Jenny Ortega
San
Francisco de Asís, Santa Rita, San José, San Antonio de Padua, San Pedro… contabilizar los santos reconocidos por la
Iglesia Católica es un trabajo
arduo que nadie ha podido concretar, aunque se cree que la cifra supera los 2
mil.
De todo el catálogo de los
inmaculados representantes de la cristiandad, Colombia
posee una: la madre Laura, canonizada en mayo de 2013 por el papa Francisco en
el Vaticano.
Quienes
han llegado al máximo peldaño de la espiritualidad debieron cumplir una serie
de requisitos, entre los que se
cuenta hacer milagros, hechos que van más allá de la ciencia o la medicina y
que deben ser comprobados por la iglesia.
Sin
embargo, ignorados por la religión oficial, Cúcuta también posee su cuota de 'santos': un grupo de 'venerables' que
poco a poco han establecido su leyenda, gracias al imaginario
popular de la sociedad, sus creencias y su fe.
No existen escapularios ni
medallas talladas con su rostro, pero a ellos también les piden milagros: poder comprar una casa, un carro, una
moto, conseguir esposo o ganarse el chance.
Al menos
eso dice Luis Humberto Cáceres, sepulturero y encargado del cementerio del
barrio San Luis hoy en 2017, quien ha visto en todos
sus años de trabajo a cientos de personas ir y venir con plegarias y
ofrendas ante las tumbas del
lugar, esperando ser partícipes de una intersección divina que pueda mejorar
alguna situación de su vida.
El niño de los juguetes
El niño falleció cuando tenía
entre 4 o 5 años. Su lápida no establece la fecha de su nacimiento.
La tumba del "niño de
los juguetes" tiene 44 regalos colgando entre sus rejas.
Sin
embargo, entre todas las bóvedas, una resalta más que las otras: la de Henry, "el niño de los
juguetes".
Ni siquiera Luis sabe con
certeza cómo murió el infante un 1 de febrero de 1974, pero su nombre va de boca en boca,
entre creyentes que le dejan regalos como agradecimiento por los 'favores
recibidos'.
De ahí
nació su apodo, pues su tumba
parece un pequeño rincón de juegos, entre los que se cuentan
carros, peluches y figuras.
Entre el
cristal que divide su urna y protege una fotografía casi borrosa del
pequeño, están las cartas con
numerosas peticiones, en espera de un 'milagro'.
Luis Humberto asegura que algunos
diciembres atrás, cuando la economía era más favorable en la ciudad, los obsequios eran tantos, que
familiares del pequeño los empacaban y los regalaban a los niños pobres del
sector, antes de que el paso del tiempo los dañara.
"Más
que todo venían venezolanos", cuenta. "Aunque hay comerciantes en
Cúcuta que creen en él y en navidad le traen su regalo".
Algunos incluso llegaron a
dejarle dinero, por lo cual la tumba terminaba siendo saqueada.
"No
sé quién empezó con lo de los milagros del niño de los juguetes, pero la
historia se replicó. Le han puesto
tantas placas de acción de gracias, que no cabían y se han caído", indica
Cáceres.
Incluso,
algunos 'devotos' le han mandado a
hacer mejoras a su sepulcro.
"Para
mí el muerto es muerto. Pero la fe
mueve montañas y la fe de las personas es muy grande", asiente
el encargado del camposanto.
La tumba
del "niño de los juguetes" llama la atención de quien pasa por su
lado. Luis ha visto a un centenar
de fieles acercarse con paso cauteloso, golpear suavemente su urna
y echarse la cruz. Pero nadie toca las ofrendas.
El panteón de las ánimas
olvidadas
El panteón de las ánimas
benditas del Cementerio de San Luis está revestido
con las placas de agradecimiento.
20
metros más lejos de Henry, casi llegando a la entrada del cementerio, los restos de aquellos olvidados por sus
familias ahora resguardados en el "panteón comunal", también son
objeto de un fervor 'místico'.
Allí,
más de 300 placas de acción de gracias visten la rústica estructura y cientos de flores le añaden color a su
descanso.
"Es
el más visitado por las personas, las creyentes de las ánimas benditas del
purgatorio", explica Luis.
"Hay
una placa para el Mono Jojoy, que le ayudó a ganar el chance a alguien. Así no estén enterrados aquí, igual vienen y
piden los favores".
Un
pequeño cuadro de metal en la base del panteón exhibe todos los números que han sido premiados por el azar, gracias
a la 'ayuda divina' de estas almas en reposo.
Fabio Isaza: de 'Robin Hood'
a 'mártir'
Así luce la tumba de Fabio
Isaza en el Cementerio Central
En el
Cementerio Central también reposan los restos de otros dos 'santos'
apreciados por el pueblo.
Uno de
ellos es Fabio Isaza, que en los años 60 era un reconocido ladrón que se
la pasaba entre los barrios más populares de Cúcuta, como Gaitán, Alfonso López y Cundinamarca.
Sin
embargo, se cuenta que el dinero
hurtado era usado para ayudar a las personas pobres de estos lugares, quienes
le pedían para pagar sus deudas o comprar mercado, a lo cual Isaza accedía.
Su
muerte a manos de la policía el 24 de agosto de 1964 creó la leyenda de Robin
Hood, explica Liana Ovalles, docente e investigadora.
Desde que fue enterrado en
este camposanto, todas las personas beneficiadas con sus aportes cuidaron de su
tumba, convirtiéndola hoy en un
mausoleo al que ya no le cabe una placa más de agradecimiento.
Pueden ser más de mil las que
se le han puesto.
Al
'Mico' Isaza le piden especialmente favores económicos. Rayando los límites de
la credulidad, dicen que
cada lunes una vendedora de chance llega hasta su tumba a esperar por
clientes.
Antonio Yáñez: 'Santo' hecho
por el dolor
El 'mártir' Antonio Yáñez
descansa en el Cementerio Central.
Todos los detalles del
sepulcro de Antonio Yáñez están llenos de placas de agradecimiento, puestas por
los fieles por los 'favores recibidos' durante todos estos años.
Casi
junto a Fabio Isaza, reposan los restos de Antonio Yánez, cuya leyenda dice que fue un cucuteño del
común que falleció en los años 70 a causa de la ira de su esposa,
quien le prendió fuego.
Su pobreza no le permitió
acceder a un tratamiento mejor en el hospital San Juan de Dios, teniendo expuestos los músculos
de la cadera hacia abajo, relata Ovalles.
Por
piedad o a solicitud de las enfermeras, la gente de la época empezó a llevarle algunas vendas, medicamentos,
comida y cualquier ayuda que le proporcionara alivio. En el año que
duró su padecimiento, Yánez pagaba con oración a todos aquellos que le
colaboraban.
Al
morir, la gente difundió su historia y cómo la oración del convaleciente era
poderosa y efectiva. Hoy en día su
tumba, compite con la de Fabio Isaza en placas de agradecimiento, de
personas que llegan a pedirle su intersección ante Dios para solucionar algún
problema.
"El
fenómeno de crear personajes importantes que forman el imaginario popular de la ciudad es natural en todas
las culturas. Ellos corresponden a la explicación de aquello que la
razón humana no puede interpretar claramente", explica la investigadora.
"Antonio
Yáñez y Fabio Isaza fueron
personas que tuvieron valores o actitudes mucho más allá de lo que es el común
del cucuteño, una generosidad o resistencia al dolor fuera de lo
normal", agrega Ovalles.
Así se
afianzaron las historias del "niño de los juguetes", el 'Mico' Isaza
y Antonio Yánez. Ellos conforman
el grupo de los 'santos' que no fueron nombrados por la iglesia sino por la fe
del pueblo, cuyos 'favores' otorgados vendrían siendo el
equivalente de milagros, en la categoría más humilde de la religión.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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