jueves, 20 de octubre de 2016

1017.- GILBERTO MALDONADO MORENO, LUZ Y SENDERO DE LA AFICION



Luis Fernando Carrillo


Gilberto Maldonado Moreno

UNO

Cuarenta y dos años después Gilberto, hijo de don Felipe Ezequiel y doña María Luisa, recuerda con lucidez solar el día que cristalizó su vocación, irremediable, de ser locutor y comentarista deportivo. Hacia 1950, en la calle 6 con avenida 9a., en la “tienda de doña María”, propiedad de la madre de Antonio Soler Lozano, se reunía la muchachada de El Llano, Callejón y Carora, para comentar de futbol, con el deseo de muchos de emular a Carlos Arturo Rueda y Pastor Londoño: un pote con huecos adherido a un palo por un pedazo de cabuya, servía de improvisado micrófono.

Maldonado se imaginaba partidos que en voz y su emoción terminaban en verdaderos clásicos, sacados de las jugadas presenciadas en el General Santander, en donde el Cúcuta se iniciaba en el profesionalismo.

Sus oyentes eran los compañeros de barriada que le decían “bien, Gilberto”, aunque no faltaba algún
pesimista.

Afortunadamente para Maldonado Moreno a los dos únicos locutores deportivos les dio por irse por el calor, los zancudos y la tierra; don Álvaro Barreto Niño, de La Voz del Norte, se devolvió para Bucaramanga y Gabriel Pineda González, de La Voz de Cúcuta, para Manizales.

Don Alejandro Sánchez Cuadros, propietario de La Voz de Cúcuta (avenida 5 calle 10), organizó un concurso para suplir a Pineda.

Debían trasmitir un partido entre el Cúcuta con Deportes Caldas, “en vivo y en directo”. Maldonado ganó de lejos.

Esa locura por la locución continúa 42 años después, en medio de sinsabores y alegrías, desde que un domingo caluroso de mayo don Alejandro lo llevó a conocer en realidad un micrófono y a cantar con toda la fuerza de sus pulmones, pero con tristeza en el alma, el gol que marcara ‘Stuca’ Ávila para dar el triunfo al Caldas. Momento amargo del hincha en medio de la alegría del oficio logrado.

La vida de Maldonado ha sido un constante peregrinar por los micrófonos, realizándose como persona
y como profesional. Recién fundada trabajó en Radio Guaimaral, donde trasmitió, con Carlos Ramírez París y ‘El Pote’ Sandoval Burgos, el suramericano de baloncesto de 1955, en intensas jornadas nocturnas de grata recordación.

En Radio Internacional trabajó 14 años a partir de 1959; fue su época más profesional y se dio a conocer nacionalmente. Allí nació Antorcha Deportiva con su famoso slogan “luz y sendero de la afi ción”.

Es respetado entre los colegas y amigos que lo llaman ‘El Comandante’, en alusión a su programa que se trasmite por La Voz del Norte “Comando Deportivo”, “con la avanzada del comando y la noticia”.

El tino pausado de sus informes ha creado un estilo peculiar que lo coloca entre los mejores del comentario deportivo, con una actualidad que no han podido desplazar los nuevos dueños del micrófono. Es que su voz desfiló por todos los ámbitos, aún como presentador de La Voz de Cúcuta, cuando actuaron en el escenario figuras como Juan Legido, Pedro Vargas, Sofía Álvarez, Los Panchos, Garzón y Collazos y las hermanas Montoya.

DOS

Gilberto Maldonado Moreno nació hace 60 años y 8 meses en el barrio El Llano y de su matrimonio, en 1955, existen siete hijos y seis nietos que ahora extienden la familia y se ufanan de oír al nono hablar por la radio y decir cosas importantes.

Sus estudios de primaria los hace en el Liceo San Antonio, dirigido por Víctor Manuel Prato y Armando Rodríguez. El primero de bachillerato en el Sagrado Corazón de Jesús, segundo en el San José, fundado por el padre Daniel Jordán, con profesores de la talla de don Luis y Régulo García-Herreros, para contrarrestar al Gremios Unidos, instituto laico que desafiaba a la sociedad de entonces no enseñando religión.

Sus estudios terminan con un inconcluso tercero en el Instituto Nariño, regido por el bien conocido Ramón Cárdenas Silva, buen profesor y mejor conservador, que tenía su propia versión de la masacre de las bananeras. No fue del agrado de Maldonado este enfoque, por ser liberal y haber oído otra distinta en casa, por lo que opta romper con los estudios, hasta aquella tarde en que don Alejandro lo colocó frente a un micrófono.

Sus estudios los alternaba con béisbol, baloncesto y sobre todo fútbol, en el que no descollaría como excelso manejador de “la esférica”, pero sí como domador de “cachito”, una especie de puntilla vegetal que se daba silvestre en Cúcuta y que malogró más de un balón. Por economía doméstica se jugaba descalzo y el famoso cachito hacía de las suyas. Muy pocos lograron superarlo, entre esos Maldonado Moreno, quien formó callo en sus pies antes que renunciar a la práctica futbolística.

En una de esas canchas por los lados de lo que hoy es la Diagonal Santander, vio a un hombre delgado, de regular estatura, que coparía gran parte de la historia del fútbol del Norte de Santander: se trataba de Jorge Escobar, Manino, forjador de figuras como Rolando Serrano, Germán González, Santander, Chita Gómez, quien un día cualquiera murió en su ley, pues inflando un balón sufrió un infarto que terminó con sus sueños.

TRES

Frisando los sesenta y uno, Maldonado se considera feliz al lado de su esposa Mercedes Carvajal y sus hijos Yolanda, Laura, María Mercedes, Gisela, Gilberto, Sergio Hernán y Jairo Alberto, y los nietos que le rejuvenecen la vida.

Piensa que hizo todo lo que debía hacer y espera que las nuevas generaciones de la locución continúen las enseñanzas de sus maestros, mientras llega la hora del reposo para los viejos guerreros quienes, como Maldonado, evocan aquellos tiempos en que ‘Gallito’ Contreras era defensa incomparable y Walter Gómez hacía lo que quería con la pelota para delicia de los aficionados.

Recuerda con nostalgia los día idos, a los hermanos Díaz, a Toto Fuentes, Toto Hernández, el Cúcuta Deportivo de 1950, formado en base al River Plate de Montevideo, que inundó de alegría y goles el estadio General Santander y, en fin, todas aquellas cosas buenas y malas que en 40 años de locución han pasado por su vida, la misma vida de esta ciudad tan cara a sus sueños y realizaciones rubricados con esa voz precisa de comandante que le impone a sus comentarios.

(San José de Cúcuta, Mayo de 1992).




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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