martes, 17 de diciembre de 2013

493.- LA PLAZA DE TOROS DE CUCUTA



Gerardo Raynaud D.

Despuntaba el año 1974 y todas las actividades ciudadanas se enfocaban a definir qué hacer para celebrar el centenario del trágico suceso del ‘terremoto’. Se había constituido un Comité que se encargaría de programar todos los pormenores del aniversario, incluida la presentación al Congreso de la República, de una ley conmemorativa del episodio telúrico que devastó la ciudad pero que a la vez, sirvió de punto de partida para una renovación total, tanto en lo urbanístico como en lo social y económico.

Tal como sucede cuando se aproxima la reminiscencia de un evento de trascendencia, empresas, instituciones y en general agentes de las más diversas índoles, están pendientes de ofrecer o de aprovechar la ocasión para sacar de ella el mayor beneficio. Pues bien, en ese año del Señor, se apareció por estos lares un personaje de mucho reconocimiento en el campo de la tauromaquia, con el objeto de beneficiarse de los múltiples escenarios que la nueva ley que se tramitaba para favorecer la ciudad, a presentarle a las autoridades locales una propuesta que, además de atractiva sería beneficiosa para las arcas del municipio.

Escribía el periodista taurino Eduardo de Vengoechea en su habitual columna del diario El Siglo, que Luis Lozano, un renombrado empresario de la capital, había venido a la ciudad, cito textualmente ‘no propiamente para ir a San Antonio a comprar matute para llevar a sus madriles, sino para hacer una propuesta concreta respecto a la construcción de una plaza de toros en la capital del Norte de Santander’.

Efectivamente así sucedió, solo que hasta el sol de hoy la tal plaza no se ha visto o por lo menos, no ha trascendido lo suficiente como para enloquecer a los ‘fans’ como sucede con la de San Cristóbal o la pequeña pero acogedora de Chinácota, donde se escenifican grandes corridas con toreros de gran notoriedad.

Afortunadamente no se logró concretar la propuesta, a pesar de haberse adelantado todos o casi todos los trámites necesarios, pues hoy estaríamos enfrascados en otras discusiones sobre si son o no legales las corridas o si se debe o no matar al astado, llegando de esta manera a la culminación, con la suerte suprema en la faena de remate que le permite al torero obtener su tan anhelado trofeo, las orejas y hasta el rabo cuando se redondea con perfección la jornada.

Pero regresemos a la narración de los hechos y veamos como transcurrieron los acontecimientos de tan noble proyecto. Habían pasado las fiestas navideñas y de fin de año; recién comenzaba la actividad laboral y como en la península ibérica, por esos días el invierno desplaza la actividad toreril, los diestros y sus cuadrillas se trasladan a la América ibérica a mostrar sus destrezas, riesgosas y peligrosas de enfrentar los toros de lidia. Es necesario aclarar que la fiesta brava no se da en toda la América Latina sino en algunos países ubicados entre el sur de México y el norte del Perú y no todos tiene la misma legislación respecto de esta actividad.

Era alcalde de la ciudad el doctor Luis Tesalio Ramírez y director ejecutivo de Cúcuta-75, comité creado para organizar los festejos del centenario del ‘terremoto’. La propuesta presentada por un grupo de empresarios afiliado a ESCOL, el gremio de taurinos, era muy concreta. Se necesitaba un terreno de unos dos mil metros cuadrados que ya habían sido vistos y estudiados por los proponentes, en las cercanías del aeropuerto de la ciudad y le habían pedido al municipio el aporte de dicho lote, que constituiría el treinta por ciento del valor de la sociedad y el resto lo aportarían los empresarios a través de ESCOL.

El proyecto de la Plaza de Toros de Cúcuta ya venía siendo estudiado desde el año anterior por los taurinos y posiblemente, habrían adelantado conversaciones, ya que cuando este proyecto fue entregado, existía muy avanzado  el desarrollo de los planos y la maqueta, pues en la presentación formal que hicieron, facilitaron todos los detalles, al punto que en el documento de entrega se mencionaba que ‘será una de las más hermosas del continente y contará con todos los servicios tanto internos como externos’.

La reunión se concertó entre el alcalde Ramírez, el director de Cúcuta-75 Eustorgio Colmenares y el representante de ESCOL, Manuel Ossa Escallón y al parecer, no hubo mayor discusión, pues no tardaron más de una hora reunidos y al cabo de ella se dijo que si los trámites se realizaban dentro del cronograma establecido, la Plaza de Toros estaría lista para la fecha conmemorativa, en el mes de mayo del año siguiente.

Incluso ya se tenía listo el cartel que la inauguraría. Estarían en el redondel los diestros, Sebastián Linares, el famoso ‘Palomo Linares’, Pedro Moya, más conocido como ‘el Niño de la Capea’ y el crédito local Curro Lara.

Tal vez, el más beneficiado con esta propuesta era el torero cucuteño, pues además de la corrida de inauguración, los empresarios liderados por los Lozano, se comprometían con él a contratarlo en las corridas de la temporada ibérica, tanto en España como en Portugal y en las pocas faenas que se llevan a cabo en el sur de Francia.

Aún después de tanta belleza, quedaba un obstáculo por sortear y era la autorización del Concejo, no para el proyecto de la Plaza como tal, sino la de participar en la sociedad que proponían los empresarios taurinos.

Al final de cuentas, parece que el proyecto se desvaneció en los anaqueles de la alcaldía, pues la famosa plaza, tal como se había proyectado, nunca se vio y los aficionados continuaron asistiendo a las corridas en las famosas ‘plazas portátiles’ que aún hoy vemos, especialmente en algunos de los grandes pueblos del país donde subsiste la afición por un ¿deporte? o ¿arte? tan cuestionado.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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