Jesús Omar Roca Colmenares
En su adolescencia 1920, despertó su interés pictórico cuando apareció
en una de las ventanas del cacareado Colegio San Bartolomé de la gélida,
capital de nuestra adolorida y picoteada Nación, con el propósito de asistir a
clases del extraordinario maestro Roberto Pizano (1896–1929), quien asombrado
le interrogó:
¿Quién eres tú?
El mozuelo no respondió, pero sus alumnos del curso de dibujo le
expresaron al unísono: es Martínez Delgado, el pintor de Caras. Hizo bajar al
intruso, lo sentó entre los discípulos y le dedicó especiales atenciones. Y le
dijo:
Por qué entró por la ventana y no por la puerta?
No tengo dinero con qué matricularme en su clase.
Tranquilo, eres ya alumno regular.
Y le regaló los implementos para iniciar el mundo de las artes
plásticas. Fue tanta la admiración por el joven Santiago que le consiguió una beca para que estudiara en la Escuela de
Bellas Artes, donde eran catedráticos: Francisco Antonio Cano, recién llegado
de París, Borrero y Coriolano Leudo (1866–1957).
Era estudiante allí el recién fallecido afamado pintor socorrano Oscar
Rodríguez Naranjo.
Años más tarde ocupó la dirección de la Revista Vida, patrocinada por la
Compañía Colombiana de Seguros, que marcó momentos estelares de la literatura
colombiana.
Sus colaboradores eran jóvenes intelectuales que tenían el respaldo del
vate José Asunción Silva, pariente de su
progenitor y muy amigo de su tío Carlos Martínez Silva, que descolló
como jurista y político.
Da gusto ver y leer algunos números de esta revista, donde son
impecables sus ilustraciones, con plumilla, que reposan en la Biblioteca de la
Universidad de Antioquia.
Viacrucis Catedral de Cúcuta: Jesús
ante Pilatos
No hay duda de haber sido genio y figura hasta la sepultura.
Resaltándose que la pre aludida revista le sirvió para demostrar sus
capacidades como escritor de opúsculos, de periodista, de poeta y de creador de
obras de teatro.
Al artista santandereano Luis Alberto Acuña (1904 – 1994), que vivía en
el prenombrado colegio, era pintor a sueldo de los Jesuitas, le gustó la pinta
del epígono de su colega Pizano y al culminar la entrevista que le concedió, le
expresó:
Te conseguiré una beca para que estudies escultura en la Escuela de
Artes de Chicago y le cumplió tiempo pretérito donde la palabra valía.
En 1940, alcanzó renombre nacional al ejecutar una copia al óleo del
Cristo de José Ribera, el españoleto, joya pictórica del Colegio San Bartolomé.
Un año después, ganó el premio nacional con la obra Interludio, que es
un retrato al óleo de su esposa e hija. Y empezaron las contrataciones: el
tríptico en el Salón Elíptico del Capitolio Nacional, cuyo estudio y
realización duró tres años, previa documentación sobre el Congreso
constituyente de Cúcuta fundante del desarrollo de la Proclamación de la Gran
Colombia, en el Congreso de Angostura, siendo inaugurado con motivo de la
Novena Conferencia Panamericana de Bogotá donde se establecería la Organización
de los Estados Americanos, fallida por el asesinato del caudillo Jorge Eliécer
Gaitán.
El recordado Laureano Gómez, de raíces ocañeras, estuvo pendiente de su
ejecución pictórica porque era crítico de arte.
La decoración del Teatro El Cid de Bogotá: “El Cid en marcha hacia
Valencia”.
La adecuación de la Capilla del Colegio La Presentación sobre la
temática del Salvador.
La elaboración de los murales al fresco: En la sede principal del Banco
Comercial Antioqueño de la ciudad de Medellín, cuya propietaria actual es una
empresa de apuestas que conserva la magna obra.
Al llegar a la Cúcuta de nuestros amores, con el propósito de trazar y
ejecutar la impresionante obra en su sucursal bancaria, hoy Banco Santander,
conoció al aguerrido y culto padre Daniel Jordán, quien lo visitaba.
Y le manifestó el interés de la Curia para la elaboración del Viacrucis
en su Catedral, lo cual aceptó, quedando inconclusa por dos razones bipartitas:
incumplimiento de los contratantes y enfermedad del pintor.
Viacrucis Catedral de Cúcuta: La
agonía del huerto
Solamente hizo cinco estaciones: Cristo cae con su cruz, Encuentro con
la Madre, La Crucifixión, Jesús ante Pilatos, y La Agonía del Huerto.
Los escasos críticos de arte catalogan esta obra de extraordinario
empeño por la investigación, a tal extremo que iba al anfiteatro de la
Universidad Javeriana a estudiar cadáveres para la precisión anatómica. Se
convirtió en estudio de la vida de Cristo: Nuestro Redentor y no el de la
Colombia digna que repitió credencial senatorial.
Al visualizar las estaciones que
existen en nuestra Catedral, hay evidencia de detalles de la naturaleza
e interpretación de los rasgos y expresiones del sufrimiento de los actores del
drama, precisión en sus trajes y aspectos del medio ambiente, logrando la
cromaticidad adecuada para el entorno.
Da grima que los lienzos no estén bien cuidados y algunos deteriorados:
urge su restauración, sin dilaciones, pues son obras de patrimonio cultural
nacional. Dios quiera que no se las roben como ocurrió con la obra de Mariño.
Nosotros tenemos al excelso pintor Asela, excelente restaurador, epígono
de Obregón, el pintor de los cóndores cromáticos y compañero del cartagenero
Darío Morales, el hiperialista de los desnudos y de Luis Caballero, el maestro
de lo erótico anatómico, plasmando fuerza, luz, y violencia. ¡Contrátenlo!
Entre 1973 y 1974, con motivo de la Aseguradora Colseguros, hubo muestra
retrospectiva por todo el territorio nacional que inauguró el presidente Misael
Pastrana Borrero.
En la casa del general Santander de Villa del Rosario, se exhibieron las
obras por quince días. Ojalá nuestro actual gobernador, William Villamizar
Laguado, cristalice la deprecación del humanista Otto Morales Benítez, para que
ella sea la sede del Centro de Estudios Constitucionales en honor a nuestro
prócer.
Tengo la certeza que el nuevo obispo de la Diócesis de Cúcuta, que
reemplazó al extinto Jaime Prieto A., al enterarse de esta crónica se motive a
iniciar la campaña para restaurarlas, para cuidarla de los hongos, para
enmarcarlas y protegerlas de los choros internacionales de arte.
Es hora de tener un verdadero Museo. Lamentable haberse cambiado el
proyecto inicial de la Corporación Parques Cúcuta, que diseñaba la construcción
de una pinacoteca. Todo quedó como mogolla putrefacta. Se obró al parecer con
dolo eventual, por parte de sus directivos.
El maestro Martínez Delgado era de buena ralea, cuando la mayoría son de
escasos recursos, provenía de solares nutricios de Popayán y el Valle del
Cauca.
Viacrucis Catedral de Cúcuta:
Encuentro con la madre
Su padre, Luis descolló como hombre de letras y político, participó en
los episodios del 31 de julio de 1900 a favor de los históricos y jugó como
conspirador contra el régimen del quinquenio de Rafael Reyes. Fue procesado y
condenado al destierro en el Valle del Sibundoy.
Su abuelo, el doctor Rito Antonio Martínez, se perfiló como
sobresaliente jefe liberal, que el 7 de marzo de 1849, en ardiente sesión de la
Iglesia de Santo Domingo, que eligió el presidente de la Nueva Granada al
general José Hilario López, se apartó de su ideología e ingresó al
conservatismo, donde hizo migas con los hermanos Jorge y Carlos Holguín, y
Rafael Núñez.
Su progenitora Mercedes tenía vena artística, era nieta del presidente
Mallarino.
El genio de la creatividad, de la ilustración, el dibujo, de las formas
y de las dimensiones, estando de huésped en la Hacienda El Molino, en la
población de Cajicá, murió la noche del 12 de enero de 1954, horas antes se
reunió con los suyos con el presentimiento mortuorio.
Viacrucis Catedral de Cúcuta: La
Crucifixión
A posteriori se trasladó a la capilla privada que decoró, a rezar y a
meditar, minutos después se sentó a manteles para degustar los patos que había
cazado en la Laguna de la Herrera. Impresionante el brindis que hizo en
lenguaje bogotano, expresando que había llegado María Pareja Segura, es decir,
la muerte. Se retiró y exhaló.
Algunos pintores sueñan con la muerte y su inhumación, es el caso del
maestro Cano (1845 – 1935), colega y
amigo del motilón Salvador Moreno Paz (1874-1953), nacido en el tradicional barrio
La Playa, cuya obra está en el Museo de Antioquia y en nuestra destartalada
ciudad capital andan del timbo al tambo.
Finalmente, cuatro connotados pintores continentales murieron
relativamente jóvenes: Epifanio Garay, (1859-1903), el retratista de
presidentes y de la elite bogotana, Luis Caballero Holguín (1943 – 1995); el
dibujante y adorador de desnudos masculinos, Roberto Pizano Restrepo (1896 –
1929), el mago de lo anatómico y de la teoría de la luz, en lo cromático; y el
artista multiforme y humanístico, sujeto pasivo de estas grafías, (1906 –
1954).
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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