Gerardo Raynaud
Vamos a empezar con los antecedentes que precedieron a la aceptación de una
nueva bebida en la ciudad, reconocida mundialmente y que por razones
comerciales no había podido llegar a los consumidores locales. Esta gaseosa,
pudiéramos decir, ingresó tardíamente al mercado local y su franquicia fue
obtenida por la Embotelladora Kist en 1960, la cual posteriormente, fue
adquirida por la empresa antioqueña Postobón.
Veamos pues, algunos preliminares de la ya centenaria bebida para irnos
ambientando en el tema. El nombre de Pepsi Cola proviene de la unión de dos
términos, el primero de “pepsina” que fue la primera enzima animal descubierta
a finales del siglo 19 y el segundo, por uno de sus ingredientes, la “nuez de
cola”, todo porque el objetivo de su inventor, el químico farmacéutico Caleb
Bradham, era desarrollar una bebida refrescante, que además ayudara a la
digestión y fuera estimulante.
Esta historia tiene su origen en una pequeña población del estado
norteamericano de Carolina del Norte y se ha fijado el día 28 de agosto de
1898, como la fecha oficial del lanzamiento de la bebida.
Durante los primeros años, la fabricación del refresco fue completamente
artesanal, pero debido a su creciente popularidad, tres años después se
registra la marca y se funda la empresa.
Al principio las cosas se fueron dando paulatinamente hasta comienzos de la
Primera Guerra Mundial, cuando las materias primas comenzaron a escasear,
especialmente el azúcar, situación que afectó notablemente a su creador, quien
optó por venderla y sus nuevos propietarios la trasladaron a Vermont en el
estado de Virginia.
A pesar de todos los esfuerzos, tampoco pudieron los nuevos dueños, sacar
la empresa adelante y se declararon en bancarrota.
Estando en ese trance, apareció un comprador que se hizo cargo de la
fracasada empresa, por una razón muy particular; Charles Guth, quien la
adquirió, era propietario de una cadena de fuentes de soda en la costa oeste de
los Estados Unidos y la Coca Cola le negó un descuento sobre su producto y
éste, en un acto de desquite, reformuló la receta de la Pepsi para que se
pareciera más a la Coca Cola y comenzó a ofrecerla con éxito en sus locales
hasta cuando se produjo la Gran Depresión del año 1929.
Durante esos aciagos días, la competencia entre las dos bebidas ‘colas’ se
fue acentuando, razón por la cual Guth, decidió ofrecer el doble de cantidad de
líquido por el mismo precio. En ese momento, la presentación de la gaseosa era
en botellas de 6 onzas (180 c.c. aprox.) y para despegarse de su otro
competidor comenzó a ofrecer botellas de 12 onzas a los mismos, cinco
centavitos de dólar.
La acogida de los consumidores fue excelente, catapultando la compañía al
segundo puesto en ventas, detrás de Coca Cola y a partir de entonces, comenzó
su posicionamiento a nivel internacional, como la conocemos hoy.
A Cúcuta, esta gaseosa ingresó oficialmente el primero de diciembre de 1960
de la mano, como ya se dijo, de la popular Embotelladora KIST, que tenía instalada
su planta en la esquina de la avenida séptima con diagonal Santander, frente a
la estación Cúcuta del ferrocarril, hoy Terminal de Transportes de la ciudad.
La escogencia de esta embotelladora, para hacerse cargo de las operaciones,
era por demás consecuente con la realidad regional, toda vez que el análisis
que le habían hecho a la empresa, los expertos norteamericanos, lo consideraban
un augurio de buen suceso porque su organización era ‘satisfactoria’ y por sus
extensas y ya viejas conexiones con toda la región.
Para el momento del lanzamiento, el eslogan de la marca era “el refresco de
la amistad” y los directivos de la Compañía Internacional, que tenía la
franquicia para América Latina, se desplazaron hasta la ciudad para oficializar
el lanzamiento.
Previa a la entrada de la nueva marca, los productos KIST tenían una gran
acogida entre los consumidores locales, lo cual auguraba una buena recepción y
una demanda que se esperaba fuera exitosa; la escogencia de fecha y la campaña
de expectativa que se desarrolló, facilitaba buena parte de la labor, unidas a
un programa de introducción nunca antes visto, por lo menos en esta región del
país. La promoción publicitaria fue adelantada con inteligencia y los
resultados estuvieron dentro de lo esperado.
El primer acto, al que se había invitado a los principales personajes de la
ciudad, de los distintos sectores económicos y las respectivas autoridades,
civiles, militares y eclesiásticas, en el Hotel Tonchalá, fue un “party” a la
usanza de los gringos y ofrecido por ellos, donde se pudo apreciar
objetivamente el eficiente sistema de trabajo que los productores del “refresco
de la amistad” habían implantado en todas sus plantas de producción y reparto.
Se exhibió una película en la que se presentaba la penetración de la marca
en todo el mundo, no sólo en América y Europa, sino también, en Asia y África,
territorios en los que llevaban varios años ofreciendo su bebida con relativo
buen éxito.
Para el día viernes 2 de diciembre, iniciaron los programas de carácter
público en los que hubo un simpático desfile ‘semicarnavalesco’, desde las once
de la mañana, al cual se vinculó un numeroso grupo de lindas chicas que
presidían la parada en el ‘carro carnaval’ de Pepsi Cola’, único existente en
el país con tales características, seguido de la flotilla de camiones
repartidores y sus correspondiente murgas.
Durante todo el desfile, que recorrió las principales calles de la ciudad,
se libró una auténtica ‘batalla de flores’ y se repartieron las degustaciones
del nuevo producto.
Ese mismo viernes 2 de diciembre, el producto comenzó a expenderse en todos
los puntos de venta, particularmente en las tiendas de barrio, donde tendrían
sus mejores clientes; igualmente, comenzaron los despachos a los pueblos
cercanos que poco a poco fueron familiarizándose con la marca.
Los avisos publicitarios publicados los días subsiguientes daban fe de la
formidable aceptación y expresaban sus agradecimientos por la ‘cálida y
maravillosa acogida’ y por la recepción brindada al “refresco de la
amistad, que ha hecho que nos sintamos en nuestra casa.”
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