Juan Fernando Cristo (La
Opinión)
Puente Tienditas o de La Unidad
Cúcuta y el puente Tienditas se hicieron famosos en el mundo entero en el
mes de febrero de 2019.
Embajadores, presidentes, senadores norteamericanos, artistas, cancilleres
y muchos candidatos en potencia llegaron a la ciudad para tomarse fotos,
selfies, videos y moverlos en las redes sociales y los medios de comunicación.
Los puentes Francisco de Paula Santander, Simón Bolívar y ahora el nunca
inaugurado de Tienditas, se convirtieron de pronto en sitios de atracción
turística, como si fueran el muro de Berlín. No hay imágenes de puentes más
vistas en estos últimos días, mucho más que el Golden Gate en San Francisco o
el Brooklyn en New York.
Muy pocos saben, incluido nuestro Presidente Duque que lidera el cerco
diplomático contra Maduro, que ojalá termine bien porque ya es hora que el
dictador se vaya y pronto sin derramamiento de sangre, que esa ciudad que han
visitado fugazmente sufre una crisis como consecuencia de la situación
venezolana no desde hace semanas, ni siquiera años, sino décadas.
Desde hace 36 años que comenzó el declive económico venezolano, los
cucuteños empezamos a sufrir las consecuencias.
Siempre es conveniente recordar algo de historia. Fue en 1983, cuando se
decretó la primera devaluación del bolívar por el fin de la bonanza petrolera,
cuando se inicia esta historia para el pueblo venezolano que afecta en forma
grave la frontera.
Gobernaba al hermano país Luis Herrera Campins, miembro de uno de los dos
partidos tradicionales de Venezuela, los conservadores de allá.
Después vino el gobierno del otro partido, Jaime Lusinchi, y la crisis
siguió creciendo de manera silenciosa con el malestar del pueblo venezolano
acostumbrado a la riqueza petrolera. Decaían los tiempos de la Venezuela Saudi.
Con la llegada del segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez vino el
inevitable ajuste económico con el intento de subir el precio de la gasolina
más barata del mundo y con estas medidas llegó el Caracazo, un levantamiento
popular con cientos de muertos y heridos que años más tarde condujo
a la caída del Presidente Pérez, en medio de una crisis institucional sin
precedentes y tras dos intentos de golpe de estado del entonces coronel Hugo
Chávez.
Después llegó el nuevo y débil gobierno de Rafael Caldera, hasta que
sucedió lo previsible: Chávez se tomó el poder por la vía democrática y después
decidió aferrarse a él antidemocráticamente.
Mientras tanto la crisis económica cada vez peor y las cosas más difíciles
para Cúcuta por su dependencia económica casi absoluta de Venezuela.
Los carros que circulaban por Cúcuta venezolanos, la gasolina que los movía
venezolana, los almacenes de Cúcuta tenían en los compradores venezolanos sus
mejores clientes, los confeccionistas y zapateros vendían a Venezuela, el
carbón de Norte de Santander salía a los mercados mundiales por el Lago de
Maracaibo y no por los puertos colombianos.
Muchos han sido los intentos de la clase dirigente del departamento por crear
una economía propia que mire más a Colombia que a Venezuela y aunque hay
avances aún son insuficientes.
Desde las normas constitucionales de 1991 de Gaviria, La ley de fronteras
de Samper, las zonas económicas especiales en la era Pastrana, las distintas
emergencias económicas de Uribe y Santos y las importantes inversiones en
infraestructura de este último, se han hecho esfuerzos por mejorar la
competitividad y combatir el desempleo, la informalidad y la falta de
ingresos de los habitantes de la quinta ciudad en población según el último
censo del DANE.
Sin embargo, la realidad es que la crisis social se profundiza.
Hoy (febrero de 2019) Cúcuta, esa que muestra la espectacular imagen del
concierto, esa que recibe con afecto a Marcos Rubio y a Richard Branson, es una
ciudad llena de desplazados por la violencia interna y por la crisis
venezolana, un centro urbano con la más alta tasa de desempleo del país, a
pesar de los esfuerzos por generar nuevas oportunidades, con tasas de
informalidad laboral cercanas al 80%, con cientos de miles de pobres y
excluidos que no tienen nada que hacer.
Son ya 36 años de crisis económica para la ciudad que van paralelos al
drama venezolano, con lo que se demuestra la cercanía y una integración total
del estado Táchira y el Norte de Santander.
Es claro que si a ellos les va mal a nosotros también. Ahora esperamos una
salida pronta e incruenta de Maduro y que a ellos les comience a ir bien.
En ese momento se necesitará que el gobierno colombiano entienda que los beneficios
para el país del cambio de rumbo en Venezuela debe concentrarlos en Cúcuta, La
Guajira y Arauca y no el centro como siempre sucedió en el pasado.
Y ojalá que los visitantes ilustres que tuvimos estos días regresen, ya no
con ayuda humanitaria, sino con inversiones, proyectos y oportunidades para la
gente de frontera que ha sufrido directamente los rigores del drama venezolano,
que ha sido también el drama de Cúcuta.
Y en este campo si el gobierno Duque llega al menos a la mitad que
se invirtió en los últimos años por la administración Santos, estaremos listos
a reconocerlo.
5 semanas después
Gobierno de Maduro colocó 15 contenedores más en puente de Tienditas
El 23 de febrero de 2019 a Cúcuta no le cabía un tinto como dice
la expresión popular. La ciudad vivió sin duda un fin de semana para la
historia.
Los mejores artistas de Hispanoamérica, la mitad del gabinete y
del Congreso, presidentes de varios países del continente encabezados por el
nuestro, embajadores, congresistas gringos, funcionarios de alto nivel de USA,
el multimillonario Richard Branson, curiosos de todo el país y del exterior.
La ocupación hotelera en un 100% sin precedentes, los restaurantes
caros y los populares llenos, el comercio concurrido como nunca y la gente en
Cúcuta feliz esperando la caída de Maduro ante los anuncios de Duque de que al
dictador le quedaban pocas horas.
En el aire se percibía una extraña sensación de que la suerte
estaba echada, que existía una secreta estrategia colombo-norteamericana que
garantizaba la salida del usurpador que todos en Cúcuta y Colombia esperamos
como única solución de fondo para reactivar la frontera, estabilizar las
relaciones entre países hermanos y de paso acabar de una vez por todas un
régimen que nos sirve de distractor para la propia situación colombiana.
Que se caiga Maduro a ver si al fin nos ocupamos de los graves
problemas que nos afectan, sin echarle la culpa al vecino y sin el
cuento que con eficacia vendieron a millones de incautos del peligro del
castro-chavismo para Colombia.
Y finalmente no pasó lo que supuestamente pasaría.
El millón de personas que llegarían a los puentes
fronterizos no llegaron; la ayuda humanitaria se quedó hasta principios
de abril en las bodegas; Guaidó no se posesionó en Venezuela y se quedó en
Colombia; Maduro permanece en Miraflores y las horas anunciadas por Duque se
coinvirtieron en días, semanas, meses y ojalá que no sean años porque los
venezolanos no resisten mas apagones y hambre y los cucuteños no aguantamos más
ser los “paganinis” de esta crisis que lleva décadas.
Ese domingo después del concierto todos regresaron a sus
países y a sus actividades normales y en Cúcuta quedamos los cucuteños
con la frontera cerrada por decisión de Maduro.
En la Guajira sigue abierta y en Arauca también.
El castigo sólo para Cúcuta seguramente por haber sido el
escenario del concierto y el show, o porque Maduro sigue creyendo que la crisis
de la moneda venezolana se orquesta desde 5 casas de cambio en Cúcuta o que
desde esta ciudad se arman grupos paramilitares para atentar contra su
vida.
Hoy el panorama es desolador después que, a pesar de la
crisis, habíamos tenido el mejor diciembre en mucho tiempo, el comercio
especialmente de alimentos y medicinas reactivado y la ciudad mostrando algunos
síntomas de recuperación en medio de las dificultades.
Cinco semanas después nadie regresó a Cúcuta. Nadie del
gobierno, ningún artista, ninguno de los congresistas que vino por primera y
última vez a la ciudad. Los canales de televisión que cubrieron por horas el
histórico fin de semana ya no dedican ni un minuto de pantalla a la situación
que vive la ciudad, al cierre de los pasos de frontera y la crisis
económica y de seguridad que se provoca con ello. No volvieron los enviados
especiales. Las cifras son elocuentes.
En las últimas cinco semanas las ventas del comercio cayeron
en más de un 50%; las remesas que llegaron a casi 3 millones de dólares antes
del fin de semana histórico, cayeron en un 80%; las agencias aduaneras cerraron
sus puertas ante la inactividad total; las casas de cambio quebradas; los
hoteles desocupados; las trochas en manos de las mafias ilegales y
el desempleo y la informalidad en imparable ascenso.
Mientras tanto, el gobierno dedica la mayor parte de sus
esfuerzos y de su tiempo a la salida de Maduro que todos esperamos, pero al
mismo tiempo debía existir una estrategia de emergencia para esta frontera que
necesariamente debe contar con un componente de aumento de inversión pública en
la región y hasta hoy no hay una nueva inversión para la ciudad.
La señora Vicepresidente, tan acuciosa en su tarea de
presionar la salida de Maduro, no muestra el mismo entusiasmo para
impulsar las nuevas inversiones que requiere la ciudad. Hace dos días por
sus redes anunció el “estudio” de nuevas medidas que no son nada distinto a la
repetición, en menor escala, de las que se tomaron en su momento
tras el cierre de agosto del 2015 con líneas de créditos para empresarios,
planes de competitividad, etc., lo cual está bien, pero son insuficientes sin
recursos de inversión fresca para la ciudad y el departamento en materia de
generación de empleo o infraestructura.
Ni un solo peso de inversión adicional se anuncia para la ciudad,
distinto a la ejecución de las obras que se dejaron aseguradas y financiadas
por el gobierno Santos entre las cuales, solo por destacar las más importantes,
están el acueducto metropolitano ya adjudicado; la doble calzada Cúcuta-
Pamplona - Bucaramanga ya en ejecución; el nuevo aeropuerto ya casi
terminando su ejecución; el mejoramiento de la vía a Ocaña con inversiones en
ejecución; las más de 10.000 viviendas gratuitas ya entregadas; los
puentes vehiculares de acceso a Cúcuta ya en funcionamiento; el moderno
edificio de la Fiscalía y tres estaciones de policía ya terminados; la
ampliación al doble en su momento del programa Familias en Acción y los
recursos para generar empleo temporal.
Y el nuevo gobierno ni siquiera asegura los recursos para
hacer los estudios del nuevo puente que se necesita sobre el rio
Zulia.
El discurso contra Maduro lo compartimos pero no es suficiente
para la ciudad.
Se requieren nuevas inversiones desde el estado para aliviar la
crisis. Más recursos y menos discursos. Más compromiso presupuestal y no tanto
estudio de proyectos de ley que, la historia nos ha enseñado, no son
suficientes para cambiar la realidad regional si no hay inversiones en infraestructura.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
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