martes, 31 de julio de 2012

213.- LAS FIESTAS DEL CLUB DE CAZADORES

Gerardo Raynaud D.


Terminada la construcción de la casona que ha caracterizado al Club de Cazadores por casi sesenta años y adicionada la piscina semi-olímpica donde se han escenificado los torneos más importantes del deporte acuático en la ciudad, que hoy lleva el nombre del deportista más destacado de esa disciplina y digno representante de la institución, Freddy Clavijo, otros afanes preocupaban a sus socios, deseosos de brindarle a su ciudad y su región los mejores momentos de esparcimiento que por entonces eran bien escasos. El espacio dedicado a los festejos era cada día más reducido debido al gran auge que la nueva sede fue tomando y a la acogida que le brindaba a quienes se fueron vinculando, ansiosos de participar en cuanto evento se programaba en un pueblo carente de oportunidades y menos de lugares donde pudieran desarrollarse.

A medida que fue pasando el tiempo, el club contaba con mayores y más diversos servicios, razón por la cual, se determinó que era imprescindible ampliar las instalaciones necesarias para la realización de eventos, en particular aquellos que requerían de espacios para su ejecución, como era el caso de las reuniones sociales y en especial, las bailables.

Para tal fin, la junta directiva autorizó, en 1958, la construcción de la llamada ‘pista tropical’. El contrato se firmó siendo presidente el doctor Azis Colmenares Abrajim, con la firma constructora más famosa que existía en la ciudad en ese momento, Yáñez, Cuadros y Rodríguez, de propiedad de los arquitectos, Juan José Yáñez, Enrique Cuadros Corredor y Luis Raúl Rodríguez Lamus.

Esta vez, la financiación no estuvo enmarcada en las urgencias del pasado, pues la cantidad de socios era suficientemente amplia para poder pagar con sus propios recursos los gastos que demandara la ampliación, por eso se autorizó la emisión de una cuota extraordinaria que estuvo al alcance de todos los socios.

La construcción de la nueva pista que sería dedicada exclusivamente a la realización de eventos bailables, se llamó pista tropical, duró poco más de un año y se inauguró oficialmente en la celebración del día del cumpleaños número diecinueve del Club, el 3 de agosto de 1959. Ese día se presentaron las orquestas, Los Diablos del Ritmo y la Orquesta Costeña y a partir de entonces quedó aprobado que todos los años, durante el mes de agosto y para celebrar el aniversario de la institución, el club ofrecería a todos sus socios, una fiesta de onomástico completamente gratuita; esta decisión, fue tomada por la totalidad de los asociados en la asamblea general que entonces se realizaba durante el mes de agosto y que presidió don Luis Francisco Jaimes Hernández, uno de los fundadores.

A partir de ese día comienza el registro de los más diversos y frecuentes festejos de que se tenga noticia en la ciudad y sus alrededores.

Desde las más protocolarias reuniones presidenciales con los gobernantes de ambos países que confluyen en Cúcuta hasta los tradicionales encuentros de adolescentes y damas de sociedad fueron escenificándose tanto en el salón principal como en la pista tropical.

Un solo dato para mostrar la importancia de las instalaciones fue lo acaecido durante el principal torneo internacional que se desarrolló en Cúcuta en el año 55. Se trató del Primer Campeonato Suramericano Juvenil de Baloncesto y el XVI Campeonato de Mayores.

Era el primer torneo internacional de esa magnitud, que se realizaba en el país, pues lo más grande que se había cumplido hasta ahora, eran los juegos bolivarianos, en Bogotá. Fueron diez países los participantes y alrededor de 300 atletas.

Pues bien, recordemos que en ese año sólo habían dos grandes hoteles, el Internacional, en la esquina de la avenida cuarta con calle catorce y el recién inaugurado San Jorge en la doce entre avenidas sexta y séptima; entre ambos no alcanzaban a sumar cien habitaciones y eso sin contar las reservaciones que hacían los turistas que venían a disfrutar de la fiesta deportiva nos lleva a concluir que “no había cama para tanta gente”, así pues, la solución estuvo al alcance de la mano generosa de los administradores de dos instituciones que siempre se han colaborado mutuamente ¡quién lo creyera! la fundación Virgilio Barco y el Club de Cazadores.

La clínica materno infantil de la Fundación estaba recién terminada su construcción, no había sido entregada para la fecha del torneo pero sus habitaciones, completamente dotadas sirvieron de alojamiento para la mayoría de los deportistas y para completar el servicio, se abrió una puerta entre las dos entidades para que los participantes del Campeonato utilizaran las instalaciones para el servicio de alimentación y para el desarrollo de sus prácticas y ejercicios, previos a los partidos. Las buenas relaciones entre los dos establecimientos se dio gracias a los buenos oficios de Eduardo Silva Carradini, médico, presidente de la fundación y Nicolás Colmenares, presidente del club y además presidente de la Cámara de Comercio local.

Las fiestas de cumpleaños, los bailes de bachilleres, las primeras comuniones, las elecciones de las princesas y posteriormente las de señora y niña club, las reuniones de los clubes de Leones y Rotarios así como sus convenciones anuales, los recitales y conciertos y las presentaciones de las reinas de belleza, nacionales e internacionales como las misses Universo, cuando venían a la ciudad, las reuniones de las ligas deportivas y la celebración de los quince años de las hijas de los socios y una tradición que ha venido extinguiéndose con el paso de los tiempos, la presentación en sociedad de las señoritas casanderas, pero especialmente las dos fiestas de mayor renombre y recordación, Las famosas novenas de navidad y el tradicional baile de locos que se realizaba los 28 de diciembre día de los inocentes. Las primeras fueron afamadas por su organización y la calidad de sus atracciones, todas enteramente pagadas por los socios, quienes se repartían la totalidad de los gastos los nueve días que duraban.

Así mismo, el baile de disfraces que se conocía como el baile de locos, reunía las comparsas más disparatadas de la ciudad con el aliciente de los premios a los disfraces más creativos e innovadores. Estos dos festejos se desarrollaban en compañía de las orquestas más prestigiosas y reconocidas del momento tanto en el país como en el exterior. Todavía añoramos el esplendor con que se cumplían estos eventos, hoy echados en el baúl de nuestros recuerdos y que debido a la evolución de nuestras tradiciones y al cambio de las costumbres de una sociedad cada vez más ensimismada, olvida que la usanza de antaño se basaba más en el intercambio personal que en el uso de la tecnología para relacionarse con los demás.




Recopilado por : Gastón Bermúdez V.

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