Kelly
Amaya / Silena Rabelo
‘El Matadero’, localizado en la avenida al aeropuerto Camilo Daza, frente a
la Plaza de Ferias ‘Mariano Ospina Pérez, fue cerrado el 3 de octubre del 2000,
por insalubre, por no contar con las condiciones necesarias de higiene y por no
cumplir con los requisitos exigidos por el Ministerio de Salud Pública para el
sacrificio de ganado.
El lugar no tenía la organización adecuada, ni disponía de los servicios
que se requieren para ser calificado de primera categoría.
Era antihigiénico e impedía la adecuada manipulación de la carne de las
reses sacrificadas. Factores determinantes para que el Departamento
Administrativo de Seguridad Social tomara las medidas necesarias y aplicara la
Ley de Cumplimiento (Ley 9 de 1979) para sellarlo.
Este hecho, sin embargo, no fue óbice para acabar con el icónico cenadero.
El comedero nocturno, conservado, tan casero, tan propio de los cucuteños,
lleva cerca de 57 años y se ha mantenido de generación en generación.
Se creía que con la mala imagen que ‘El Matadero’ había generado, ‘La Pesa’
perdería clientela.
Se llegó a pensar que tampoco cumplía con las normas de higiene y que las
carnes utilizadas en los exquisitos caldos y bandejas eran las que estaban
expuestas a la contaminación ambiental en ‘El Matadero’, pero no pasó así.
‘La Pesa’ se ha caracterizado por ser un lugar dedicado a permitirles
a cucuteños y visitantes que se enamoren de la gastronomía popular de la
región. Pues qué mejor que conquistar al estómago.
Euterio Méndez, propietario de este suplidor de sabores, lleva 20 años al
mando del cenadero, sitio que se ha convertido en tradición y muestra cultural
de la ciudad.
“La especialidad de la casa son los caldos. Tenemos de pichón, de venas, el
vigoroso, de costillita, de huevos, de pollo y de pescado, para que las
familias vengan a degustarlos”.
Los comensales nocturnos, aquellos que les gusta cenar tarde, prefieren ‘La
Pesa’ a la hora de elegir un restaurante para calmar el hambre.
“Aquí es rico, los precios son módicos y atienden bien. Acostumbro a venir
a tomarme mi caldo de venas, porque tiene una sazón similar a la de mi
recordada madre, que en paz descanse”, comentó Alberto Jaimes, cliente
satisfecho por los servicios.
Desde las 3:00 de la tarde se puede ir y darle prioridad al paladar con los
estupendos platos, que hasta contienen propiedades curativas, como el de pichón.
Los bebedores que visitan el lugar de madrugada, demuestran en su rostro
que los caldos les saben a gloria. Nada mejor para pasar el efecto del trago.
Otros restaurantes populares aledaños son ‘Taiwán’ y ‘Aquí me quedo’, que
han crecido con el cierre de la frontera, porque el cucuteño reconoce el
sentido de pertenencia y rescata la gastronomía autóctona.
Es sitio turístico para viajeros, taxistas, choferes de larga distancia,
personajes de la sociedad, vecinos y familias que acostumbran a cenar fuera de
casa.
Euterio, entusiasta y orgulloso, aseguró que además de los excelentes
precios, los sabores son incomparables.
Así lo describe Margarita Hernández, feliz de tener en la ciudad un lugar
de gastronomía representativo. “Un día pasaba por aquí, vi a mucho pueblo alzar
las cucharas de un plato que desde la distancia a la que me encontraba lograba
apreciar el vapor que salía. Llevaban los alimentos a la boca y enseguida se me
abrió el apetito. Me acerqué a preguntar qué vendían, sin fijarme en el nombre
del sitio”.
Si se busca un buen vividero, el valle de Guasimales es el mejor, si busca
un lugar de sabores exquisitos, ‘La Pesa’ los tiene todos.
Lo típico, lo autóctono está en Cúcuta, ciudad fronteriza, acogedora y de
tradiciones.
Comentario del recopilador.-
Kelly y Silena me hicieron recordar cuando visitábamos La Pesa por ahí entre
los años 1963 y 1966, en grupo de amigos casi todos estudiantes y cuando alguno
de ellos tenía disponibilidad de carro, porque el programa era terminar la
faena en esos comederos después de las fiestas y parrandas. La hora de llegada en
grupo, era entre las 11 de la noche y antes del amanecer, y casi siempre estaba
muy concurrido.
Inicialmente no existían restaurantes formales sino que en frente de lo que
era el matadero, había un buen espacio todo de tierra donde hoy pasa el canal vehicular
hacia Cúcuta, que también servía de estacionamiento para los carros, lugar en
que se asentaban 2 o 3 señoras y colocaban sus ollas sobre piedras, con leña y
carbón preparaban los caldos, de venas, de costilla y el pichón, y a un lado el
asadero de carne y las menudencias, cuyos componentes se obtenían directamente
en el matadero, de las reses recién sacrificadas.
A propósito del sacrificio, una de las novedades del sitio era tener la
suerte de llegar cuando en el matadero se efectuaba el sacrificio del ganado,
porque se tenía la posibilidad de ver desde cierto lugar dicho proceso.
Una vez servidos los platos de peltre con lo preferido, cada uno buscaba el
lugar para degustar la criolla y exquisita comida, ya fuera encima del capó del
carro, sentado en una piedra o en algún taburete cedido por las doñas. Recuerdo
mucho a Matilde, creo se llamaba, que nos trataba con mucho cariño y por eso
siempre la preferíamos, era nuestra amiga.
Unos 2 o 3 años después ya construyeron un salón con unos cenaderos internos
para cada una de las señoras, con su fogón, mesón y bancas, todo construido de cemento
recubierto con cerámica blanca (azulejos). Posteriormente creció el sitio y se
desarrollaron los cenaderos hasta llegar a la forma típica que existen
actualmente.
Los recuerdos brotan cuando son estimulados por escritos de otras personas.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
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