miércoles, 17 de mayo de 2017

1125.- PARAMO DE SANTURBAN, DONDE NACE LA VIDA

Jonathan Ruiz

Varias historias se cuentan de estas lagunas.

Temprano en la mañana. La hora de emprender el viaje es importante. El páramo de Santurbán tiene un clima impredecible, por lo tanto, mientras se disponga de mayor tiempo para la caminata es mejor. En La Viuda (Silos) empieza el frío, aunque nada comparado con lo que vendrá.

Metros más adelante y por la misma vía que lleva a Bucaramanga, hay una salida sutil. A la derecha se entra a un camino de herradura angosto y durante 15 minutos en vehículo se atraviesan cultivos de papa o de cebolla larga. La última parcela es El Estado, de ahí en adelante los pies son el transporte.

Buen abrigo e impermeable, botas pantaneras, suficiente agua, dulces, la ración de comida y mucha voluntad son las herramientas necesarias para emprender camino. Se pasa una quebrada de agua cristalina, más fría que el ambiente. El guía explica que el origen del agua es adonde se debe llegar.

A pesar de solo haber recorrido 100 metros, la falta de oxígeno hace sentir el corazón en la garganta. La cabeza duele, la respiración se acelera por el paso, la neblina llega y se va, amenaza a quien venga con mala intención. Cuando se alcanzan los 3800 metros sobre el nivel del mar, se ve.

El páramo de Santurbán regala la primera postal, un pequeño valle entre dos cumbres donde chorrean pequeñas nacientes, reservorio que dará vida a la quebrada. De igual manera peligroso. La tierra hace el último filtro, enriquece de minerales el agua, una marisma en las alturas que parece papilla. Si pisa se entierra.

A una hora del inicio, empieza el ascenso a la cumbre, 2000 metros por la falda de la montaña se cortan en diagonal. Esta distancia solo para subir los últimos 200 metros en vertical hasta las Lagunas Verdes, destino de la caminata. El viento que silba entre la baja vegetación mueve los únicos valientes atrevidos en crecer, los frailejones.

La longevidad del frailejón paramuno es inigualable, centímetro al año crece conforme filtra la vida recogida del aire. Estos gigantes de más de dos metros, majestuosos y frágiles, enseñan de manera paciente su altruismo. La paz les permite desarrollarse a plenitud, celosos de su habitad. “Si los dañas, hacen que el páramo te eche”, advirtió el guía.

Si era difícil caminar al subir, la infinidad de hilos de agua que caen por la falda forman esponjas de pastos cortos engañosos al pisar, rocas lisas y la pendiente de unos 45 grados, hacen que el esfuerzo crezca. Un sorbo de agua, una mordida al dulce, ajuste al abrigo y aferrarse a la voluntad que la vista a mitad de camino, reaviva.

La recomendación es permanecer en pie, cualquier cambio en el ritmo implicaría mareos o vómito, depende de la preparación física. Unas tres horas a paso medio son requeridas y luego de subir la última pendiente de pasto casi amarillo, el espejo de agua que refleja la cima con la reunión de frailejones más grande visto en el recorrido, marcan la meta.

Son tres lagunas en los límites de Silos, Mutiscua y Vetas, pero el complejo Lagunas Verdes pertenece al parque natural Mutiscua. A este municipio pertenecen 1600 de las 5000 hectáreas del páramo de Santurbán, terrenos comprados por gestión de Corponor y la administración local. Esfuerzo en pro de la conservación.

Varias historias se cuentan de estas lagunas, que “los indígenas chitareros hacían ritos y que al igual que otras tribus alrededor del país, lanzaban el oro a la laguna para venerar a los dioses”, que “hay una tumba memorando un miliciano guerrillero” y que “la laguna se comió dos ciudadanos californianos que visitaron sin prevención el área”.

Edwuard Vanegas, uno de los guías y el más conocedor de los hallazgos del páramo, asevera que si se sigue por la misma ruta, kilómetros adelante se llegará al Valle de los Salados. En donde se encontraron cuevas con cerámica vidriada, pinturas rupestres y cuecos dejados por las tribus chitareras nativas antiguas.

Estas lagunas alimentan el río Zulia, fuente hídrica de abastecimiento para Cúcuta. De vital importancia es, entonces, conservar el área originaria del agua que se consume en la capital del departamento. La parte del páramo del lado santandereano se declaró patrimonio natural, título que aún le falta a la parte  nortesantandereana.

Hace unos años, la multinacional Greystar mostró interés por la zona, luego de efectuar el estudio satelital que reveló los secretos del subsuelo. Santurbán es rico en oro y el fondo de las lagunas de agua glaciar milenaria rebosa del mineral.

El impredecible clima arrecia en cualquier momento, por eso la recomendación es estar poco tiempo en la cima. La neblina baja rápido por el cerro El Viejo, de 4050 metros de altura sobre el nivel del mar, el segundo más alto del municipio. Llegó la hora de bajar y por la misma ruta de subida se emprende el regreso.

El bajar se hace sencillo. En una fracción del tiempo se desciende la montaña. Paso a paso quedan atrás la cima, el pantano y el valle. Los frailejones, cada vez más pequeños en el fondo, continúan erguidos e imponentes. Laguna Verde, de 21 metros de profundidad, y Laguna Surcura, de 81 metros, desaparecen de la vista, escondidas por la altura.

Dos horas después se divisa la parcela El Estado. Los 15 kilómetros  recorridos cobran cuentas en el cuerpo. El barro en la ropa, las mejillas rojas y una travesía lograda se unen para dar satisfacción de la proeza terminada. Un destino de uso consiente al que la naturaleza regala, la majestuosidad de un remanso de paz en peligro de desaparecer.

Cae la tarde y baja el manto blanco que cubre a Santurban para preparar la noche. Temperaturas tan bajas que hasta los menos cuatro grados centígrados llega y que solo soportan las especies nativas. Es su hogar, el que usurpamos por unas horas para conocer dónde nace la vida y el tan preciado líquido que la provee.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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