Imágenes
En el aniversario
de la muerte del General Francisco de Paula Santander, Imágenes presenta el
fragmento de un documento verdaderamente importante, acerca del proceso a
nuestro prócer. El texto completo fue tomado de la Edición de la Fundación para
la Conmemoración del Bicentenario del Natalicio y el Sesquicentenario de la
Muerte del General Francisco de Paula Santander. Biblioteca de la Presidencia
de la República. Administración Virgilio Barco, 1988.
Ventana por donde huyó el Libertador la noche
septembrina
PRIMERA INDAGATORIA
AL GENERAL DE DIVISIÓN FRANCISCO DE PAULA SANTANDER (1828). (FRAGMENTO)
El 28 de septiembre
el señor general y acompañado, pasaron a la casa del colegio de ordenados,
donde se haya preso el señor general de división Francisco de Paula Santander,
a quien recibió juramento, que hizo bajo su palabra de honor, ofreciendo decir
verdad en lo que supiera y fuera preguntado.
PREGUNTADO
Dónde estuvo y qué
conducta observó la tarde y noche del 25 del corriente, dijo: que para mejor
absolver esta pregunta debe tomar la cosa desde las 3 de la tarde, a cuya hora
vino a comer a su casa, habiendo estado toda la mañana, desde las 9, pagando
algunas visitas, como al provisor Rocha, las señoras Almeidas, las señoras
Uricoecheas, las señoras Sánchez, las señoras Genoveva Ricaurte y familia, el
doctor Viana, en donde le parece que dieron las dos de la tarde, y antes (de)
entrar a su casa visitó a la familia de las señoritas Mendozas; que habiendo
llegado a la pieza donde habita, le avisó la mujer Antonia, que le cuida la
casa, que su hermana la señora Josefa Santander estaba muy mala y que pedía un
poco de aceite de almendras, y se lo mandó; que comió muy a la ligera y salió
para la casa de dicha su hermana, en donde encontró todas las personas de la
familia y a las señoras mujer del doctor Casimiro Calvo y la del doctor
Casimiro Joaquín Suárez, que estaban asistiendo a la enferma, que por la
detención de las pares, estaba bien mala; que mandó buscar al doctor Merizalde,
que vino, recetó no sabe qué remedios y se fue, anunciando que iba a casa del
rector de la universidad a una junta de gobierno.
Que el exponente
permaneció en la casa, y como cerca de las 5 de la tarde, lastimado de oír los
ayes de la enferma, salió a la puerta de la calle y alcanzó a ver fuera de su
casa a la mujer del señor José Vásquez Pose y, dirigiéndose a ella, le contó el
estado en que se hallaba su hermana; que ella le dijo que a una mujer se le
había quitado con tal remedio, de que no se acuerda, y le supliqué que se
llegara a casa de su hermana, para ver si se le aplicaba.
Que en la puerta de
la calle de dicha señora estaba parada una de sus niñas y se dirigió hacia
ella, con cuyo motivo entró en la casa, en donde estuvo conversando con las
señoras un gran rato; que luego salió y volvió a casa de dicha su hermana, que
vive en la calle de los carneros; cerca de la oración, viendo que el mal se
agravaba, mandó a buscar al doctor Merizalde con el señor Honorato Rodríguez, pariente
político del señor José María Briceño, y que habiendo respondido dicho
Merizalde que no venía porque no se atrevía a hacer la operación de extraer las
pares, llamasen al doctor Cheyne; que entonces hizo buscar al doctor Arganil,
que vino, vio a la enferma y escribió una receta; que el exponente la tomó y
con una criada llamada Liberata se vino a salir por detrás de la iglesia de San
Victorino, a la plazuela, a la botica de un francés que la tiene establecida
debajo de la casa que fue de don José Antonio Ugarte; que entró, le leyó la
receta y le dijo que la despachara inmediatamente; que le contestó que tres de
las drogas que se pedían, y recuerda ahora que eran agua escabiosa y de melisa,
no las había en su botica, ni creía que las hubiera en ninguna otra; que el
exponente escribió esta misma razón al pie de la receta y la devolvió con la
criada a su hermano político; que se quedó conversando con el francés, a quien
apenas había saludado anteriormente, sobre el mayor o menor expendio de su
establecimiento, y aun le preguntó si había oído hablar de la propuesta que
hacía la casa de Laffite, acerca de amortizar la deuda extranjera, sobre lo
cual el exponente le respondió que no había oído decir que fuera la casa de
Laffite y que sobre esta materia conversaron, dando tiempo a que la criada
regresara con alguna otra receta; que al cabo de un rato, que no parecía, salió
de la botica y por el mismo camino por donde había venido a ella volvió a la
casa de su hermana, andando despacio porque prefería ir así a oír los quejidos
de la enferma, pero que solo iba por la calle, es decir, que no iba acompañado
por nadie; que llegó a la casa y la enferma acababa de arrojar las pares
detenidas.
Que se quedó allí
conversando sobre partos, sobre la correspondencia entre el ministro del Perú,
Villa, y nuestro secretario de estado y sobre fábricas de casas; estando en
esta especie de tertulia, las ya nombradas mujeres del doctor Calvo y doctor
Suárez, su prima Juana Santander, la señora Manuela Ramírez, su hijo el doctor
Ezequiel Rojas, que le dijo se iba al otro día para Hato Viejo y quizá a Tunja,
que qué era lo que se le ofrecía; que estaban también el doctor Arganil y el
padre fray Miguel González, de San Diego, a quien se había llamado por el
peligro en que estaba la enferma y porque es su director espiritual; que, como
a las 9 de la noche, según le parece, se retiraron para sus casas todos los
mencionados, a excepción de la mujer del doctor Calvo, del padre González y el
exponente, que resolvió quedarse a dormir allí, como otras veces lo había
hecho, como que al efecto, y con motivo de estas agitaciones políticas, siempre
había una cama preparada para cuando quisiese ocuparla, y en esta ocasión lo
decidió a ello el estado de enfermedad de su hermana.
Pero como el ciudadano
Francisco González acompañaba al exponente en la pieza en que dormía, porque no
se atrevía a dormir con criados, receloso por las mismas turbaciones políticas,
teniendo el exponente la llave de las piezas donde tiene sus intereses, se vino
a su casa con el mismo Honorato Rodríguez a dejarla y tomar su esclavina y su
espada.
Que las tomó en
efecto, dejó la llave de sus piezas y se volvió inmediatamente a la casa de su
hermana; en la pieza donde estaba la cama durmió también el padre González; que
tarde de la noche entró al cuarto su hermano político el coronel Briceño, a
avisarle que su hermana había oído como descargas de fusil; que se vistió
inmediatamente, se levantó la demás gente de la casa y se pusieron a observar
lo que sería; que a poco rato tocaron a la ventana y se vio que era el general
Ortega con una partida de soldados montados, que les avisó que había novedad en
la ciudad; que su hermano y el exponente hicieron ensillar sus bestias y
salieron con dicho general por la calle de los carneros a San Francisco, y de
allí a la plaza; que cerca de ella encontraron al Libertador con varios
generales y oficiales, a quien acompañaron todos hasta el puente de San
Francisco por toda la calle del comercio, y de regreso luego por la misma calle
hasta su palacio.
Que el exponente le
preguntó al general Rafael Urdaneta, luego que entró el Libertador a su
palacio, lo que debía hacer, tanto por si se le creía útil como principalmente
porque en la agitación en que estaban las tropas no fuera a recibir algún insulto
por la posición política en que tanto tiempo ha se encuentra; que el general
Urdaneta le respondió que se fuera a casa de dicho general, en lo cual parece
estuvo de acuerdo su excelencia el Libertador, y permaneció en ella toda la
madrugada del 26 hasta las 12 del día, en que el mayor de la plaza, Arce, lo
llamó a la comandancia general y fue con él a la casa que sirve de su despacho;
que el comandante general París lo condujo a la pieza que sirve de despacho a
la comisión de repartimiento de bienes nacionales, previniéndole que
permaneciese allí hasta nueva disposición, incomunicado.
Que ayer tarde,
como a las 4 ó 5, el mismo comandante general lo ha conducido a esta pieza.
PREGUNTADO
Si tuvo algún
antecedente de lo acaecido en la noche del 25 u oyó alguna expresión que
pudiera así indicarlo y a quién, responde que absolutamente no tenía
conocimiento de que hubiera algún plan que debiera ejecutarse para hacer
cualquier cambio, y que está seguro de que, aunque lo hubiera habido no se lo
habrían comunicado.
PREGUNTADO
Por qué dice y
asegura que si hubiera habido algún plan no se lo habrían comunicado, contestó
que porque el exponente, a toda persona con quien hablaba, cuando se trataba de
los negocios políticos de la República, le manifestaba su decisión de no
mezclarse en nada que pudiera comprometerlo y de marchar al norte con la
comisión que se le había dado y tenía aceptada, como que llegado el caso
comprobará todos los pasos y medidas que había tomado para el arreglo de sus
negocios y para prolongar su ausencia de Colombia, aunque el gobierno no lo
ocupase en los Estados Unidos; que añade también que una de las razones que el
exponente manifestaba a las personas que mostraban desconfianza sobre el estado
de cosas para persuadirlas de que el exponente conocía bien su posición
política, era la odiosidad personal que le profesaban los principales jefes de
los ejércitos del sur, Magdalena y Venezuela, y la inepcia que los pueblos, a
semejanza de los de todos los países, estaban mostrando; que ya por su parte
había hecho cuanto le parecía que le aconsejaba su deber y que era preciso
acomodarse al tiempo.
PREGUNTADO
Qué clase de
personas eran con las que se expresaba en estos términos y cuál la desconfianza
que ellas manifestaban con el estado presente de las cosas, dijo que con el
señor Baralt, señor Jacinto Martel, que estaba en compañía de los comerciantes
Carrasquilla, Lemos, Rubio, hablándose del estado de miseria pecuniaria en que
estaba el país, con los Arrublas, el doctor Suárez, Florentino González, le
parece que con el general Vélez, con el general Ortega y no se acuerda con qué
otras personas de aquellas bien conocidas por sus buenos deseos patrióticos, y
en este estado recuerda al señor José Ignacio París, al doctor Viana.
La desconfianza que
se manifestaba sobre el estado de la República se reducía a considerar la
ninguna moral que tenía ya el ejército y el pueblo, la situación del país por
su pobreza y por su estado de insolvencia con los extranjeros, en cuyas
precisas circunstancias se temía el rompimiento de hostilidades con el Perú y
una invasión de parte de los españoles.
PREGUNTADO
Si en las
conversaciones que tuvo con el señor Florentino González se tocó alguna vez
sobre el suceso que tuvo lugar el 25 del corriente u otro parecido, contestó
que absolutamente, sobre sucesos como el del 25, no le ha oído nada y que antes
de ese día hacía como tres o cuatro que no lo veía; que algunas veces hablaba
como conforme con su suerte y otras como desesperado de su situación y resuelto
a mejorarla de cualquier modo; que el exponente entiende por su suerte, la
particular de González, como que un día le preguntó al exponente si llevaba
oficial de legación a los Estados Unidos, y supone el exponente que eso sería
por ver si se podría acomodar; que aunque no puede explicar bien esta
resolución que le comprendía en su conversación de tomar un partido que lo
tranquilizase, vuelve a asegurar que no indicó cosa parecida a la del 25.
PREGUNTADO
Si sabe cuál era el
motivo para el descontento y desesperación de González, contestó que el
exponente está cierto de que todo consistía en su delirio por la libertad, que
era de lo que hablaba; que el exponente procuraba siempre tranquilizarlo con
varias reflexiones y muy particularmente con la de que debían convencerse de
que los pueblos hacían bien poco aprecio de esa exaltación con que se trataba y
un régimen completamente liberal.
Y advierte el
exponente que el jueves 18 del corriente se decidió a ir a Soacha para visitar
al cura, con quien en días anteriores había quedado de ir, y en efecto lo
verificó acompañado desde su casa con dicho cura padre Candia, del padre
provincial Torres, del padre Chaves, del doctor Garay, del comandante Carlos
Wilthiw y del señor Florentino González; que el exponente, asociado al padre
Candia, fue conversando de materias indiferentes hasta el puente de Bosa y de
allí continuó hasta Soacha conversando con los otros padres, y ya estaba en el
pueblo el señor González, que se adelantó desde la salida de la ciudad; que
estuvieron por la tarde todos juntos en tertulia, hablando de todas materias, y
a las 6 de la tarde, poco más o menos, se volvió a Bogotá el señor González
porque dijo que tenía que asistir el día siguiente temprano a su oficina…
Nota del recopilador.- Se relaciona al atentado del cual fue víctima el
Libertador Simón Bolívar en Bogotá, Colombia, cuando un aproximado de 37
hombres entre civiles y militares siguiendo supuestamente instrucciones
Francisco de Paula Santander, forzaron la puerta del Palacio Presidencial donde
se encontraba el Libertador; la compañera de vida de Simón Bolívar Manuela
Sáenz, siempre alerta con su espada y sus pistolas a mano, siempre dispuesta a
defender a Bolívar.
Estos antipatriotas en su intento
de asesinar a Bolívar terminaron con la vida de su edecán quien vigilaba en el
Palacio Presidencial un teniente venezolano Andrés Ibarra, quien al oír ruidos
salió a enfrentarlos.
¡Manuela al oír lo pasos, despertó
a Bolívar, ambos se armaron para defenderse de los asaltantes quienes gritaban,
Abajo el tirano! ¡Viva Santander!, invadieron el interior y empezaron a forzar
la puerta de la alcoba del libertador; pero esta no era una batalla fácil de
ganar, Manuela convenció al Libertador de huir y salieron por la ventana del
cuarto.
Fue en ese momento de valentía que
demostró Manuela que el Libertador le dice “Tú eres la Libertadora del
Libertador”, Bolívar escapa y pasa la noche debajo del puente del Carmen, a
pocas cuadras del palacio, lo que empeoró su tuberculosis; el alma del
libertador había quedado herida al ver la ingratitud de quienes los
traicionaron.
El intento de asesinato de Bolívar
el 25 de septiembre de 1828, es la llamada "noche septembrina"; todos
los que participaron contra la vida del Libertador fueron exiliados y otros
sufrieron prisión, y algunos huyeron.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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