Gerardo
Raynaud
Delegados de la
última convención de la Liga de los
Departamentos del Oriente Colombiano. Aparecen en 1ª fila, de izq. a der.: Juan
Ovalle Quintero secretario de gobierno, Luis Ardila Gómez (Santander), Luis A. Guerrero
(N. de S.), Jorge Gómez Silva (Santander), Ramón Pérez Hernández gobernador del
departamento, José Antonio Escandón (Santander), Luciano Jaramillo M. (N. de
S.), José del Carmen Meza (Boyacá), Isidoro Duplat secretario de hacienda y don
Saul Matheus Briceño. 2ª fila: Lázaro Riascos Capella (Magdalena), José Girardo
Sáenz (Boyacá), Tomas Villasmil (Boyacá), Andrés Angulo Colmenares (N. de S.),
Hernán Hein Roca (N. de S.), y al fondo Demetrio Martínez Porras (Boyacá).
A comienzos del siglo 20, los gobernantes de los
departamentos de la banda derecha del rio Grande de la Magdalena, le buscaban
soluciones a los problemas que retrasaban el fomento y el progreso de sus
ciudades y sus territorios.
Por esa razón, esos pueblos del oriente colombiano
promovieron el surgimiento de un contacto interesante, fundamentado en la
exclusiva inteligencia de sus representantes y en su buen entendimiento. Todos,
por supuesto, dignos representantes de la más rancia estirpe conservadora que
regía por entonces, los destinos de la
patria.
He desarrollado este tema para mostrar la indolencia
que ha venido rigiendo desde entonces en la atención de la problemática con que
el gobierno central ha mantenido esta región y además, porque la última reunión
de este grupo tan selecto de compromisarios se realizó en Cúcuta en el mes de
enero de 1928.
Por esa época, se quejaban los gobernantes de los
departamentos de lo que hoy llamamos el centro oriente, de la poca atención que
le prestaba el gobierno central a sus regiones, mientras que ‘la República era
dadivosa’ con las regiones de la orilla opuesta y las cuales les mantenían ‘las
arcas abiertas’.
La Liga de los Departamentos del Oriente Colombiano se
reunió por primera vez en la ciudad de Tunja a mediados de los años veinte pero
desde el mismo momento de su creación tuvo sus enemigos dentro del mismo grupo
que lo conformaba, al punto que algunos dirigentes muy connotados habían
calificado las actuaciones del grupo como una ‘vagabundería lírica’.
El argumento principal se refería a la escasa y casi
nula consideración que le prestaban a la representación legislativa, en cabeza
de senadores y representantes, quienes se escudaban, al decir de los
entendidos, de su falta de sagacidad, de su impericia o su carencia de
actividad o su timidez o su impreparación o diría yo, de todas juntas puesto
que el gobierno no le hacía caso a los departamentos del oriente y todo se iba,
-hablo de los recursos- para el occidente.
Pero tanto los congresistas como los gobernantes de
estos departamentos no creían que sus propias acciones podrían dar resultados,
pues desde el mismo inicio no se tuvieron confianza.
Ya se había establecido en Tunja que la Liga sería un
cuerpo de amigables contertulios que no lograrían convencer al gobierno de
turno de contribuir a la solución de sus problemas, tanto es así, que en la
siguiente reunión realizada en la ciudad de Bucaramanga, otro dirigente
regional, esta vez el doctor Juan Cristóbal Martínez anunció que, como
siguieran actuando como lo estaban haciendo, era colocarle una lápida mortuoria
de esa Asociación.
Firmemente convencido, pues esa reunión de la capital
de Santander había sido aplazada varias veces por lo que llamaron en esa época
sus integrantes, ’consideraciones
regionales’, que no eran otras razones, que las aspiraciones y los
problemas seccionales debían tratarse por separado en cada uno de los
departamentos y no como un bloque dado que entonces primaban las conveniencia particulares, la idea
política o el criterio de grupo sobre el interés colectivo.
En la última reunión escenificada en Cúcuta, en julio
de 1954, se acordó que mientras subsistan las actuales circunstancias y por los
días que se vive en el país y mientras se consigue el retorno a la normalidad
ciudadana y a la vida republicana se conformaron los Comités de Acción
Departamentales.
A este respecto, para citar la historia, baste
recordar que desde mediados del año anterior, en junio de 1953, se había
producido un golpe de estado o de opinión, como se dio por llamarlo
diplomáticamente, de ahí que el orden público del país estaba en manos de la
milicia y los derechos políticos restringidos y por tales motivos las reuniones
y demás asociaciones no estaban permitidas, incluso las promovidas por los
pocos gobiernos seccionales en manos de civiles.
En la última reunión se hizo un pormenorizado análisis
de la situación, con sus proyectos y necesidades, de cada uno de los
departamentos integrados a la Liga, Boyacá, Santander, Norte de Santander y
Magdalena, cuyo resultado pasaré a comentarles más adelante, pues antes
considero interesante relatar el desarrollo que tomó esta última sesión de la
Liga de Departamentos del Oriente Colombiano que concluyó en entierro de
tercera para las pretensiones de todos los habitantes de la margen derecha del
rio Magdalena.
Reunidos los concurrentes que se ven en la fotografía
adjunta a esta crónica, en el salón de conferencias culturales del edificio de
la Sociedad de Mejoras Públicas, escribe don Daniel Vega Ranjel, el entonces
temible cronista Danilo, periodista de asombrosa e incisiva prosa. Conocedor
como nadie, de los antecedentes de la famosa Liga se declara identificado con
sus antecesores sobre inutilidad manifiesta de la asociación y escribe los
detalles e incidencias acontecidos en esa velada.
La verdad es que entonces, los gestos diplomáticos no
eran frecuentes en esos círculos y no se escatimaban esfuerzos para decirse las
verdades y ‘sacarse los trapos al sol’
sin sonrojarse en lo más mínimo. En esta ocasión, surgieron las sátiras
personales salidas de tono por parte de dos de los representantes, uno
nortesantandereano y el otro del departamento del sur y se expresaron en
términos lesivos a Venezuela, sin respetar que allí estuviera el Cónsul General
de Venezuela en Cúcuta, cuando el senador Rodrigo Peñaranda Yáñez hizo una
férrea defensa de la construcción del puerto al sur del Lago de Maracaibo, pues
a su parecer, esa opción era la más práctica para la región oriental del país.
Finalmente y con la desafortunada intervención del
representante del departamento de Santander, Augusto
Espinosa Valderrama, quien respaldó la actitud beligerante de sus colegas,
colmó la copa del Cónsul, quien en señal de protesta se retiró del salón. Y todo por la actitud de los vecinos del sur
quienes veían amenazadas sus finanzas territoriales con una alternativa vial de
salida al mar por el Lago de Maracaibo, cuando a estas alturas, ya se había
avanzado lo suficiente en la construcción de la carretera panamericana que
estaba próxima a terminar su recorrido en la población fronteriza de Ureña,
faltando únicamente el puente internacional que la conectara con Cúcuta, lo que
posteriormente sucedió.
Una vez terminada esa carretera sería la vía más
rápida al mar, sólo en siete horas. Una aspiración de la ciudad y la región que
desde 1926 se había propuesto, después de todo esa vía era la más rápida,
económica y la más segura, además que le habíamos puesto todo el respaldo moral,
toda vez que la ciudad se hallaba incomunicada con el interior del país,
embotellada como se dice, pues no había carretera como tal, si se tiene en
cuenta que solo se tenían 50 kilómetros de la carretera a Bogotá que entonces
sólo llegaba hasta el Diamante y de ahí en adelante, una trocha intransitable.
Por el occidente, se llegaba hasta San Cayetano, en 24
kilómetros, para ir al rio Magdalena por la vía de Ocaña; sin contar con la
carretera central del Norte que de todas formas había que llegar a Pamplona
para poder tomarla.
En ese tiempo también se pensaba en el trazado de una
carretera que uniera las dos capitales departamentales, que no es otra que la
que hoy se conoce como la carretera el Alto del Escorial, por la vía de
Cucutilla, Suratá y Matanza.
A
continuación hablaremos sobre los informes seccionales con todas sus realizaciones, sus empeños y
sus esperanzas, pero los departamentos, más necesitados en conseguir la salida
al mar seguían siendo los Santanderes y por eso la pugna por mantener un
liderazgo que contribuyera a darles mayores réditos a sus raquíticas arcas.
En la reunión final, cada uno de los Comités de Acción
Departamental hizo un pormenorizado recuento de las obras propuestas y
realizadas, así como de los proyectos que faltaban por ejecutar, más a manera
de retrato que como solicitud expresa al gobierno central para apelar a las
ayudas que sabían no serían atendidas.
El representante del Comité por el departamento de Boyacá, inició su
presentación, al parecer motivado por la satisfacción que se venía
expresando desde hacía algunos años, toda vez que sus principales aspiraciones
estaban prácticamente, a punto de ser concluidas.
Sus dos principales proyectos, pero en especial, el de la Siderúrgica de Paz
del Rio, estaba listo para iniciar operaciones y de hecho, llevaba unos años
desarrollándose el montaje y la plena producción se dio, durante este año,
razón por la cual, las autoridades del departamento estaban más que
satisfechas.
El segundo proyecto, este sí en desarrollo y al punto que hoy, transcurrida la
primera década del siglo 21, no ha sido terminado, es la llamada ‘carretera
central del norte’, aunque en el momento de la presentación del informe,
existía una ‘trocha’ por la cual podían transitar algunos vehículos y que
‘abría los mercados y el consumo de los productos de la tierra’ hacía
Venezuela, que era el ‘ansiado mercado’ de los productos colombianos de la
época, dado el estado de bonanza que se vivía por el desarrollo de la
explotación petrolera.
Sin otras perspectivas, los representantes del departamento de Boyacá, dejaron
por sentado, su complacencia con el gobierno nacional, con el cual tenían más
que profundos agradecimientos.
A renglón seguido, el portavoz del departamento del Magdalena, -aclarando que
para entonces, esa región del país incluía al hoy departamento del Cesar-,
también presentó informe positivo de la situación de ese departamento, pues las
aspiraciones que tenían de tiempo atrás, que eran las comunicaciones viales,
tanto entre las principales ciudades de la costa como la conexión con el
interior del país, estaba definitivamente cumplida y terminaba, agregando que
‘con un pequeño esfuerzo de los samarios y de los magdalenenses en general,
Santa Marta quedará convertida en el distribuidor del comercio oriental del
país’.
Parecería que con esas dos primeras exposiciones, los objetivos de la Liga de
los Departamentos del Oriente Colombiano, no ameritaban continuidad habida
cuenta que la asociación se había conformado para reunir el músculo suficiente
para ejercer las presiones a los organismos estatales para lograr
beneficios que individualmente no alcanzarían.
La exposición del Comité por el departamento de Santander se esperaba que fuera
más extensa, como efectivamente lo fue, aprovechando la localía y el apoyo de
su vecino.
La mayoría de las preocupaciones de la región conformada por los departamentos
de la Liga Oriental, estaban enfocadas a promover la construcción de vías, en
su mayoría terrestres, pero sin olvidar la posible utilización de las
fluviales, que entonces tenían caudales suficientes para la navegabilidad.
El portavoz de Santander comienza su exposición haciendo un recuento de las
carreteras existentes con sus respectivos propósitos; en primer lugar destaca
la salida que por el rio Magdalena logran tener sus productos agrícolas y
manufacturados, a través de tres caminos, bien por Puerto Wilches o por
Barrancabermeja o utilizando la carretera del Carare que articula las regiones
de Vélez, Landázuri y Puerto Olaya o Puerto Berrío. Agrega que las comunicaciones
con Cundinamarca y Boyacá son fáciles y la provincia de Soto se ve beneficiada,
por cuanto a través de ellas, se provee de los artículos de primera
necesidad.
Otras dos carreteras que están en plena construcción, las de Barbosa, Charalá y
Duitama por Varolín y la de Pamplona ‘son un hecho cumplido’ al decir del
representante de Santander; para terminar el rosario de buenas obras que habían
sido pedidas de tiempo atrás y que según los informes rendidos, todas fueron
concluidas, faltaba por mencionar la terminación del Ferrocarril del Magdalena
y la carretera al río por la margen oriental, que vendría a desembotellar las
atiborradas vías que salían de Bucaramanga, que había pasado, en los últimos
años, de 29 mil a 130 mil habitantes.
Un agregado final importante, se resaltaba la puesta en funcionamiento de la
Hidroeléctrica del rio Lebrija que resolvería las necesidades de suministro de
energía por los siguientes 10 años.
Al representante del Norte de Santander no le quedó difícil exponer sus
necesidades, entre otras, porque era al único departamento que no le habían
cumplido. Y no solamente el incumplimiento era manifiesto, sino la
animadversión de sus vecinos, todo en razón de la terquedad de algunos de los
dirigentes en proponer y apoyar la idea de una salida al mar por la vía del
Lago de Maracaibo.
En ésta, la que fuera la última y definitiva reunión de la Liga Oriental, como
terminó llamándose, que los escritos anunciaban, que ‘era tal la necesidad y la
desesperación de una vía al mar’ que al senador Rodrigo Peñaranda Yáñez, quien
era el más encarnizado defensor de la alternativa, en un acto que se interpretó
como de ‘atrevimiento patriótico’, sorprendió al Congreso y legisló sobre
territorio ajeno, “la barra de Maracaibo”. Sin embargo, en esta reunión se desató
un fuerte enfrentamiento con los delegados del Departamento de Santander, por
cuanto se oponían sistemáticamente a que se propusiera la eventual carretera al
sur del Lago, que ya había sido aprobada por el gobierno del vecino país; solo
faltaba un detalle adicional para cerrar el circuito de la Carretera
Panamericana, que era la construcción del Puente Internacional sobre el río
Táchira, a la altura de la población de Ureña, puente que sería levantado,
algunos años más tarde.
Terminado el certamen, el vaticinio expuesto, desde la primera cita en la
ciudad de Tunja, por el dirigente Sotero Peñuela y en la siguiente, reunida en
Bucaramanga, en la que de igual manera, concluyó el doctor Juan Cristóbal
Martínez, la tal Liga resultó ser, lo que lapidariamente fuese llamado por
ellos mismos, “una vagabundería lírica”.
Recopilado por: Gaston Bermudez V.
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