Gerardo Raynaud
Durante mucho tiempo, Cúcuta ha sido conocida como la “Perla del Norte”,
pero en algún momento, periodistas como Luis Rodrigo Díaz García, absorto por
su empuje y progreso, en la década de los cuarenta, impulsó la propuesta de
llamarla “Ciudad Princesa”, apelativo que al parecer no cuajó entre quienes
debían consolidarlo, tal vez porque en esos años, reñía con el concepto de
masculinidad características de sus habitantes.
Esa invitación nació a raíz de la gran admiración que surgió después hacer
una correría por la ciudad, a finales de los años 40 y apreciar los “surcos de
progreso y ensanche”, según sus propias palabras y que plasmó en un extenso
escrito, algunos de cuyos apartes me permitiré transcribir, con algunas
indicaciones que ubicarán a mis lectores en los lugares que hoy conocemos.
Estaban las calles de la ciudad, en su estado original, esto es, en tierra
apisonada y las del centro, empedradas como aún subsiste en la calle once
frente al edificio de la alcaldía.
Apenas se estaban trazando algunas vías que unirían las “barriadas para que
la población no sufra retardos o perjuicios en sus múltiples actividades”, se
alcanza a leer en los primeros párrafos.
El parque Eduardo Santos del barrio Popular (pocos saben que así se llama
el parque situado entre los colegios Salesiano y Mercedes Ábrego, ya está
terminado y está luciendo como elegante pulmón urbano, proporcionando a sus
numerosos habitantes un sitio público de descanso, refrescado por las suaves
brisas del Pamplonita.
En la siguiente etapa de su correría, se encamina hacia el norte de la
ciudad, “por un camino encajonado entre unas cuantas colinas, sin útil
vegetación y frente a la Texaco, en cuyos predios se está levantando la
estructura metálica para la planta Termoeléctrica municipal que dará luz a toda
la ciudad y fuerza suficiente a todas las empresas, paso gigantesco introducido
a la capital del departamento por el Concejo Municipal, es digno de
aplauso.”
Sigue su artículo diciendo que “extendiendo su mirada de punta a punta de
la Trasversal Santander, que será un elegante paseo y una importante arteria
comercial, ya que de ella se desprenden hacia el sur un buen número de avenidas
y calles, incluyendo las avenidas cuarta, quinta y sexta que ya ordenó
prolongar la Sociedad de Mejoras Públicas y todas las cuales atraviesan la
ciudad en distintas direcciones, entrelazando con la carretera de
Circunvalación que serpentea por entre la colinas del sur cucuteño, dándose así
un abrazo fraternal entre los barrios de los cuatro puntos cardinales.”
Habrán podido identificar a la hoy conocida Diagonal Santander, cuando aún
no se había construido.
A partir de la Estación Cúcuta –ahora Terminal de transportes-, inicia su
marcha hasta el sitio Rosetal y observa en sus costados, el avanzado estado de
construcción de dos de las urbanizaciones que serán residenciales; se refiere a
la Urbanización Copello, de un lado y la Urbanización El Prado, de propiedad de
don Aziz Abrajim, al otro costado.
Hacia el norte a partir de la Estación Cúcuta, se había establecido otro
polo de desarrollo, pues allí estaban concentradas las instalaciones de
la compañía petrolera, el matadero público y el camino al aeropuerto de
Avianca, Cazadero.
Otras obras, en pleno desarrollo y que habían deslumbrado a nuestro
personaje, razón por la cual auspició ese bello nombre, están “camino al sur de
la ciudad internándose por un angosto camino carreteable a orillas del rio
Pamplonita donde se aprecia la construcción del Cuartel Nacional, una extensa
zona de 56 hectáreas donde se construirán diecisiete edificios que servirán
como base de acantonamiento al Regimiento Santander.”
Se trata de la nueva ubicación que le fue asignada al Ejército Nacional,
para que tuviera unas instalaciones propias a sus necesidades y pudiera
trasladarse del centro de la ciudad donde estaban localizados los cuarteles, en
la zona que hoy recordamos como el Mercado de La Sexta. Esa construcción se
estimaba tardaría unos cinco años y sería dada al servicio en los primeros años
de los cincuenta.
Continuando por ese mismo camino se llegaba al Acueducto Moderno, cuyas
obras habían comenzado en 1938, por iniciativa municipal, pero que el Gobierno
Nacional, mediante aportes y auxilios contribuyó en gran parte con su terminación.
Finalmente, y estando en la fase final de su construcción, se destaca en
toda su magnitud el colosal monumento, que representa al Redentor del Mundo
bendiciendo la ciudad.
Escribe nuestro redactor que “esta monumental obra tiene como base un montículo
rocoso situado al sur de la ciudad y ella se debe a la catolicidad del
infatigable luchador R.P. Daniel Jordán, párroco de San José y hombre de
energías especiales que lo hacen acreedor al reconocimiento unánime”.
El padre Jordán venía recogiendo el clamor de los habitantes del barrio El
Caimán, hoy La Cabrera, quienes desde 1908, habían levantado una vetusta cruz
de madera en ese cerro que interrumpía la vía férrea que conducía a la estación
Sur, teniendo que bordearlo para poder sortear esa barrera que le impedía el
tránsito en línea recta.
Con la colaboración de las más prestantes damas de la sociedad cucuteña,
quienes contribuyeron con su esfuerzo y sus finanzas, le encargaron al escultor
boyacense Marcos León Mariño, el diseño y la construcción del monumento y en
menos de un año, logró entregarle a la ciudad, una imagen tallada en piedra, de
Cristo Rey, de 25 metros de altura.
A más de todo esto, pudimos apreciar, decía, “la elegancia de nuevas y
numerosas quintas que sirven de mansión a nuestros grandes señores. Igualmente,
observamos varios modernos edificios comerciales de reciente construcción y de
dos pisos que son propiedad de nuestros magnates que han contribuido a quitar a
Cúcuta, su aspecto de villa, imponiéndole así una fisionomía de ciudad
civilizada.”
Aunque la intención de rebautizarla no prosperó, sí nos quedó el recuento
de una correría por una ciudad en pleno proceso de modernización.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
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