Gerardo
Raynaud
En
el tiempo del ‘Frente Nacional’ y aún después, hasta la promulgación de la
nueva constitución, en 1991, la designación de los mandatarios locales era
potestad de sus inmediatos superiores. Así, el Presidente de la República
designaba los gobernadores, intendentes y comisarios y éstos a su vez,
nombraban los respectivos alcaldes municipales. Para recordar un poco la
mecánica política que regía en este tiempo, (el del Frente Nacional) se exigía
a los gobernantes la aplicación de la ‘milimetría’ en el nombramiento de los
funcionarios, lo que significaba que los puestos debían distribuirse de manera
equitativa entre los miembros de los dos partidos tradicionales. A veces, esa
distribución se complicaba debido al fraccionamiento que se producía en el seno
de los partidos, cuando por razones cualesquiera, les daba a sus dirigentes
por establecer ‘rancho aparte’ y crear
sus propios movimientos, eso si, identificados con los postulados de los
respectivos partidos de donde se escindían.
Esta
crónica pretende ilustrar un suceso acontecido en el año 65, pero es necesario
comentar las circunstancias previas al hecho para encontrarle los motivos que
llevaron a semejante incidente. Como todas mis crónicas se limitan a la narración
de eventos sucedidos en la región o realizados por personajes vinculados a
ella, ésta tiene que ver con una circunstancia que difícilmente sucedería en la
actualidad, no por efecto de la toma de conciencia ciudadana, sino por el
avance en términos de seguridad y custodia que rodea a los funcionarios de la
más alta dignidad.
En
Colombia y diría que en toda la América Hispana, como herencia de quienes
vinieron a conquistarnos, el patrón de resolución de conflictos ha sido
tradicionalmente, la violencia. Situación ésta que no ha evolucionado a pesar
de los esfuerzos de los gobiernos y de algunas instituciones internacionales,
especialmente algunas organizaciones no gubernamentales, que propenden por la
disminución de los actos de violencia, cualquiera sea su origen y estén
orientados contra cualquier clase de personas sin distinción alguna.
En
el Norte de Santander y en Cúcuta particularmente, la violencia ha sido pan de
cada día. En alguna oportunidad recuerdo que en una de las tantas reuniones que
los comerciantes hacemos con los comandantes de la policía para intercambiar
opiniones respecto de los problemas que inquietan al gremio, uno de ellos se
quejaba, precisamente, de esta situación que se repetía diariamente en la
ciudad y era que los problemas se arreglaban ‘a plomo’ y no encontraba una
forma eficaz de hacer cambiar de mentalidad a esta población.
Ahora
bien, en la época en que fue gobernador del departamento el doctor Miguel Durán
Durán, por allá en el mes de octubre del año antes referido, nombró alcalde de
la ciudad al conocido farmaceuta Numa Pompilio Guerrero propietario de la
Droguería Americana, entonces ubicada en el edificio de la Curia Diocesana, en
la calle once entre cuarta y quinta. Numa P. como acostumbran llamarlo sus
amigos pertenecía al partido conservador, corriente unionista y por ende era el
candidato más indicado para cumplir con la milimetría que comentábamos al
comienzo.
La
ciudad se debatía frente al mayor problema que ha tenido desde mediados del
siglo veinte que es la invasión de los vendedores ambulantes. En la década del
sesenta, el problema comenzó a agudizarse cuando la unión de los sindicatos
como Fenostra y Utranorte intervinieron afiliando a éstos con el argumento de
defender su derecho al trabajo por encima de las prerrogativas generales de la
población a un espacio público libre, limpio y despejado, por lo tanto, la
designación del nuevo alcalde debía pasar por la estricta mirada de los
dirigentes sindicales, pero especialmente de Virgilio Somaza, quienes brindaban
o no su apoyo, dependiendo de sus propuestas de solución o de intervención al
problema. Las consultas, tanto para definir la aceptación como para la
posterior conformación del gabinete, se extendieron por más días de la cuenta
pero al final don Numa P. aceptó y se posesionó el lunes 25 de octubre. Para
evitar lagarterías, dijo que lo haría a las diez de la mañana cuando en
realidad lo hizo a las 8:45 ante el juez segundo civil municipal y entró a
remplazar a Pedro José Barjuch. No hubo discurso de posesión pero si
entrevistas con los medios a los que les dijo que sería un gobierno de mano
tendida y puertas abiertas y que tenía todo el interés en resolver los
problemas, con la cooperación de todos.
Días
después, cuando la tradicional ‘luna de miel’ había terminado y comenzaban a
aplicarse los correctivos para tratar de enderezar las dificultades urbanas, un
sujeto de apellido Guerrero Chona, disgustado por las decisiones tomadas por el
burgomaestre y después de tomarse unas ‘polas’ de más, se dirigió al Palacio
Municipal y cuando el alcalde salió de su oficina, comenzó a reclamarle en tono
airado por la solución a su problema, lo cual no gustó al mandatario quien
además, era de genio temperamental y después de un intercambio de gruesas
palabras, el reclamante se tornó en agresor y con una cuchilla se lanzó al
ataque. Afortunadamente don Numa P. se defendió extendiendo su brazo y
recibiendo una herida que aunque profunda, no revistió mayor gravedad, sin
embargo, tuvo que ser hospitalizado y los médicos que lo atendieron, entre
ellos el doctor Jesús Villamizar, dieron parte de normalidad al público y a sus
familiares. Quienes lo acompañaban en ese momento, los jefes de las oficinas de
Valorización y Planeación, ayudaron a controlar al energúmeno y con ayuda de la
policía lo trasladaron a las dependencias del DAS. La investigación de lo
ocurrido quedó en manos del Juez 3° Penal Municipal, el abogado Luis Helí Rubio
Sandoval. Durante su ausencia, que duró unos diez días, fue encargado de la
alcaldía el Secretario de Gobierno, abogado Nicolás Bitar Yidi.
Una
vez terminada su incapacidad y luego de las terapias correspondientes para la
recuperación de las funciones de su brazo, se reintegró a sus labores y su
agresor, detenido en la Cárcel Modelo, quedó a la espera de la sentencia por
tan deplorable conducta.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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