martes, 20 de diciembre de 2016

1049.- EN LA SALLE, EL CARTEL DE LAS GALLINETAS



Leopoldo J. Vera Cristo

Reparto:- 3º de izq. a derecha fila superior: Libardo Mojica, -En la misma fila 2º de derecha a izq. Luis Fernando Gil, -Segunda fila de sentados, 2º de izq. a derecha: Alvaro Suárez.

Nadie podría imaginar que en  aquellos tiempos felices y olorosos a santidad, se hubieran gestado en nuestra calurosa Cúcuta los carteles que luego fueron popularizados por los paisas.

Colegio La Salle, primeros años de bachillerato. Todo un mundo de canchas, patios y construcciones que se nos antojaban el espacio más grande que hubiéramos conocido. En la escasa media hora de recreo podíamos recorrer todo ese espacio con la sagrada limitación de las habitaciones de la congregación y la famosa huerta de los hermanos Cristianos, situada en la parte nororiental del colegio.

Nunca la conocí y solo la recuerdo como un portón de alambres y palos, ajustado con una herradura entre dos argollas. Más allá se veían árboles, matas y lo que la imaginación nos deparara. La poblaban un montón de plumíferas que llamaban gallinetas.

Gallinetas: de la familia Tinamidae, unos dicen que es una perdiz grande y otras que se relacionan con las avestruces. Yo conocía las gallinas y los gallos de mi mamá, que morían de viejos porque ella no dejaba tocarlos. Hasta los piscos y gansos que también criaba con cariño. Pero estas raras aves de las que ha escrito hasta Alfonso X el Sabio, no. Tenían un aspecto singular: del cuello hacia arriba la elegancia de Carlitos Bustamante, y de allí hasta los pies la corpulencia del Dr. Sanclemente. Eso si eran estruendosas y parlanchinas como cualquier Gustavo Vejar.

A veces se salían y ponían uno que otro huevo cerca de las canchas de futbol, interesante situación que no escapó a los ojos de uno de nuestros compañeros que ya de muchacho demostraba sus dotes del empresario que luego fue. Libardo Mojica, mi querido amigo y compañero, el único contemporáneo del bachillerato que puede contar la historia de haber celebrado ya el cincuentenario con dos cursos; y aún le faltan por celebrar otros dos. Era de los grandes del curso, tan grande que aún recuerdo que el primer beso en vivo y en directo que presencié en mi vida lo perfeccionó Libardo con su novia, quien gracias a Dios hoy sigue siendo su esposa. Tuve que contárselo en confesión al Padre Jaimes y me gané una penitencia que no le he cobrado aún.

Libardo reclutó dos alfiles y empezó la planeación de uno de los golpes más famosos de la época: el robo de los huevos de las gallinetas de los Hermanos Cristianos. Los dos lugartenientes fueron Alvaro Suárez L. y Luis Fernando Gil.

Alvaro fue y es uno de mis hermanos de crecimiento, fuente fidedigna de lo sucedido; de los Suárez Lizarazo  de antes, nada que ver con los Suárez dueños de la política local actual. Mamador de gallo como buen cucuteño, aún se arrepiente de haberse dejado convencer por Libardo y sostiene que la repartición fue desigual. Tenía un tío millonario, empedernido cazador en el Africa que, hasta donde pude enterarme, no le dejó nada visible.

Luis Fernando, persona retraída, también de los grandes del curso, lucía unos ojos azules conservadores que rechinaban con el negro indio y azabache de los nuestros. El pelo peinado a lo Elvis Presley no le lucía tanto como a Elvis, pero tenía un raro encanto que le proporcionaba el tener unas hermanas muy simpáticas.

Libardo retuvo a sus ayudantes hasta las 5.30 pm, cuando las canchas aledañas a La Huerta ya estaban solas. Los reunió frente al portón, hizo que Luis Fernando quitara la herradura y sigilosamente penetraron al recinto sagrado. A Alvaro le pareció esta primera incursión la entrada al paraíso terrenal. Libardo les indicó dónde estaban los nidos (nunca se supo con qué espías contó para ubicarlos) y procedieron a vaciarlos.

Aún no había desarrollado Libardo todas sus actuales habilidades gerenciales y olvidó prever en qué llevarse los huevos. Tuvieron que acudir a los bolsillos, con el desastroso resultado de los consabidos huevos revueltos. Eran huevos gigantes, de un amarillo bilioso, cuyo raro aroma se impregnó en sus cuerpos en una época de la vida en que los muchachos no eran fanáticos del baño.

Alvarito sostiene que se los llevó a su mamá. Yo no le creo porque aquellas eran épocas de fuete cuando uno no explicaba de dónde salieron los huevitos. Lo cierto es que la leyenda cuenta que fueron a las tiendas de sus vecindarios y se las vendieron a los Don Fausto, Don Pedro y Doña Brígida que había en las esquinas del barrio.

Luis Fernando estaba muy nervioso y años más tarde me dijo que no se acordaba de nada. El resto del colegio si se acuerda. Libardo apresuró la repartición del botín detrás de la plaza de toros y dicen que con sabias reflexiones los convenció de quedarse con la mayoría.

Nadie sabe cómo, pero alguien sapió. Tal vez Luis Fernando y por eso se le olvidó tan rápido. O Alvaro que por esos tiempos se arrepentía rápidamente de las maldades.

En una reunión me parece haberle oído a Gabriel Moure Ramírez que él también estuvo en la confabulación como revisor fiscal de Libardo. Por cierto que fue una reunión en mi casa en Bogotá y Gabriel y Libardo quedaron de encontrarse después de 40 años de no verse en la entrada 6 de Unicentro.

Dice Gabriel que él esperó de pie junto a un desechable de unos 80 años y que cuando Libardo llegó se abalanzó sobre el viejito, lo abrazó y le dijo: -“Gabriel, cuánto tiempo sin verte !”-. Tuvo que llamarle la atención y sacarlo de la confusión.

Los Hermanos Cristianos lo supieron todo.

El sábado siguiente hubo izada solemne de bandera. Era todo un acontecimiento, banda de guerra, himno del colegio, todos los cursos formados en el patio y desde el puente superior que dominaba el patio el Hermano Rector se dirigía al alumnado antes de que los primeros alumnos del curso de turno izaran la bandera.

En esta ocasión el Reverendo Hermano Rodulfo Eloy, insigne educador, escritor y autor de varios libros, tomó la palabra y solicitó que los alumnos Mojica, Suárez y Gil, subieran y lo acompañaran en el podio de las banderas.

Libardo no cabía de la emoción; me confesó que había pensado para sí mismo que al fin reconocían sus dotes y dedicación invitándolo a izar la bandera. Subieron orondos y orgullosos. Cuando se dirigían a las banderas, el Rector los detuvo con una tajante orden; y apenas  los tuvo bien alineados empezó su reflexión:

-”Estos alumnos mancharon el honor del Colegio. Avergonzaron a sus padres y profesores. Como cualquier Barrabás sustrajeron los huevos de las gallinetas de La Huerta y dispusieron de lo que no era suyo. El Colegio  los castiga bajándoles una nota en conducta (4 sobre 5 significaba expulsión) y, como muestra de conmiseración, se reducirá el castigo a media nota si devuelven los huevos”.

Dicen los implicados que sintieron un corrientazo en  la parte donde termina la espalda; Alvaro alcanzó a llorar, Luis Fernando olvidó todo y Libardo aún no sabe si retirar o no de su autobiografía ese episodio. A veces piensa que fue magistral ese estreno empresarial y otras cree que si se sabe, el Concejo Municipal le quitaría la medalla que le otorgó en 1.960 y su numerosa prole podría permitirse la libertad de juzgarlo.

Lo cierto es que la operación rescate de los huevos fue otra brillante empresa que requirió de rápida planeación y ejecución. Los tenderos fueron duros de convencer y entiendo que los papás de los comprometidos tuvieron que comprar los huevos de vuelta por el doble de su valor.

El suceso impactó nuestras mentes preadolescentes e hizo parte de ese montón de recursos que sirvieron a nuestros maestros para formar mientras instruían.

Pasaron los años, Luis Fernando nos dejó por voluntad propia; Alvaro hizo una brillante carrera como maestro en colegios cucuteños y continúa siendo uno de los permanentes aglutinadores del grupo de bachilleres 65; Libardo, destacado y generoso empresario,  continúa escribiendo sus memorias y perfeccionando la retórica con la que día a día hace más adeptos.

Ese sábado aprendimos que el refrán “Más vale pájaro en mano que cien volando”, no funciona para las gallinetas de los Hermanos Cristianos.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

No hay comentarios:

Publicar un comentario