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Construida después del terremoto de Cúcuta, la Casa de
la Cultura de Villa del Rosario empezó a autodestruirse, precisamente, a los
137 de años de conmemorarse el cataclismo que redujo a escombros a esta región
colombiana.
El demoledor movimiento telúrico tuvo lugar el 18 de
mayo de 1875. Y sin que en 2012 se tenga conocimiento de un fuerte temblor, el
séptimo día del quinto mes, parte de la antigua casona se fue al suelo. Asombrado
se quedó el historiador y profesor Gerardo García cuando vio el triste destino
de este bien inmueble que data de 1890. La importancia de esta construcción
radica en que fue una de las primeras que se levantó en esa localidad, luego del destructivo fenómeno natural que se
abatió sobre la frontera.
En el ayer y el hoy de la localidad fronteriza, antes
el pueblo estaba asentado en lo que se conoce como Villa Antigua, con seis
barrios. El Rastrojo donde hicieron las
campanas de la iglesia. Sogamoso, al norte, que era el balneario de los
rosarienses. El barrio Bochalema, en el que se encuentra la Casa del General
Santander. El Pueblito que corresponde al área del Templo Histórico, que era la
parte central del pueblo, donde funcionaba la casa de acuñación de
monedas. El barrio Tamarindo, en el
lugar en que se encuentra el tamarindo histórico y del calicanto hacia arriba
se encontraba el sector de Los Ejidos. Allí, los miembros del ejército patriota
contaban con las caballerizas para alimentar y darles de beber agua a las
bestias. Y para cerrar ese marco
emblemático de un pasado que fue borrado por acción de la naturaleza, subiendo
por el costado derecho estaba el cementerio municipal.
El terremoto parte la historia en dos, es la
afirmación del educador oriundo de Villa del Rosario. El nuevo pueblo empezó a
dibujarse hacia la parte de arriba, para protegerse también de las inundaciones
del río Táchira. A los pocos meses del
destructivo remezón, Piedecuesta fue el primero en surgir, luego La Pesa o
Fátima, que data de 1878. En ese mismo año se le dio vida al camposanto para
que recibiera a los difuntos del poblado que surgió luego del cataclismo. En
aquél tiempo era alcalde Rosario Olarte.
Pasados doce años, o sea en 1890, es la época a la que
se remonta el precedente de la vivienda en que funcionó la Casa de la Cultura. Las paredes de bajareque y el techo de teja,
albergaron en un comienzo la Alcaldía y la Cárcel Municipal. A la entrada había
una verja, que defendía el ingreso al penal, desde la cual se podían observar a
los reos detenidos en esa área. Ahí estaban los que cometían faltas leves.
Quienes eran señalados de fechorías, terminaban en el calabozo. Y hay más. A
alguno de los que iban a parar al penal, la situación que les esperaba no era
muy agradable. Un cepo se convertía en la peor pesadilla.
Vamos al diccionario de la Real Academia para ver la
descripción de ese elemento: “Instrumento hecho de dos maderos gruesos, que
unidos forman en el medio unos agujeros redondos, en los cuales se aseguraba la
garganta o la pierna del reo, juntando los maderos”.
Otra de las funciones que cumplió correspondió a la de
coso público o lugar para guardar los animales callejeros, especialmente
aquellos que se comían las plantas y las flores del parque Pedro Fortul,
situado al frente de la edificación. Los
dueños de los perros, caballos, vacas y otros cuadrúpedos que eran pillados con
los dientes entre las matas, eran obligados a pagar una multa para que se los
devolvieran.
Las sorpresas continuaron saliendo de aquella
histórica casona que hoy se encuentra en el centro de la discusión, pues aparte
de sacar la gran cantidad de basura que se depositó dentro de ella, no hay
ningún movimiento que indique el proceso para rescatarla.
En la multifuncional estructura pública, el gobierno
de ese entonces mantenía un ataúd al que denominaban de las ánimas. Era para
las personas que fallecían y no tenían dolientes. A esos difuntos los llevaban
hasta el cementerio, donde los sepultaban en tumbas de tierra, recordó el
profesor García. ¿Qué pasaba con el
cajón? Pues volvía a la casa municipal, porque el cadáver era enterrado
envuelto en sábanas. Se trataba de una especie de acción humanitaria para
procurarles un entierro decente.
Como si fuera su gemela, a la par emergió la que a
finales del siglo XIX se conocía como la escuela Pedro Fortul. Hoy, ese lugar
lo ocupa el colegio Manuel Antonio Rueda Jara.
En los años cuarenta del siglo pasado, allá también
iban los amantes del cine a disfrutar de películas mexicanas, en el teatro que
funcionaba dentro de la Alcaldía.
La especie de estación de Policía Municipal que
igualmente tenía sede en la hoy derruida vivienda, contaba con un funcionario
llamado el polizonte. Su misión era muy singular y tal vez adecuada para estos
tiempos modernos: iba todos los días por las escuelas a preguntar si los
alumnos habían ido a estudiar. A las casas de los muchachos que el director
reportaba por inasistencia, el polizonte iba a visitarlas para preguntarles a
los papás la razón por la cual sus hijos no fueron a clase. Como muchas veces
la respuesta era: ¿Cómo que no, si yo lo mandé? Entonces el polizonte salía por el pueblo, que
era pequeño, a buscarlos, especialmente a la ‘Tapa el Cacho’ que era el
balneario de los habitantes de Villa del Rosario.
En 1890 es la ‘fecha de nacimiento’ de Esquina
Redonda, que corresponde a una casa localizada en la cuesta de la calle séptima
con carrera quinta. Quienes pasan por
allá la pueden ver, razón por la cual deben saber que sirvió de refugio a
muchos políticos venezolanos exiliados de la dictadura.
Dentro del contexto en que se levantó y desarrollaron
algunas actividades en la vieja casa, la región ya estaba siendo abatida por
enfrentamientos entre liberales y conservadores que desencadenaron en la Guerra
de los Mil Días.
La casa Municipal
En la Casa Municipal despachó el primer alcalde
nombrado por decreto, cuyo nombre era Sebastián Porras, en la temporada en que nació Norte de Santander, en 1910.
Desde allá despachó cerca de seis veces Agustín
Granados Torres y los rosarienses también fueron gobernados desde la ruinosa
casa por José Jacinto Manrique Báez, que en cuatro oportunidades ocupó la silla
de alcalde. Él fue el que construyó la famosa casa del túnel y a quien se le
debe el montaje de la piedra en el parque, en la cual se notan unos
jeroglíficos, que hacen referencia al paso por aquí de personas provenientes
del continente asiático.
“Según parece, esa piedra era la lápida puesta sobre
la tumba de unos jefes de esas misiones asiáticas. Es muy importante dentro del
contexto histórico de Villa del Rosario y fue Manrique quien la reportó a la
Academia de Historia de Bogotá”, recordó el profesor Gerardo García.
En un acelerado transcurso del tiempo, hay que detenerse
en 1994, cuando se registró un atentado contra la Alcaldía del municipio
histórico. Los efectos del ataque obligaron a trastear el despacho municipal de
nuevo a la Casa de la Cultura. Ahí duró por espacio de un año mientras se
hicieron las reparaciones a la estructura afectada por el ataque.
¿Y qué ha pasado? Luego un aguacero que empezó el 6 de
mayo en la tarde hasta la madrugada del 7, la historia del importante inmueble
empezó a desaparecer al caer
estruendosamente parte del muero y del techo.
Cuando ocurrió el incidente, allá funcionaba la
biblioteca municipal, una virtualteca y un archivo. Diariamente 200 niños
asistían a cursos de danzas y música. También era la sede de la coral infantil.
Los siguientes son los anuncios oficiales que siguen pendientes
de volverse realidad:
-El proyecto de reconstrucción fue presentado a la
Gobernación de Norte de Santander y se articuló con los lineamientos de la
Secretaría de Cultura, para conseguir los recursos que permitan la recuperación
del patrimonio.
-Se requieren $525 millones para la reconstrucción, de
acuerdo con los cálculos de la Alcaldía de Villa del Rosario.
-La Secretaría de Cultura del Departamento reportó que
en la primera reunión del Consejo Departamental de Patrimonio de 2012 se revisó el proyecto y se dio la aprobación.
-Bajo ese esquema se devolvió con el visto bueno a la
Alcaldía, para la gestión de los recursos ante el Ministerio de Cultura. La
Gobernación está comprometida con el proyecto y se están uniendo esfuerzos para
lograr que se reconstruya la casa de la cultura, es el compromiso de la entidad
departamental.
En el pueblo corre la advertencia de que deben
respetarse los parámetros antiguos de la edificación y no copiar los de otra
parte o hacer unos que no correspondan. “Por eso es que en Villa del Rosario se
ha ido perdiendo la identidad y borrándose la historia”, notificó Gerardo
García, quien vive en una vivienda igualmente antigua que aquella que albergó
la cultura local.
Ahora la música, la danza, las artes plásticas y
todas las formas del arte y la cultura de los rosarienses, cuentan con un
espacio totalmente restaurado y acondicionado con los requerimientos de
infraestructura que estas necesitan para su correcto desarrollo.
Su reconstrucción
Desde 2012 el inmueble estuvo en abandono, el epicentro
de las formaciones culturales de niños y de jóvenes, por fin sería reconstruido.
Para ello,
se aprobó un proyecto por $1.350 millones, de los cuales el Mincultura aportaba
$600 millones, igual cifra la Gobernación de Norte de Santander
por medio de recursos IVA, estampilla procultura y dineros de apoyo a la
promoción cultural. Por su parte, la Alcaldía de Villa del Rosario, aportaba
los restantes $150 millones.
La Casa de la Cultura está ubicada en la carrera 8 con
calle 4 del barrio Bellavista, zona céntrica de Villa del Rosario.
Los encargados de devolverle el encanto a la
edificación son los integrantes del Consorcio Santander. Ellos son Juan Pablo
Dorado Martínez y Andrés Dorado Martínez, con domicilio en Pereira.
Los trabajos tendrían una duración de 10 meses y se
esperaba que en el último trimestre del año 2017 se entregara para el disfrute
de los niños y jóvenes del histórico municipio.
El contrato incluye el reforzamiento estructural,
reconstrucción de paredes, construcción de cubierta, pisos, muros,
instalaciones eléctricas, habilitación de baños, trabajos de carpintería y toda
la obra blanca para dejar el inmueble en óptimas condiciones.
Concluye
la remodelación
Finalmente en septiembre de 2017 el Consorcio
Santander concluyó la obra con un costo final de $1.650 millones, de los cuales,
$900 fueron aportados por el Ministerio de Cultura; $600 millones de la
Gobernación de Norte de Santander y $150 millones de la Alcaldía de Villa del
Rosario, dando paso a que el Consorcio Santander se encargara del desarrollo de
los trabajos.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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