociales diferentes, quiero reseñar que durante el mes de abril hubo una tremenda fiesta de cumpleaños infantil, pues dicen quienes asistieron, que los anfitriones botaron la casa por la ventana en la celebración del cumpleaños, tal como fue reseñado en las crónicas de época, del “pequeño e inteligente” José Eustorgio Colmenares Ossa.
Pero no eran solamente los cumpleaños, famosos por sus reuniones sociales, atrás no se quedaban los nacimientos, bautizos, matrimonios, graduaciones, el regreso a clase y hasta defunciones, operaciones y actos luctuosos, los que ameritaban reunión, en las que se departía con alegría o con tristeza, según el caso. Incluso me atrevo a reseñar la reunión de despedida que le hicieron sus padres don Aquilino Jáuregui y doña Teotista Flórez y sus hermanas, a la ilustre señorita Araceli Jáuregui Flórez con motivo de la toma de sus votos últimos en el Convento de las monjas Clarisas de Pamplona y quien de ahora en adelante sería la reverenda hermana Sor María Francisca de la Sagrada Familia.
Una nota de los primeros días del año relataba el retorno a clases en la ciudad de Pamplona del joven estudiante Jorge Enrique Mora Rangel. Sus padres se congratulaban y le deseaban al viajero el mejor de sus éxitos en sus estudios y parece que no se equivocaron, pues como sabemos, años más tarde, alcanzó el más alto grado que puede lograrse en la carrera militar.
Y para terminar este recorrido por los eventos sociales del 58, me permitiré relatar el suceso más comentado en los círculos femeninos, en los primeros meses del año, que produjo el advenimiento de una preciosa criatura en el hogar de don Jorge Muñoz y su esposa Amelia Ayala. Fue bautizada, días después con el nombre Mercedes Amelia y llevada en brazos de sus padrinos, el alcalde de Cúcuta Asiz Colmenares Abrajim y Margarita Ayala de Sánchez Chacón. Se dice que la celebración, de los adultos claro está, se prolongó hasta altas horas de la noche.
El optimismo reinaba entre la población de la ciudad, pero particularmente entre los hinchas del Cúcuta Deportivo. Aunque ya había pasado la época de El Dorado en el fútbol colombiano y el equipo local no alcanzaba destacarse, a pesar de las contrataciones extranjeras que se hacían, particularmente con jugadores uruguayos, el equipo no salía de las posiciones de mitad de tabla. Sin embargo, en este año comenzaba a vislumbrarse una posibilidad distinta, el equipo estuvo en una gira internacional por Centroamérica y según informaban las agencias noticiosas internacionales, había ganado en todas sus presentaciones. Era pues el preludio de una actuación que llevaría al equipo a liderar el campeonato local incluso a ser campeón, según lo argumentaban sus dirigentes.
Desafortunadamente, no hubo tal, pues iniciado en rentado el equipo mantuvo un desempeño similar al de los años anteriores, lo que hacía que su fanaticada apenas lo acompañara al entonces destartalado estadio General Santander. Tuvo la afición que esperar seis años más para que el Cúcuta Deportivo lograra una hazaña, ser apenas subcampeón, luego de todas las dificultades que se presentaban en esa época, a los equipos chicos para lograr las posiciones de privilegio en el complejo mundo del balompié profesional.
Mientras los familiares de don Alfredo Cabrera Serrano elevaban sus oraciones en espera de su pronto restablecimiento, después de una delicada intervención quirúrgica que le fuera practicada en la Clínica Marly de Bogotá, regresaba a la ciudad el joven médico Jorge Cristo Sahium luego de cursar, en el Hospital Militar de la capital, una especialización en ortopedia. Según recuerdo estableció su primer consultorio en la calle diez entre avenidas séptima y octava en frente del teatro Astral y además puedo dar fe de sus conocimientos en el ramo toda vez que cuando tuve la ocasión de acudir en procura de su ayuda para solucionar un inconveniente presentado en mis tiempos de ciclista de competencia, estuvo acertado con su diagnóstico y tratamiento.
Siguiendo con los eventos que se presentaban en el campo de la medicina, este año se registró un acontecimiento importante pues volvía a la ciudad después de terminar su estudios de especialización en Cardiología que realizó durante año y medio, en el Instituto de Cardiología de México, uno de los más modernos y aventajados de su género en América el médico Julio Coronel Becerra. Sus familiares y amigos le auguraban una larga y exitosa carrera y muchos años de prosperidad.
Otro profesional de la salud que se graduaba entonces, pero en el campo de la odontología y que se constituyó en el orgullo de sus padres Pedro Emilio y Amelia fue el joven Joaquín Amado Gutiérrez a quien le hicieron una gran recepción el día de su llegada a la ciudad de sus afectos.
En otro aspecto menos formal y habiendo terminado el que sería algunos años más tarde, el famoso Carnaval de Barranquilla Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y al que asistía el “Jet Set” de la época, regresaba de cumplir con la invitación que había recibido de la directivas de la organización, la bella Amparo Canal Sandoval. Se decía que era tal la estimación que las gentes de la Costa Atlántica le tenía, que durante todas las carnestolendas no pararon de aplaudirla y vitorearla por donde quiera que se presentaba.
Por los lados del corazón, se registró, primero el compromiso y luego el matrimonio del caballero Enrique Hernández Cárdenas con la señorita Gladys Eugenia Durán Reyes. Durante la ceremonia de compromiso que se realizó en casa del padre de la novia, Enrique le entregó la argolla mediante la cual la pedía en matrimonio y ella gustosa aceptaba. Posteriormente, el 12 de abril recibieron el sacramento del matrimonio en la iglesia de San Antonio. Recordamos a Enrique Hernández como el hombre del corbatín, como locutor y como funcionario público, pero especialmente por haber sido el presentador oficial de los sorteos de la Lotería de Cúcuta durante sus años venturosos.
Por esos mismos días y en circunstancias similares se casaba Francisco “Pacho” Morelli, el hijo de Cayetano y Clara Lázaro con la bella y espiritual Maria Teresa Espinel Espinosa. Algunos años más tarde nos encontramos a Pacho en la gerencia del Banco Nacional cuando la oficina quedaba en un local extraído de la casa de las señoritas Vélez en la avenida quinta arriba de la calle doce y mucho antes del descalabro producido por la gran crisis financiera de los años ochenta, cuando el banco de propiedad del grupo Colombia con Félix Correa a la cabeza, sucumbió como las demás empresas del mismo conglomerado, arrastrando entre otros a sociedades como el naciente Centro Comercial Cenit en esta ciudad.
El nacimiento de las esperadas criaturas, era para los padres de entonces, motivo de orgullo y felicidad, por esta razón, registramos con beneplácito los nacimientos en los hogares de Ernesto Vargas Lara y doña Betty Cuberos de Vargas la llegada de Luis Ernesto a quien sus amigos llaman cariñosamente Kilo. También reseñamos la llegada de un hermanito para las niñas MarÍa Isabel y MarÍa de Lourdes, hijas de don Julio Reyes y Mercelena Copello y quien hoy es el mandamás de RCN radio. Otro Reyes llegaba al hogar de Leonardo y Laurita Vega, hoy un destacado optometrista.
En el ámbito social se desarrollaba la Asamblea del Club del Comercio y se nombraba su Junta Directiva cuya presidencia recayó en el nombre del doctor Augusto Duplat y la vicepresidencia de Luciano Jaramillo Cabrales, entonces representante de una prestigiosa empresa de Seguros. Era secretario tesorero de la institución don Luis Francisco Faccini y quien en definitiva llevaba las riendas del club. Hacían parte de la junta igualmente, Manuel Antonio Ruan, Rafael Canal Sorzano y Alberto Camilo Suárez, como suplente ejercían los comerciantes Alipio Mantilla, Antonio Gómez Plata y Hernán Botero de los Ríos.
Finalmente, todos en la ciudad manifestaron su tristeza cuando se enteraron de la noticia del traslado de padre Miller, salesiano, que había acometido la construcción, no sólo del colegio sino de la bella capilla de María Auxiliadora en el barrio Popular. La comunidad, en reconocimiento de su gestión, le había designado en un alto cargo en su sede principal en Europa, por ello la sociedad cucuteña le organizó un multitudinario homenaje en demostración de simpatía y de agradecimiento por la labor desarrollada.
Recopilado por : Gastón Bermúdez V.
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