domingo, 24 de abril de 2016

925.- EL CINCUENTENARIO DEL TERREMOTO



Gerardo Raynaud

Trascurridos los primeros cincuenta años de la ocurrencia del sismo que asoló a la villa de Cúcuta y habiéndose producido un movimiento cívico-ciudadano que condujo a la reconstruida población a ser una de las más modernas del país, al aprovechar esta coyuntura para proveerse de los últimos hallazgos en materia de adelantos que permitieran una vida más cómoda y eficiente.

Al cumplirse los primeros diez lustros, el Concejo de Cúcuta aprobó la siguiente proposición:

”… al detener su atención en el 50° aniversario de la catástrofe  del 18 de mayo, que redujo a escombros la ciudad, ofrenda un homenaje de reconocimiento a las víctimas que quedaron sepultadas debajo de las ruinas de la ciudad gentil y laboriosa, a cuya prosperidad y engrandecimiento habrán contribuido con el inapreciable contingente de sus esfuerzos y a sus sacrificios por el bien colectivo.

Hace votos porque el panorama moral, intelectual y material de la nueva ciudad, favorecida hoy con el rango de capital de departamento Norte de Santander, se acrezca y se dilate, tanto por obra de la espiritualidad, del carácter laborioso y del patriotismo de sus hijos, como por las virtudes sociales de todos sus habitantes.

El Concejo acoge con el más profundo agradecimiento en el acto de este día, las manifestaciones de simpatía y de alta significación fraternal con que han favorecido a la ciudad muchos de sus hijos notables, con ocasión del luctuoso aniversario.”

La proposición, firmada el 19 de mayo de 1925, viene firmada por los concejales, Luis Febres Cordero, Olimpo Galvis, León García Herreros, Samuel Castro, Manuel José Vargas, José Manuel Villalobos y Carlos J. Mejía. Además, llevaba la firma del alcalde Jesús Omaña G. y del personero Julio García Herreros.

Sin embargo, sus habitantes esperaban mayor despliegue de generosidad del gobierno local, pues como es usual en estos casos, promesas se hacen y a la hora de la verdad pocas obras se ven y eso fue lo que aconteció en ese ya lejano año.

En plena hegemonía conservadora, la oposición liberal, no solo se lamentaba sino que se quejaba, ante la falta de interés del gobierno central y se expresaban, irónicamente en términos directos que ‘después de tantas consultas, de tantas ocurrencias y de tantos proyectos de los hombres notables que manejan el destino de la ciudad, pasará sin otra ceremonia costosa, que el indispensable hincar de rodillas para pedirle a Dios que siempre libre de todo peligro la hegemonía conservadora o darle gracias porque no ha permitido la renovación de la magna desgracia.’

El gobierno departamental debía, dentro del programa de celebración del cincuentenario, según Ordenanza Especial, inaugurar un barrio para los obreros, lo cual no se cumplió y se generó un tal malestar que no faltaron las “puyas” publicadas en los medios escritos de entonces, diciendo que ‘no habrá barrio y al resignado pueblo se le dará guarapo, cuando la fundación del barrio obrero hubiera sido el más hermoso recuerdo del cincuentenario.’

Otros cronistas más beligerantes, de esos que en épocas violentas no tenían el menor asomo refinamiento, fueron más drásticos en sus comentarios cuando se atrevieron a escribir de sus actuales dirigentes, los del bando contrario, que eran “usufructuarios de la degeneración e imbecilidad de las masas, los amos que le niegan un refugio donde descansar de las fatigas pero en cambio, le ofrecen veneno que atrofie su inteligencia y agota su vida. ¡Criminales! no tienen escrúpulo en llevar su odio a nuestra ciudad hasta negarle una techumbre a los desheredados.”

Pero, no todo fue desilusión. A nivel nacional se le hizo un amplio despliegue de la efeméride y la prensa toda le dedicó amplios comentarios a la fecha conmemorativa.

El Diario Nacional, uno de los más importantes del país, destacó a su corresponsal para cubrir los pocos actos recordatorios  y en un extenso artículo, se hizo referencia, no solamente a la fecha sino a todos los aspectos novedosos que ofrecía la reconstruida ciudad.

Con frases elogiosas sobre la fortaleza y la constancia del pueblo cucuteño, que sobre las ruinas humeantes aún, se dieron a la tarea de componerla y que hoy, dice el redactor en ese año, es una hermosa ciudad, orgullo de Colombia, en su artículo titulado “Medio siglo atrás Cúcuta, estaba convertida en escombros”.

Casi poéticamente expresa su opinión sobre lo ocurrido y su percepción sobre el desarrollo de la ciudad actual, cuando escribe, “todo esfuerzo continuado y optimista de los hombres que alentaban la ciudad soleada y alegre, toda labor y todos los sueños forjados al paso y al empuje progresista, se resistieron al estruendoso golpe de los muros y de los techos contra la tierra convulsionada y ¡Oh Fénix!  como un milagro del trabajo, del amor y de la fe, aquellas ruinas dolorosas, diez lustro más tarde resurge la ciudad esplendorosa e invicta.

Luego realza las condiciones de la actual ciudad y pronosticando un prometedor futuro dada su posición geográfica, aún cuando por esos años, el desarrollo del vecino país, era incierto, en gran medida por el manejo político que venían ejerciendo los variados mandatarios que se turnaban el poder a punta de golpes de fuerza.

Continúa el periodista diciendo que “Cúcuta es hoy una urbe moderna, promesa de nuestra región ‘nordina’ y de la Colombia poderosa del porvenir. Allá junto al Zulia, frente a la frontera, es la sultana de la arrogancia y la belleza, el vigía solícito y constante de la heredad común.

Bizarra y noble, infunde respecto a los vecinos y orgulloso consuelo a los nacionales. ‘Auroleada con múltiple aureola´, avanza a la conquista del futuro confiada en sus fuerzas, siempre decisivas y poderosas.”

También se recibieron telegramas de participación de personajes de importancia nacional, entre los que merece la pena mencionar, el enviado por el doctor Miguel Durán Durán que decía:

“Cincuentenario catástrofe acompaño Cúcuta con la misma sinceridad que en días de gloria”.

Vale la pena terminar esta crónica, recalcando que la fecha del cincuentenario pasó sin pena ni gloria y los pocos proyectos que se pretendían realizar, tuvieron que esperar otros cincuenta y que al amparo de la Ley Cúcuta 75 pudieron, algunos, materializarse.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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