Orlando Carvajal (La
Opinión)
Muertes violentas, consumo de drogas
y miseria, se conjugan a diario a lo largo
de los 15 kilómetros del Canal
Bogotá.
Las entrañas del Canal Bogotá son un hervidero pasadas las ocho de la
noche. Unos 15 grupos de personas, también llamados entre ellos como parches,
se reúnen para consumir bazuco, marihuana, perico y heroína. Lo hacen al aire
libre hasta alucinar.
Entre ellos hay ancianos, jóvenes,
mujeres y hasta niños de caritas sucias y pies descalzos. Todo lo hacen a la vista de los que
pasan por las orillas del canal, incluidos los funcionarios de la alcaldía y la
misma policía.
El aire que se respira en las noches a lo largo del canal es pesado. El
humo de la marihuana y el bazuco predomina y se confunde con la podredumbre que
expelen arrumes de basura y aguas negras que circulan por un canal que se
supone es para las aguas lluvias.
Las romerías de habitantes de la calle y drogadictos son más intensas
debajo de los casi diez puentes que sirven para cruzar el canal de occidente
hacia el sur y hacia el oriente, desde
que nace en el barrio Santander hasta que muere en Niza.
La noche atrae al canal no solo a esta población, sino también a los jíbaros
al servicio del narcotráfico. También a prostitutas, a gais, a lesbianas y a
adictos de buena familia que encuentran en esta alcantarilla de más de15
kilómetros la ‘medicina’ para sus vicios.
Es un territorio disputado, dice Alejandro*, un hombre de 57 años que
lideró uno de los parches en el paso del canal por el barrio El Callejón. Él
asegura que en los últimos diez años que estuvo consumiendo bazuco y marihuana
en ese lugar conoció que dos bandas se disputan el control allí: Los Rastrojos
y el Clan del Golfo. Ellos son los que distribuyen, dice.
El canal es, a juicio de Alejandro,
el mayor consumidor de drogas del área metropolitana de Cúcuta. En ningún otro lugar se consume
tanto bazuco, perico y heroína juntos como allí. Los consumidores son habitantes
de la calle, jóvenes drogadictos, prostitutas, homosexuales y hasta eventuales
vecinos que acuden allí.
En una noche pueden estar consumiendo al mismo tiempo doscientas personas a
lo largo del canal, de ahí lo atractivo del negocio del tráfico de sustancia
sicoactivas, dice.
En el pasado, Alejandro estuvo perdido en las drogas en el canal; asegura
que era parte de los consumidores y que el negocio detrás del microtráfico se
mueve desde los cerros del suroccidente que conectan con el canal Bogotá, y que
se encuentran en sectores conocidos como María Teresa, Cerro Pastel, Santander,
La Tomatera, Pelelojo, Galán, López y San Rafael.
El canal está estratégicamente
conectado con estos cerros de donde baja todos los días la mercancía que se
consume en sus entrañas.
Líderes comunales a lo largo del canal Bogotá aseguran que los jíbaros se
ubican en los parques y plazoletas cercanas. Muy pocos se arriesgan a penetrar
el canal, salvo el tramo que pasa por debajo del centro comercial Las Mercedes,
en el que se dice opera una olla hace muchos años.
Floresmiro, un taxista de Los Patios, asegura que muy a menudo lleva carreras de jóvenes que dicen ir a
pegarse una fumadita a ese tramo del canal.
A esa olla acuden los adictos a la heroína. “Uno los ve camuflarse cuando
cae la noche y al otro día los encuentra tendidos en los andenes como
vegetales, con sus rostros amarillos. Incluso algunos tienen aún las jeringas
colgando de sus brazos, en un espectáculo degradante del cual las autoridades
no quieren saber nada”, dicen dirigentes comunales que pidieron mantener sus
identidades en el anonimato.
El hurto
Detrás del microtráfico se mueven también otros delitos en el canal, como
el hurto, el tráfico de armas, la extorsión y el homicidio.
Las autoridades no tienen estadísticas oficiales sobre los casos de muertes
violentas en el Canal Bogotá, pero según dirigentes comunales y vecinos, se
calcula que en los últimos 10 años unas 60 personas perdieron la vida con
arma blanca y de fuego en riñas y enfrentamientos entre bandas, en su mayoría
habitantes de la calle y delincuentes.
La policía en los últimos cinco años
ha protagonizado unas cinco tomas al canal en busca de armas y de objetos
robados.
No obstante las estadísticas de aprehensiones e incautaciones de armas
blancas y de fuego, los delitos siguen encarnados en el canal.
“Todo robo que se produce en el
centro o en las casas vecinas es repartido en el canal, no es un secreto”, dice Alejandro.
Para la Policía, el hurto sigue siendo el delito más cometido en Cúcuta, en
especial el de celulares, motos y a residencias, lo cual, a juicio de los
vecinos del canal, nunca se va a detener mientras no se extirpe el cáncer que
se incubó en esta gigantesca alcantarilla.
Testimonios
‘El canal me marcó’
María Francy Smith López, de 50 años, nacida en Buga (Valle), vivió 20 años
debajo de uno de los puentes que atraviesa el Canal Bogotá.
Ella hace parte de un grupo de adultos mayores rescatados por la alcaldía
de Cúcuta de las fauces del canal.
“Fue muy duro vivir en ese mundo lleno de toda clase de inmundicias, pero
igual me tocó. Consumíamos vicio todos los días. Mi compañero aún sigue allá”,
relata la mujer.
“Durante mi estadía allá me tocó presenciar muchos muertos por
enfrentamientos entre la misma gente que habita en el canal. Por fortuna yo no
caí, pero admito que el canal me marcó, porque allá vivía en el vicio”, dijo
López.
‘Viví en el propio infierno’
El día que la alcaldía de Cúcuta rescató a Luddy Esperanza Álvarez Angarita
del Canal Bogotá, ella llevaba 40 de sus 60 años durmiendo en sus entrañas, en
el pavimento, sobre cartones y colchones viejos que los vecinos arrojaban a esa
alcantarilla.
En ese mundo la conocían como La Gomela. Sus días en el canal transcurrían
consumiendo bazuco, entre cientos de delincuentes, habitantes de la calle y
drogadictos que llegaban al canal a trabarse, dice.
“El canal es lo más bajo a lo que se llega en la vida, es puro libertinaje,
vicio, robos, prostitución al aire libre, y ahora se agravó con la llegada de
los venezolanos”, recuerda Álvarez.
‘Esto no puede estar pasando’
Elena Daisy Hurtado, de 56 años, llegó al canal procedente de Venezuela
hace apenas seis meses.
“Es difícil y me duele todo lo que pasa en este canal. Está uno junto a la
peor degradación del ser humano. Jóvenes que viven solo para consumir drogas”,
dice.
Me parece mentira que todo esto esté pasando ante la mirada cómplice de
tanta gente, de las autoridades, agrega la mujer.
Ella y uno de sus hijos que la acompaña viven del negocio del reciclaje, y
de lo cual está agradecida porque lo poco que gana le sirve para sostener a su
familia en el vecino país.
Canal
Bogotá, una espiral de problemas sin fin
Las autoridades han sido permisivas
y alcahuetes, según los líderes comunales.
Aunque se han hecho intentos por cambiarle la cara al Canal Bogotá, todos, a la postre, han terminado en el
fracaso.
Desde operativos de
inteligencia, pasando por brigadas de aseo, podas, rescates y hasta murales
cargados de poesía, se han impulsado desde distintas esquinas y por entidades diferentes, pero,
igual, esta enorme alcantarilla de más de 15 kilómetros vuelve a ser la misma y
con los mismos males.
Los jóvenes, quién lo creyera,
exclama María Luisa Rincón, una maestra de primaria del barrio El Callejón, le
han hecho, quizás, el más importante aporte al canal: lo han cubierto de belleza y de
colores, con la ilusión de transformar el manto de podredumbre y miseria que se
esconde en sus entrañas.
Los
jóvenes del movimiento Acción Poética se han encargado a lo largo de los últimos
años de imprimirme belleza al Canal Bogotá.
Sin embargo, el tiempo y el olvido se han encargado de borrar las huellas
positivas que intentan pasar la oscura página al Canal Bogotá. Con el correr de
los días y las semanas, el maldito paisaje vuelve a ser el mismo: drogadictos,
prostitutas, jíbaros, aguas negras, basura, niños hambrientos, momias vivientes
que deambulan como autómatas dominadas por el bazuco y la heroína, dice Rincón.
A lo largo de los más de cincuenta años que tiene de construido el Canal
Bogotá, los alcaldes de turno han hecho caso omiso a los graves problemas que
se debaten en él. Todos pasan por su lado y miran de reojo el espectáculo
miserable que protagoniza un ‘enjambre’ de seres humanos caídos en desgracia
por distintos motivos, pero a ninguno se le ha ocurrido hacer algo de fondo,
todo se queda en ‘pañitos de agua tibia’, expresa Juan de Dios Monroy, abogado
y vecino del barrio Ceiba.
Ha faltado voluntad y una política
pública que aborde y atienda los problemas que se incubaron en el canal, porque de nada sirven los
operativos antidrogas o las brigadas para recoger habitantes de la calle, si la
ciudad no cuenta con las herramientas y la logística para brindar una atención
integral hasta su rehabilitación de quienes están en el abandono, asegura la
sicóloga Maritza Palomino.
La alcaldía hasta ahora está elaborando la política y ha dado pasos en
dirección a lo que se quiere con los habitantes de la calle, que hoy superan
los 1.400, en su mayoría inquilinos del Canal Bogotá.
El
proyecto de EIS Cúcuta Ciudad Canal aspira a borrar el oscuro pasado que lleva
a cuestas el Canal Bogotá, transformando su entorno verde en un malecón que
invite a la vida.
Hay iniciativas en marcha para cambiar de cara el paisaje de esta
alcantarilla, así como intentos para darle una mejor vida a quienes se debaten
a diario con la miseria, sin embargo,
una solución definitiva no solo es cemento, ello requiere contundencia y
constancia para erradicar males como el microtráfico y la delincuencia, dice
Jorge Monroy, dirigente cívico del barrio Ciudad Jardín.
El alcalde César Rojas dice que en su administración se hizo lo que no se
había hecho nunca antes: rescatar a los adultos mayores que morían a
diario en el Canal Bogotá, para llevarlos a un sitio digno y rehabilitarlos;
esto también se está haciendo con los jóvenes drogadictos.
El comandante de la Policía Metropolitana de de Cúcuta, coronel José
Palomino, dijo que dentro del plan de seguridad para la ciudad hay objetivos
que apuntan hacia el Canal Bogotá.
En este orden, las 19 acciones que conforman la estrategia le apuestan a
atacar los delitos de mayor impacto que están afectando a los cucuteños, como
el homicidio, el hurto a personas, la extorsión y el robo de motos y celulares.
Dos apuestas
1. De canal a malecón
Una parte del Canal Bogotá busca ser convertida en una especie de malecón,
a través del proyecto Ciudad Canal. El plan apunta a cambiarle la cara al
espacio y a transformar el paisaje para que sea útil a la comunidad.
El proyecto, liderado por la Eis Cúcuta, está en marcha y se intervendrán
aproximadamente 4,5 kilómetros de vía, incluidos los senderos peatonales, zonas
verdes, el amueblamiento y mejorando la disposición de los desechos.
El trayecto comprende desde el centro comercial Unicentro (avenida Los
Libertadores) hasta el puente Eustorgio Colmenares Baptista, dijo Francisco
Cortés, gerente de la Eis Cúcuta.
Explicó que el plan se hará en fases con el apoyo de unas 30 entidades
tanto públicas como privadas.
Las entidades que participan en el proyecto buscan descontaminar estas
áreas, mejorar el tema de la seguridad y paisajismo, porque en las actuales
condiciones que se encuentra el canal es propicio para todo lo contrario.
2. La política, en marcha
La alcaldía de César Rojas se propuso construir una política pública para
dar respuestas y soluciones a la gama de problemas sociales en que se
debate la ciudad, muchos de ellos anidados en el Canal Bogotá.
El secretario de Bienestar Social, Óscar Sandoval, dijo que un primer paso
en este sentido ya se dio con el rescate de más de cien adultos mayores que se
encontraban abandonados a su suerte en el Canal Bogotá.
Ahora pasan sus días en un hogar digno en el que reciben alimentos, salud y
recreación (foto). Lo mismo se está haciendo con los más de mil habitantes de
la calle que deambulan en Cúcuta. La descomposición de la familia es la causa
directa de este problema, dice Sandoval.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
No hay comentarios:
Publicar un comentario