viernes, 28 de agosto de 2015

800.- CUCUTA AYER Y HOY



Carlos H. Africano



Cúcuta, capital del departamento Norte de Santander, está situada en la margen nororiental de Colombia, muy cerca de la frontera con  la hermana república de Venezuela, apenas a 12 Km. Asentada en el valle del río Pamplonita, es la ciudad de las calles amplias como el corazón de sus gentes, decía un viejo locutor.

En un principio el Valle de Cúcuta fue durante dos siglos la ruta comercial entre Pamplona (1549), Mérida, La Grita (1567), Salazar (1583)  y Ocaña (1572) y tenían por esta vía salida al mar.
 
Pero, ¿Qué era Cúcuta? Era un asentamiento precolombino de la tribu Cúcuta, en lo que hoy es San Luis.

Pedro de Ursúa lo dio (???) en encomienda en 1550 a Sebastián Lorenzo, que sólo vino a ser fundada, la encomienda, en 1660, después del exterminio de los indios.

San José de Cúcuta no tuvo una fundación como las acostumbradas por los famosos encomenderos, quienes a costas de la vida de los aborígenes explotaban nuestras tierras en cultivos y en minas. Por el contrario, fue creada a partir de una parroquia, con un espíritu comunal, por un grupo de 28 colonos, algunos habitantes del pueblo Cúcuta, establecidos allí.

Uno de los creadores de la parroquia, fue Doña Juana Rangel de Cuéllar, quien donó  media estancia de ganado mayor (782 hectáreas), en el sitio GUASIMAL, para la creación de la parroquia,  ante el alcalde ordinario de Pamplona, don Juan Antonio de Villamizar y Pinedo, el 17 de junio de 1733.

A partir de esa fecha se suceden unos eventos que es preciso referenciar.

El 25 de Junio de 1733 se firma la escritura de creación de la parroquia de San José y obligación de los vecinos del pueblo Cúcuta.

El 28 de Junio de 1733 se firma la escritura de compromiso de los vecinos para el sostenimiento de la parroquia.

El 13 de noviembre de 1734, el arzobispo de Nueva Granada concede la licencia para crear la PARROQUIA DE SAN JOSÉ DEL GUASIMAL.

El 16 de Noviembre de 1734 el presidente –gobernador  de Nueva Granada concede el permiso civil para la erección de la parroquia.

En el año de 1790 los pobladores de la parroquia, solicitaron al Virrey de Nueva Granada llevar a la categoría de villa, la parroquia de San José.

El 9 de diciembre de 1790 el Virrey elevó solicitud al monarca español quien la aceptó.

El 18 de Mayo de 1792 el rey Carlos IV expide la cédula real que otorga el título de: “MUY NOBLE, VALEROSA Y LEAL VILLA DE SAN JOSÉ DEL GUASIMAL”, de los valles de Cúcuta.

El 21 de abril de 1793 el Teniente Corregidor de Pamplona, don Juan Antonio Villamizar Peña da posesión a los vecinos de la parroquia de San José del título otorgado por el Rey de España.

Luego la vida transcurre apacible en este pueblo, se llega al siglo XIX, se sucede lo que se llamó el grito de independencia, la emancipación y la lucha en la que está la batalla de Cúcuta el 28 de Febrero de 1813. Llega la república y se sucede el congreso de Cúcuta en 1821.

En 1850, a mitad del siglo, con la llegada de los extranjeros: Italianos, alemanes, marabinos empieza el desarrollo de Cúcuta, que habría de extenderse por 100 años.

Con una población aproximada de 21.500 habitantes, 137 establecimientos comerciales y 72 industriales, una sociedad pública, un consulado, un colegio para niños, dos escuelas primarias para varones y dos escuelas primarias para niñas, Cúcuta fue devastada por el terremoto que ocurrió el día martes 18 de mayo de 1875 a las 11.15 AM, hora que quedó marcada en el reloj de la iglesia de Cúcuta, que se encontró marcando la hora fatídica. La intensidad fue de 7,3 Mc y duró entre 40 y 50 segundos.

Habían transcurrido apenas 25 años de aquella era esperada, cuando ocurrió aquel fatídico hecho de la naturaleza. Faltaban 75 en los cuales Cúcuta llegó a ser una de las ciudades más hermosas para esa época y más pujante de este país, que fue reconstruida al mejor estilo de las ciudades europeas hasta que llegó la envidia y la avaricia que se llevaron todo lo que aquí poseíamos y habían creado, con la pujanza, el fervor, el empuje de los criollos,  aquellas gentes llegadas de afuera de aquí.

Porque Cúcuta era una ciudad pujante, con una vida económica propia, con casas de comercio filiales de las europeas, con un comercio internacional diverso con países europeos a donde se llevaban productos agrícolas de las grandes haciendas y productos elaborados en las fábricas existentes y se traían toda suerte de mercaderías. 

Esto llevó a que Cúcuta fuera la primera ciudad de este país en tener en 1888 un ferrocarril, internacional además; la primera en tener en 1890 un tranvía; una de la primeras ciudades en tener transporte público y con autobuses de fabricación local; la primera ciudad en tener en 1886 alumbrado público eléctrico; la primera en tener compañías de teléfono y telégrafo, además de ser internacionales; la primera en tener en 1880 un club de comercio.

Cúcuta fue la primera en tener una cámara de comercio y una compañía de seguros. Además de una caja de ahorros, compañías por acciones, un moderno hospital. Tenía también asilo de ancianos, hospital mental, asilo de niños. Tenía, para la época, lujosos teatros de variedades al estilo europeo, calles “pavimentadas” en piedra y un mercado cubierto, pozos sépticos y canales de agua limpia. Era una ciudad privilegiada y avanzada.

Cúcuta realmente vivió una época de esplendor. El historiador Jaime Pérez López dijo: “mientras en Bogotá vestían con ruanas y zarazas de Boyacá, en Cúcuta se vestía de lino y sedas importadas. Mientras en Bogotá bebían chicha y guarapo, en Cúcuta se bebía vinos y brandis traídos de Europa”.

Pero, ¿qué ocurrió, entonces? Se preguntarán ustedes. Tal parece que el año de 1950 fue el año de quiebre.

Para empezar: ¿qué se hicieron los extranjeros? Dicen que en ese año recogieron a los extranjeros y los deportaron. Y que sus pertenencias fueron confiscadas y  rematadas.

Las empresas, industrias y comercios quedaron a la deriva y fueron cerrados. La ciudad quedó en el desamparo. Las grandes haciendas desaparecieron. Los cultivos de cacao, café y caña de azúcar que eran el fuerte de las exportaciones, fueron trasladados a occidente.

El tranvía ya no existía. Había sido cerrado en 1942. Fue desmantelado para dar paso a los avivatos de la industria del transporte automotor. El ferrocarril fue desmantelado y vendido como chatarra. 20 máquinas en perfecto estado fueron “chatarrizadas”.

La frontera fue cerrada para las exportaciones. Fue prohibida la exportación de café por esta frontera. Hoy continúa cerrada para la exportación de productos agrícolas.

Creció la cultura del contrabando. Apareció el comercio de las chichiguas. Las mercancías eran y son traídas del interior del país. Aquí no se instalaron industrias, no se reactivaron las haciendas. Al contrario, fueron reprimidas.

Apareció el petróleo en Venezuela y el bolívar empezó a subir. Se nos vinieron para acá antioqueños, vallunos tolimenses y hasta rolos a explotar la ciudad. Floreció el comercio de la picardía y el contrabando de las chichiguas. El contrabando en ambos sentidos fue la cultura generalizada. La descomposición social empezó, se perdieron los buenos modales, el buen vestir y el buen hablar.

Nació “la mamadera de gallo”, apareció “el toche” y “la tochada” como respuesta al desamparo en que quedó el pueblo abandonado a su suerte. La mamadera de gallo y la ordinarez hizo mella y empezamos a hablar con ese tonito burlón que nos ha caracterizado.

Expresiones así, se empezaron a usar: ¡Quiubo mano!  ¡No sea toche!   ¡dígame!

Y el desmantelamiento continúa.  Industrias locales como eran la de licores, la empresa de servicios públicos, la empresa de energía eléctrica, pasaron a otras manos. Se han cerrado empresas, industrias, institutos del estado y otros han pasado a aquellas otras manos.

La economía mundial ha golpeado como nunca a esta ciudad. La crisis por la que atraviesa Venezuela nos ha afectado y nadie le para bolas, al contrario,  nos cierran todas las puertas, El cierre temporal de la frontera se está volviendo permanente. La única vena económica: el comercio internacional, se puede decir que desapareció.

De otro lado, las obras en esta parte del territorio nacional no son prioritarias para el gobierno central, así lo dijo el jefe de planeación nacional. Por ello no nos hacen las carreteras necesarias para el desarrollo como son la  Vía del carbón y la del Escorial.

Tampoco se realizará el proyecto Cínera, tan caro a nuestros intereses, no lo es para el jefe de planeación nacional y el gobierno central.

La Zona Franca es una mentira. Los productos cucuteños fueron excluidos del último pacto de exportación. Se hacen carretera a Venezuela por la costa y por el llano. No se quiere hacer el tren a Maracaibo y el transporte fluvial por el Catatumbo. La Cámara de Comercio es un embeleco.

Los alcaldes no le paran bolas al comercio internacional. No nos va a tocar nada del TLC y tenemos todos los atributos para ser la primera ciudad.  Y lo último. En la penúltima visita de nuestro señor presidente Santos, se nos acaba de negar el puerto libre necesario para la ciudad.

Ante esta situación de ignominia que vive la ciudad, hago un  llamado a las nuevas generaciones, que van a ser los dirigentes de esta ciudad, que van a ocupar los altos cargos tanto en el estado como en las empresas.

 Son los llamados a cambiar esta situación de desamparo que ha tenido Cúcuta. Deben cambiar la mentalidad conformista, de sumisión, de francachela, de abandono egoísta e individualista que nos ha caracterizado.  


Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

No hay comentarios:

Publicar un comentario