sábado, 26 de octubre de 2019

1582.- 36 AÑOS DE CRISIS EN CUCUTA



Juan Fernando Cristo (La Opinión)


Puente Tienditas o de La Unidad

Cúcuta y el puente Tienditas se hicieron famosos en el mundo entero en el mes de febrero de 2019.

Embajadores, presidentes, senadores norteamericanos, artistas, cancilleres y muchos candidatos en potencia llegaron a la ciudad para tomarse fotos, selfies, videos y moverlos en las redes sociales y los medios de comunicación.

Los puentes Francisco de Paula Santander, Simón Bolívar y ahora el nunca inaugurado de Tienditas, se convirtieron de pronto en sitios de atracción turística, como si fueran el muro de Berlín. No hay imágenes de puentes más vistas en estos últimos días, mucho más que el Golden Gate en San Francisco o el Brooklyn en New York.

Muy pocos saben, incluido nuestro Presidente Duque que lidera el cerco diplomático contra Maduro, que ojalá termine bien porque ya es hora que el dictador se vaya y pronto sin derramamiento de sangre, que esa ciudad que han visitado fugazmente sufre una crisis como consecuencia de la situación venezolana no desde hace semanas, ni siquiera años, sino décadas.

Desde hace 36 años que comenzó el declive económico venezolano, los cucuteños empezamos a sufrir las consecuencias.

Siempre es conveniente recordar algo de historia. Fue en 1983, cuando se decretó la primera devaluación del bolívar por el fin de la bonanza petrolera, cuando se inicia esta historia para el pueblo venezolano que afecta en forma grave la frontera.

Gobernaba al hermano país Luis Herrera Campins, miembro de uno de los dos partidos tradicionales de Venezuela, los conservadores de allá.

Después vino el gobierno del otro partido, Jaime Lusinchi, y la crisis siguió creciendo de manera silenciosa con el malestar del pueblo venezolano acostumbrado a la riqueza petrolera. Decaían los tiempos de la Venezuela Saudi.

Con la llegada del segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez vino el inevitable ajuste económico con el intento de subir el precio de la gasolina más barata del mundo y con estas medidas llegó el Caracazo, un levantamiento popular con cientos de muertos y heridos   que años más tarde condujo a la caída del Presidente Pérez, en medio de una crisis institucional sin precedentes y tras dos intentos de golpe de estado del entonces coronel Hugo Chávez.

Después llegó el nuevo y débil gobierno de Rafael Caldera, hasta que sucedió lo previsible: Chávez se tomó el poder por la vía democrática y después decidió aferrarse a él antidemocráticamente.

Mientras tanto la crisis económica cada vez peor y las cosas más difíciles para Cúcuta por su dependencia económica casi absoluta de Venezuela.

Los carros que circulaban por Cúcuta venezolanos, la gasolina que los movía venezolana, los almacenes de Cúcuta tenían en los compradores venezolanos sus mejores clientes, los confeccionistas y zapateros vendían a Venezuela, el carbón de Norte de Santander salía a los mercados mundiales por el Lago de Maracaibo y no por los puertos colombianos.

Muchos han sido los intentos de la clase dirigente del departamento por crear una economía propia que mire más a Colombia que a Venezuela y aunque hay avances aún son insuficientes.

Desde las normas constitucionales de 1991 de Gaviria, La ley de fronteras de Samper, las zonas económicas especiales en la era Pastrana, las distintas emergencias económicas de Uribe y Santos y las importantes inversiones en infraestructura de este último, se han hecho esfuerzos por mejorar la competitividad y combatir el desempleo, la informalidad y la falta de ingresos de los habitantes de la quinta ciudad en población según el último censo del DANE.

Sin embargo, la realidad es que la crisis social se profundiza.

Hoy (febrero de 2019) Cúcuta, esa que muestra la espectacular imagen del concierto, esa que recibe con afecto a Marcos Rubio y a Richard Branson, es una ciudad llena de desplazados por la violencia interna y por la crisis venezolana, un centro urbano con la más alta tasa de desempleo del país, a pesar de los esfuerzos por generar nuevas oportunidades, con tasas de informalidad laboral cercanas al 80%, con cientos de miles de pobres y excluidos que no tienen nada que hacer.

Son ya 36 años de crisis económica para la ciudad que van paralelos al drama venezolano, con lo que se demuestra la cercanía y una integración total del estado Táchira y el Norte de Santander.

Es claro que si a ellos les va mal a nosotros también. Ahora esperamos una salida pronta e incruenta de Maduro y que a ellos les comience a ir bien.

En ese momento se necesitará que el gobierno colombiano entienda que los beneficios para el país del cambio de rumbo en Venezuela debe concentrarlos en Cúcuta, La Guajira y Arauca y no el centro como siempre sucedió en el pasado.

Y ojalá que los visitantes ilustres que tuvimos estos días regresen, ya no con ayuda humanitaria, sino con inversiones, proyectos y oportunidades para la gente de frontera que ha sufrido directamente los rigores del drama venezolano, que ha sido también el drama de Cúcuta.


5 semanas después


Gobierno de Maduro colocó 15 contenedores más en puente de Tienditas

El 23 de febrero de 2019 a Cúcuta no le cabía un tinto como dice la expresión popular. La ciudad vivió sin duda un fin de semana para la historia. 

Los mejores artistas de Hispanoamérica, la mitad del gabinete y del Congreso, presidentes de varios países del continente encabezados por el nuestro, embajadores, congresistas gringos, funcionarios de alto nivel de USA, el multimillonario Richard Branson, curiosos de todo el país y del exterior.

La ocupación hotelera en un 100% sin precedentes, los restaurantes caros y los populares llenos, el comercio concurrido como nunca y la gente en Cúcuta feliz esperando la caída de Maduro ante los anuncios de Duque de que al dictador le quedaban pocas horas. 

En el aire se percibía una extraña sensación de que la suerte estaba echada, que existía una secreta estrategia colombo-norteamericana que garantizaba la salida del usurpador que todos en Cúcuta y Colombia esperamos como única solución de fondo para reactivar la frontera, estabilizar las relaciones entre países hermanos y de paso acabar de una vez por todas un régimen que nos sirve de distractor para la propia situación colombiana. 

Que se caiga Maduro a ver si al fin nos ocupamos de los graves problemas que nos afectan,  sin echarle la culpa al  vecino y sin el cuento que con eficacia vendieron a millones de incautos del peligro del castro-chavismo para Colombia. 

Y finalmente no pasó lo que supuestamente pasaría. 

El millón de personas que llegarían a los puentes fronterizos  no llegaron; la ayuda humanitaria se quedó hasta principios de abril en las bodegas; Guaidó no se posesionó en Venezuela y se quedó en Colombia; Maduro permanece en Miraflores y las horas anunciadas por Duque se coinvirtieron en días, semanas, meses y ojalá que no sean años porque los venezolanos no resisten mas apagones y hambre y los cucuteños no aguantamos más ser los “paganinis” de esta crisis que lleva décadas.

Ese domingo después del  concierto todos regresaron a sus países y a sus actividades normales y en Cúcuta quedamos los cucuteños  con la frontera cerrada por decisión de Maduro. 

En la Guajira sigue abierta y en Arauca también. 

El castigo sólo para Cúcuta seguramente por haber sido el escenario del concierto y el show, o porque Maduro sigue creyendo que la crisis de la moneda venezolana se orquesta desde 5 casas de cambio en Cúcuta o que desde esta ciudad se arman grupos paramilitares para atentar contra su vida. 

Hoy el panorama es desolador después que,  a pesar de la crisis,  habíamos tenido el mejor diciembre en mucho tiempo, el comercio especialmente de alimentos y medicinas reactivado y la ciudad mostrando algunos síntomas de recuperación en medio de las dificultades.

Cinco semanas después nadie regresó a Cúcuta.  Nadie del gobierno, ningún artista, ninguno de los congresistas que vino por primera y última vez a la ciudad. Los canales de televisión que cubrieron por horas el histórico fin de semana ya no dedican ni un minuto de pantalla a la situación que vive la ciudad, al cierre de los pasos de frontera  y la crisis económica y de seguridad que se provoca con ello. No volvieron los enviados especiales. Las cifras son elocuentes.

En las últimas cinco semanas las  ventas del comercio cayeron en más de un 50%; las remesas que llegaron a casi 3 millones de dólares antes del fin de semana histórico, cayeron en un 80%; las agencias aduaneras cerraron sus puertas ante la inactividad total; las casas de cambio quebradas; los hoteles desocupados; las trochas  en manos de las mafias ilegales y  el desempleo y la informalidad en imparable ascenso.

Mientras tanto,  el gobierno dedica la mayor parte de sus esfuerzos y de su tiempo a la salida de Maduro que todos esperamos, pero al mismo tiempo debía existir una estrategia de emergencia para esta frontera que necesariamente debe contar con un componente de aumento de inversión pública en la región y hasta hoy no hay una nueva inversión para la ciudad.

La señora Vicepresidente,  tan acuciosa en su tarea de presionar la salida de Maduro, no muestra el mismo entusiasmo  para impulsar las nuevas inversiones  que requiere la ciudad. Hace dos días por sus redes anunció el “estudio” de nuevas medidas que no son nada distinto a la repetición,  en menor escala,  de las que se tomaron en su momento tras el cierre de agosto del 2015 con líneas de créditos para empresarios, planes de competitividad, etc., lo cual está bien, pero son insuficientes sin recursos de inversión fresca para la ciudad y el departamento en materia de generación de empleo o infraestructura. 

Ni un solo peso de inversión adicional se anuncia para la ciudad, distinto a la ejecución de las obras que se dejaron aseguradas y financiadas por el gobierno Santos entre las cuales, solo por destacar las más importantes, están el acueducto metropolitano ya adjudicado; la doble calzada Cúcuta- Pamplona - Bucaramanga ya en ejecución;  el  nuevo aeropuerto ya casi terminando su ejecución; el mejoramiento de la vía a Ocaña con inversiones en ejecución; las más de 10.000 viviendas gratuitas ya entregadas;  los puentes vehiculares de acceso a Cúcuta ya en funcionamiento; el moderno edificio de la Fiscalía y tres estaciones de policía ya terminados; la ampliación al doble en su momento del programa  Familias en Acción y los recursos para generar empleo temporal.

Y el nuevo gobierno ni  siquiera asegura los recursos para hacer los estudios del  nuevo puente que se necesita sobre el rio Zulia. 

El discurso contra Maduro lo compartimos pero no es suficiente para la ciudad.

Se requieren nuevas inversiones desde el estado para aliviar la crisis. Más recursos y menos discursos. Más compromiso presupuestal y no tanto estudio de proyectos de ley que,  la historia nos ha enseñado, no son suficientes para cambiar la realidad regional si no hay inversiones en infraestructura.

Y en este campo si el gobierno Duque llega al menos a  la mitad que se invirtió en los últimos años por la administración Santos, estaremos listos a reconocerlo.  





Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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