Gerardo Raynaud (La
Opinión)
Don Esteban Raynaud
El 20 de septiembre de 2019 se cumplieron cien años del
nacimiento de mi padre, un personaje muy recordado en la ciudad por su extraordinario
don de gentes, su emprendimiento y el valor con que afrontó las dificultades
que en los últimos días de su vida hicieron algunos malvados, cuando lo
despojaron de su patrimonio.
No tuve conocimiento de todas las artimañas que urdieron algunos abogados
en complicidad con funcionarios de menor rango, hasta que casualmente y luego
de muchos años transcurridos, uno de los jueces que conoció la causa me narró
recientemente, con indiscutible indignación, el maléfico proceder y las
perversas maniobras utilizadas, sin que pudiera impedirlas a pesar de sus
buenas intenciones.
Hablo del Chez Esteban o mejor de don Esteban Raynaud, aquel reconocido
chef que llegó a Colombia contratado para inaugurar el Grill del Hotel Nutibara
de Medellín, en 1952, de la mano de don Hernán Botero, un mozalbete, hijo de
una familia de notables antioqueños muy pudientes, propietarios del hotel, a
quien habían enviado a Europa a educarse y de paso, a relacionarse con los
personajes más destacados de la rancia aristocracia, en particular de la
francesa, muy de moda y con mucho arraigo en la cultura colombiana del siglo
pasado, esta misma presentación la hice en la crónica donde narré cuando
organizó su restaurante en la Villa del Rosario, luego de permanecer algo más
de diez años en su anterior establecimiento en El Escobal y que se llamó
Restaurante Don M, que había comprado a un francés que se afincó en la ciudad,
en la que se decía que había venido de la Guayana Francesa de donde había
salido luego de cumplir su pena en la famosa Isla del Diablo, versión que no
era del todo descabellada toda vez que los reclusos que cumplían su pena,
no eran devueltos a la metrópoli y debían arreglárselas por su cuenta, ya fuera
para regresar o para iniciar una nueva vida en el continente.
Hago mención del nombre de Hernán Botero, pues con el pasar del tiempo fue
uno de tantos colombianos que se dejó tentar del dinero fácil, a pesar de
tenerlo, y por lo cual, tuvo el desagradable privilegio de ser el primer
extraditado a los Estados Unidos. Los aficionados al fútbol lo recuerdan por la
famosa fotografía exhibiendo un puñado de dólares y gritándole al árbitro
¿Cuánto te pagaron?
Año 1966
Pero continuando con el relato, debo agradecerle a este diario y en
especial a su director, el haberme dado la oportunidad de escribir estas
crónicas, ya que en septiembre del 2000 y con ocasión de su fallecimiento,
publiqué mi primera crónica que llevó por título “Esteban, uno de los Tres
Mosqueteros”. La presentación que se hizo de esta crónica decía “…historia de
un francés que echó raíces en Cúcuta, contada por su hijo…”
La historia de Etienne, como era su nombre en francés, se remonta a las
postrimerías de la Primera Guerra Mundial, época en la que nació en el sur de
Francia no muy lejos de la frontera española.
Luchó con los aliados durante la Segunda Guerra, permaneciendo en el
Ejército francés hasta su liberación en 1944.
Estudió y se tituló de ‘chef’ en la afamada ‘Escuela Hotelera de Toulouse’
y siendo instructor a comienzos de los cincuenta, de allí lo sonsacó don
Hernán, para traérselo a Colombia.
En mi primera crónica hacía mención de tres mosqueteros, pues con él
vinieron otros dos compañeros que también se afincaron en el país con igual o
mejores resultados, un suizo que con el pasar del tiempo montó la famosa
pastelería Astor en Medellín y don Federico Wollner, austriaco, llegado con mi
padre y contratado en el mismo Hotel Nutibara, en calidad de ‘Maitre d’Hotel’ y
quien posteriormente y durante varios años regentó el Hotel Tonchalá.
Murió en trágicas circunstancias víctima de un atentado en las mismas
oficinas de la gerencia del hotel.
Llegó a la ciudad en 1957, por insinuación de un paisano que residía en
Caracas y que había trabajado también en el Nutibara y que ahora tenía una
agencia de festejos en Venezuela, cuyo principal cliente era el presidente
Pérez Jiménez. Viajaba a la capital antioqueña varias veces al año a vigilar
las inversiones que había hecho antes de partir.
A comienzos de 1965, decidió por recomendación de sus clientes y amigos,
organizar un nuevo establecimiento sobre la autopista que se había construido
para unir la ciudad con la vecina San Antonio, escenario que había cambiado la
situación de su negocio, ahora que el tránsito se desviaba por esa vía, dejando
casi sin uso la vieja ‘carretera a la frontera’.
Durante ese año se desarrolló una campaña de expectativa, en prensa y
radio, mientras avanzaba la construcción y en 1966 se hicieron las primeras
adecuaciones y se dotó de los implementos necesarios para el cabal funcionamiento
de la nueva empresa, de manera que el 21 de junio de ese año, se realizaron los
actos inaugurales, con la bendición episcopal de monseñor Pablo Correa León.
Con la toma de posesión del presidente Carlos Lleras Restrepo, ese mismo
año, el 7 de agosto siguiente, en su primera visita a la ciudad, el mandatario
de los colombianos fue agasajado en el Chez Esteban, ocasión que aprovechó para
felicitar y agradecer a su propietario por el magnífico aporte al progreso de
la región.
Murió pocos días antes de cumplir los 81 años, sin haber regresado a su
tierra y sin el menor arrepentimiento por no haberlo hecho.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
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