domingo, 17 de noviembre de 2013

479.- A MI CIUDAD NATIVA



Manuel Francisco González Durán

Aeropuerto Lansa


Soñé con mi ciudad nativa,
su olor a Lobatera y sus matarratones
La rica frescura de los almendros
y el fétido chapetón en sus acacias
Con las alas quebradas de la Saco,
Allá, en un hangar oxidado en Los Patios
Y entonces quise decirle a mi sueño:
No canse Carlo Julio…

Pero, el sueño dilató la ausencia
Y la distancia humedeció los ojos:
Recordé el alambique de la once
y el inalámbrico en la diez,
El aeropuerto de Lansa, con Aguascalientes
Muy cerquita, casi en las afueras de San Luis
El ronroneo de un DC 3 en Cazadero,
En la antigua vereda de Totumito,
Y donde Pacha, en la avenida quinta,
la chicha, el masato y el pastel…

La muralla del río trazada a cordel
Una montaña de tamo o cáscara de arroz,
No había barrio Blanco, ni la Libertadores,
sólo algunas casas… Nacía el Calasanz
y  la avenida cero moría en Quinta Bosch,
llegaron los Carmelitas y la avenida Primera
con sus bellas casonas y frondosa arboleda,
fue nuestro primero y auténtico boulevard…

Entonces, tuve una feliz idea
y  a Cúcuta sus cruzados vientos dominé,
y  en un pomo de perfumes olvidados,
poco  a poco, un poco de esos vientos yo guardé…

Y al despertar, hice de aquel sueño
Una tangible realidad… Es por eso que hoy,
en un pequeño frasco, de los de huevos chimbos,
guardo tibio aire cucuteño con sabor a Guaimaral
Y  calor del Pamplonita, evaporado
Detrás del triángulo azul de Tasajero, tan febril…

Muy aparte de la memoria infiel,
Apelo a algunas fuentes fidedignas
Como viejos números de La Opinión,
Un amarillento Diario de la Frontera,
Unas deshechas hojas de ´Comentarios´
Y hasta un ejemplar del Oriente liberal…

La entrada a La Salle por la Diagonal con Cero,
Tres cuadras abajo del viejo Rosetal,
En donde vendían batidos, a menos de un  rial…
Y la figura afable del Hermano Benildo,
Dándonos la mano para recordarnos
Cuando Fernando Séptimo usaba paletón…

En él también conservo los diez lustros
Que cursa Eduardo Cote Lamus en la inmortalidad,
Más la Suave leyenda de Teodoro y su Canción del Violín
Y cálido, como un recuerdo de la muerte,
El vino rojo de la siesta que no durmió Gaitán Durán…

También están, autografiados, los papeles
De Miguel Méndez Camacho y de su Amada infiel,
En medio de una colección de sabatinas de Antonio García Herreros,
salpicadas de gallo cucuteño…
O simplemente humor, las rimas líricas de Hulda,
Y su carta postrimera, borrosa por el tiempo
Como el muñeco de la Aire Libre en la dieciocho
Repintado por Polo Sanabria con olor de pan,
Ungido con la bendición, arriba en Puente Barco
De nuestro colosal y majestuoso Cristo Rey…

Del  padre Grillo brillan sus versos peregrinos
Cosidos con el hilo desteñido
De una remendada sotana de dril
Los pasos silenciosos de Agudelo,
El salesiano, recibiendo al mediodía
El diario bautismo de un intenso sol…

La retórica urticante de Demetrio
Heredada en misa de once
Por el trueno moralista de Daniel
Los ecos de un recital a media noche,
Entonado por Milton Erre,
para los muertos y los vivos
desde un panteón saliente
del viejo camellón,
Antes de convertir el Cielo
En una heladería con piano-bar……..

Desfilan por el Asilo Andressen,
Trompoloco y el niño de la petaquita,
Y el caballero de la Tumba cuatro,
Y un micrófono de Radio Guaimaral
Viene Arnulfo con su bagaje de canciones,
Haciéndole preguntas al abuelo
Por qué lo quiere engañar,
Mientras el Café Galavís riega su aroma,
Esparcido por Álvaro Barreto,
En el torrente de su voz…

El Canto a María de las Hermanitas Pérez,
Grabado en las canas del Padre Calderón
Guardo también azúcar de los arrastrados,
Que el genio pulverizado de Mojica,
Melifica con la retreta en el parque Colón
Y con su obesa silueta de monseñor opulento
Aparece enseñando, paternal, Adolfo Paz,
En tanto que Joaco Faría degusta un aguardiente,
Bien temprano, antecitos de desayunar…

En el aire de ese tarro igual viven,
Quizá La noche de Madera de David Bonells,
El Hasta el Sol de los Venados de Carlos Perozzo,
Con un Juego de Mentes singular…

Aparecen Arturo Mesa y su figura obesa,
Desparramando atenciones a todos por doquier,
Y aquellas hamburguesas, cual Bolas del Palacio,
Degustadas a bordo, en un moderno Autolunch,
Después que al Zulima, en los jueves de estreno,
Menores de veintiuno nos lográbamos colar…

Y si no era posible, triunfar en el propósito,
Había una alternativa: era el corrigo mores,
De acento mexicano en el cine del Guzmán
Están las noches calurosas y el Faro del Catatumbo,
Con su intermitencia tutelar, cuando las visitas,
Generan tertulias informales en donde las lenguas sudan,
Paralelas a los cuerpos, mientras se come prójimo,
Con dulce de platico, agua helada o mojicón…

A este frasco le he puesto una etiqueta
Que reza: Debe destaparse con cuidado,
Aunque al contrario de la Caja de Pandora,
Este etéreo contenido de verdades y añoranzas,
El cual cabe hasta en los pliegues de un pañuelo,
Comprimió la ciudad con sus cujíes, sequías y demás…

Mientras, el calcinante y voraz calor del mediodía,
Se reparte para bien en las distancias,
Cuando evocamos nuestra ciudad nativa,
Y la amamos y defendemos como tal,
Bien cuando escuchamos Las Brisas del Pamplonita,
De don Elías Mauricio o, de Fausto Pérez, El inmortal…

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