Gerardo Raynaud
Carlos Ramírez París nombrado alcalde de Cúcuta
Empezaremos por destacar un evento
que fue noticia efímera en el año 63, cuando las autoridades municipales eran
nombradas por decreto del gobernador.
Las buenas intenciones que
entonces embargaban a los mandatarios, a veces se veían embrolladas por
situaciones o por personajes, que por sus destacadas actividades eran nombrados
con la esperanza de proporcionar soluciones o por lo menos, de generar
expectativas que buscaran la forma más expedita de plantear soluciones a las
difíciles realidades que se presentaban por esa época de mediados del siglo
veinte.
Ya habían pasado algunas semanas
del comienzo de año, cuando por razones personales renunció como alcalde de la
ciudad don Víctor J. Chaustre, siendo gobernador nuestro ilustre poeta Eduardo
Cote Lamus.
Ante esta circunstancia, era
imperativo encontrar un candidato conocedor de los problemas locales pero que
además tuviera la fortaleza y el entusiasmo para aplicar los correctivos a las
múltiples dificultades que ya empezaban a manifestarse, así que no le fue
difícil al gobernador fijarse en la persona del empresario de radio más
destacado del momento y cuya popularidad desbordaba los límites de los anhelos
de la ciudadanía, era nadie menos que el locutor Carlos Ramírez París, a quien
el mandatario departamental seleccionó sin muchas consultas previas, como era
de usual usanza entonces.
Así que fiel a su costumbre, una
vez nombrado por decreto 366 de febrero de 1963, don Carlos, más conocido como
“trompoloco”, asumió su cargo sin tanto ceremonial, pues canceló el acto
protocolario programado y procedió a sentarse en el sillón de la alcaldía y
comenzar a despachar de inmediato.
En su primer acto, designó como miembros
de su gabinete al vate abogado Miguel Méndez Camacho, Secretario de Gobierno;
en la Secretaría de Hacienda al médico David Darío Porras, en Obras Públicas al
arquitecto Jacinto Aillón y ratificando al Director de Planeación al también
arquitecto Héctor Casa Molina.
Aunque la noticia de su
nombramiento generó muchas esperanzas entre la población, al parecer no
fue del agrado de algunos grupos políticos, que le hicieron la guerra durante
su mandato, el cual solamente duró unos pocos meses, siendo reemplazado en los
meses finales del año por el doctor Carlos Guillén.
A comienzos de 1966, el entonces
aeropuerto Cazadero de la ciudad, ya tenía sus dos pistas construidas, por
aquello de los vientos cruzados y como los aviones que utilizaban dicha terminal
eran de pistón, aquello no constituía mayor dificultad.
Sin embargo, desde hacía varios
años, Avianca había adquirido algunos aviones de turbina, por lo cual, las
pistas de tierra estaban vedadas para dichos equipos, lo cual hacía inoperable
las maniobras en el trayecto a Cúcuta.
En vista de esta situación, el
nuevo gerente regional de la compañía aérea, comenzó a establecer contactos con
la administración municipal y con la Empresa Colombiana de Aeropuertos -ECA-,
para que acometieran diligentemente la tarea de pavimentar las pistas de
nuestro aeródromo.
Luego de varios estudios y de un
crédito de seis millones de pesos, tramitado por la Asociación Bancaria y
desembolsado por el Banco Central Hipotecario, se logró dar el paso
significativo.
Las pistas fueron entregadas
pasado el medio año y la compañía aérea pudo programar un vuelo diario en sus
nuevos aviones Boeing 727 y dos adicionales en equipos de pistón DC3 y DC4 a la
capital del país.
A las demás ciudades atendidas se
seguirían utilizando los tradicionales de hélice.
También fue tradicional, durante
el decenio de los años sesenta, el evento que por años se venía realizando en
la ciudad, relacionado con la proclamación de los personajes destacados del
año, acontecimiento que realizaba entonces la Cámara Junior.
Aunque finalizando esa década, la
Cámara Junior tuvo un receso obligado por las condiciones críticas de la
ciudad, un grupo de profesionales intentó revivirla a comienzos de los años
setenta, sin mayor éxito, pues solamente logró mantenerse unos tres años más y
finalmente resurgió comenzando el nuevo siglo, con un grupo de jóvenes
profesionales que la han sabido sostener con éxito.
Pero como estamos hablando del año
66, déjenme decirles que entonces, ejerciendo como presidente del Capítulo que
sería instalado oficialmente el 27 de noviembre, el señor Alfonso Salas y los
trece miembros que componían la asociación, hicieron la proclamación de los
diez personajes destacados del año, en reunión que tuvo lugar en el Club Tenis.
Ese día vinieron los directivos
nacionales de la Cámara Junior, instalaron el Capítulo e hicieron un riguroso
análisis de las hojas de vida de los candidatos, quienes serían
promulgados a finales de año como era costumbre.
Fueron entonces anunciados los
nombres de los galardonados, a quienes se les entregaría la distinción, en
sesión solemne, para la cual se optó por formalizarla en los salones del grill
Tonchalita del hotel Tonchalá.
Fueron los escogidos, José Luis
Acero Jordán, rector de la Universidad Francisco de Paula Santander; José Neira
Rey, Director Ejecutivo regional de la Federación Nacional de Comerciantes
-Fenalco-; el médico Alberto Borda Roldán, gerente regional del Servicio
Nacional de Aprendizaje –Sena-, Jesús Atehortúa, gerente de la Sociedad de
Agricultores y Ganaderos de Norte de Santander, además de promotor y gerente de
Oleaginosas Risaralda, una de las empresas pioneras en el cultivo de la palma
de aceite en Colombia y que por razones inexplicables, fracasó; Paco Barrero,
director de la Escuela de Teatro de la ciudad; la doctora Cecilia García
Bautista, que en esa época se desempeñaba como presidenta del Comité
Pro-rehabilitación del penado; el bacteriólogo Manuel Díaz Quintero, escogido
por sus aptitudes deportivas a nivel nacional en el campo del boliche y
finalmente, don Arturo Meza, costeño que se había destacado como exitoso
empresario por su contribución a la ciudad al entregarle el primer ‘Drive in’,
el autoservicio que estuvo de moda durante la década del setenta, así como la
famosa lonchería y restaurante El Palacio, en la esquina de la avenida cuarta
con calle novena y que los clientes de ese entonces recuerdan con nostalgia, un
plato que era la comidilla de los comensales: ‘los espaguetis al burro’.
La velada, como todas las de la Cámara
Junior, se distinguió por su sobriedad y con las palabras de agradecimiento de
los asistentes, se cerraron las actividades de ese año, con el deseo de que en
el siguiente se lograría superar las dificultades del presente.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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