Tomado del Libro del
Centenario del Club Comercio
Cantalicio Ramírez es un viejo cucuteño
que después de una ausencia de treinta años retornó a la ciudad en uso de dos
meses de vacaciones. Trabaja en Venezuela ya que una tía de su tatarabuela
nació en Rubio y eso dio pie para obtener una ciudadanía colombo–venezolana.
Cantalicio con todo, ama a su ciudad
natal y lo mira todo, pregunta y elogia o lo critica todo. Según su personal
apreciación Cúcuta está CHÉVERE.
Añora sí, entre copa y copa, los
pasteles y la chicha de arroz de Pacha, la de la avenida quinta. El dulce de
platico de la Manssulí, el agua panela de Carmelita, los maduros horneados de
Chirinos, los bollos de las Caminos, el pan de las Contreras, La Fragancia y el
Aire Libre, las morcillas de Villate, los bollitos de fríjol de Patricio, el
mute de la pecosa Julia, el bistec y las menudencias de la Turra Petra, las
cucas que vendía don Sixto Aparicio, las cocadas de la negra Guillermina, los
arequipes de las Berti, el arroz con leche y la mazamorra de dulce de La
Morocota, los pasteles de yuca de Patrocinia y los arrastrados y cortados de
las Moros.
Añora también los baños de La
Garabatada, en Puente Tatuco y los pozos del río Pamplonita: El Ariete, El
Tambor, El Niágara, Los Pellejos, el del Horno y los baños pagos de Moreno,
Villalobos y los Picos.
El tranvía al Puente San Rafael y a
Puente Espuma, las cacerías de igüanas, rabiblancas y monjitas de Tabiro, los Patios
para jugar pelota, la pesca en la toma pública, de panches, pejesapos,
chichetes y rabisecas.
El cine en el Guzmán y en el Santander.
Los juegos de suerte y azar en el Casino y sus billares, lo mismo que los de
Bélgica, La Cita, Montecarlo, El Tequendama y el Ritz, los de Martín Gómez,
Pedro Gandica y el bobo Chaustre.
Los bailes públicos en La India, El Foco
Rojo, El Recreo, La Granja y Puente Hierro.
Las retretas de los sábados en el
Mercedes Abrego y los domingos en el Santander. Los sermones del padre Mendoza
–Cantalicio fue acólito-.
Las muchachas de confianza de la
Magdalena, los gritos de ´viva el Partido Liberal´ de don Julio Ramírez,
Gustavo Moros y César Sosa. El eterno ´yo soy gente decente y godo´ de Luis
Unda Pérez, la banda del Departamento, la orquesta Calvo con Fausto, Corzo,
Eusebio, Niño, Carmelito y Rafuchas, que se desayunaban con agujas de victrola
pisadas con ron Común. El negro Cuca en zancos y los carnavales inolvidables de
Cúcuta.
Ese si era carnaval, te acuerdas, vale?
Había que ver los disfraces de esa época. Allí bien disfrazados. Mario
Quintana, Pastor Ontiveros, Roque Abel González y Augusto González, de soldados
pretorianos; Sixto Epiménides Sarmiento de bandido; Guillermo Eslava, Pedro
Mieles, Pedro Vicente Peña, Gustavo y Pacho Duarte de apaches; Jesusito
Quintero de Dama de las Camelias; el doctor Baena de torero; Pachito Pérez y José Roque Barjuch de beduinos; Edmundo Martínez,
Emiliano Contreras, Enrique y Daniel Galvis junto con Luis Castillo, de
muchachas de vida alegre; Rafuchas de osa, Cayetano Hernández García de Conde
de Luxemburgo; Nicolás Colmenares, Joaquín Ramírez, Domingo y Pacho Díaz de
Dominó; Benito Castro de Pancho Villa, Cayetano Morelli Lázaro de Bolívar y
Sebastián Ontiveros de Napoleón; Pacho y
Horacio Hernández de Pierrot, Luis Alberto Villalobos de Charlot, Víctor Manuel
Pulido de bobo, los doctores Luis Buenahora, Guillermo Peñaranda y Víctor M.
Pérez de policías; Luis Pérez Durán,
Martín Hernández y Agustín Guarín de médicos; Alejandro Canal (Cadavid) de
mejicano montando brioso corcel; de Kaiser, Guillermo Segundo Rafael Mondragón,
y Don Quijote Gustavo Luzardo Chacín; Daniel Hernández Lazcano de Daniela
Primera con su corte total: Paladines, monteros, alcahuetes, bufones,
ballesteros, palaciegos, troveros y espadachines….
Eso si eran carnavales, Vale!
Y para hablar de las mujeres, allí
manolas, colombinas, pastoras, campesinas, damas antiguas, mariposas, princesas
y reinas.
Lástima de los carnavales de Cúcuta que
se fueron para siempre, vale….seguía comentando Cantalicio quien, ya con una
botella de V.S.O.P. entre pecho y espada, lloraba añorando los viejos tiempos…
cuando con un peso se hacía mercado para seis personas por día, el agua del
tinajero era más dulce y más fresca, y dormíamos a pierna suelta arrullados con
el grato yi, yi, yi, yi, de la zancudada, y la puerta trancaba apenas con un
ladrillo. Una cena por treinta centavos y brandy a tres pesos el litro,
vale…que tiempos, que tiempos!
Recopilado
por: Gastón Bermúdez V.
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