martes, 12 de marzo de 2013

346.- ASI ERA CUCUTA EN 1.880


Tomado del Libro del Centenario del Club Comercio



En Cúcuta se construyó, con dineros de Domingo Guzmán, el que se convertiría en el primer teatro, hecho en madera, casi en su totalidad. Se levantó en el sitio actual de la Avenida Sexta entre calles octava y novena. En un principio se llamó Teatro de Cúcuta. Posteriormente se le puso el nombre de Teatro Guzmán.


En la década del 80 se inauguró el Ferrocarril de Cúcuta y se abrió el mundo para la ciudad. Los jóvenes de las familias pudientes estudiaban en Londres, pues era más fácil viajar a la capital de Inglaterra que a Bogotá.

En el Club de Comercio se oía la música que producía el fonógrafo, el cual consistía en un mecanismo que hacía mover unos cilindros de goma. Este maravilloso invento de Edison, hacía furor por aquella época.

Tenía la ciudad 12.000 habitantes, 7 calles, 6 avenidas y 5 años, pues el terremoto del 18 de mayo de 1875 la había destruido totalmente.

El padre Ramón García, cura de Bochalema en carta al Dr. Laureano Manrique describe cómo era Cúcuta en 1880.

Sr. Dr. Laureano Manrique

Mi muy querido amigo:

No quisiera irme de esta ardiente y pintoresca ciudad, sin enviar a Ud., mi fino amigo, mis afectuosos recuerdos  y con ellos, por vía de obsequio, una ligera noticia descriptiva, trazada a grandes brochazos, que le dé siquiera una remota idea del nuevo Cúcuta, pues del que Ud. conoció en el año de 1841 al que hoy existe, hay tanta distancia como de la tierra a la luna.

Este nuevo Cúcuta ha perdido mucho de su antiguo genial carácter, que era peculiar y exclusivo, pues aunque algo le queda del tipo calentano, ya ha transigido mucho con la ruana del parámetro y la chaquetica blanca cedió su puesto a las holapandas y levitas de larga y flotante falda, gruesa y reluciente botonadura, que bien les sienta a los cuerpos delgados, flexibles y elegantes de los hijos de este delicioso valle.

Aseguran todos que la nueva población, así delineada como está, con calles anchas y rectas, consulta más la comodidad y la belleza; sea, y no quiero contradecir tal opinión. Pero la gracia y especial fisonomía de la muy alegre y antigua ciudad, con su aire novelesco y su exquisito aseo, no es posible dejar de echar de menos. Será que tanto nuestro espíritu como nuestro corazón se apegan a los paisajes y localidades que se conocieron en los días de la infancia? No hay duda el grande escritor francés Msr. de Lamartine, no vio una casa mas pintoresca que la granja o cortijo donde él se crió. La memoria   guarda frescos esos recuerdos, y es por eso por lo que yo siento pena y mi espíritu se abate, al acordarse del histórico y bullicioso Cuatro Esquinas, La Plazuela de Cortés, y otros parajes deliciosos, que hoy apenas, se puede reconocer. Cuántas veces, al pasar por cerca de aquellas venerables ruinas, rodó una lágrima de mis ojos, al evocar lejanos tiempos y dulces memorias…

La parte poblada, no hay duda, es magnífica, tiene un aire enteramente moderno, según dicen, europeo; las amplias avenidas, que dan entrada a la plaza principal, son espaciosas y elegantes y están sembradas de largas hileras de clemones (ojalá fueran nísperos), de pobre follaje, que prometen sombra dentro de algún tiempo; pero que todavía están como los álamos de Msr. Chateaubriand cuando escribía las Memorias de Ultratumba en el Vallée aux Loups, que es necesario prestarles sombra, sombras que ellos devolverán algún día.

La Gran Plaza, centro de la población, es un hectómetro perfectamente cuadrado, bella, limpia y nivelada; creo que no tendrá rival en Colombia. Aquí tiene lugar el mercado diario y el dominical; sensible es que poblaciones esencialmente católicos no establezcan sus mercados en otro día fuera del domingo, como sucede en los Estados de Boyacá y Cundinamarca y aun en los mismos Departamentos del Socorro, Vélez, Guanentá y Soto, que pertenecen a ese Estado. Se echa de menos al frente de esta plaza EL Templo Parroquial, que es como si dijéramos el rostro y la mirada de todo centro poblado, grande o pequeño.

El espero y grupo que se han empleado en la reedificación de la nueva ciudad, no dejan nada que desear. La cuatro Boticas principales, tan lujosas como bien servidas, son de un tono verdaderamente francés y las elegantes y vistosas casas de comercio de los señores Bonet y Compañía, Estrada e Hijos, Díaz y Cía., Gandica, Riedel, Cabrera y Ferrero, son hermosísimas.

LA Aduana, propiedad de la nación, es un edificio de hierro grande y de bella apariencia, pero no muy adecuado para este clima.

El hospital de caridad, regular edificio, costeado con limosnas de doña Victoria Reina de Inglaterra y el benemérito patriota Vicente Agustín Galvis, tiene tres Departamentos con grandes salones, agua abundante y espaciosos patios. Hace falta allí un oratorio. La Sindicatura está perfectamente bien servida por el Sr. Juan Atalaya, creo que sin remuneración alguna; pero su caridad no quedará sin recompensa, y la gratitud y consideraciones de los cucuteños no le serán escatimadas porque bien las merece.

El camellón o gran carretero del comercio (av. 7ª) por donde deberá pasar el ferrocarril hasta los almacenes de depósito, es digno de verse, como un cosmorama y por la noche en silencio y calma, alumbrado con gas y cubierto de paseantes. Aquí está, aquí vive el Cúcuta mercantil; aquí es donde se encuentran los hombres de cálculo, del tanto por ciento, los hombres números, como los llama cierto sujeto.

Frente a la capilla de San Antonio, que hoy está como a unas cuatro cuadras debajo de la que Ud. conoció (estaba situada en la calle 11 entre avenidas 7ª y 8ª) se halla una linda y deliciosa plaza bautizada con el simpático nombre de Mercedes Abrego, heroína mártir de nuestra independencia, gloria de nuestra querida patria, cubierta de árboles de gran ramaje y pintoresco aspecto; esta plaza, silenciosa y fresca, es un paseo público de lo más agradable. Muchas tardes gocé de este inocente y grato placer sumergido en una dulce contemplación; tuve momentos deliciosos, trayendo a mi memoria,  entre otros nombres , el de aquel que nunca podrá olvidarse en Cúcuta, el del Dr. Domingo Antonio Mateus, el sincero y leal amigo víctima del terremoto de 1875. Trabajó con constancia en esta ciudad por la construcción de un magnífico templo que estaba casi del todo concluido cuando se verificó la terrible catástrofe.

Como por encanto, como por sueño me parecía ver aquellos dos ídolos del pueblo, aquellos filántropos que se familiarizaban hasta con el infeliz, cuya memoria vive y vivirá siempre, Pedro María Reyes y Juan Luciani. Quién no conoció aquellos venerables patriarcas?

La capilla de San Antonio que hoy sirve de parroquia , es un bonito y elegante edificio perfectamente aseado y paramentado con esmero. En los días de gran concurso tiene que ser incómoda y en extremo calurosa.

Hay aquí establecidas algunas hermandades. La del Sagrado Corazón de Jesús, dignamente presidida por la estimabilísima y virtuosa Enriqueta Ferrero; es algo reducido su número , pero presta importantísimos servicios. Actualmente se ocupa de colectar una suma para la consecución y transporte de las hermanas de la caridad para el Hospital y la enseñanza de los niños pobres, sostiene una escuela católica y enseña el catecismo todos los domingos. En esta hermandad figuran desde las primeras matronas de la alta y culta sociedad, hasta las más humildes hijas del pueblo, pues para entrar en esta congregación sólo se les exige una conducta intachable y virtud acrisolada.

La Asociación del señor San José, compuesta de honrados y virtuosas artesanos, hijos del pueblo, pero de costumbres sanas y conducta irreprendible, contribuye a fomentar el culto y le prestan importantes servicios al párroco. Tienen estatutos y reglamentos que ellos observan estricta y religiosamente. Esta asociación está en vía de hacer grandes cosas, si, como espero, ella toma todo el incremento que debe, y acomete sin miedo la reforma y moralidad de las costumbres.

 Hay también en Cúcuta un teatro de propiedad particular, que facilita el establecimiento de compañías dramáticas en ciertas temporadas. El local es precioso y elegante monumento construido con mucho gusto y arte; allí tuvieron lugar los actos literarios del Colegio de Zea, dirigido por los señores Vega y Belloso, que ojalá continúe su marcha para honra y provecho de la juventud cucuteña.

La nueva ciudad está hoy dividida en nueve barrios o secciones, algo distantes unos de otros, a saber: La Vega, El Caimán, El Páramo, El Llano, El Callejón, La Playa, Curazao y Los Balcones. El día que la población se condense y el comercio y la industria revivan, Cúcuta será una de las primeras ciudades de Colombia.

No se puede negar que el aire particular y propio, especial del cucuteño, tiene perfecta analogía con el aspecto de la naturaleza y lo risueño y alegre de este ardiente clima. El cucuteño es vivo, inteligente, simpático y agradable en todas sus manifestaciones; propenso a la hilaridad y a los placeres, como bien inclinado al trabajo, a la industria a las artes y a las letras, pues para todo tiene vocación; y así como es abierto, franco y listo para la diversión, es también piadoso y espiritual para concurrir y tomar parte en los actos religiosos. Esto, por supuesto en lo general, pues siempre hay que exceptuar algunos descreídos, de vida impura, escoria despreciable en toda sociedad.

Este pueblo tan festivo, tan alegre y formal, desprendido y generoso en otros tiempos; este pueblo cucuteño tan enemigo de la tacañería, apura hoy hasta las heces el amargo cáliz de la pobreza, porque en un día y en menos de un segundo quedó desposeído, viudo, huérfano, mendigo y sin hogar, vagando a la ventura como triste paria, viendo derruidos escombros y confusas ruinas, su patria, su hogar y sus haberes.

Pobre pueblo cucuteño! El terremoto del 18 de mayo de 1875, y luego la crisis económica que sobrevino después, le tiene reducido a una dura y triste situación, pero este virtuoso y simpático pueblo, valiente y resignado, lleva su pesada cruz con cristiana paciencia y estoica conformidad, no sin derramar en el silencio abundantes lágrimas; pero esas lágrimas serán enjugadas, y este pueblo purificado por el martirio y depurado por una larga y dolorosa expiación, recuperará el bien perdido y tras los largos días de infortunio vendrán los florecientes años de prosperidad y de ventura.

Tales son mis votos y tales mis esperanzas.

Su affmo. amigo, Ramón García
Diciembre 16 de 1880





Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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