domingo, 20 de marzo de 2016

907.- INAUGURACION DEL PUENTE SOBRE EL RIO ZULIA



Gerardo Raynaud


Corría el año de mitad de siglo y las comunicaciones con la ciudad y en general, con el departamento eran precarias. El ferrocarril, apenas cumplía con una labor relativamente elemental, cual era suministrar una vía al exterior para mercaderías y pasajeros, a través del Lago de Maracaibo, actividad que se venía cumpliendo con cierto nivel de eficiencia desde el siglo 19 y que en los últimos años se había beneficiado con la aparición de las compañías extranjeras que explotaban el petróleo en la región del Catatumbo. 

Las carreteras siempre revistieron una primordial importancia para el gobierno, pero la falta de recursos impedía su desarrollo, sin embargo, cuando las circunstancias apremiaban, los gobernantes de turno hallaban la forma de apelar a fórmulas que les permitiera lograr su cometido, aunque fuera a medias, invocando más la ayuda divina del “Dios proveerá” para terminar satisfactoriamente las obras comenzadas.

Tal vez por las dificultades topográficas de la geografía nacional, el ferrocarril nunca constituyó la mejor alternativa para el trasporte y por ello, el país nunca se propuso impulsar su desarrollo como la alternativa más eficaz para el traslado de personas y productos.

Cuando la industria petrolera comenzó a extenderse por todo el Catatumbo, las necesidades de comunicación empezaron a requerirse con mayor premura, pues como es de conocimiento general, tanto el producto, como los demás materiales que se necesitan para su explotación, deben ingresar y salir de la zona de aprovechamiento, en términos de tiempo oportunos y para ello, las vías de comunicación juegan un papel determinante.

Así pues que a pesar de las facilidades que ofrecía el ferrocarril, el gobierno también se interesó por promover la construcción y adecuación de carreteables que permitieran una alternativa a todos los participantes de la naciente industria petrolera, pues no todos estaban en disposición de utilizar los servicios del tren.

La vía al Catatumbo, desde Cúcuta, presentaba un primer gran obstáculo a solo catorce kilómetros de la ciudad; era el caudaloso rio Zulia, navegable desde ese sitio y que era necesario sortearlo como medida inicial para extender la carretera entre los dos destinos.

El rio Zulia tenía dos puertos importantes desde los cuales se podía embarcar para el exterior por la vía del Lago de Maracaibo y recibir las mercancías que de allí provenían, pero debían conectarse con el ferrocarril de Cúcuta para llegar a la ciudad; una razón más que se argumentaba para que hubiera una vía alterna que no tuviera que someterse a los horarios del trasporte férreo.

Es más, los habitantes de Villa Zulia, como se llamaba antes el hoy municipio, debían atravesar en canoa el río y luego a lomo de bestia trasladarse hasta Cúcuta.

El Ministerio de Obras Públicas en asocio con la Secretaría de Obras del departamento, contrataron la construcción de la carretera no sólo hasta el sitio donde se erigiría el puente, sino hasta los lugares de producción, con los ingenieros Leopoldo Monroy y Renato Rangel, mucho antes de proponer la construcción del puente, incluso cuando éste fue terminado, los constructores de la carretera ya habían fallecido.

Esta vía partía desde el norte de la ciudad, siguiendo las paralelas del tren y pasado el Zulia avanzaba por Cerro González, rumbo a las ricas regiones petroleras del Catatumbo, con un afirmado en excelentes condiciones y sectores rectos de más de tres kilómetros, que hacía una delicia su viaje por esa comarca, caracterizada por la espesura de su selva y bosques.

En el año 48 se inició la construcción del puente sobre el rio Zulia, gracias a las gestiones realizadas por el Representante a la Cámara médico Miguel Roberto Gelvis, nativo de esa región. 


Esta fotografía  tiene un gran valor histórico. Fue tomada el 20 de marzo de 1950, por el equipo constructor del Puente Mariano Ospina Pérez, sobre el Río Zulia, encabezado por el ingeniero Emilio Gaitán Martín, constructor de varias obras importantes en la región en esa época, como el Puente Unión en Puerto Santander, parte del Hospital San Juan de Dios, el Reformatorio de Menores, el Hotel Palacé, el edificio del Banco Popular, etc…
Aparecen delante de izquierda a derecha: Fructuoso Parra, Juan P. Fernández, el Maestro Juan Ojeda, Emilio Gaitán Martín, Ingeniero Constructor de la obra; sentados Cerveleón Tamí y Leonardo Gamboa, y Eligio Mora. En la fila de atrás en el mismo orden: Carlos J. Rey, Camilo Sanabria, José del Carmen Zapata, Pedro J. Ortiz, Luciano Ortiz, Antonio José Ramírez, Gustavo Rubacete, Juan N. Estupiñán; sentado Efraín Rey; Raúl Villamizar, Luis F. Márquez, José M. Torres y Gratiniano Abreo.

El contratista fue el ingeniero cucuteño Emilio Gaitán Martín, quien estuvo apoyado por el maestro de obra Juan Ojeda y los oficiales Cerveleón Tamí, Juan E. Quintero, Dimas Jaimes y Alfonso López y su ejecución tardó dos años.

Es un puente colgante con estructura de hierro, importado de los Estados Unidos, de 115 metros de longitud y seis metros de ancho, sin contar los accesos, es de doble vía, es decir tiene dos carriles que permiten un tránsito fluidos y sin interrupciones. El costo total del proyecto fue de $450.000 sin sobre costos ni adiciones.

El 5 de agosto de 1950, día de la inauguración no revistió especial consideración por parte de las autoridades ni del gobierno, sin embargo hicieron presencia el Secretario del Ministerio de Obras Públicas, Carlos A. Báez,  en representación del ministro de comunicaciones, José Vicente Dávila Tello, un miembro del Consejo Nacional de Vías, ingeniero Argelino Durán Quintero, el alcalde de Cúcuta Rafael Canal Sorzano, el párroco de Villa Zulia, el secretario de Obras Públicas del Departamento Ramón Cárdenas Silva y otros funcionarios de menor rango.

Fue una celebración más bien técnica, durante la cual se demostraron las características de la obra a la nutrida asistencia, todos personajes de la ciudad a quienes el ingeniero Gaitán iba explicando en detalle todos los aspectos del puente.

En estas celebraciones, siempre asistía un grupo muy selecto de bellas damitas de la sociedad local, quienes engalanaban con su presencia los desabridos encuentros.

Terminado el recorrido, la concurrencia se trasladó a la pintoresca hacienda ‘Montevideo’ de propiedad de don Moisés Villamizar, quien ofreció un opíparo almuerzo campestre, luego de una prolongada tertulia bailable que estuvo acompañada de unos sabrosos tragos de Cognac y unas frías Sajonias.

Durante horas se discutió sobre las ventajas que la nueva obra traería a los sectores de la ganadería y la agricultura de la región, que serán los directamente beneficiados.

El grupo siguió el festejo y mientras todos rodeaban al ingeniero Gaitán Martín, el inspector del Ferrocarril, don Antonio Barrera Dueñas, aprovechó la ocasión para invitar al grupo que hasta ese momento quedaba, para continuar la celebración, en su mansión, donde su esposa y sus hijas les tenían preparadas unas atenciones.

No se bautizó el puente con ningún título en particular, siendo conocido durante un tiempo con el calificativo de Puente Zulia. Sólo años más tarde, se le dio el nombre del presidente Mariano Ospina Pérez, quien impulso y gestionó su construcción.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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