domingo, 1 de noviembre de 2015

835.- SANTIAGO MARTÍNEZ DELGADO, EN CUCUTA



Jesús Omar Roca Colmenares


En su adolescencia 1920, despertó su interés pictórico cuando apareció en una de las ventanas del cacareado Colegio San Bartolomé de la gélida, capital de nuestra adolorida y picoteada Nación, con el propósito de asistir a clases del extraordinario maestro Roberto Pizano (1896–1929), quien asombrado le interrogó:

¿Quién eres tú?

El mozuelo no respondió, pero sus alumnos del curso de dibujo le expresaron al unísono: es Martínez Delgado, el pintor de Caras. Hizo bajar al intruso, lo sentó entre los discípulos y le dedicó especiales atenciones. Y le dijo:

Por qué entró por la ventana y no por la puerta?

No tengo dinero con qué matricularme en su clase.

Tranquilo, eres ya alumno regular.

Y le regaló los implementos para iniciar el mundo de las artes plásticas. Fue tanta la admiración por el joven Santiago que le consiguió  una beca para que estudiara en la Escuela de Bellas Artes, donde eran catedráticos: Francisco Antonio Cano, recién llegado de París, Borrero y Coriolano Leudo (1866–1957).

Era estudiante allí el recién fallecido afamado pintor socorrano Oscar Rodríguez Naranjo.

Años más tarde ocupó la dirección de la Revista Vida, patrocinada por la Compañía Colombiana de Seguros, que marcó momentos estelares de la literatura colombiana.

Sus colaboradores eran jóvenes intelectuales que tenían el respaldo del vate José Asunción Silva, pariente de su  progenitor y muy amigo de su tío Carlos Martínez Silva, que descolló como jurista y político.

Da gusto ver y leer algunos números de esta revista, donde son impecables sus ilustraciones, con plumilla, que reposan en la Biblioteca de la Universidad de Antioquia.

Viacrucis Catedral de Cúcuta: Jesús ante Pilatos

No hay duda de haber sido genio y figura hasta la sepultura. Resaltándose que la pre aludida revista le sirvió para demostrar sus capacidades como escritor de opúsculos, de periodista, de poeta y de creador de obras de teatro.

Al artista santandereano Luis Alberto Acuña (1904 – 1994), que vivía en el prenombrado colegio, era pintor a sueldo de los Jesuitas, le gustó la pinta del epígono de su colega Pizano y al culminar la entrevista que le concedió, le expresó:

Te conseguiré una beca para que estudies escultura en la Escuela de Artes de Chicago y le cumplió tiempo pretérito donde la palabra valía.

En 1940, alcanzó renombre nacional al ejecutar una copia al óleo del Cristo de José Ribera, el españoleto, joya pictórica del Colegio San Bartolomé.

Un año después, ganó el premio nacional con la obra Interludio, que es un retrato al óleo de su esposa e hija. Y empezaron las contrataciones: el tríptico en el Salón Elíptico del Capitolio Nacional, cuyo estudio y realización duró tres años, previa documentación sobre el Congreso constituyente de Cúcuta fundante del desarrollo de la Proclamación de la Gran Colombia, en el Congreso de Angostura, siendo inaugurado con motivo de la Novena Conferencia Panamericana de Bogotá donde se establecería la Organización de los Estados Americanos, fallida por el asesinato del caudillo Jorge Eliécer Gaitán.

El recordado Laureano Gómez, de raíces ocañeras, estuvo pendiente de su ejecución pictórica porque era crítico de arte.

La decoración del Teatro El Cid de Bogotá: “El Cid en marcha hacia Valencia”.

La adecuación de la Capilla del Colegio La Presentación sobre la temática del Salvador.

La elaboración de los murales al fresco: En la sede principal del Banco Comercial Antioqueño de la ciudad de Medellín, cuya propietaria actual es una empresa de apuestas que conserva la magna obra.

Al llegar a la Cúcuta de nuestros amores, con el propósito de trazar y ejecutar la impresionante obra en su sucursal bancaria, hoy Banco Santander, conoció al aguerrido y culto padre Daniel Jordán, quien lo visitaba.

Y le manifestó el interés de la Curia para la elaboración del Viacrucis en su Catedral, lo cual aceptó, quedando inconclusa por dos razones bipartitas: incumplimiento de los contratantes y enfermedad del pintor.

Viacrucis Catedral de Cúcuta: La agonía del huerto

Solamente hizo cinco estaciones: Cristo cae con su cruz, Encuentro con la Madre, La Crucifixión, Jesús ante Pilatos, y La Agonía del Huerto.

Los escasos críticos de arte catalogan esta obra de extraordinario empeño por la investigación, a tal extremo que iba al anfiteatro de la Universidad Javeriana a estudiar cadáveres para la precisión anatómica. Se convirtió en estudio de la vida de Cristo: Nuestro Redentor y no el de la Colombia digna que repitió credencial senatorial.

Al visualizar las estaciones que  existen en nuestra Catedral, hay evidencia de detalles de la naturaleza e interpretación de los rasgos y expresiones del sufrimiento de los actores del drama, precisión en sus trajes y aspectos del medio ambiente, logrando la cromaticidad adecuada para el entorno.

Da grima que los lienzos no estén bien cuidados y algunos deteriorados: urge su restauración, sin dilaciones, pues son obras de patrimonio cultural nacional. Dios quiera que no se las roben como ocurrió con la obra de Mariño.

Nosotros tenemos al excelso pintor Asela, excelente restaurador, epígono de Obregón, el pintor de los cóndores cromáticos y compañero del cartagenero Darío Morales, el hiperialista de los desnudos y de Luis Caballero, el maestro de lo erótico anatómico, plasmando fuerza, luz, y violencia. ¡Contrátenlo!

Entre 1973 y 1974, con motivo de la Aseguradora Colseguros, hubo muestra retrospectiva por todo el territorio nacional que inauguró el presidente Misael Pastrana Borrero.

En la casa del general Santander de Villa del Rosario, se exhibieron las obras por quince días. Ojalá nuestro actual gobernador, William Villamizar Laguado, cristalice la deprecación del humanista Otto Morales Benítez, para que ella sea la sede del Centro de Estudios Constitucionales en honor a nuestro prócer.

Tengo la certeza que el nuevo obispo de la Diócesis de Cúcuta, que reemplazó al extinto Jaime Prieto A., al enterarse de esta crónica se motive a iniciar la campaña para restaurarlas, para cuidarla de los hongos, para enmarcarlas y protegerlas de los choros internacionales de arte.

Es hora de tener un verdadero Museo. Lamentable haberse cambiado el proyecto inicial de la Corporación Parques Cúcuta, que diseñaba la construcción de una pinacoteca. Todo quedó como mogolla putrefacta. Se obró al parecer con dolo eventual, por parte de sus directivos.

El maestro Martínez Delgado era de buena ralea, cuando la mayoría son de escasos recursos, provenía de solares nutricios de Popayán y el Valle del Cauca.

Viacrucis Catedral de Cúcuta: Encuentro con la madre

Su padre, Luis descolló como hombre de letras y político, participó en los episodios del 31 de julio de 1900 a favor de los históricos y jugó como conspirador contra el régimen del quinquenio de Rafael Reyes. Fue procesado y condenado al destierro en el Valle del Sibundoy.

Su abuelo, el doctor Rito Antonio Martínez, se perfiló como sobresaliente jefe liberal, que el 7 de marzo de 1849, en ardiente sesión de la Iglesia de Santo Domingo, que eligió el presidente de la Nueva Granada al general José Hilario López, se apartó de su ideología e ingresó al conservatismo, donde hizo migas con los hermanos Jorge y Carlos Holguín, y Rafael Núñez.

Su progenitora Mercedes tenía vena artística, era nieta del presidente Mallarino.

El genio de la creatividad, de la ilustración, el dibujo, de las formas y de las dimensiones, estando de huésped en la Hacienda El Molino, en la población de Cajicá, murió la noche del 12 de enero de 1954, horas antes se reunió con los suyos con el presentimiento mortuorio.

Viacrucis Catedral de Cúcuta: La Crucifixión

A posteriori se trasladó a la capilla privada que decoró, a rezar y a meditar, minutos después se sentó a manteles para degustar los patos que había cazado en la Laguna de la Herrera. Impresionante el brindis que hizo en lenguaje bogotano, expresando que había llegado María Pareja Segura, es decir, la muerte. Se retiró y exhaló.

Algunos pintores sueñan con la muerte y su inhumación, es el caso del maestro Cano  (1845 – 1935), colega y amigo del motilón Salvador Moreno Paz (1874-1953), nacido en el tradicional barrio La Playa, cuya obra está en el Museo de Antioquia y en nuestra destartalada ciudad capital andan del timbo al tambo.

Finalmente, cuatro connotados pintores continentales murieron relativamente jóvenes: Epifanio Garay, (1859-1903), el retratista de presidentes y de la elite bogotana, Luis Caballero Holguín (1943 – 1995); el dibujante y adorador de desnudos masculinos, Roberto Pizano Restrepo (1896 – 1929), el mago de lo anatómico y de la teoría de la luz, en lo cromático; y el artista multiforme y humanístico, sujeto pasivo de estas grafías, (1906 – 1954).



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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