Gerardo Raynaud (La
Opinión)
Durante la primera mitad del siglo XX el único escenario en el que se
permitía la presentación de los diversos eventos en la ciudad, fueran
culturales, sociales, deportivos e incluso algunos religiosos, era la Plazuela
del Libertador, espacio escogido, desde la reconstrucción, para tales fines.
Para ubicarnos en el contexto actual, situémonos en el Parque Nacional,
avenidas tercera y cuarta entre calles octava y novena. Allí se presentaban
espectáculos de los géneros más variados, circos, corridas de toros, pero
especialmente partidos de fútbol en los años cercanos a la media centuria,
cuando por razón de la guerra empezaron a decaer las presentaciones de los
grupos artísticos que venían del viejo continente.
Ante la ausencia de un espacio que permitiera tanto la presentación de
espectáculos como la práctica deportiva y atlética, en 1942 la Junta de Fomento
del Deporte adquirió los planos de un moderno estadio que fue diseñado por el
ingeniero cucuteño Víctor Pérez Peñaranda y emprendió las gestiones tendientes
a iniciar su construcción principal que giraba entonces, en torno a una cancha
de fútbol.
En una visita reciente que había hecho a la ciudad el Ministro de Educación
Germán Arciniegas, dijo que la obra tenía “una rara belleza” y que era
necesario que se apoyara la obra, máxime cuando se trataba de un profesional
hijo de esta tierra y abrigaba la esperanza que con el esfuerzo solidario, la
juventud cucuteña tendría su estadio completo para su fiesta que es la fiesta
del porvenir, de la salud, del espíritu y ante todo de la patria.
En el comunicado divulgado, la institución de fomento deportivo, integrada
por ciudadanos cucuteños de probada buena voluntad, ha logrado conseguir inicialmente
un auxilio del tesoro municipal y se espera que el gobierno departamental en
cabeza del doctor Guillermo Eliseo Suárez, igualmente preocupado por el
engrandecimiento regional, haga efectiva alguna partida del presupuesto
departamental.
La magnitud del proyecto le exigía a la Junta todo su esfuerzo en lograr
obtener la mayor cantidad de recursos para la terminación de la obra, razón por
la cual, emprendieron la dura labor de promover, por suscripción pública, la
contribución voluntaria de la ciudadanía con la esperanza de conseguir la
totalidad de los aporte necesarios para lograr su total construcción.
A mediados del segundo semestre del año en mención, se iniciaron las
gestiones para la adjudicación del contrato de obra, el cual se firmó con el
consorcio de constructores de la época conformado por los ingenieros Pérez
Peñaranda y Faccini.
Al comienzo se realizó la explanación del terreno y su cerramiento,
continuando, de conformidad con los planos, con la edificación de las tribunas
de cemento y posteriormente el levantamiento de un magnífico frontis, que
hubiera debido mantenerse a pesar de la última remodelación que se hizo cuando
el vetusto estadio construido a principios del decenio de los cuarenta fue
total y bellamente adecuado a las necesidades de un escenario digno de una
ciudad de las condiciones de Cúcuta.
Pero sigamos con el proceso de consecución de los recursos, toda vez que la
construcción, tal como se presupuestó, solamente duró unos pocos meses, toda
vez que, el estadio, estuvo listo a mediados del año siguiente, pues el
entusiasmo y apoyo de todos los sectores de la ciudad se aglutinaron en torno
al proyecto de manera tan unánime como nunca antes se había visto.
En este aspecto quiero recordar que la cantidad de construcción física se
reducía a un cerco en ladrillo y una tribuna, que durante todo el tiempo hasta
nuestros días se llamó “la tribuna de sombra”, por lo tanto, no se esperaba una
demora mayor.
En su interior, se diseñó una pista atlética que se reducía a una calzada
en tierra apisonada y una cancha simple, sin gramilla, por lo menos en sus
inicios. La demarcación del terreno dedicado a la práctica del balompié tampoco
se hizo y solo fue realizada cuando se oficializó el campeonato de ese deporte
algunos años más tarde, con la aparición del onceno local y su primer partido
oficial en el estadio en 1950.
Con la presidencia de José Manuel Villalobos, a la sazón director del
diario Comentarios, líder indiscutible de la Junta de Fomento del Deporte, se
procedió a convencer a la ciudadanía a entregar los aportes a la gran
obra.
En sus primeros días se motivaron tantas personas e instituciones que se
alcanzó una suma cercana a los dos mil pesos, cifra con la cual se comenzó a
trabajar en la construcción, a la espera de los aportes oficiales prometidos
por las autoridades, local y regional.
Avanzada la construcción, el nuevo gobernador Carlos Ardila Ordóñez,
consciente de la magnitud de la obra y a pesar de la precaria situación fiscal
de departamento, ordenó incluir en los gastos de ese mes la suma de mil pesos,
como parte del auxilio aprobado, según ordenanza de la Asamblea, por la suma de
cinco mil pesos.
El desarrollo de la obra continuaba su curso sin mayores inconvenientes
financieros. Las grandes empresas continuaron aportando sumas significativas
como Tito Abbo constituido en el mayor contribuyente con la suma de doscientos
pesos, la Compañía Colombiana de Tabaco y don Antonio Copello cada uno aportó
ciento cincuenta pesos, la Cervecería Nueva y el ciudadano alemán Karl
Schomaker aportaron cien pesos cada uno.
Los conocidos almacenes y comerciantes más importantes de la ciudad,
colaboraron con cifras que oscilaron entre los diez y los cincuenta pesos.
Algunos de los más importantes planteles educativos de la ciudad hicieron
actividades que les permitió conseguir algunos pesos entre sus estudiantes y
padres de familia, como puede apreciarse en las notas que fueron enviadas a la
Junta por los directores de los colegios Sagrado Corazón de Jesús y Gremios
Unidos, en las que se lee, que sus primeras contribuciones fueron de $34.74 el
Sagrado Corazón y $34.54 el colegio Gremios Unidos, que felicitan a la Junta
por la labor noble y patriótica en hacer efectiva una obra de positivo progreso
y grandes repercusiones benéficas para la juventud actual y venidera, lamentan
así mismo, que el aporte no fuera mayor pero que debido a la actual “pobreza
franciscana” de los colegios.
A pesar de todos los inconvenientes que afortunadamente la Junta de Fomento
del Deporte logró superar, el estadio Santander, como se denominó originalmente
se convirtió en el centro de la actividad deportiva de la ciudad.
Recopilado por: Gastón
Bermúdez V.
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