Gerardo
Raynaud
Trascurridos los primeros cincuenta años de la
ocurrencia del sismo que asoló a la villa de Cúcuta y habiéndose producido un
movimiento cívico-ciudadano que condujo a la reconstruida población a ser una
de las más modernas del país, al aprovechar esta coyuntura para proveerse de
los últimos hallazgos en materia de adelantos que permitieran una vida más
cómoda y eficiente.
Al cumplirse los primeros diez lustros, el Concejo de
Cúcuta aprobó la siguiente proposición:
”… al detener su atención en el 50° aniversario de la
catástrofe del 18 de mayo, que redujo a escombros la ciudad, ofrenda un
homenaje de reconocimiento a las víctimas que quedaron sepultadas debajo de las
ruinas de la ciudad gentil y laboriosa, a cuya prosperidad y engrandecimiento
habrán contribuido con el inapreciable contingente de sus esfuerzos y a sus
sacrificios por el bien colectivo.
Hace votos porque el panorama moral, intelectual y
material de la nueva ciudad, favorecida hoy con el rango de capital de
departamento Norte de Santander, se acrezca y se dilate, tanto por obra de la
espiritualidad, del carácter laborioso y del patriotismo de sus hijos, como por
las virtudes sociales de todos sus habitantes.
El Concejo acoge con el más profundo agradecimiento en
el acto de este día, las manifestaciones de simpatía y de alta significación
fraternal con que han favorecido a la ciudad muchos de sus hijos notables, con
ocasión del luctuoso aniversario.”
La proposición, firmada el 19 de mayo de 1925, viene
firmada por los concejales, Luis Febres Cordero, Olimpo Galvis, León García
Herreros, Samuel Castro, Manuel José Vargas, José Manuel Villalobos y Carlos J.
Mejía. Además, llevaba la firma del alcalde Jesús Omaña G. y del personero
Julio García Herreros.
Sin embargo, sus habitantes esperaban mayor despliegue
de generosidad del gobierno local, pues como es usual en estos casos, promesas
se hacen y a la hora de la verdad pocas obras se ven y eso fue lo que aconteció
en ese ya lejano año.
En plena hegemonía conservadora, la oposición liberal,
no solo se lamentaba sino que se quejaba, ante la falta de interés del gobierno
central y se expresaban, irónicamente en términos directos que ‘después de
tantas consultas, de tantas ocurrencias y de tantos proyectos de los hombres
notables que manejan el destino de la ciudad, pasará sin otra ceremonia
costosa, que el indispensable hincar de rodillas para pedirle a Dios que
siempre libre de todo peligro la hegemonía conservadora o darle gracias porque
no ha permitido la renovación de la magna desgracia.’
El gobierno departamental debía, dentro del programa de
celebración del cincuentenario, según Ordenanza Especial, inaugurar un barrio
para los obreros, lo cual no se cumplió y se generó un tal malestar que no
faltaron las “puyas” publicadas en los medios escritos de entonces, diciendo
que ‘no habrá barrio y al resignado pueblo se le dará guarapo, cuando la
fundación del barrio obrero hubiera sido el más hermoso recuerdo del
cincuentenario.’
Otros cronistas más beligerantes, de esos que en épocas
violentas no tenían el menor asomo refinamiento, fueron más drásticos en sus
comentarios cuando se atrevieron a escribir de sus actuales dirigentes, los del
bando contrario, que eran “usufructuarios de la degeneración e imbecilidad de
las masas, los amos que le niegan un refugio donde descansar de las fatigas
pero en cambio, le ofrecen veneno que atrofie su inteligencia y agota su vida.
¡Criminales! no tienen escrúpulo en llevar su odio a nuestra ciudad hasta
negarle una techumbre a los desheredados.”
Pero, no todo fue desilusión. A nivel nacional se le
hizo un amplio despliegue de la efeméride y la prensa toda le dedicó amplios
comentarios a la fecha conmemorativa.
El Diario Nacional, uno de los más importantes del país,
destacó a su corresponsal para cubrir los pocos actos recordatorios y en
un extenso artículo, se hizo referencia, no solamente a la fecha sino a todos
los aspectos novedosos que ofrecía la reconstruida ciudad.
Con frases elogiosas sobre la fortaleza y la constancia
del pueblo cucuteño, que sobre las ruinas humeantes aún, se dieron a la tarea
de componerla y que hoy, dice el redactor en ese año, es una hermosa ciudad,
orgullo de Colombia, en su artículo titulado “Medio siglo atrás Cúcuta, estaba
convertida en escombros”.
Casi poéticamente expresa su opinión sobre lo ocurrido
y su percepción sobre el desarrollo de la ciudad actual, cuando escribe, “todo
esfuerzo continuado y optimista de los hombres que alentaban la ciudad soleada
y alegre, toda labor y todos los sueños forjados al paso y al empuje
progresista, se resistieron al estruendoso golpe de los muros y de los techos
contra la tierra convulsionada y ¡Oh Fénix! como un milagro del trabajo,
del amor y de la fe, aquellas ruinas dolorosas, diez lustro más tarde resurge
la ciudad esplendorosa e invicta.
Luego realza las condiciones de la actual ciudad y
pronosticando un prometedor futuro dada su posición geográfica, aún cuando por
esos años, el desarrollo del vecino país, era incierto, en gran medida por el
manejo político que venían ejerciendo los variados mandatarios que se turnaban
el poder a punta de golpes de fuerza.
Continúa el periodista diciendo que “Cúcuta es hoy una
urbe moderna, promesa de nuestra región ‘nordina’ y de la Colombia poderosa del
porvenir. Allá junto al Zulia, frente a la frontera, es la sultana de la
arrogancia y la belleza, el vigía solícito y constante de la heredad común.
Bizarra y noble, infunde respecto a los vecinos y
orgulloso consuelo a los nacionales. ‘Auroleada con múltiple aureola´, avanza a
la conquista del futuro confiada en sus fuerzas, siempre decisivas y
poderosas.”
También se recibieron telegramas de participación de
personajes de importancia nacional, entre los que merece la pena mencionar, el
enviado por el doctor Miguel Durán Durán que decía:
“Cincuentenario catástrofe acompaño Cúcuta con la misma
sinceridad que en días de gloria”.
Vale la pena terminar esta crónica, recalcando que la
fecha del cincuentenario pasó sin pena ni gloria y los pocos proyectos que se
pretendían realizar, tuvieron que esperar otros cincuenta y que al amparo de la
Ley Cúcuta 75 pudieron, algunos, materializarse.
Recopilado
por: Gastón Bermúdez V.
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