Cicerón Flórez Moya
Carlos Ramírez París fue un ciudadano casi del común.
Un cucuteño formado en las corrientes sociales de base de la ciudad, sin
pergaminos presuntuosos, ni títulos que le dieran privilegio alguno de
propietario con poder de dudosa legitimidad. Un cucuteño hecho a pulso,
autodidacta y visionario con la lupa de su inteligencia natural, irrigada de
perspicacia y el añadido de lecturas que su conocimiento y dominio del alfabeto
le fueron deparando en la vida.
Pero este mismo Carlos Ramírez París fue construyendo
sus propias fortalezas. Una, su autenticidad. Otras, el carácter, como blasón
de su sinceridad y su independencia; el trabajo como medio productivo de
sustento vital; las querencias, como expresión de convivencia, de amistad o
fuente de felicidad; la inconformidad, para no caer en la pasividad o en el
rasero de lo fácil; la franqueza, para no dejar dudas respecto a lo que decía,
sentía o hacía y el don de la malicia para no tragar entero y no ser proclive a
trampas, ni dejarse embaucar por malabaristas de enredos, de prejuicios o de
intereses que buscan imponerse por encima de la verdad o del bien común.
En este mismo medio, con los recursos de su formación,
Carlos Ramírez París, se convirtió en uno de los protagonistas de la
comunicación social y asume la aventura de hacer radio, para lo cual monta una
emisora con los elementos básicos de una empresa de tal naturaleza. Nace
entonces Radio Guaimaral, que habría de responder al lema de “Una chica para grandes
cosas”. Se convierte en una tribuna cívica, abierta a la comunidad local. Desde
su cabina se promueve un periodismo activo que informa de hechos cotidianos de
interés público, como es la naturaleza de la noticia.
Encuentran en ese espacio cabida quienes quieren
contar cosas de ocurrencia cotidiana u opinar sobre las mismas. Se suman voces
de diferentes matices y encuentran allí cabida, el deporte, la política, las actividades
económicas, la cultura, el movimiento comunal y todo cuanto acontece en la
Cúcuta que se desarruga, crece y se consolida como centro urbano de renovada
dinámica.
Radio Guaimaral fue pionera de la Cúcuta que dio el
salto al nuevo desarrollo urbano. Lideró protestas como el apagón de finales de
los 50, para demandar una provisión de energía eléctrica a la ciudad a la
medida de su crecimiento y de las necesidades de su población. Carlos Ramírez
París estuvo a la cabeza de esa manifestación.
Como estuvo también en primera fila para exigir
soluciones a los problemas más sentidos. Lo hacía en su doble condición de
periodista y dirigente cívico, lo cual, además, hizo visible su capacidad en la
comprensión de los problemas regionales. Por eso no es extraño que su nombre
figurara entre quienes eran propuestos para la Asamblea del Departamento o el
Concejo de Cúcuta. El Partido Liberal lo tuvo en cuenta en varias ocasiones, en
la consideración de lo útil que sería su participación en esas corporaciones.
Conocido por sus posiciones en defensa de la región y
su querencia a Cúcuta, Eduardo Cote Lamus, con la investidura de Gobernador de
Norte de Santander, nombró a Carlos Ramírez París Alcalde de Cúcuta en 1963. El
24 de junio de ese año tomó posesión del cargo.
Es decir, se cumplen 50 años de ese acto. ¿Qué fue ese
capítulo de la historia de Cúcuta? Un hecho fugaz, en términos cronológicos.
Porque la permanencia del nuevo Alcalde no fue sino de un mes. Las presiones
moralistas de orden confesional se impusieron por encima de la conveniencia
comunitaria. Fue una victoria pírrica de quienes se considraban dueños del
establecimiento. Fue el triunfo del oscurantismo contra la lógica del bien común.
En ese corto tiempo, sin recursos holgados, sin
demagogia, pero con acendrado cucuteñismo, Carlos Ramírez París, puso sobre la
mesa las cartas de lo que quería que fuera su administración. Buscaba un
cambio. Se proponía generar un espíritu de progreso, ordenar el desarrollo y
meter a los habitantes de la ciudad en un ritmo de autoestima. Y un primer paso
fue decretar el arreglo de los andenes de las habitaciones del área urbana,
prioritariamente los de la zona central. Sus empeños, claro está, iban más
allá. Apuntaban a hacer de Cúcuta una urbe abierta a las corrientes del turismo
internacional y al aprovechamiento adecuado de sus recursos para ganar progreso
en términos de necesidades satisfechas y de irrigación cultural.
Por todo cuanto fue y cuanto hizo, Carlos Ramírez
París dejó un legado que debe preservarse en la memoria de la ciudad, no como
referente inerte sino para tomarlo de patrón en la proyección de su destino.
El hombre de carne y hueso que fue Carlos Ramírez
París no estuvo ajeno a debilidades propias de la condición humana. Pero en lo
fundamental fue una persona con valores estimables: tolerante, de talante
democrático, apasionado por su región y en especial, amante de Cúcuta, con una
fidelidad ética invariable; solidario con los desprotegidos; promotor de la
educación, como lo hizo con el patrocinio de una escuela puesta en
funcionamiento en Radio Guaimaral; desprovisto de prejuicios, de mezquindades y
de complejos y con integridad a toda prueba en sus relaciones de amistad.
Carlos Ramírez París, un alcalde de pocos días en
Cúcuta, pero cuya huella es perdurable.
Recopilado
por: Gastón Bermúdez V.
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