lunes, 11 de julio de 2016

969.- UN RELATO DEL TERREMOTO DE CUCUTA



Pablo E. Ramírez Calderón


Al observar las horrendas imágenes que nos trajo la televisión sobre el pavoroso terremoto, ocurrido recientemente en las poblaciones costeras del Ecuador, recordamos una vez más, la fecha del 18 de mayo de 1875, que nunca la olvidamos los nortesantandereanos, cuando ocurrió el sismo que destruyó nuestra floreciente capital y otras poblaciones vecinas del departamento, San Cayetano y El Rosario y del occidente de Venezuela, como San Antonio, Táriba y San Cristóbal.

El martes, 18 de mayo de 1875, hace 141 años, aproximadamente a las once y media de la mañana, cuando los cucuteños, tempraneros como somos, para el yantar, se disponían a hacerlo, y se presentaron tres fuertes temblores, que destruyeron la ciudad en su totalidad; no quedó ni una sola casa en pie ni escuelas, ni iglesias, solo algunos árboles.

De unos doce mil habitantes, que tenía la ciudad, perecieron aplastados por el peso de las paredes de casas y edificios, que eran pocos de dos plantas, unas dos mil quinientos a tres mil personas.

En los caminos y en los campos se produjeron profundas y amplias grietas, donde también perecieron algunos animales y seres humanos.

Decenas de animales mulares, cargadas de café para la exportación, se hallaban en ese momento, listas para descargarlas, perecieron también, aplastadas, por el peso de los derrumbes.

Las escenas de  llanto y dolor que padecieron los sobrevivientes, fueron inenarrables, por la muerte de padres, madres e hijos,  esposos y esposas,  cuyos sobrevivientes, quedaron en completa soledad y desamparo.

Como complemento de los derrumbes, se presentó una ola de polvo, que se introducía por la boca, la nariz, los ojos, e impedían ver y reconocer a poca distancia, unos de otros los sobrevivientes, amigos, familiares o conocidos y les ocasionaban fenómenos de dificultad respiratoria, que desapareció, cuando se presentó un fuerte aguacero, que los limpió un poco.

Algunos datos anecdóticos se han contado en algunos relatos del sismo. Se dijo que un vecino que había vivido los episodios de otro sismo similar, en la población venezolana de Lobatera, dijo antes, que le olía a Lobatera y aconsejó tomaran algunas precauciones, que no se tuvieron en cuenta, pero él se alejó y se salvó. Observaron también que las aves se fueron temprano a sus nidos, cuando empezó a temblar.

Una cuadrilla de bandidos apareció a  saquear las cajas de caudales y los bienes de los muertos, motivo por el cual los generales, Fortunato Bernal y Leonardo Canal, jefes militares de la región, decidieron juzgarlos en un Consejo de Guerra y aprehendieron al más delincuente con antecedentes penales, un maracucho, llamado Piringo y lo sentenciaron a la pena de muerte, que se cumplió, inmediatamente, por fusilamiento, motivo por el cual cesaron los robos y saqueos.

Dos días antes del terremoto, el domingo 16 y el lunes 17 ocurrieron varios temblores fuertes, que alarmaron a los pobladores de toda la región.

El señor Gabriel Galvis propietario de extensos terrenos al sur de la ciudad, en lo que hoy se llama el caserío de San Pedro, ofreció alojamiento y comida a los sobrevivientes y al gobierno nacional, sitio para reubicar la ciudad, cuyas autoridades funcionaron allí por pocos días.

Fue el ingeniero venezolano don Francisco de Paula Andrade, quien se encargó de diseñar los planos de la reconstruida ciudad, quien la trazó con calles y avenidas amplias y rectas, que pronto con la ayuda de los gobiernos nacional, encabezado por su presidente, doctor Santiago Pérez y del Estado de Santander, presidido por el  señor Don Aquileo Parra, posteriormente presidente de Colombia, y la colaboración de la ciudadanía, local y del exterior, muy amplia, en poco tiempo, se levantó, en forma pujante y vigorosa, como ha continuado en un desarrollo, día a día, cada vez más admirable.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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