Luis Eduardo Carrillo (La
Opinión)
Sobre las avenidas primera y segunda con calle doce y trece de la actual
nomenclatura de San José de Cúcuta, se construyó el hospital San Juan de Dios
con los bienes generosos del ciudadano español Juan Antonio Fernández de Novoa.
Con las obvias reformas que se necesitan con el paso de los años sirvió con
esmero, eficacia y honradez, a la ciudadanía sin distingos de ninguna
naturaleza.
A no ser el veto que se pretendió imponer al centro antivenéreo allí puesto
al servicio de las mujeres que ejercían la prostitución alegándose que por ser
pecadoras no tenían ese derecho.
Afortunadamente los tiempos han ido cambiando. Hoy esas ultrajantes
exigencias son cosas del pasado. El doctor Juan Agustín Ramírez Calderón en su
libro sobre el hospital relata lo hecho por su grandeza y el doctor Mario Mejía
en escrito para un evento médico de estos tiempos escribió una amena crónica,
sobre lo que fueron los inicios de la cirugía en el hospital.
El recorrido citadino de una institución que a pesar de su pobreza logró
hacer de la beneficencia su objetivo fundamental. Es mucho lo que se ha escrito
sobre la institución, volver sobre ellos debe ser obligación de
esta generación y las que vienen para asegurar su existencia.
El hoy (2018) hospital Erasmo Meoz, bautizado así en honor de otro ilustre
médico, no puede vivir de crisis en crisis, de estar mendigando con autoridades
regionales, nacionales, para vivir. A la salud estadual se le está dando
un tratamiento de tercera.
Esto no puede ser. Con gente honrada manejándolo, con los aportes legales a
tiempo, con un personal médico a la altura de sus deberes, y con una ciudadanía
vigilante, es suficiente para su permanencia en la historia de la medicina
regional.
El edificio en el que ejerce su misión situado sobre la avenida Guaimaral,
en ladrillo a la vista, debe ser objeto de la atención que merece por parte de
las autoridades nacionales, regionales, y locales. No tiene presentación
que las EPS a las que presta sus servicios no satisfagan con prontitud sus
deudas.
Lo que indudablemente es insólito y que las mismas autoridades de la
región, incluyendo la misma Asamblea Departamental se vengan con
leguleyadas para tratar de quitarle unas entradas que facilitan su labor, como
si esto fuera poco no se sabe el nombre del genio que inventó el cuento que el
hospital debe pagar un impuesto predial con argumentos rígidos que no se pueden
comparar con la vocación humana y de función social que cumple el hospital
Erasmo Meoz.
En vez de estar inventándose teorías antijurídicas procedan a nutrir al
hospital de lo necesario para la atención de la comunidad. Lo demás deja mucho
que desear. Mueve a suspicacias que deben evitar los buenos gobernantes.
Capítulo aparte merece su nueva tragedia. Como si no fuera suficiente
la pobreza de San José de Cúcuta decidieron las que se llaman “las autoridades
centrales”, que Cúcuta debía hacerse cargo de los Venezolanos. Muy
acomodados dan la orden pero no envían el dinero para éste menester.
El hospital ha sido una de las víctimas.
Allí llegan los que se vinieron de Venezuela a exigir con altanería se les
presten los servicios. Lo que naturalmente debe hacerse pero
solicitándolo con humildad. No volverlo una obligación que linda con la
patanería. El hospital cumple su labor de beneficencia pero el paciente
debe pedir con decencia. Es la mejor manera en la que relación médico
paciente se cumple.
Entonces dejen funcionar al hospital con la buena dirección de su director
doctor Juan Agustín Ramírez Montoya. Dótenlo de lo necesario y así todo
marchara. Lo demás es ganas de perjudicar a la ciudad.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
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