Pedro Jáuregui Avila
'Los recocheros', encabezados por
Silvio Demoya (círculo), le ofrecieron un homenaje a Juan Ramón ‘La Bruja’
Verón, campeón de la Copa Intercontinental 1968, que reforzó al Cúcuta
Deportivo.
Llegar a su casa y compartir un café era un gusto porque Silvio tenía temas
y cosas para llenar por lo menos tres libros similares al cuento de Las mil y
una noches.
El comienzo
Dicen que las cosas ocurren por algo, de lo contrario no pasarían. Silvio Joaquín
Demoya Barragá nació el 26 de septiembre de 1933 en Corral de Piedra,
corregimiento de Colores (La Guajira), de padre guajiro y de una india llena de
sabiduría.
El 27 de junio de 1967 llegó a
Cúcuta procedente de Barranquilla tras los pasos de una ocañera, madre de cinco hijos, ninguno de
él y de Federico, que sí era suyo.
Cuando estaba en Barranquilla se enamoró del Cúcuta Deportivo, tal vez
porque era el único equipo que plantaba cara a los equipos tradicionales de
Bogotá, Millonarios y Santa Fe, primeros ganadores del torneo profesional; por
eso, cuando su compañera de ocasión le dijo que se venía para la frontera no lo
dudó y se vino con ella.
Y es que Silvio fue como el personaje de la canción Sublime Mujer de
Vicente Fernández, que dice: “que no
pudo dormir siete noches en la misma cama”.
Tuvo 17 mujeres y 28 hijos, pero como todo tiene su fin, las correrías del
gallo inquieto que era Silvio Demoya acabaron cuando apareció Fraisydy
Sandoval, una tibuyana de 20 años, con quien tuvo su última hogar y quien lo
acompañó hasta el último momento.
'Recochero' del Cúcuta
Su pasión por el Cúcuta Deportivo
lo hizo cliente regular del estadio General Santander. Comenzando la
década de 1970 conformó la barra ‘Los Recocheros’, la primera que se fundó de hinchas del Cúcuta Deportivo, la
segunda en el país, la primera fue el Ballet Azul, de los seguidores de
Millonarios.
La barra ‘Los Recocheros’ se ubicó siempre en la tribuna lateral Norte, en
sus filas estaban entre otros, además de Silvio, el ‘Cabo’ Vila, Rocío Velasco,
Amílcar Landazábal, ‘Pachito’ Vergel, el ‘loco’ Dávila y Abel Hernández, quien
era el que cargaba la bombona de la sirena. Todos sus integrantes eran famosos
por su lenguaje procaz.
Al estadio llegaban sobre la una de la tarde, o antes, e instalaban su
espectáculo. Después nacieron la barras ‘Los sinvergüenzas de siempre’, ‘Los
pancheros’ de San Luis, los ‘Amigos del Volante’, la de Álvaro Sarmiento, el
‘Loco de los potes’; y Los toches, que lideraba Rodolfo ‘El loco’ Yáñez
Grande.
Una rueda suelta de esta última era Gustavo Morelli, que salía con el
equipo empuñando la bandera del equipo rojinegro. Otras ruedas dentro del
estadio eran Amílkar Landazábal y ‘Polo’ Brahim, quienes a su manera,
animaban al público para apoyar al equipo.
‘Los Recocheros’ eran famosos por
sus bromas, de ahí el nombre.
Y llegó al Cúcuta
Su crecimiento como dirigente hizo que Germán Guerrero Vargas, quien lo
ayudó para adecuar el barrio Galán, lo invitará a formar parte de la junta
directiva Cúcuta Deportivo, del cual era su presidente.
Su primer regalo a la institución
fue pagar los pasajes para traer a Juan Ramón Verón y Arnoldo Iguarán quienes
estaban en Barranquilla y luego a William Knight.
“Costó traer más a Knight que vivía en El Bagre (Antioquia) que a Verón e
Iguarán; por los de Barranquilla me gasté en pasajes por avión $30.000 y por
Knight, $60.000”, contó una mañana de mayo de 2015, tras un segundo pocillo de
café.
También contó que le prestó $30 millones a Germán Guerrero para enfrentar
un problema económico del equipo profesional, pero que no tuvo problemas para
que el dirigente se los regresara.
‘El exorcista’
Su habilidad para resolver cualquier clase de entuertos le dio prestigio
para ayudar a su comunidad y darle, en dos oportunidades, al Cúcuta Deportivo
la oportunidad de salir de su miseria deportiva.
Tenía cuatro guías para hacer su
trabajo: Adonaí, Eloy, Jehová, San Cipriano y Dios, como ser Supremo, según
contó.
En 1973, Margarita Silva de Uribe, alcaldesa por decreto de Cúcuta, en ese
momento, se le acercó y le dijo que le ayudará con el Cúcuta Deportivo porque
consideraba que el equipo estaba embrujado o rezado que para el caso era lo
mismo toda vez que la escuadra empezaba ganando y al final perdía.
Le dijo en otras palabras que le hiciera un exorcismo al equipo. Y Silvio,
persona de carne y hueso, no un personaje de la imaginación de J.K. Rowling, la
escritora de Harry Potter, arriesgó su prestigio.
Una día de abril llegó a las 11 de la noche al estadio General Santander,
vestido con una sotana negra y escarbaron donde sus guías le habían dicho y
encontraron una muñeca de cera negra enterrada y en las extremos donde se
cobraba los tiros de esquinas las fotos de los jugadores envueltos en bolsas de
plásticos. El despojo, así le dicen a los ‘entierros’, fue puesto por unos
costeños, contó a las personas que lo acompañaron.
El domingo siguiente, antes del
juego conjuró las porterías; Cúcuta enfrentó al Atlético Junior y lo derrotó
(2-1), el maleficio había terminado.
Treinta y tres años después, el alcalde Ramiro Suárez le pidió el favor que
hiciera su trabajo sanador, una vez más, al estadio General Santander porque el
equipo no carburaba como todos querían.
Era el mes de marzo y nuevamente Silvio Demoya se puso su sotana, llegó
después de las 11 de la noche al estadio General Santander e hizo su trabajo.
Cúcuta fue campeón por primera y única vez. En la mitad de la cancha, después
de revolver la tierra, se encontró un balón con los retratos de los jugadores,
tierra de cementerio, pelos y huesos de muerto.
Al ser consultado sobre el autor de ello confesó que fue una persona buena
que quiso mucho al equipo, pero que había sido maltratado por allegados a la
escuadra y para castigar su maltrato puso ese maleficio. Fue su último trabajo
para el equipo de sus amores, porque luego le llegaron a su cuerpo las
enfermedades.
La partida
El 6 de agosto de 2016 se fue de este mundo ‘El recochero mayor’ del
estadio general Santander’ Silvio Joaquín Demoya Barragán, líder cívico y
deportivo, exsocio del Cúcuta Deportivo, espiritista según él y brujo para el
pueblo, además de amigo.
Su ataúd llevó una camiseta
rojinegra y la bandera de la institución como era su deseo porque se
consideraba un hincha de la A y de la B del equipo motilón.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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