sábado, 14 de febrero de 2015

714.- LIGA DE DEPARTAMENTOS DEL ORIENTE COLOMBIANO



Gerardo Raynaud

Delegados de la última  convención de la Liga de los Departamentos del Oriente Colombiano. Aparecen en 1ª fila, de izq. a der.: Juan Ovalle Quintero secretario de gobierno, Luis Ardila Gómez (Santander), Luis A. Guerrero (N. de S.), Jorge Gómez Silva (Santander), Ramón Pérez Hernández gobernador del departamento, José Antonio Escandón (Santander), Luciano Jaramillo M. (N. de S.), José del Carmen Meza (Boyacá), Isidoro Duplat secretario de hacienda y don Saul Matheus Briceño. 2ª fila: Lázaro Riascos Capella (Magdalena), José Girardo Sáenz (Boyacá), Tomas Villasmil (Boyacá), Andrés Angulo Colmenares (N. de S.), Hernán Hein Roca (N. de S.), y al fondo Demetrio Martínez Porras (Boyacá).
  

A comienzos del siglo 20, los gobernantes de los departamentos de la banda derecha del rio Grande de la Magdalena, le buscaban soluciones a los problemas que retrasaban el fomento y el progreso de sus ciudades y sus territorios.

Por esa razón, esos pueblos del oriente colombiano promovieron el surgimiento de un contacto interesante, fundamentado en la exclusiva inteligencia de sus representantes y en su buen entendimiento. Todos, por supuesto, dignos representantes de la más rancia estirpe conservadora que regía  por entonces, los destinos de la patria.

He desarrollado este tema para mostrar la indolencia que ha venido rigiendo desde entonces en la atención de la problemática con que el gobierno central ha mantenido esta región y además, porque la última reunión de este grupo tan selecto de compromisarios se realizó en Cúcuta en el mes de enero de 1928.

Por esa época, se quejaban los gobernantes de los departamentos de lo que hoy llamamos el centro oriente, de la poca atención que le prestaba el gobierno central a sus regiones, mientras que ‘la República era dadivosa’ con las regiones de la orilla opuesta y las cuales les mantenían ‘las arcas abiertas’.

La Liga de los Departamentos del Oriente Colombiano se reunió por primera vez en la ciudad de Tunja a mediados de los años veinte pero desde el mismo momento de su creación tuvo sus enemigos dentro del mismo grupo que lo conformaba, al punto que algunos dirigentes muy connotados habían calificado las actuaciones del grupo como una ‘vagabundería lírica’.

El argumento principal se refería a la escasa y casi nula consideración que le prestaban a la representación legislativa, en cabeza de senadores y representantes, quienes se escudaban, al decir de los entendidos, de su falta de sagacidad, de su impericia o su carencia de actividad o su timidez o su impreparación o diría yo, de todas juntas puesto que el gobierno no le hacía caso a los departamentos del oriente y todo se iba, -hablo de los recursos- para el occidente.

Pero tanto los congresistas como los gobernantes de estos departamentos no creían que sus propias acciones podrían dar resultados, pues desde el mismo inicio no se tuvieron confianza.

Ya se había establecido en Tunja que la Liga sería un cuerpo de amigables contertulios que no lograrían convencer al gobierno de turno de contribuir a la solución de sus problemas, tanto es así, que en la siguiente reunión realizada en la ciudad de Bucaramanga, otro dirigente regional, esta vez el doctor Juan Cristóbal Martínez anunció que, como siguieran actuando como lo estaban haciendo, era colocarle una lápida mortuoria de esa Asociación.

Firmemente convencido, pues esa reunión de la capital de Santander había sido aplazada varias veces por lo que llamaron en esa época sus integrantes, ’consideraciones regionales’, que no eran otras razones, que las aspiraciones y los problemas seccionales debían tratarse por separado en cada uno de los departamentos y no como un bloque dado que entonces primaban  las conveniencia particulares, la idea política o el criterio de grupo sobre el interés colectivo. 

En la última reunión escenificada en Cúcuta, en julio de 1954, se acordó que mientras subsistan las actuales circunstancias y por los días que se vive en el país y mientras se consigue el retorno a la normalidad ciudadana y a la vida republicana se conformaron los Comités de Acción Departamentales. 

A este respecto, para citar la historia, baste recordar que desde mediados del año anterior, en junio de 1953, se había producido un golpe de estado o de opinión, como se dio por llamarlo diplomáticamente, de ahí que el orden público del país estaba en manos de la milicia y los derechos políticos restringidos y por tales motivos las reuniones y demás asociaciones no estaban permitidas, incluso las promovidas por los pocos gobiernos seccionales en manos de civiles.

En la última reunión se hizo un pormenorizado análisis de la situación, con sus proyectos y necesidades, de cada uno de los departamentos integrados a la Liga, Boyacá, Santander, Norte de Santander y Magdalena, cuyo resultado pasaré a comentarles más adelante, pues antes considero interesante relatar el desarrollo que tomó esta última sesión de la Liga de Departamentos del Oriente Colombiano que concluyó en entierro de tercera para las pretensiones de todos los habitantes de la margen derecha del rio Magdalena.

Reunidos los concurrentes que se ven en la fotografía adjunta a esta crónica, en el salón de conferencias culturales del edificio de la Sociedad de Mejoras Públicas, escribe don Daniel Vega Ranjel, el entonces temible cronista Danilo, periodista de asombrosa e incisiva prosa. Conocedor como nadie, de los antecedentes de la famosa Liga se declara identificado con sus antecesores sobre inutilidad manifiesta de la asociación y escribe los detalles e incidencias acontecidos en esa velada.

La verdad es que entonces, los gestos diplomáticos no eran frecuentes en esos círculos y no se escatimaban esfuerzos para decirse las verdades y ‘sacarse los trapos al sol’ sin sonrojarse en lo más mínimo. En esta ocasión, surgieron las sátiras personales salidas de tono por parte de dos de los representantes, uno nortesantandereano y el otro del departamento del sur y se expresaron en términos lesivos a Venezuela, sin respetar que allí estuviera el Cónsul General de Venezuela en Cúcuta, cuando el senador Rodrigo Peñaranda Yáñez hizo una férrea defensa de la construcción del puerto al sur del Lago de Maracaibo, pues a su parecer, esa opción era la más práctica para la región oriental del país.

Finalmente y con la desafortunada intervención del representante del departamento de Santander, Augusto Espinosa Valderrama, quien respaldó la actitud beligerante de sus colegas, colmó la copa del Cónsul, quien en señal de protesta se retiró del salón.  Y todo por la actitud de los vecinos del sur quienes veían amenazadas sus finanzas territoriales con una alternativa vial de salida al mar por el Lago de Maracaibo, cuando a estas alturas, ya se había avanzado lo suficiente en la construcción de la carretera panamericana que estaba próxima a terminar su recorrido en la población fronteriza de Ureña, faltando únicamente el puente internacional que la conectara con Cúcuta, lo que posteriormente sucedió.

Una vez terminada esa carretera sería la vía más rápida al mar, sólo en siete horas. Una aspiración de la ciudad y la región que desde 1926 se había propuesto, después de todo esa vía era la más rápida, económica y la más segura, además que le habíamos puesto todo el respaldo moral, toda vez que la ciudad se hallaba incomunicada con el interior del país, embotellada como se dice, pues no había carretera como tal, si se tiene en cuenta que solo se tenían 50 kilómetros de la carretera a Bogotá que entonces sólo llegaba hasta el Diamante y de ahí en adelante, una trocha intransitable.

Por el occidente, se llegaba hasta San Cayetano, en 24 kilómetros, para ir al rio Magdalena por la vía de Ocaña; sin contar con la carretera central del Norte que de todas formas había que llegar a Pamplona para poder tomarla.

En ese tiempo también se pensaba en el trazado de una carretera que uniera las dos capitales departamentales, que no es otra que la que hoy se conoce como la carretera el Alto del Escorial, por la vía de Cucutilla, Suratá y Matanza. 

A continuación hablaremos sobre  los informes seccionales  con todas sus realizaciones, sus empeños y sus esperanzas, pero los departamentos, más necesitados en conseguir la salida al mar seguían siendo los Santanderes y por eso la pugna por mantener un liderazgo que contribuyera a darles mayores réditos a sus raquíticas arcas. 

En la reunión final, cada uno de los Comités de Acción Departamental hizo un pormenorizado recuento de las obras propuestas y realizadas, así como de los proyectos que faltaban por ejecutar, más a manera de retrato que como solicitud expresa al gobierno central para apelar a las ayudas que sabían no serían atendidas.

El representante del Comité por el departamento de Boyacá, inició su presentación, al parecer motivado  por la satisfacción que se venía expresando desde hacía algunos años, toda vez que sus principales aspiraciones estaban prácticamente, a punto de ser concluidas.


Sus dos principales proyectos, pero en especial, el de la Siderúrgica de Paz del Rio, estaba listo para iniciar operaciones y de hecho, llevaba unos años desarrollándose el montaje y la plena producción se dio, durante este año, razón por la cual, las autoridades del departamento estaban más que satisfechas.


El segundo proyecto, este sí en desarrollo y al punto que hoy, transcurrida la primera década del siglo 21, no ha sido terminado, es la llamada ‘carretera central del norte’, aunque en el momento de la presentación del informe, existía una ‘trocha’ por la cual podían transitar algunos vehículos y que ‘abría los mercados y el consumo de los productos de la tierra’ hacía Venezuela, que era el ‘ansiado mercado’ de los productos colombianos de la época, dado el estado de bonanza que se vivía por el desarrollo de la explotación petrolera.

Sin otras perspectivas, los representantes del departamento de Boyacá, dejaron por sentado, su complacencia con el gobierno nacional, con el cual tenían más que profundos agradecimientos.

A renglón seguido, el portavoz del departamento del Magdalena, -aclarando que para entonces, esa región del país incluía al hoy departamento del Cesar-, también presentó informe positivo de la situación de ese departamento, pues las aspiraciones que tenían de tiempo atrás, que eran las comunicaciones viales, tanto entre las principales ciudades de la costa como la conexión con el interior del país, estaba definitivamente cumplida y terminaba, agregando que ‘con un pequeño esfuerzo de los samarios y de los magdalenenses en general, Santa Marta quedará convertida en el distribuidor del comercio oriental del país’.

Parecería que con esas dos primeras exposiciones, los objetivos de la Liga de los Departamentos del Oriente Colombiano, no ameritaban continuidad habida cuenta que la asociación se había conformado para reunir el músculo suficiente para ejercer las presiones a los organismos estatales  para lograr beneficios que individualmente no alcanzarían.

La exposición del Comité por el departamento de Santander se esperaba que fuera más extensa, como efectivamente lo fue, aprovechando la localía y el apoyo de su vecino.

La mayoría de las preocupaciones de la región conformada por los departamentos de la Liga Oriental, estaban enfocadas a promover la construcción de vías, en su mayoría terrestres, pero sin olvidar la posible utilización de las fluviales, que entonces tenían caudales suficientes para la navegabilidad.

El portavoz de Santander comienza su exposición haciendo un recuento de las carreteras existentes con sus respectivos propósitos; en primer lugar destaca la salida que por el rio Magdalena logran tener sus productos agrícolas y manufacturados, a través de tres caminos, bien  por Puerto Wilches o por Barrancabermeja o utilizando la carretera del Carare que articula las regiones de Vélez, Landázuri y Puerto Olaya o Puerto Berrío. Agrega que las comunicaciones con Cundinamarca y Boyacá son fáciles y la provincia de Soto se ve beneficiada, por cuanto a través  de ellas, se provee de los artículos de primera necesidad.

Otras dos carreteras que están en plena construcción, las de Barbosa, Charalá y Duitama por Varolín y la de Pamplona ‘son un hecho cumplido’ al decir del representante de Santander; para terminar el rosario de buenas obras que habían sido pedidas de tiempo atrás y que según los informes rendidos, todas fueron concluidas, faltaba por mencionar la terminación del Ferrocarril del Magdalena y la carretera al río por la margen oriental, que vendría a desembotellar las atiborradas vías que salían de Bucaramanga, que había pasado, en los últimos años, de 29 mil a 130 mil habitantes.

Un agregado final importante, se resaltaba la puesta en funcionamiento de la Hidroeléctrica del rio Lebrija que resolvería las necesidades de suministro de energía por los siguientes 10 años.

Al representante del Norte de Santander no le quedó difícil exponer sus necesidades, entre otras, porque era al único departamento que no le habían cumplido. Y no solamente el incumplimiento era manifiesto, sino la animadversión de sus vecinos, todo en razón de la terquedad de algunos de los dirigentes en proponer y apoyar la idea de una salida al mar por la vía del Lago de Maracaibo.

En ésta, la que fuera la última y definitiva reunión de la Liga Oriental, como terminó llamándose, que los escritos anunciaban, que ‘era tal la necesidad y la desesperación de una vía al mar’ que al senador Rodrigo Peñaranda Yáñez, quien era el más encarnizado defensor de la alternativa, en un acto que se interpretó como de ‘atrevimiento patriótico’, sorprendió al Congreso y legisló sobre territorio ajeno, “la barra de Maracaibo”. Sin embargo, en esta reunión se desató un fuerte enfrentamiento con los delegados del Departamento de Santander, por cuanto se oponían sistemáticamente a que se propusiera la eventual carretera al sur del Lago, que ya había sido aprobada por el gobierno del vecino país; solo faltaba un detalle adicional para cerrar el circuito de la Carretera Panamericana, que era la construcción del Puente Internacional sobre el río Táchira, a la altura de la población de Ureña, puente que sería levantado, algunos años más tarde.

Terminado el certamen, el vaticinio expuesto, desde la primera cita en la ciudad de Tunja, por el dirigente Sotero Peñuela y en la siguiente, reunida en Bucaramanga, en la que de igual manera, concluyó el doctor Juan Cristóbal Martínez, la tal Liga resultó ser, lo que lapidariamente fuese llamado por ellos mismos, “una vagabundería lírica”.
 




Recopilado por: Gaston Bermudez V.

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