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Francisco José de Paula Santander y Omaña era hijo de
Juan Agustín Santander Colmenares y de su tercera esposa, Manuela Antonia de
Omaña y Rodríguez. Don Juan Agustín había sido gobernador de la provincia de
San Faustino de los Ríos y cultivador de cacao en sus posesiones rurales,
producto éste que por entonces constituía el segundo renglón de exportación de
Nueva Granada, después del oro.
La infancia de Francisco de Paula transcurrió cómoda en
medio de las grandes propiedades de su padre, sembradas de café, cacao y caña,
al cuidado de numerosos dependientes y esclavos. Perteneció pues a una clase
social y económica de grandes prerrogativas y bastante influyente en los
asuntos de su región.
Auténtico criollo o español americano, en él confluyeron
una rica mezcla de razas. Por las venas del general Santander corría aún con
fuerza la herencia de dos razas, que empezara en la unión del conquistador
español Diego de Colmenares con la hija del cacique de Suba, Ana Sáenz.
Esta herencia indígena marcó su presencia no sólo en la
complexión, color y rasgos físicos, sino también en su temperamento, en su
apatía social, en su mutismo, y en la soledad que siempre lo caracterizó.
Descendiente por línea directa paterna del capitán español Francisco Santander,
a quien Flórez de Ocariz identifica como Martínez de Ribamontan Santander, su
cuarto abuelo, llegado al Nuevo Reino de Granada alrededor de 1619 como
gobernador de la provincia de Santa Marta.
Por línea directa materna su primer antepasado en América
lo constituyó el capitán español Antonio de Omaña Rivadeneyra, también su
cuarto abuelo, llegado a la ciudad de Ocaña en el siglo XVII, donde ocupó los
puestos de alcalde ordinario y de juez de residencia.
La educación de Francisco de Paula se inició en una
pequeña escuela privada de la Villa del Rosario de Cúcuta; luego, en la
biblioteca paterna, tuvo la oportunidad de ampliar los conocimientos adquiridos
a través de las múltiples lecturas realizadas.
A la edad de 13 años fue enviado a Santafé de Bogotá, a
cursar estudios en el Colegio Real Mayor y Seminario de San Bartolomé, donde
aprendió las bases de la teoría e ideas políticas, conociendo a fondo las
doctrinas jurídicas y la legislación romana y española.
Si la adolescencia de Santander discurrió por entre los
claustros académicos y por las calles de la Santafé colonial, su juventud tuvo
como escenario campos más aviesos y rudos, consagrado a un ideal político y a
una lucha en circunstancias suigeneris que templaron su carácter de colegial
hasta transformarlo en joven adusto y circunspecto.
Los sucesos de 1810 lo sorprendieron en el preciso
momento en que daba fin a sus estudios, pues el 11 de julio de ese mismo año
había presentado su examen público sobre práctica forense. Sólo le restaba
ejercer en calidad de pasante al lado de un jurisperito, para recibirse como
abogado de la Real Audiencia.
La revolución de independencia de las colonias españolas
lo sorprendió de colegial, cambiándole en un instante su vida apacible y
rutinaria.
CAUSA INDEPENDENTISTA
Siguiendo el ejemplo de sus eminentes profesores,
Santander abrazó entusiasmado la nueva causa que se vislumbraba en el horizonte
político y cambió su toga de colegial por la capa de guerrero.
El 20 de julio de 1810 dijo adiós a los claustros de su
colegio, ingresando el 26 de octubre de dicho año como voluntario al servicio
militar activo con el grado de subteniente-abanderado del batallón de
infantería de Guardias Nacionales, a la edad de 18 años.
Desde aquel día lo encontramos inmerso en la maraña
bélico-política de las conmocionadas colonias, tomando partido en la
confrontación civil entre federalistas y centralistas de la Primera República, y combatiendo el dominio español a las órdenes de Manuel
Castillo y Rada y Antonio Baraya Ricaurte.
La vida del joven Santander empezó una
fulgurante carrera militar que lo llevó al generalato de división a los 27 años.
En nueve años escaló todas las posiciones castrenses: en mayo 25 de 1812 era teniente;
el 1 de junio, capitán, al lado de los federalistas; cuando éstos trataron de tomarse
la capital del antiguo virreinato, fortín de los centralistas, fue prisionero por
éstos después de recibir dos heridas en la acción.
En enero de 1813, en un canje de prisioneros,
resultó favorecido y al llegar a Tunja, el 10 de febrero de aquel año, asumió
el grado de sargento mayor, con el cual empezó a luchar por la independencia de
Venezuela, destacándose por su bizarría y buen comportamiento. En tal calidad
sirvió bajo las órdenes de Manuel Castillo, Simón Bolívar, Gregor Mac Gregor y
de Custodio García Rovira.
El 4 de junio de 1814 le llegó el despacho en
que era ascendido a coronel, efectivo desde el 13 de mayo del mismo año. A
partir de 1816 su jefe inmediato fue Manuel de Serviez, con quien pasó de la
invadida Nueva Granada a Venezuela, retirándose a los Llanos de Casanare, donde
mantenían viva la chispa de la independencia el coronel Miguel Valdés,
comandante general del Ejército de Oriente, el coronel Nepomuceno Moreno,
gobernador de Casanare y el general Rafael Urdaneta.
Estos jefes, en vista de las altas calidades
no sólo militares sino intelectuales del joven Santander, a la sazón de 24 años
de edad, el 16 de julio de 1816 lo eligieron comandante en jefe de tal ejército.
Santander asumió sus funciones, pero un
hombre de sus condiciones, letrado y refinado, no satisfizo a los burdos llaneros
que pronto impusieron a uno de los suyos, al por entonces teniente coronel José
Antonio Páez.
Santander aceptó aquel golpe y presentó su
renuncia. Continuó en Venezuela participando en todas las campañas militares.
Fue nombrado subjefe de Estado Mayor General en la reorganización del ejército.
El 12 de agosto de 1818 fue ascendido a
general de brigada de los ejércitos de Venezuela y escogido para reorganizar las
fuerzas revolucionarias dispersas y anarquizadas del Casanare. Fue desde este
destino que en la mente del joven granadino se fraguó la idea de invadir la Nueva
Granada, limpiarla de españoles y luego retornar con el ejército triunfante a
Venezuela.
Trabajó infatigable, impuso disciplina y
marcialidad en las díscolas tropas, atendió todos los campos de la logística y
del aprovisionamiento y diseñó el plan estratégico y la ruta para la invasión al
Virreinato de la Nueva Granada; que fue conducida con asombroso éxito, terminando
en los conocidos sucesos de Boyacá, que le valieron su ascenso a general de
división y el calificativo enorme de “Organizador de la Victoria”.
En la historia colombiana ningún hombre ha
dividido tanto las opiniones de los escritores políticos y sociales, ninguno ha
originado tantas controversias como Santander.
Militar en épocas de revueltas puede ser
cualquiera, como se puede comprobar fehacientemente a lo largo de la historia;
pero sólo unos pocos privilegiados acceden a la categoría de legisladores o de
estadistas. Es por ello que la verdadera dimensión de Santander no la debemos
ver en el caudillo militar, sino en el estadista, en el administrador, en el
legislador.
ANEXO PUBLICADO EN EL TIEMPO
El General es mejor recordado por su apego a las normas que
por sus éxitos en la vida militar. No en vano, el Libertador Simón Bolívar le
dio el título de ‘Hombre de las Leyes’ en una de sus cartas.
“Gustaba poco del movimiento y ejercicio de la vida militar;
no sólo esto, sino mayor defecto le atribuían camaradas de campaña, que lo
acusaban de falta de brío como soldado”, afirma O’Leary, edecán de Bolívar, en una
de las páginas de Las penumbras
del general, libro del
escritor payanés Víctor Paz Otero, quien encontró en Santander a un personaje cínico
e hipócrita: “Es muy triste que sea nuestro fundador”, dice Paz.
PADRE DE LA EDUCACIÓN Y DE LA REPÚBLICA
El también ‘organizador de la victoria’ -calificativo
recibido tras el triunfo en la batalla deBoyacá- fue nombrado Vicepresidente de la Provincia Nueva
Granada en 1819.
“Es el padre de la República -asegura Cecilia Fernández
de Pallini, presidenta de la Sociedad Académica Santanderista y tataranieta del General-. Él
creó la democracia en nuestro país”.
El Museo Nacional, la Universidad Central de ese entonces
-hoy denominada U. Nacional- y más de 32 instituciones educativas en Colombia, Venezuela
y Ecuador le deben su vida al General.
“La gran revolución de Santander se dio a partir de la educación,
pues en ese tiempo la población mestiza no podía asistir al colegio”, señala
Luis Horacio López, secretario y miembro de la Academia Colombiana de Historia.
BOLÍVAR Y SANTANDER: ¿ENEMIGOS?
El primer encuentro entre el Libertador y el General
estuvo marcado por la tensión:
“¡Marche usted inmediatamente. No hay alternativa, marche
usted; o usted me fusila o positivamente yo lo fusilo!”, le sentenció Bolívar a
Santander para que lo apoyara en la Campaña Admirable, para liberar a Caracas,
en 1813.
Aunque el General se negó a acompañarlo, su relación con el
Libertador fue, hasta 1826, de “mutuo respeto y admiración”, señala la
tataranieta, de acuerdo con las cartas que se escribían los próceres.
Un distanciamiento paulatino se dio entre el Libertador y
el General por desacuerdos políticos -relacionados con la Convención de Ocaña-.
Luego, en 1828, la relación terminó tras la Conspiración septembrina, episodio
en el que se ha involucrado a Santander como ‘traidor’ y autor de un plan para
asesinar al Libertador.
¿Por qué los conceptos encontrados sobre el General?
“Santander es una personalidad compleja. Sí es un
leguleyo, pero tanto Bolívar como Santander les torcían la cabeza a las leyes.
Los colombianos odiamos el pasado. Tenemos un país sin héroes nacionales”,
sentencia el historiador López.
Recopilado
por: Gastón Bermúdez V.
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