Nahúm Sánchez
Por encima de las posiciones ideológicas que tengamos y de
los cambios que hayamos asumido como seres humanos,
especialmente por la madurez que nos ha
dejado el inexorable paso del tiempo, la proximidad de
noche buena y año nuevo, nos llenan el corazón de nostalgias y
de sensaciones indescriptibles.
Los recuerdos de la infancia, la adolescencia y la juventud, se
congestionan en la memoria y el alma. Por supuesto que
ya todo es diferente: lo vemos y sentimos muy
distinto.
Sin embargo, todavía nos conmovemos con las novenas
de aguinaldo, el canto de villancicos y
el reencuentro con los seres queridos que retornaron
para compartir tan especial temporada.
En las calles y otros lugares públicos, los abrazos son
comunes entre familiares y amigos que se “topan” luego
de mucho tiempo de ausencia.
En las cafeterías del centro de la ciudad, es
normal observar las miradas sorpresivas y las manifestaciones de cariño
entre quienes tienen muchos recuerdos en común.
La compra de colchonetas y ruanas se ha vuelto costumbre, para
acoger a los amigos y parientes que llegan a
celebrar el 24 y 31, y además, las “fábricas” de
pasteles o tamales no dan abasto para cumplir
con los numerosos pedidos.
De igual forma, los expendedores de carne de
cerdo, aumentan el sacrificio de los infortunados
animales para satisfacer la demanda de quienes
prefieren preparar el insustituible alimento en sus casas.
Con las gallinas criollas ocurre lo mismo,
los corrales de las huertas de las
viviendas periféricas, o de los campos cercanos,
se están quedando vacíos, porque los parranderos quieren
asegurar los sancochos para desenguayabar el 25 de
diciembre y el primero de enero.
Los degustadores de pescado bocachico o bagre,
tendrán que optar por la compra de mojarra roja, porque
la escasez se nota desde hace varios meses, y
por supuesto, porque los precios están por
las nubes.
Si hay problemas con los alimentos tradicionales, seguramente
generados por el incómodo fenómeno del niño, los libadores del
apetecido licor extranjero, el whisky, tendrán que
cambiar a las bebidas embriagantes nacionales como
el aguardiente y el ron, porque el lío
fronterizo con Venezuela, impide el contrabando del
producto etílico, y la subida “astronómica” del
dólar hace imposible la compra de las botellas o
litros estampillados.
Con todos los inconvenientes que se presentan, no
vamos a cambiar nuestra característica de
parranderos, de tal manera, que con escasez y
carestía, disfrutaremos de Noche Buena y Año
Nuevo.
No obstante los cambios meteorológicos pronosticados, afortunadamente el clima es el propio de diciembre, frío en las noches y madrugadas.
Lástima que los niños de ahora no admiren las ”pajitas del niño Dios”, porque hay muy pocos cerros, y que los visitantes del parque 29 de Mayo no se refresquen con la brisa suave que bajaba desde Pueblo Nuevo , porque ya no tiene por donde entrar.
No obstante los cambios meteorológicos pronosticados, afortunadamente el clima es el propio de diciembre, frío en las noches y madrugadas.
Lástima que los niños de ahora no admiren las ”pajitas del niño Dios”, porque hay muy pocos cerros, y que los visitantes del parque 29 de Mayo no se refresquen con la brisa suave que bajaba desde Pueblo Nuevo , porque ya no tiene por donde entrar.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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