Luis
Fernando Carrillo
(Enero – 1991)
I
Arboledas, bello municipio fundado en 1756,
acariciado por el río de su nombre, limítrofe con Durania, Salazar, Bochalema y
Cáchira, de muchas cosas tiene que ufanarse, especialmente porque allí, un día
cualquiera de 1919 vino a la vida doña Carmen Mendoza de Laguado, a la que
muchos años después, en todos los centros de deporte simplemente se le diría
“Doña Carmen”, para señalar a una esforzada mujer que con sencillez y vocación
de servicio hizo por el deporte lo que muchos, con más títulos y perendengues
no pudieron, o no quisieron hacer.
Una noche de 1933 dormían en su hogar don
Luis Mendoza y Lorenzo Laguado, cuando la barbarie tocó su puerta. Les fue
incendiado el rancho.
La jovencita huyó y fue recogida por algunos
vecinos. Comenzó su peregrinar por diversas regiones como Cucutilla, El Carare,
donde quería servir como enfermera, no obstante, las advertencias de monseñor
Rafael Afanador y Cadena, quien le insinuó que el clima no le sería propicio.
Hizo de modista en Pamplona y un día de 1943
le dio por casarse con Carlos Quintero, un pamplonés raizal, el padre hoy de
Polo, Doris, Luz Marina, Mariluz y Amparo Estella.
Antecitos, como dice Doña Carmen, de matar a
Gaitán, alguien le dijo que más debajo de Pamplona, como quien va para El
Diamante, había una ciudad de tierra caliente, de gente buena, porque allí sólo
habitaban cucuteños.
Convenció a su esposo de que se largaran de
Pamplona, porque no sólo se podía vivir de los sermones del obispo Afanador, de
las colaciones de las Sandoval y del frío que estremecía hasta el alma.
Aquí fueron recibidos, no obstante, el calor,
los zancudos y la tierra, que jartan a más de un ocañero.
Don Carlos, al poco tiempo, empezó a engrosar
la nómina de las Empresas Municipales y doña
Carmen a jalarle a la modistería, casi siempre
allá en la Avenida 8ª No 8-32N del barrio Pueblo Nuevo, en un lotecito del
municipio sobre el que se construyó la casa hoy amenazada por las alimañas que se
tomaron la terminal de transportes.
II
A la larga, doña Carmen carecía de vocación
de misionera del Carare, o de modista. Dios la tenía destinada para dirigente
deportiva. La dotó de las mejores pilas para que alumbrara con su actividad
canchas, estadios y pistas.
Un día de 1952 se metió de lleno al fútbol.
Asistió por primera vez a una reunión de la liga que presidía Alfonso Cuberos
Porras. Sacó su primer equipo, Independiente Pueblo Nuevo, al que dotó de
pantalonetas y camisetas elaboradas por ella misma en su vieja Singer, con
telas por las que pidió rebaja en los almacenes.
El balón se lo regaló Alfonso Cuberos. Doña
Carmen, sin medir las consecuencias, inscribió el conjunto en primera división,
estrenándose con un equipo de Villa del Rosario, que le propinó una goleada de
seis por cero, aunque después de muchos años doña Carmen no se resigna y dice
que el árbitro estuvo en contra de ellos.
En la siguiente reunión de la liga le “mamaron
gallo”, como dicen los cucuteños bien hablados, por la paliza recibida, optando
en adelante por ser menos garosa, e inscribió el equipo en tercera división, estrenándose
con deportivo San Luis, al que ganaron uno por cero.
En vista del éxito alcanzado pensaron en
grande, se hicieron estatutos, se fijaron días de entrenamiento, se nombró entrenador;
se cobraban multas por indisciplina y en fin algo grande que le permitió a esta
figura legendaria armar una tradición, una escuela y un alma deportiva en los
grandes días de Cuberos Porras, Manuel Antonio Ruan y José Maldonado.
Al fin, cansada y enferma, desestimulada por la
falta de ayuda, fue colgando
los guayos de la dirigencia, recordando ahora con nostalgia y orgullo cómo de
sus manos, de su máquina y de su corazón, se hicieron las pantalonetas y
camisetas del equipo juvenil de 1963 que logró el subcampeonato de Girardot que
sirvió para que al ‘Burro’ González, el ‘Mico’ Santander y otros, se erigieran
como figuras del fútbol nacional.
Tuvo que amanecer sobre la máquina para que los muchachos
pudieran irse equipados y sudar esas camisetas que llevan la marca “Made por
‘doña Carmen’”.
III
Pero su verdadera debilidad fue el basquetbol, del cual
se enamoró hacia 1960, cuando vio un partido.
Con el aliento de Manolo Díaz Quintero y Carlos Rangel,
fundó Independiente Pueblo Nuevo. Enrique Lara le regaló las camisetas, José
Urbina los zapatos y en el campeonato quedaron de terceros.
Después fundó el equipo Chevrolet y en 1971 aparecen como
jugadoras sus hijas Doris y Luz Marina, buenas jugadoras, quienes le dieron
muchas satisfacciones.
Casi siempre ganaban, no sólo por su calidad, sino porque
era sabido –doña Carmen lo acepta- que cuando perdían la fuetera que les daba
era tremenda. Les empezaba la cantaleta desde la cancha, que por qué perdieron,
que por qué fallaron esa canasta, que por qué Doris, que porque Luz Marina,
etc… y al llegar a la casa las remataba con la muenda que hoy las hijas aceptan
entre risas y seriedad. Y Polo, el hijo, quien las entrenaba, también llevaba
del bulto.
Todos tenían que prometer que el próximo partido sería
victorioso. Sólo así se aplacaba doña Carmen quien tenía también su barra brava
que se hacía respetar en el coliseo.
Cuando jugaban las hijas se llevaba al resto de la
familia para la cancha, se colocaban detrás de la mesa de control. Cualquier
error de ésta o de los árbitros era cobrado por la barra con conchazos,
reclamos airados y explicaciones de doña Carmen, quien en eso del reglamento se
hacía sentir.
IV
Bellos días aquellos en los que se hizo hasta de
jugadora, dice doña Carmen, mientras evoca figuras y jornadas que ahora a los
72 años le es difícil retener.
Fueron tiempos de grandes jugadores y jugadoras, de
insuperables dirigentes deportivos, que se han ido porque ahora, dice ella,
todos quieren es figurar, pero nadie quiere hacer nada.
Todo se volvió negocio y los aparecidos de última hora se
olvidan de los que se sacrificaron, con un egoísmo tal que hasta una entrada se
les niega, a ellos que lo dieron todo sin exigir nada.
Son los tiempos, dice triste doña Carmen, mientras se le
vienen a su mente nombres como “Palito” Medina, Rolando Serrano, Jorge Niño,
Roque Peñaloza, Gastón Bermúdez, Manuel Antonio Ruan, Alfonso Cuberos Porras,
Manolo Díaz, Carlos Rangel, que en otros días llenaron de gloria el deporte del
departamento.
Ahora con sus 72 años, cargando sus hijos y sus nietos, y
sus recuerdos, allá en su residencia de Pueblo Nuevo, esta mujer que lo dio
casi todo espera que el deporte nortesantandereano se llene de triunfos y
buenos dirigentes, como ella, decimos nosotros, que con desinterés y humildad
poblaron de estrellas estas tierras tan caras a la patria.
Recopilado
por: Gastón Bermúdez V.
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