miércoles, 8 de enero de 2014

504.- PELEAS DE COMERCIANTES


Gerardo Raynaud

A mediados de los años 60 la tranquila ciudad se veía convulsionada ocasionalmente por sucesos de sangre que vinculaba familias y personajes de mucha prestancia en el medio, especialmente entre los comerciantes que era el gremio de mayor reconocimiento.

Este último argumento se sustenta en el registro que desde principios del siglo XX se venía llevando en la Cámara de Comercio de Cúcuta y que al revisarlo, se encontraba que tanto las empresas como las personas naturales, inscribían sus actividades como comerciales así éstas fueran manufactureras o industriales, pues era de mejor ‘status’, de más ‘caché’ ser comerciante que cualquier otra actividad, me refiero de las independientes. Así mismo, el carácter fuerte y recio del santandereano hacía que sus discrepancias se arreglaran por la vía de la violencia, cualidad ancestral y diría yo, casi genética de los pobladores de la región, baste con repasar la historia y veremos el cúmulo de actos no propiamente pacíficos que ocurrían por estos contornos, que muchas veces erizaban el pellejo por la crueldad de las acciones.

Puede decirse que esto venía ocurriendo desde principios de la Colonia, ahí tenemos el ejemplo de los Comuneros, pasando luego por las gestas de la Independencia y terminando por la Guerra de Mil Días, esto, sin considerar las guerras civiles que se desarrollaron durante la primera mitad del siglo, desencadenando la violencia partidista bastante arraigada en algunos de los municipios nortesantandereanos.

Recuerdo con particular admiración que durante las elecciones, cuando éstas se hacían con papeletas y no con tarjetones, que en los pueblos dominados por un determinado partido, solamente aparecían votos por candidatos de ese partido. Cuando comenzaron a pacificarse los ánimos y empezaron a aparecer votos por el partido contrario, no solo comenzaban las especulaciones sino también las persecuciones entre quienes se creía habían depositado el sufragio.

Ya en la nueva era, la democrática que apareció con el Frente Nacional, los bríos fueron disminuyendo y la violencia mermó en términos colectivos pero no así de manera individual. Un comandante de la policía local, nos recordaba en una reunión, que el mayor problema que había encontrado entre la población, era que sus problemas eran resueltos ‘a tiros’ y que ese era un rasgo distintivo regional que él pretendía resolver, mediante campañas de prevención y de información.

Con esta introducción les narraré uno de los sucesos relacionados, ocurrido en el año 65 del siglo pasado, cuando dos reconocidos comerciantes ‘arreglaron’ sus diferencias por la vía de los hechos, con las consecuencias previsibles que siempre se presentan en estos casos.

En una tarde de un mes cualquiera, pues no vale la pena ubicarnos en el tiempo, los propietarios de los almacenes El Paisano y de la Agencia El Progreso, ambos ubicados en los bajos del Edificio San José, esto es en pleno centro de la ciudad, a eso de pasadas las seis de la tarde, cuando se disponían al cierre de sus negocios, ambos en la misma actitud, comenzaron a lanzarse ‘pullas’, pues al parecer, entre ellos se había presentado en días anteriores, una desavenencia en torno a la desaparición de la hija de uno de ellos, que según cuentan los chismes de la época, había sido raptada por el otro. Ante esta situación, se había interpuesto una caución que en esos precisos momentos, agentes adscritos al Permanente Central de Policía se disponían a cumplir y esto caldeó aún más los ánimos y en lo álgido de discusión se produjo un corte de energía eléctrica aprovechado, no se sabe por quién, para comenzar el tiroteo que trajo como consecuencia heridas a tres de los participantes de la reyerta, los comerciantes Rincón, Fornez y Cuéllar.

Los dos primeros fueron trasladados al hospital San Juan de Dios y el tercero a la Clínica San Antonio. Mientras tanto, Víctor Cuellar quien había estado presente en la escena, por razones inexplicables emprendió la fuga en su automóvil Mercedes Benz de placas venezolanas lo que hizo despertar las sospechas de los agentes del orden y se comunicaron con sus similares de San Antonio para que en caso, de que apareciera, lo detuvieran, como efectivamente así sucedió horas más tarde. El peor librado de la balacera fue Luis Iván Rincón, un bumangués que se había afincado en la ciudad unos años atrás con buen éxito, lo que en opinión de algunos despertó envidias y resentimientos. Murió afectado por el disparo y su deceso fue muy lamentado por el gremio y su familia, quienes año tras año, lo recordaban con mensajes en los periódicos y las misas rigurosas para pedir por el eterno descanso de su espíritu.

Las diligencias preliminares de investigación se le asignaron al Comisario de turno, el abogado Jorge Enrique Rivera Gélvis quien, en compañía de su secretario, realizaron el levantamiento y dieron inicio a las pesquisas. El fugitivo a quien la PTJ había aprendido, fue entregado a sus similares colombianos y lo primero que hicieron fue aplicarle la prueba del ‘guantelete de parafina’ para determinar si había disparado su arma. Posteriormente, el investigador del caso, el juez Sexto Penal Municipal Francisco Arb Bautista, llamó a los detectives que estaban presentes cuando se produjo la debacle, recordemos que estaban notificando de la caución a uno de los involucrados, para conocer su versión de los hechos, eran los detectives 1190 y 2446, agentes secretos como verán, quienes respondieron que ‘ni mi compañero ni yo podemos determinar con precisión quién disparó primero ya que en aquel momento se fue la luz’, dijeron que no pudieron intervenir y que tuvieron que buscar refugio ante la lluvia de balas que se produjo en ese momento.

Aunque fueron vinculados varios individuos a la investigación, entre familiares y amistades de los dos comerciantes, finalmente el crimen perpetrado no fue esclarecido, pues nunca se logró saber quién había iniciado los disparos  y quienes habían sido los victimarios, sin embargo, ambos negocios continuaron con sus quehaceres tradicionales y quienes se ocuparon de los servicios a la clientela muy pronto se olvidaron de lo sucedido hasta su postrer desaparición.

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