Beto Rodríguez
Centenares de desdichados que no tienen a dónde ir, han hablado sobre la posibilidad de organizar un gobierno en el exilio por sentirse huérfanos, sin rumbo y sin timonel. Desde su fundación en 1957 concurrieron personajes de los 2 países, en cumplimiento de citas comerciales o de otra índole.
Por épocas aparecieron personajes de la radio grande, televisión, del deporte, políticos de todas las trayectorias, periodistas, simples chismosos, conspiradores, policías, en un nutrido y permanente desfile que duraba todo el día y hubo algunos que no fallaron una fecha y reclamaron jubilación. Con el cierre de ese confesionario público, muere uno de los acontecimientos importantes de la historia de la ciudad.
Ha muerto la Araña de Oro pero sus viejos clientes nunca podrán descansar en paz. Han acabado el único lugar de la ciudad donde vendían café tinto a cualquier hora y además nunca corrían a nadie. En La Araña de Oro no utilizaban el sistema de apagar los ventiladores, hacer ruido, correr las sillas, ponerle volumen al radio y lanzar indirectas verbales para correr a los contertulios. Por el contrario, se les atendía en sus requerimientos, se les servía el agua que pidieran, se les dejaba permanecer el día sentado en sus cómodas sillas y algunos personajes de la ciudad convirtieron el célebre negocio, en hogar, oficina, sitio de descanso y no dudaban en llegar al conocido lugar tan pronto abrían y se marchaban con el movimiento de muebles que indicaba la cerrada bien entrada la noche. La Araña de Oro, fue un útero materno que le brindó protección a muchos destetados fuera de tiempo y lograron ubicar allí un punto de apoyo para sus inmadureces y lograr firmeza en sus reflexiones. Otros tomaron La Araña al estilo de una oficina central donde realizaban todo tipo de transacciones comerciales. En La Araña de Oro se mezclaban diariamente comisionistas, revendedores, arrastradores, gendarmes, jubilados, vagos, aciagos y positivos, delincuentes de guantes blancos y cuello negro y allí todo el mundo podía enterarse de todo porque ese café durante 37 años fue un confesionario público que brindó paz y tranquilidad para el que necesitara un punto de referencia de sus actividades cotidianas.
Fundación
Al principio de siglo surgieron algunos cafés ubicados en puntos estratégicos en torno al parque Santander. Nombres como el Roma, Rialto, El Comercio y otros tantos que albergaba en sus momentos de solaz a la nata y neta sociedad, brindaban los días de fiesta, atracciones especiales con orquestas , magos, prestidigitadores y cantantes famosos que se aparecían en la ciudad por la vía del tren procedente de Maracaibo. Ir los sábados por la noche y los domingos después de misa a esos lugares era sinónimo de distinción, de estatus, de éxito comercial y arribismo extremo. Los dueños de los negocios se ganaban la asistencia de personajes con enormes apellidones y le permitían pasar sentados al disfrute de los acontecimientos parroquiales frente a un vaso de agua, en medio de miradas altivas, y de allí nació precisamente el nombre del club del vaso de agua.
En 1957 llegó a la ciudad el ciudadano español Alejandro García León, compró el caserón que ocupa esta crónica y fundó la famosa La Araña de Oro con un sabroso repertorio de comida peninsular, agua a todo dar e impuso la moda de vender café sin discriminación alguna a la hora que fuera. Esta fue la revolución del momento, ya que en nuestro país, siendo productor del pergamino, no venden la sabrosa droga después de las dos de la tarde. Esto hizo que los cafetómanos se fueran para el nuevo negocio que abrió sus puertas en los días posteriores a la caída del general Gustavo Rojas Pinilla.
El señor García le vendió a sus sobrinos Eliseo e Inés, esta última maja española, famosa por su belleza que le arrancaba suspiros a los caballeros dueños de corazones más pétreos de la frontera. La colosal hembra contrajo matrimonio con el cucuteño Alvaro Vargas y el laborioso trío tras varios años de presentaciones de artistas famosos y atención caracterizada por la amabilidad en el año 1969 le vendieron a Joaquín Colomer y su fiel esposa Encarnación, quienes mantuvieron abierto el establecimiento hasta estos días en que el progreso llamó a cuentas a la vieja construcción y La Araña de Oro cerró sus puertas para siempre.
Arzobispo
El español Joaquín Colomer le puso a su negocio un tinte de su personalidad. En su país fabricaba velas, pero su carácter es el de un arzobispo impedido para mostrar un disgusto.
Es un hombre sobrio, bonachón, tolerante, silencioso, nunca se le vio con mala cara, ni lo vieron regañar a sus empleados y por lo tanto el mismo trato le dio a los perennes visitantes que siguieron la tónica de llegar a ese punto de referencia a tomarse un café negro de tres horas o simplemente a embolarse con Héctor Caballero, el único fotógrafo (perdón, bolero o embolador) que llevó a sus clientes a hacer cola y a pedirle el servicio con zalema y frases de adulación. Allí se pasaba todo el tiempo el teniente de la policía Enrique Vargas el cliente mas viejo que siempre esperó la jubilación por parte del español, el ex suboficial de la Marina Rafael Colmenares, don Enrique Rojas y otros que por antigüedad eran merecedores del premio a la pensión cafetera, que consiste en comer y beber gratis por cuenta de la casa.
Mala noticia
Cuando menos se pensaba, momento en que se pone a pensar en forma excesiva a todo el mundo, se filtró la noticia del posible cierre de la famosa La Araña de Oro. Se dio que todo estaba en proceso de negociación con una poderosa firma de otra región del país, pero nadie creyó que era cierto. En el fondo el mundo aceptó que la fecha de la clausura estaba cerca pero se negaban a creer que fueran a quedar de un momento a otro sin un lugar de esparcimiento o guardería para viejos por la tendencia del hombre a comportarse de manera infantil en el momento en que empieza la cuenta regresiva en torno a la campana de la decadencia. Martín Pineda, el inválido popular que durante años se instaló en las afueras del respetado lugar, al parecer también se negó a creer en la venta del sitio donde conseguía para el sustento suyo y de su madre. Sin embargo los asistentes cotidianos a la tertulia en torno a la liturgia del tinto, mientras decían que no creían en eso, cada vez que llegaba un raro a hablar con Joaquín Colomer lo consideraban como un emisario de los compradores y por momentos reinaba la angustia.
Exiliados
En este momento centenares de personas que concurrían a La Araña de Oro no tienen a donde ir. Desde tempranas horas andan dándole vueltas a la avenida 5ª, retozan en el parque Santander, se ven desesperados, deprimidos, desgraciados, apartados, marginados, estigmatizados, sin nadie quien los comprenda, les dé cariño y les brinde el apoyo que da una mesa de café, de confianza, para encontrarse con los amigos de especial manera los jubilados y algunos rebeldes que se acordaban de la historia de la liberación y apenas concurrían a ese templo del descanso para hacerse limpiar los zapatos.
Los huérfanos de La Araña de Oro, se cuentan por centenares y actualmente se esgrime las posibilidades de que se conforme un gobierno en el exilio para tratar de influir en algún personaje local y hacerle montar un negocio igual y ante la realidad de los arriendos y las altas primas parece que todo quedará en proyectos pero lo que nos comprueba , sin lugar a dudas, porque nadie sabe lo que tiene si no lo pierde , y ese es el caso de La Araña de Oro, punto de encuentro de la historia menuda de la ciudad y los chismes procedentes de Venezuela.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
hola quiero compartir con ustedes parte de la historia que desconocen LA PASTELERIA LA ARAÑA DE ORO no ha muerto, esta realmente fue fundada por ALEJANDRO GARCIA en 1952 en la calle 9 #5-20 centro esta es la sede principal y aun se encuentra en funcionamiento el verdadero motivo por el que se cerro la sucursal de la avenida quinta es por haber sido vendida a personas diferentes que se vieron inmersas en un pleito legal por el nombre comercial el cual sigue en cabeza de la sede principal que es la que aparece registrada en la camara de comercio con fecha de creación 1952.
ResponderEliminaraun sigue siendo punto de reunión de muchos pensionados de cúcuta y son increibles todas las historias que hay alrededor de este lugar.
los invito cordialmente a conocer esta, la primera pastelería de Cúcuta que puede no haber sido tan famoso como la sucursal de la quinta pero quienes conocen la verdadera historia de cúcuta saben que su lugar de fundación era estratégico pues sus primeros clientes fueron quienes concurrían el teatro zulima.