Gerardo Raynaud
Durante la primera mitad del siglo pasado en la zona que circunda los tres
principales parques de la ciudad, el Santander, el hoy conocido como Parque
Nacional y el Colón o parque de la Victoria, como se llamaba entonces, estaban
las sedes de las principales instituciones sociales del Estado, con el
agravante, que colindaban entre ellas, las más opuestas ocupaciones.
Más exactamente en la manzana comprendida entre las calles doce y trece y
las avenidas tercera y cuarta, en un lote donado por Rudesindo Soto,
donde se construyó el ancianato que lleva su nombre, también se erigió un
centro educativo que se llamó “Escuela de Artes y Oficios”, pero el municipio,
aprovechando el espacio no edificado, instaló allí el Permanente Central y la
Cárcel Municipal.
Parece que esta propuesta educativa no tuvo la aceptación suficiente entre
los jóvenes de ese tiempo, razón por la cual, el establecimiento fue cerrado y
la secretaría del ramo aceptó la propuesta del presbítero Daniel Jordán para
que en dicho edificio se fundara el Colegio Cúcuta para señoritas, una
institución dedicada a la enseñanza normalista y de comercio, que incluía una
escuela anexa para educación primaria, particularmente abierta a niñas de
menores recursos.
Inicialmente se le propuso a la comunidad de las religiosas Terciarias
Dominicanas, que tenían a su cargo el Colegio Provincial Femenino de Pamplona,
que dirigieran el nuevo colegio, pero por escasez de personal docente para
educación secundaria, no aceptaron el encargo.
Ante esta adversidad, el padre Jordán tocó a las puertas de las Hermanas
Salesianas del distrito de Medellín para que se hicieran cargo y el 21 de marzo
del año cincuenta, firmaron con el gobierno seccional el contrato que les
otorgaba la dirección del Colegio Cúcuta.
Sin embargo y a pesar de las buenas intenciones de las monjas, el colegio
no pudo desarrollar su funcionamiento normal, por varias razones.
El colegio no contaba con las instalaciones necesarias para que las
hermanas pernoctaran allí, así que mientras se solucionaba este problema,
comían y dormían en el ancianato.
Además, la vecindad del Permanente y la Cárcel, comportaba una serie de
inconvenientes, los cuales se acentuaron el día o más bien la noche, en que un
grupo numeroso de presos se voló, saltando los muros del ancianato y pasando
por los dormitorios de las monjas, por lo cual se llevaron un tremendo susto,
sin contar con el soez vocabulario que estos delincuentes utilizan cuando están
en sus patios, pared de por medio con el colegio y que es escuchado por las
religiosas y sus alumnas.
Ante estos inconvenientes, los más interesados en sacar adelante el
proyectado colegio, en cabeza del padre Jordán, se reunieron con las
autoridades locales con el fin de presentarles las modificaciones que
consideraban convenientes para darle una solución apropiada.
En primer lugar, solicitaron el traslado del Permanente y la Cárcel
Municipal, al edificio que otrora ocupara la cárcel del circuito, que estaba
disponible por el traslado que se hiciera a la nueva Cárcel Modelo, frente al
parque Antonia Santos, edificio que quedaba en la esquina de la calle trece con
avenida octava y que habían dedicado transitoriamente a instalar el archivo de
las entidades locales y algunas oficinas.
La mayor dificultad para aceptar este traslado lo constituía la
alimentación que se le dada a los presos, pues la obtenían a muy bajo precio en
el ancianato, sin embargo, las monjas insistieron y el gobierno aceptó y así
los dos edificios fueron acondicionados, posteriormente a las exigencias, de
acuerdo con la moderna pedagogía de esos días.
El grupo de solicitantes, que incluía a los personajes de mayor
representación de la ciudad, entre los que se contaban los profesionales,
empresarios y maestros, citaban el ejemplo del colegio Sagrado Corazón de
Jesús, situado dos cuadras más arriba, por la avenida cuarta, que era
completamente gratuito y solicitaban un tratamiento similar con una propuesta
concreta, que para ellos era viable así:
Suprimir la Normal Regular y establecer el colegio Cúcuta, sin escuela
anexa, únicamente con bachillerato elemental (era el bachillerato hasta cuarto
año), desde el preparatorio (quinto de primaria) hasta cuarto de bachillerato,
con la seguridad que el tercero y cuarto años, podrían comenzar el año
entrante; con esta perspectiva se dispondría de salones para los cinco cursos,
además de biblioteca, oratorio y las comodidades necesarias para la permanencia
de las religiosas.
La escuela anexa, comenzaría el año siguiente, una vez se adecuaran las
instalaciones donde funcionaba al Permanente.
El principal argumento esgrimido para no continuar con el proyecto de
educación normalista, era que “las cucuteñas no están interesadas en cursar una
carrera normalista, para ir después a un caserío o municipio lejano, de
maestras, a base de intrigas, amén de que en las normales nacionales de Bogotá,
Tunja, Bucaramanga y Málaga y en las del departamento, hay becas para nuestras
muchachas.”
En cambio, decían, con un colegio de bachillerato, por demás gratuito y
dirigido por religiosas, sería de gran beneficio para la clase media económica
de Cúcuta. Agregaban enfáticamente, “…que a los colegios de La Presentación y
Santa Teresa, no pueden asistir las mujeres de las clases pobres, por las
pensiones, uniformes y textos demasiado costosos.”
En reunión con el gobernador, el grupo encabezado por el párroco de la
iglesia de San José, logró convencerlo para que dictara las medidas que
favorecieran a la clase media, autorizando al Colegio Cúcuta para iniciar sus
actividades académicas, tales como se había propuesto, eso sí, posponiendo la
apertura de una Escuela Normal, que seguía siendo una de las necesidades de la
ciudad, ya que las mujeres interesadas en continuar con la noble profesión de
docente, debían trasladarse a otras regiones.
Por esa razón, dejaron consignada su intención que en un futuro no muy
lejano, por cuenta del Departamento o de la Nación, sea fundada una Normal para
señoritas, en cómodo y amplio edificio, con canchas de deportes, biblioteca,
teatro, huerta casera, internado, piscina, etc., tal como lo exige la moderna
pedagogía.
El hecho es que el Colegio Cúcuta, solamente duró unos pocos años y el
proyecto de la Normal, revivió bajo la tutela de la misma congregación y en las
mismas instalaciones en que hoy la conocemos con el nombre de Normal María
Auxiliadora.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
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