Juan Pabón Hernández
Qué grata oportunidad me otorgó el destino, la de conversar con el
Dr. José Luis Acero Jordán; significó para mí una estupenda ocasión para
afianzar el afecto y la admiración que le profeso, desde hace muchos años,
extensivos a su familia.
Es un hombre de condición humana excepcional; de
suyo, me proporcionó la alegría de repasar los moldes de una personalidad que
ya conocía como ejemplar, desde los años de una juventud compartida con él, doña Ana Luisa Colmenares y
sus hijos, además de los primos Colmenares, Silva y Canal: fueron deliciosas
las jornadas de amistad, que se han alojado en los pliegues buenos del
recuerdo, a pesar de que, ahora, por esas cosas del mundo actual, no exista un
contacto tan frecuente. Pero eso sucede con los sentimientos entrañables, que
soportan y, quizá, se aquilatan con el tiempo y superan la distancia.
LA CITA CON UN SUEÑO…
Estuvo en Cúcuta, para presentar su libro LA UNIVERSIDAD
FRANCISCO DE PAULA SANTANDER: FUNDACIÓN, ESTRUCTURA Y CONSOLIDACIÓN…, para
conmemorar cincuenta años de su fundación.
Entre otras cosas, es titánica la labor de hablar
con él de otros temas, porque converge siempre a su sueño cumplido, la universidad,
que es una síntesis suya, combinada entre nostalgia y placidez. La universidad
va fluyendo constantemente en su conversación, como el valor supremo de la
satisfacción
de haber cumplido con la vida.
Cuando pasé por él, a donde sus hermanas Josefina y
Teresita, al viejo pasaje de La Playa, donde viví vecino, además, en los días
de alguno de mis exilios locales remotos, cariñosamente atendido por ellas y su
sobrino Pedro Luis, lo hallé muy lúcido, apoyado en un bastón que le aportaba
dignidad y una luz especial a su deseo ferviente de estar, aún, a cargo de sus
asuntos y no ceder ante el rudo paso de los años, los que no se entrega.
LA ADMIRACIÓN EN LA SONRISA DE LA GENTE
Y partimos, dispuestos a conversar; yo, con el orgullo de ser
algo así como el edecán ocasional de uno de mis personajes favoritos y él, con
la expresión de afecto por mí que le he agradecido toda la vida, tanto, que me designó
Secretario de Obras Públicas del Departamento, cargo que no pude aceptar porque
el Inscredial de entonces me asignaría mi casa en Pescadero. (Él, en su generosa
y bondadosa concepción, cree que soy más valioso de lo que yo creo ser,
producto de su cariño invaluable).
Escogimos un salón del Club Tenis, adonde llegamos lentos, por
su andar, pero seguros de que íbamos a compartir un rato verdaderamente
agradable.
Me sentí muy bien cuando la gente se acercaba a nosotros al
reconocerlo, o a preguntarme quién era el personaje: alguien dijo “es el que
fue viceministro”, o, “el que fundó la universidad”… otros se presentaron para
revivir los recuerdos de sus familiares, tratando de ubicarlo en un entorno
afectivo de su propia gente, evocando el legado costumbrista de saber que las
épocas de antes fueron mejores y él fue uno de los protagonistas.
Todos con la admiración asomando a una especie de sonrisa
tierna que es tan escasa en estos tiempos.
SU ROSTRO AÚN CONSERVA ESA EXPRESIÓN BONDADOSA Y
SERENA…
Aferraba su libro en la mano, junto con unos apuntes que me
quería mostrar, y lo acariciaba con la sensación de estar protegiendo a un
hijo, al cual quería presentar a todos, con la suprema dosis del cariño que se
tiene por las cosas generadas desde la intelectualidad.
Hablamos de su niñez, en Pamplona, su ciudad, de cómo iba a la escuela
en alpargatas, después de aprender las primeras letras con su madre, Josefina,
en una Pamplona de tinieblas frías, oscura por la frecuente falta de energía
eléctrica; y, luego, los colegios, el Seminario, el San José, llevado de la mano
de los jesuitas y otros curas que creyeron que tenía vocación sacerdotal.
De seguro, sí, porque su rostro aún conserva esa expresión
bondadosa y serena de la espiritualidad.
Me contó muchas cosas con su voz sigilosa de ahora, muy tenue,
gastada por los años, pero pausada y sabia, como siempre se la he conocido. El día
anterior había sido la ceremonia de lanzamiento del libro: traía un regocijo metido
en el alma, porque estuvo rodeado de todos sus amigos y admiradores, en algo
que para él significaba mucho, tal vez todo... Me contó también de su ingreso a
la Universidad Javeriana, después de un período de trabajo en Pamplona, de su
beca permanente durante el tiempo universitario, pleno de éxitos académicos y
germen de una carrera de Derecho brillante en todo sentido, tanto en los
aspectos jurídicos, como con el complemento en estudios económicos, porque la
Economía siempre le gustó; de ahí su notable preocupación por las cosas del
país, y el interés por la educación, siguiendo paso a paso la trayectoria de
cualquiera de los ministerios que tuvieran que ver con ella.
SE LE ARRAIGÓ EN EL ALMA EL SUEÑO DE LA
UNIVERSIDAD
Vino a Cúcuta a sembrarse, organizó su oficina de abogado para
litigar, ora como laboralista, ora como civilista, y participar en política,
aferrado a sus rígidos principios conservadores, de la mano de los dirigentes,
de Laureano Gómez, o de los líderes que se distinguían en el país, participando
en las cosas de la región, tanto, que fue diputado, y ocupó todas las posiciones
importantes de la región como la Alcaldía y la Gobernación, a donde fue llamado
por su competencia en la labor honesta de administrar la cosa pública. (Más
adelante desempeñaría importantes cargos, a nivel nacional, en los cuales
brilló por su idoneidad).
Y se le arraigó en el alma el sueño de la universidad, comenzó
a rondarle el espíritu, a retarle en su misión de humano comprometido con el
desarrollo, creyente, de por sí, en que la única vía para el progreso es hallar
una buena estructura educativa.
Y se armó de paciencia y de lucha ante los presagios pesimistas
de la gente, como siempre es en Cúcuta, y se animó a la batalla picando aquí y
allá, usando su carisma y aprovechando la solidez de una posición que iba
ganando terreno en cada paso que daba. Y convocó a los empresarios, a los
políticos, a la Iglesia, como al cura Jordán y otros, y se metió en el cuento, como
se dice ahora, de lograr su sueño: y lo logró… en 1962.
EL DOCTOR ACERO NO DICE NADA QUE NO SEA
INTERESANTE
Entonces toma, otra vez, su libro y lo repasa y mira la maqueta
inicial de la UFPS, comenta y desarrolla ideas, a veces en emoción atropellada
de anhelos, habla de los ministros, de las políticas de educación, de la opción
virtual de hoy, en una dosis apresurada de criterios interesantes: el Dr. Acero
no dice nada que no sea interesante.
Al evocar el proyecto del comienzo, se lamenta de que no se
ubicara la Biblioteca de la universidad en un doble sentido de servicio: hacia
adentro del plantel y hacia afuera, a la comunidad, o que los edificios fueran
cambiados para nuevas funciones, en fin, de aquellas consideraciones que hacen
que el tiempo determine el cambio de uso de los espacios. Comenta todo, lo enriquece
todo, y sueña, otra vez, con un sueño cumplido que pudo ir más allá de la
nostalgia.
Escasamente me deja interrumpirlo para preguntarle más por doña
Ana Luisa, a quien conoció en el viejo Club Tenis de la avenida Segunda, o de
sus hijos, José Luis, Rafael Guillermo, Ángela María, la perenne y querida
María Claudia, fallecida en el dolor de 1971, María Alejandra, María Josefina y
Juan
Pablo, habla de todos ellos, de sus nietos, de su paso por la
vida educándolos y de los recuerdos que tiene de lo que ha convivido con ellos.
Pero regresa al tema de su universidad y habla del cabildo
empresarial para apoyarla, de las cosas, de las reuniones, de todos los que lo
ayudaron y de los que no, de cómo el Dr. Eustorgio Colmenares B. escrituró, en
1974, el terreno a la universidad y de cómo tendría que ser el porvenir en
manos de los dirigentes actuales.
EPÍLOGO: LAS ILUSIONES GRANDES NO ASUSTAN …SINO
RETAN
Qué grato señor, qué líder, y qué sencillo, además: siempre lo
recordaremos como un dirigente que se ancló en el patrimonio educativo de la
región, con la idea del progreso como una semilla presente, con la seguridad de
que las ilusiones grandes no asustan…
DOS COMENTARIOS DE SUS
AMIGOS…
Luis Anselmo Díaz Ramírez
De Luis
Anselmo Díaz Ramírez (q.e.p.d). “Tuvimos el privilegio de acompañar al Dr. José Luis
Acero Jordán a poner los cimientos de la Universidad Francisco de Paula Santander.
Nos queda el honor de haber dictado en ese claustro la primera cátedra de Humanidades.
Nos sumamos a los Quijotes que se lanzaron a esta aventura, a buscar una
estrella para llenar de luz el ámbito de nuestra ciudad. Y debemos pensar que
en un principio fuimos pesimistas. Había que luchar contra la pobreza, contra
la indiferencia de una ciudad limítrofe, atada al comercio y a los negocios,
contra la falta de fe y coraje.
Pero fue entonces, cuando
apareció José Luis Acero Jordán. Dinámico, inteligente, tenaz, político de
garra, profesional de prestigio, y se dio así mismo la consigna de sacar
adelante la universidad. Se obsesionó con esta idea, se enamoró de este
propósito y nadie lo pudo contener. A ella consagró todas sus fuerzas, las
físicas y las del espíritu.
Se confundió con la universidad.
Metió la idea por todas partes, por el Palacio de los Presidentes, por el
despacho de los Ministros, por la sede de los Gobernadores, por el Concejo y la
Alcaldía, por la Universidad Nacional, por la Universidad Industrial de
Santander, por los clubes sociales, por las asociaciones cívicas, improvisó
mesas redondas hasta que logró formarnos una consciencia universitaria.
Hoy la Universidad
Francisco de Paula Santander tiene resonancia nacional. Goza de prestigio
académico. Es un claustro ilustre, es el Alma Mater de nuestra cultura. El
balance favorable es ciento por ciento. No le podemos pedir más al hombre que
nos hizo este milagro. Que nos dio y reafirmó para la ciudad el título de
ciudad universitaria, es decir de ciudad blasonada, de ciudad gloriosa, de
ciudad edificada sobre un monte. Porque Cúcuta cambió con su universidad, se
despercudió, se puso toga académica y se alzó como guión sobre la geografía del
país.
La ciudad y el Departamento
tienen contraída incancelable deuda con José Luis Acero Jordán. (Agosto
de 1974).
Miguel Andrade Yáñez
De Miguel
Andrade Yáñez. Cuando reflexionamos sobre la existencia y realización
personal de José Luis cobra particular vigencia aquel aserto de que la vida
está llena de un potencial verdaderamente insondable que debemos concretar en
actos a lo largo de nuestra existencia. La presencia de José Luis en el proceso
histórico de su consolidación institucional tiene su propio, auténtico y
definitivo alcance en esta su obra maestra que será trascendental y definitiva en
la vida, progreso y desarrollo regional.
La obra de José Luis, desde
el punto meramente intelectual y académico, refleja a cabalidad el proceso político,
socio-filosófico y cultural del quehacer universitario que, desde la mitad del
siglo XX empieza a transformarse profundamente, presagiando nuevas
orientaciones y cambios en el ser, quehacer
y misión de la Universidad de América Latina.
¡Felicitaciones! gran
maestro e incomparable amigo. Recuerde la sabia sentencia de nuestro ilustre
paisano Eduardo Cote Lamus: “En este mundo, los hechos son columnas,
testimonios, materia de verdad...el resto es nulo”.
Recopilado por:
Gastón Bermúdez Vargas
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