José Joaquín Urdaneta Castro
Avenida 9ª entre calles 0 y 1
Era el mes de Julio del año 2.013, venía
regresando de la ciudad de Bogotá después de 14 horas ininterrumpidas de viaje
por carretera en “Berlinas del Fonce”,
empresa de transporte colombiana propietaria de buses cama, no me había pasado
el susto del viaje en avión en que me había dirigido hacia Bogotá cinco días
antes.
Había viajado por Avianca desde el
aeropuerto “Camilo Daza”, de la
ciudad de Cúcuta, transcurridos 25 minutos de vuelo a la altura de Bucaramanga,
el piloto dice por los altavoces, señores pasajeros (nunca dice, señores y señoras,
pasajeros y pasajeras), estamos presentando problemas en los tanques de
combustible, hay un sobrecalentamiento, les agradecemos permanecer sentados y
abrocharse los cinturones, (le faltó decir: encomiéndense a Dios, aprieten los
dientes y agárrense duro, pensé en aquel momento).
La sorpresa inicial se convirtió en
silencio sepulcral, todos miramos a nuestro vecino inmediato, la vida entera
nos pasó toda completa en la próxima eterna media hora restante hasta llegar
con dificultad, humo, ruido, susto y aplausos al aeropuerto “el Dorado” de la ciudad de Bogotá.
Me dirigía a “Agroexpo 2.013”, exposición agroindustrial que se celebra cada
dos años en esta ciudad, tal y como venía haciéndolo durante 25 años, allí
muestran los avances tecnológicos y científicos en materia agropecuaria del
mundo entero.
Estábamos recabando información necesaria
para terminar de formular el “Plan
Nacional Productivo Pecuario Alberto Adriani”, como apoyo ad honorem a
la campaña por la presidencia de Fedenaga de nuestro difunto y extrañado
compadre Rubén Darío Barboza Carroz, propuesta diseñada para rescatar la
producción pecuaria venezolana en 6 años, plan que posteriormente sería
presentado y promovido al gobierno nacional por Rubén Darío el día 11 de Febrero
del 2.014.
Había decidido regresar por tierra porque
el “culillo es libre”, decimos
los zulianos.
Es importante destacar que siendo Colombia
un país en guerra, prácticamente no existen alcabalas y ningún policía
acostado, como llamamos en Venezuela a los muros que anárquicamente colocan en
las carreteras para obligar a los vehículos a detenerse casi siempre en medio
de la nada a merced de los vendedores o de los asaltantes de caminos.
Llegamos puntualmente a las 7 a.m. al
terminal de pasajeros de Cúcuta tal y como nos habían dicho en Bogotá. Al bajar
del autobús me aborda un anciano de aproximadamente 75 años, de cabello blanco,
bajo de estatura y robusto como un tambor.
-Buenos días para servirle su merced….me
saluda. -Buenos días le respondo,…...todavía medio dormido y acalambrado por el
largo viaje. -¿Para dónde se dirige, su merced? ……Insiste con la amabilidad
típica del colombiano. -Voy al centro por la séptima, respondo sintiendo
confianza ante su simpatía. -Vamos yo lo llevo,….me dice imperativo y jovial.
El anciano toma mi maleta repleta de
folletos y libros como si fuera una pluma y la embarca sin esfuerzo alguno en
su carro Chevrolet modelo 1965 en perfecto estado.
- Caramba usted tiene más fuerza que un
muchacho…expreso asombrado. - Es que soy nieto e hijo de arrieros, toda mi vida
he hecho ¨juerza¨… me dice. -¿Usted no es de Cúcuta?... le pregunto al chofer. -No
su merced, yo soy paisa, tengo 80 años de edad y 60 en esta tierra, conozco
aquí a Raymundo y todo el mundo… dice parafraseando la canción. - ¿Cómo se
llama Ud.?... le pregunto. -Yo me nombro Justiniano Mesa Giraldo... Me responde.
Todavía recuerdo su nombre como si fuera
hoy. Me embarco en el vehículo, que está reluciente y con olor a cuero y le
hago la pregunta que se estaba haciendo toda Venezuela en ese momento.
-¿Es verdad lo que dicen, que Nicolás
Maduro es nativo de Cúcuta?... le pregunto curioso. - Ya le voy a mostrar dónde
vivía ese zagaletón, bueno pa´ nada… dice el taxista. -¿Cómo es eso Don
Justiniano?... le insisto. -Es que vivía cerquita de aquí, todo el tiempo
andaba en la calle jugando fútbol, no le gustaba el estudio. -Pero su papá es
venezolano...le digo. -Sí, era venezolano y comunista, aquí estaba escondido de
la Digepol de ustedes, viviendo aquí se enamoró de Teresita Moros, la mamá de
su presidente... venga y le muestro dónde es…vamos a la casa de las señoritas. -¿A
la casa de las señoritas?... pregunté. ¿Cómo es eso, no será la casa de las
muñecas?... (un famoso prostíbulo muy visitado por los venezolanos). -No, no,
me responde, allí también se la pasaba ¨metío¨, porque como era alto y flaco,
igualito a una vara de tumbar cocos, hacía creer que era mayor de edad. Acá le
consiguieron un puesto de colector de autobús que iba y venía a San Antonio,
pero nunca entregaba las cuentas completas, por eso fue que su papá lo mandó pa´
Caracas, a ver si estudiaba. Según lo que sé, nunca estudió, llegó a dónde
llegó por Chávez. –Continúa... A las Moros le decían las señoritas, porque la
mamá de su presidente, Teresita y sus tías eran solteronas y rezanderas, por
eso la llaman “la casa de las
señoritas”, inclusive al muchacho le decían la señorita, lo que lo
enfurecía.
Entonces salimos del terminal hacia la
casa materna del actual presidente de la República de Venezuela. Tres cuadras
más adelante cruzamos a la derecha y tres cuadras más en la esquina con la
carrera novena Justiniano detuvo el carro.
- Mire usted, esta es la casa… dijo
deteniéndose en la entrada. -Esta es la casa, es verdad lo que dicen… Pensé.
Allí estaba la casa dónde según los
vecinos del sector había nacido, “Nicolás
Maduro Moros”, actual presidente de la República Bolivariana de
Venezuela. Me quedé observándola detalladamente, era una casa modesta color
verde oliva con rejas blancas, ubicada en uno de los sectores anteriormente más
humildes de la ciudad de Cúcuta, a cinco cuadras de la Iglesia de la novena.
-Aquí era dónde vivía Teresita la mamá del
presidente de ustedes… dice sin referirme al nombre. -¿Por qué no lo llama por
su nombre?… le pregunto. -Porque es un ingrato, quién reniega de su tierra y su
familia se arruina, no tiene futuro… me responde con un dejo de rabia. -¿Es que
no están contentos con que un paisano de ustedes sea presidente de mi país? -Yo
que lo conocí siendo un niño, nunca me imaginé que un paisano conocido aquí por
todos en el barrio nos iba a hacer tanto daño. Es verdad que pa´ los comunistas
no hay fronteras, pero también es verdad que Colombia y Venezuela siempre
fueron países hermanos y cuando el negocio no era de aquí pa´allá, entonces era
de allá pa´acá, dice con un rictus de decepción en su boca… -Usted no ve como
está Cúcuta?... continúa… ese señor acabó con el comercio entre los dos países,
lo único que le falta es que termine cerrando por completo las fronteras como
lo hizo para las elecciones de abril… -¿Por qué cree Ud. que las cerró?... le pregunto. -Usted sabe que en la frontera
todos tenemos cédulas de los dos lados, yo estoy seguro que lo hizo porque como
se ha portado tan mal con sus paisanos, él sabe que íbamos a votar en contra de
él y eso ayudaba al otro candidato de ustedes.
Continuamos el camino a dónde me dirigía,
pensando cada una de las cosas que había visto y había escuchado de un testigo
presencial del origen colombiano del actual presidente de Venezuela que
afirmaba con certeza y seguridad cada una de las palabras que había escuchado
en los últimos 20 minutos.
Siendo cierta la historia escuchada, mis
preguntas y reflexiones son: ¿Dónde están las autoridades garantes de la
constitución? ¿Acaso un proyecto socio populista está por encima de los
intereses supremos de una nación? ¿Qué ocurre con nuestra seguridad y defensa
nacional? Siendo cierta la historia escuchada, “Nicolás Maduro Moros”, según la Constitución Nacional no puede
ser el presidente de la República de Venezuela.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
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