lunes, 19 de septiembre de 2016

1004.- ASONADA RELIGIOSA EN SAN LUIS



Gerardo Raynaud

Desde el mismo comienzo de la conquista, la iglesia católica estuvo enquistada en la nueva sociedad, pues su misión, la encomendada por los reyes, era la de conquistar las almas para la gloria de Dios, claro, sin olvidarse de sus bienes materiales, esos sí, para el prestigio y el honor de la corona.

En toda misión era obligatorio incluir un monje y toda expedición iba acompañada de religiosos que serían instalados posteriormente como “curas de almas”, bautizando a cuantos “salvajes” se atravesaran en su camino, siempre y cuando éstos se dejaran convencer.

Por esta razón, el catolicismo expandió sus redes por toda la América hispana, circunstancia que no sucedió con los  vecinos nativos del norte, a quienes los anglosajones conquistaron ofreciéndoles una cultura diametralmente opuesta.

Por motivos como éstos, avanzado el tiempo e instaurada la independencia, la religión y especialmente la católica, tenían la mayor injerencia en los destinos de estas nuevas naciones, de manera que curas y obispos mantenían una supremacía en las decisiones políticas y sociales que los hacía verdaderos líderes, al punto que ninguna disposición, fallo o medida se tomaba sin su aprobación o consentimiento.

Pero a medida que avanzaba el tiempo, las políticas liberales fueron modificando las estructuras de la sociedad y nuevos cultos fueron apareciendo.

Estos nuevos escenarios comenzaron a generar angustias y desazón entre los representantes católicos, quienes desde el púlpito incitaban a sus fieles a combatir a sus rivales, llegando en ocasiones a provocar verdaderas amotinamientos, como lo sucedido en el año 1945 en el corregimiento de San Luis  de la calurosa villa de San José de Cúcuta y que paso a narrarles.

Se acercaba la hora del almuerzo del domingo 7 de enero, cuando se reunió a la salida del templo o de una casa vecina de la avenida segunda, una muchedumbre de parroquianos compuesta de hombres, mujeres y niños, en número de unos doscientos.

El corregidor Víctor Camacho, quien pasaba por el lugar, supuso que era uno de los llamados “ejercicios de primer domingo”, pero en un momento dado vio como la multitud se agolpó frente a la casa del señor Pablo Bello, a quien presumían “evangélico” y luego de arengas y una que otra palabra injuriosa, comenzaron a apedrearla.

Ante este hecho, el corregidor, decidió intervenir para calmar los ánimos y situándose frente a la casa  agredida logró apaciguar el descontento e impedir los oscuros propósitos de la turba. Posteriormente y previendo que la situación pudiera empeorar, decidió llamar a las autoridades municipales solicitando destacamentos de la policía municipal y nacional.

Y en efecto así sucedió, pues el tropel continuó su camino gritando vivas al cura párroco y a la virgen María, hasta llegar a la vivienda de otro personaje la cual apedrearon igualmente.

Para evitar que la situación se desbordara, el corregidor ordenó la requisa y desarme de los presuntos cabecillas a quienes remitió al Permanente Central.

Entre tanto y una vez disuelta la manifestación, el cura párroco José Rubén Rubio, llegó a las oficinas del corregidor para enterarse de lo sucedido. Luego del sucinto relato del funcionario, lo único que atinó a decir, con cierto asombro, el presbítero fue: “lo ocurrido está muy mal hecho”.

Esta fue la versión oficial de los acontecimientos, la que fue publicada en los medios locales con destacados titulares como “Asonada religiosa” o “Motín político”, sin embargo, un grupo de ilustres personalidades del lugar solicitaron la rectificación de la noticia, por cuanto consideraron que lo relatado no correspondía a la verdad y enviaron su versión de los hechos.

En su nota a la redacción de los periódicos, indicaron que los anteriores titulares no correspondían a la verdad y que lo sucedido en San Luis radicaba simplemente “que existe allí un foco muy peligroso de propaganda protestante, empeñado en desarraigar de la conciencia del pueblo católico sus creencias sacrosantas; los  católicos en legítima defensa del más grande ideal de nuestra nacionalidad y de nuestro pueblo salieron a las calles a hacer manifestación pública y pacífica de sus sentimientos, con el propósito muy patriótico por cierto, de encender y avivar más aún, la fe de nuestros mayores.

Efectivamente un grupo muy respetable de damas, niños y caballeros de la población, salieron en horas de la tarde a recorrer las calles elevando cánticos religiosos en honor de la Virgen y de nuestro único Dios, sin pretender con esto ofender a nadie.

Pero al pasar frente a la casa habitada por el señor Pablo Bello, lugar donde frecuentemente llegan los pastores protestantes a hacer sus reuniones propagandísticas, los manifestantes católicos fueron sorprendidos por la intervención del señor Bello, quien desde el interior de su casa se propuso llamarles la atención seguramente con el fin de formar desórdenes.

Como los manifestantes no atendieran ni respondieran a los llamados de dicho señor, sino que continuaran su marcha vivando a Cristo Rey, intervino el corregidor Víctor Camacho quien en forma atrevida se lanzó contra el señor Venancio Gómez, quien es una persona anciana y enferma, estrujándolo violentamente.

Ante semejante proceder los manifestantes necesariamente tuvieron que proceder, pero no con piedras ni con insultos como pretende hacerlo creer el corregidor, sino con la varonía y la entereza de quienes se ven ultrajados y perseguidos por las autoridades que debían garantizarles a todos sus derechos ciudadanos.

Es absolutamente falso que allí hubiera pedrea, ni que los manifestantes albergaran oscuros propósitos como lo afirma el corregidor.”

Al margen de las versiones, los sucesos ocurridos ese domingo, movilizó a todas las autoridades hasta el lugar de los acontecimientos, alcalde y gobernador incluidos, pues desde un principio se había creído que se trataba de uno de tantos enfrentamientos partidistas, toda vez que hubo un ataque adicional contra la vivienda de don Jorge Martínez, un honrado padre de trece hijos, todos bautizados por la Iglesia católica, pero que no acostumbraba a ir “fanáticamente al templo del padre Rubio” como él mismo lo aseguró y que el atentado contra él y su familia se debía a que era liberal.

Aprovechando la visita de los ilustres visitantes, los líderes del movimiento solicitaron o más bien, exigieron el inmediato cambio del corregidor, “por considerarlo elemento incapaz de desempeñar digna e inteligentemente el cargo y para evitar futuros desórdenes, ya que el citado  señor carece de las cualidades que amerita un buen funcionario.”

Esta fue una de las tantas protestas que continuaron presentándose en el municipio.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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