Alvaro Riascos
Fernández
(Tomado del
libro: Recuento de los hechos de mi vida-“Mis
servicios cívicos en Cúcuta”)
Nuestra Avenida Cero de Cúcuta, constituye uno de los hitos más significativos
y característicos de la ciudad y desde julio de 1950 se convirtió en el trazo
más importante que se reconoce como la espina dorsal de la Cúcuta moderna desde
el siglo pasado, pese a que ha debido soportar las inconsecuencias que trae el
desarrollo, en medio de todo ha sabido superar los embates de ese transformismo
mal concebido, que la ha acometido con furia. Pese a tan permanente ataque ha
logrado mantenerse maltrecha, pero erguida.
Este mensaje lo quiero dejar sentado aquí, para destacar las
suficientes razones de enaltecer, la figura de ese protector gratuito que en
buena hora creó a Corpocero. Me refiero al arquitecto Ignacio Brahim, quien con
visión iluminada y en buena hora, trabajó para dejarnos ese escudo protector
que es esta institución. Lástima grande, que tal personaje hubiera sido
arrancado en su empeño, sin haber podido terminar su tarea y vivir los éxitos
de su propuesta.
Me causa una gran satisfacción poder disponer de este espacio para
completar este escrito, en que relato a mis lectores la historia de su
fundación, siempre de la mano de Ignacio.
Para 1990 la Avenida Cero había tomado una singular importancia, y en
ella empezaron a surgir edificaciones importantes que se iban convirtiendo en
íconos de la ciudad: Edificios, como el Hotel Tonchalá; el Centro Comercial
Gran Bulevar; el Hotel Arizona; el edificio Rosetal, Telecom, etc., le fueron
dando un carácter avanzado de ciudad, y alrededor de ellas, fue creciendo una
nueva imagen de modernismo, que ha trasformado al sector.
Nacho, como familiarmente le nombrábamos sus amigos, convocó para el
día 31 de julio a un grupo de personalidades y amigos con cuyos nombres se
conformó una lista de candidatos a quienes invitamos al Hotel Arizona, reunión
en el que compartimos las ideas e iniciativas que Nacho había preparado, las
que previamente había expuesto para discutirlas con el amigo, abogado y
empresario Gustavo Ararat, y conmigo, para unificar opiniones que se
presentarían al grupo de invitados.
Nacho expresó muy dramáticamente el continuado descuido y el
deterioro que él observaba en la muy querida Avenida Cero. Él había tomado
algunas iniciativas individuales, pero le quedaba imposible atender exigencias
más pesadas, que había que costear; quería invitarnos a acompañarlo a conformar
un ente cívico fuerte, que le pudiera apoyar en su empeño de conservar la
avenida y evitar el deterioro al que estaba siendo sometida.
Nos pedía ayudarlo a conformar un ente privado que se pudiera abrogar
tal responsabilidad, bajo la atención y el control de un director, que debería
ser el único funcionario pago, a quien le correspondería atender tal responsabilidad,
y quien debería rendir sus resultados a los promotores. Para poder hacer
factible el proyecto, Nacho nos propuso comprometernos con una cuota inicial
aportada por cada integrante con disposición de vincularse, y comprometiéndose a
aportar una pequeña cuota mensual que permitiera diseñar una forma de atender
los gastos necesarios para su sostenimiento.
La
escultura “tres aros en la vía” obtuvo significativa aceptación.
Tal determinación la tomamos entre Nacho, su esposa, la arquitecta
Isabel Carmenza Sanmiguel y nosotros dos, quienes así entramos a hacer parte de
la iniciativa formando así la junta de esta nueva entidad, en la que nos
comprometíamos a colaborar en tan altruista Proyecto Cívico, al que nos había
convocado su Líder y Fundador.
Dentro de la lista de convocados tuvimos la suerte de obtener muchos
compromisos de apoyo, lo que nos generó entusiasmo y seguridad de lograr realizar
un trabajo fructífero y motivador.
El siguiente paso fue darle una estructura operativa para lo cual
coincidimos en nombrar un administrador que asumiera la responsabilidad de
organizar y liderar las labores que, una vez definidas debía dárseles inicio.
El seleccionado fue el arquitecto Juan Manuel Villa, quien se mostró interesado
y dispuesto a poner todo su empeño en programar y dirigir, bajo la supervisión
de Nacho, un programa integral de mantenimiento y mejora en todos los aspectos,
que embellecerían la avenida.
No quiero alargarme en describir la serie de aspectos para los que se
propusieron cambios y se idearon nuevas intervenciones que contribuirían al
embellecimiento. Un aspecto fundamental para alcanzar éxito y perdurar, fue
diseñar el asunto económico, y a ello nos aplicamos oyendo las iniciativas de
Juan Manuel, poniéndolas en práctica bajo la tutela de Nacho, nuestro fundador.
De inmediato empezamos a oír voces de aceptación y ponderación a
nuestra obra, que todos los días pregonaba su presencia. Los cambios más
reconocidos no solo fueron el aseo, la arborización y el mantenimiento de la
bella cinta vial, sino que además, hicieron su aparición los estandartes con
publicidad que, si bien no contaron con el aplauso de todo el público, fue la
iniciativa que salvó el proyecto por cuanto se convirtió en la fuente más
importante de financiación de nuestro propósito cívico.
Otras iniciativas atrajeron la atención de nuevos admiradores; Fue
idea de nuestro arquitecto Juan Manuel Villa, precisar que la Avenida se debía
convertir en un espacio de arte de la ciudad, donde se permitiera exponer en su
cinta central, piezas artísticas que implantadas allí, se convirtieran en
valiosos elementos característicos y decorativos, que complementaran su atractivo,
como la escultura metálica “Tres Aros en la Vía”. Diseñada y construida por el
propio arquitecto Villa.
Escultura La ´O´: Estructura en forma de alongado
número cero,
del maestro Jaime Calderón Rojas. Insólitamente extraviada
del maestro Jaime Calderón Rojas. Insólitamente extraviada
Igual, se contó con el aporte valioso de algunos otros generosos benefactores,
que quisieron aportar un interesante trabajo en acero inoxidable, obra que otro
artista cucuteño creó, en una nueva estructura que representando un alongado
número “cero”, adornó otro tramo de la avenida tres cuadras abajo de la
anterior, en el cruce con la calle 12. Lamentablemente tal obra desapareció,
escamoteada inexplicablemente, sin haberse vuelto a saber de su paradero.
Para concretar lo que es, y lo que significa a los ojos de los amigos
de la Avenida, debo recordar, que ella ha contado con la admiración de
entidades tan prestigiosas como la Sociedad Colombiana de Arquitectos (SCA),
que le confirió a esta, como proyecto, el Premio Juvenal Moya al espacio
público, en la XIV BIENAL DE ARQUITECTURA del año 1994 como la mejor obra
cívica de embellecimiento urbano de Colombia.
Trabajo que fue publicitado en el libro anual de la SCA, dentro del
conjunto de las mejores obras arquitectónicas, razón hoy de orgullo de todos
los cucuteños, y a la que se le otorgó un Pedestal, con el testimonio del
merecido premio, el que se encuentra
plantado en el cruce de la Calle 15. Es muy grato expresar que el trabajo de
los gestores de esta icónica obra, perdura en el tiempo, luchando cotidianas batallas
contra el embate de gentes sin sentido cívico, las que aún no ganan, en esta
tan exótica lucha.
Nota al margen: Aportada por doña Isabel Carmenza Sanmiguel, dirigida al autor:
“La participación y el fomento de una
vida cívica más activa, son fundamentales para alcanzar una mayor identidad y
un mayor sentido de pertenencia con la ciudad, Alvaro Riascos plasmó esto a
través de su apoyo incondicional en la creación y desarrollo de CORPOCERO, “Corporación
para la recuperación y mantenimiento de la Avenida 0”, junto a Gustavo Ararat y José Ignacio Brahim.
Esta iniciativa privada sobre el espacio
público de la Avenida 0 y luego sobre un sector del Malecón, es una muestra de
su conciencia colectiva y un orgullo para todos los cucuteños.
“El Plan Piloto para el Espacio Público
de la Avenida Cero” fue seleccionado y publicado en la XIV BIENAL DE
ARQUITECTURA, en 1994 y recibió el premio regional JUVANAL MOYA otorgada por la
Sociedad Colombiana de Arquitectos de Norte de Santander, en el mismo año.
El trabajo de Alvaro Riascos por el bien
común, ha sido primordial en el desarrollo de la ciudad. ”
Isabel
Carmenza Sanmiguel. Directora Ejecutiva Corpocero.
Pedestal
que recuerda el premio de la S.C.A “Juvenal Moya”
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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