miércoles, 17 de diciembre de 2014

682.- SESENTA AÑOS Y UN DÍA… DEL COLEGIO CALASANZ



Eduardo Yáñez Canal



Llegó la invitación. Nuestro colegio cumple 60 años y este día es la oportunidad propicia para recordarlo, sentirlo y disfrutarlo.

Tres verbos para una gran verdad:  Colegio Calasanz de Cúcuta,  identificado con los padres escolapios que un día llegaron de España para acompañarnos en nuestro proceso formativo y ayudarnos a crecer, sentir y  disfrutar la vida.

En primer lugar, están los recuerdos.  Todo empezó en la calle 13 y allí llegaba el bus, oloroso al cuero de nuestros maletines, lápices, colores, cuadernos con imágenes de héroes infantiles, que atravesaba la ciudad en medio del bullicio de los escolares que pretendían descubrir al mundo. 

Era la experiencia de salir de casa, encontrar compañeros de generación con iguales expectativas y ser recibidos por  sacerdotes con una misión: formar seres humanos con aquella máxima luego mencionada en organismos internacionales alrededor de la educación: ser, saber y  saber hacer.

Mis hermanos y yo – seis en total – llegamos al Calasanz en 1956 con la llegada del mayor y salimos veinte años después cuando  el último de nosotros viajó a la capital del país a iniciar una carrera universitaria.

Aquí sería tarea imposible escribir todo lo que experimentamos, las alegrías que tuvimos, las tristezas que a veces acudían, los logros alcanzados y, sobre todo, las amistades infinitas que logramos en las aulas y en todos sus espacios.

Con el riesgo de que alguien se me escape, cómo no recordar a “Morsa” Conde, a Antonio Mojica y su hermano Rafael, a Hernando Suárez, ahora gerente en México, a Tristancho, Cogollo, Uribe Pacheco,  Yáñez Carvajal,  Morales, aquel que fuera egresado y luego profesor de las siguientes generaciones, a “Palillo” Ortega y sus hermanos, a  Fernando, Mauricio y Felipe García Silva, Fortuna, Hernando Villamizar, “Chachi” Urquijo, Sergio Forero, “Churchill” Suárez,  “Burrito” Gonzalez,  Alvaro Contreras Serpa  y  muchos más.

Los anteriores estaban en cursos superiores pero siempre los recuerdo. Fueron  los primeros a quienes atribuíamos en edad temprana la fuerza y las cualidades que los hacían dignos de admiración y respeto.

Luego, estaban los compañeros de curso,  Laguado,  Franco Trujillo, Alvaro Luna Conde, “Batata” Romero,  los hermanos Machicado Herrera, Alvaro Urquijo Castro,  Jaime Buenahora Febres Cordero, Alvarito Ramírez, los hermanos Paez Olivares y Alvaro Rivera Llanes quien se marchara definitivamente hace unos meses cuando se cansó de leer en la biblioteca Pérez Ferrero.

Allí, en el Calasanz de ayer sentimos que podíamos. Teniendo en cuenta nuestras limitaciones, los profesores sabían cómo desarrollar nuestras potencialidades  y lograr objetivos que nos indicaban que el camino se hacía al andar.

Cómo olvidar al hermano Antolínez, al padre Díaz, a “ Megeto” Martínez, a Fernando Barranco Sales o al padre Tomás.

También, a don Abraham Lizcano, al profe Castro con sus grandes anteojos y su andar cansino, al doctor Peña, profesor de química, al padre Guerra, a Cano, el pequeño gigante de matemáticas o al profesor Mejía quien siempre nos recordaba que tener un limón en casa era poseer una botica entera.

Hoy, ante la imposibilidad de estar en Cúcuta y en el colegio en esta celebración tan especial, quiero vincularme con estas palabras. Las que hablan de recuerdos,  vivencias y sentimientos que no olvidaremos nunca.

Cierto es que ya, en nuestro caso, los recuerdos priman y cuando volvemos la vista atrás nos parece que sesenta años son posibles de sintetizar en un solo día: este en cual nos volvemos a abrazar, reir, sentir y recordar.

Gracias Calasanz, contigo por siempre….



Recopilado por: Gastón Bermúdez v.

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