sábado, 14 de noviembre de 2020

1782.- PROCESO A SANTANDER POR LA NOCHE SEPTEMBRINA


Imágenes

En el aniversario de la muerte del General Francisco de Paula Santander, Imágenes presenta el fragmento de un documento verdaderamente importante, acerca del proceso a nuestro prócer. El texto completo fue tomado de la Edición de la Fundación para la Conmemoración del Bicentenario del Natalicio y el Sesquicentenario de la Muerte del General Francisco de Paula Santander. Biblioteca de la Presidencia de la República. Administración Virgilio Barco, 1988.

Ventana por donde huyó el Libertador la noche septembrina

PRIMERA INDAGATORIA AL GENERAL DE DIVISIÓN FRANCISCO DE PAULA SANTANDER (1828). (FRAGMENTO)

El 28 de septiembre el señor general y acompañado, pasaron a la casa del colegio de ordenados, donde se haya preso el señor general de división Francisco de Paula Santander, a quien recibió juramento, que hizo bajo su palabra de honor, ofreciendo decir verdad en lo que supiera y fuera preguntado.

PREGUNTADO

Dónde estuvo y qué conducta observó la tarde y noche del 25 del corriente, dijo: que para mejor absolver esta pregunta debe tomar la cosa desde las 3 de la tarde, a cuya hora vino a comer a su casa, habiendo estado toda la mañana, desde las 9, pagando algunas visitas, como al provisor Rocha, las señoras Almeidas, las señoras Uricoecheas, las señoras Sánchez, las señoras Genoveva Ricaurte y familia, el doctor Viana, en donde le parece que dieron las dos de la tarde, y antes (de) entrar a su casa visitó a la familia de las señoritas Mendozas; que habiendo llegado a la pieza donde habita, le avisó la mujer Antonia, que le cuida la casa, que su hermana la señora Josefa Santander estaba muy mala y que pedía un poco de aceite de almendras, y se lo mandó; que comió muy a la ligera y salió para la casa de dicha su hermana, en donde encontró todas las personas de la familia y a las señoras mujer del doctor Casimiro Calvo y la del doctor Casimiro Joaquín Suárez, que estaban asistiendo a la enferma, que por la detención de las pares, estaba bien mala; que mandó buscar al doctor Merizalde, que vino, recetó no sabe qué remedios y se fue, anunciando que iba a casa del rector de la universidad a una junta de gobierno.

Que el exponente permaneció en la casa, y como cerca de las 5 de la tarde, lastimado de oír los ayes de la enferma, salió a la puerta de la calle y alcanzó a ver fuera de su casa a la mujer del señor José Vásquez Pose y, dirigiéndose a ella, le contó el estado en que se hallaba su hermana; que ella le dijo que a una mujer se le había quitado con tal remedio, de que no se acuerda, y le supliqué que se llegara a casa de su hermana, para ver si se le aplicaba.

Que en la puerta de la calle de dicha señora estaba parada una de sus niñas y se dirigió hacia ella, con cuyo motivo entró en la casa, en donde estuvo conversando con las señoras un gran rato; que luego salió y volvió a casa de dicha su hermana, que vive en la calle de los carneros; cerca de la oración, viendo que el mal se agravaba, mandó a buscar al doctor Merizalde con el señor Honorato Rodríguez, pariente político del señor José María Briceño, y que habiendo respondido dicho Merizalde que no venía porque no se atrevía a hacer la operación de extraer las pares, llamasen al doctor Cheyne; que entonces hizo buscar al doctor Arganil, que vino, vio a la enferma y escribió una receta; que el exponente la tomó y con una criada llamada Liberata se vino a salir por detrás de la iglesia de San Victorino, a la plazuela, a la botica de un francés que la tiene establecida debajo de la casa que fue de don José Antonio Ugarte; que entró, le leyó la receta y le dijo que la despachara inmediatamente; que le contestó que tres de las drogas que se pedían, y recuerda ahora que eran agua escabiosa y de melisa, no las había en su botica, ni creía que las hubiera en ninguna otra; que el exponente escribió esta misma razón al pie de la receta y la devolvió con la criada a su hermano político; que se quedó conversando con el francés, a quien apenas había saludado anteriormente, sobre el mayor o menor expendio de su establecimiento, y aun le preguntó si había oído hablar de la propuesta que hacía la casa de Laffite, acerca de amortizar la deuda extranjera, sobre lo cual el exponente le respondió que no había oído decir que fuera la casa de Laffite y que sobre esta materia conversaron, dando tiempo a que la criada regresara con alguna otra receta; que al cabo de un rato, que no parecía, salió de la botica y por el mismo camino por donde había venido a ella volvió a la casa de su hermana, andando despacio porque prefería ir así a oír los quejidos de la enferma, pero que solo iba por la calle, es decir, que no iba acompañado por nadie; que llegó a la casa y la enferma acababa de arrojar las pares detenidas.

Que se quedó allí conversando sobre partos, sobre la correspondencia entre el ministro del Perú, Villa, y nuestro secretario de estado y sobre fábricas de casas; estando en esta especie de tertulia, las ya nombradas mujeres del doctor Calvo y doctor Suárez, su prima Juana Santander, la señora Manuela Ramírez, su hijo el doctor Ezequiel Rojas, que le dijo se iba al otro día para Hato Viejo y quizá a Tunja, que qué era lo que se le ofrecía; que estaban también el doctor Arganil y el padre fray Miguel González, de San Diego, a quien se había llamado por el peligro en que estaba la enferma y porque es su director espiritual; que, como a las 9 de la noche, según le parece, se retiraron para sus casas todos los mencionados, a excepción de la mujer del doctor Calvo, del padre González y el exponente, que resolvió quedarse a dormir allí, como otras veces lo había hecho, como que al efecto, y con motivo de estas agitaciones políticas, siempre había una cama preparada para cuando quisiese ocuparla, y en esta ocasión lo decidió a ello el estado de enfermedad de su hermana.

Pero como el ciudadano Francisco González acompañaba al exponente en la pieza en que dormía, porque no se atrevía a dormir con criados, receloso por las mismas turbaciones políticas, teniendo el exponente la llave de las piezas donde tiene sus intereses, se vino a su casa con el mismo Honorato Rodríguez a dejarla y tomar su esclavina y su espada.

Que las tomó en efecto, dejó la llave de sus piezas y se volvió inmediatamente a la casa de su hermana; en la pieza donde estaba la cama durmió también el padre González; que tarde de la noche entró al cuarto su hermano político el coronel Briceño, a avisarle que su hermana había oído como descargas de fusil; que se vistió inmediatamente, se levantó la demás gente de la casa y se pusieron a observar lo que sería; que a poco rato tocaron a la ventana y se vio que era el general Ortega con una partida de soldados montados, que les avisó que había novedad en la ciudad; que su hermano y el exponente hicieron ensillar sus bestias y salieron con dicho general por la calle de los carneros a San Francisco, y de allí a la plaza; que cerca de ella encontraron al Libertador con varios generales y oficiales, a quien acompañaron todos hasta el puente de San Francisco por toda la calle del comercio, y de regreso luego por la misma calle hasta su palacio.

Que el exponente le preguntó al general Rafael Urdaneta, luego que entró el Libertador a su palacio, lo que debía hacer, tanto por si se le creía útil como principalmente porque en la agitación en que estaban las tropas no fuera a recibir algún insulto por la posición política en que tanto tiempo ha se encuentra; que el general Urdaneta le respondió que se fuera a casa de dicho general, en lo cual parece estuvo de acuerdo su excelencia el Libertador, y permaneció en ella toda la madrugada del 26 hasta las 12 del día, en que el mayor de la plaza, Arce, lo llamó a la comandancia general y fue con él a la casa que sirve de su despacho; que el comandante general París lo condujo a la pieza que sirve de despacho a la comisión de repartimiento de bienes nacionales, previniéndole que permaneciese allí hasta nueva disposición, incomunicado.

Que ayer tarde, como a las 4 ó 5, el mismo comandante general lo ha conducido a esta pieza.

PREGUNTADO

Si tuvo algún antecedente de lo acaecido en la noche del 25 u oyó alguna expresión que pudiera así indicarlo y a quién, responde que absolutamente no tenía conocimiento de que hubiera algún plan que debiera ejecutarse para hacer cualquier cambio, y que está seguro de que, aunque lo hubiera habido no se lo habrían comunicado.

PREGUNTADO

Por qué dice y asegura que si hubiera habido algún plan no se lo habrían comunicado, contestó que porque el exponente, a toda persona con quien hablaba, cuando se trataba de los negocios políticos de la República, le manifestaba su decisión de no mezclarse en nada que pudiera comprometerlo y de marchar al norte con la comisión que se le había dado y tenía aceptada, como que llegado el caso comprobará todos los pasos y medidas que había tomado para el arreglo de sus negocios y para prolongar su ausencia de Colombia, aunque el gobierno no lo ocupase en los Estados Unidos; que añade también que una de las razones que el exponente manifestaba a las personas que mostraban desconfianza sobre el estado de cosas para persuadirlas de que el exponente conocía bien su posición política, era la odiosidad personal que le profesaban los principales jefes de los ejércitos del sur, Magdalena y Venezuela, y la inepcia que los pueblos, a semejanza de los de todos los países, estaban mostrando; que ya por su parte había hecho cuanto le parecía que le aconsejaba su deber y que era preciso acomodarse al tiempo.

PREGUNTADO

Qué clase de personas eran con las que se expresaba en estos términos y cuál la desconfianza que ellas manifestaban con el estado presente de las cosas, dijo que con el señor Baralt, señor Jacinto Martel, que estaba en compañía de los comerciantes Carrasquilla, Lemos, Rubio, hablándose del estado de miseria pecuniaria en que estaba el país, con los Arrublas, el doctor Suárez, Florentino González, le parece que con el general Vélez, con el general Ortega y no se acuerda con qué otras personas de aquellas bien conocidas por sus buenos deseos patrióticos, y en este estado recuerda al señor José Ignacio París, al doctor Viana.

La desconfianza que se manifestaba sobre el estado de la República se reducía a considerar la ninguna moral que tenía ya el ejército y el pueblo, la situación del país por su pobreza y por su estado de insolvencia con los extranjeros, en cuyas precisas circunstancias se temía el rompimiento de hostilidades con el Perú y una invasión de parte de los españoles.

PREGUNTADO

Si en las conversaciones que tuvo con el señor Florentino González se tocó alguna vez sobre el suceso que tuvo lugar el 25 del corriente u otro parecido, contestó que absolutamente, sobre sucesos como el del 25, no le ha oído nada y que antes de ese día hacía como tres o cuatro que no lo veía; que algunas veces hablaba como conforme con su suerte y otras como desesperado de su situación y resuelto a mejorarla de cualquier modo; que el exponente entiende por su suerte, la particular de González, como que un día le preguntó al exponente si llevaba oficial de legación a los Estados Unidos, y supone el exponente que eso sería por ver si se podría acomodar; que aunque no puede explicar bien esta resolución que le comprendía en su conversación de tomar un partido que lo tranquilizase, vuelve a asegurar que no indicó cosa parecida a la del 25.

PREGUNTADO

Si sabe cuál era el motivo para el descontento y desesperación de González, contestó que el exponente está cierto de que todo consistía en su delirio por la libertad, que era de lo que hablaba; que el exponente procuraba siempre tranquilizarlo con varias reflexiones y muy particularmente con la de que debían convencerse de que los pueblos hacían bien poco aprecio de esa exaltación con que se trataba y un régimen completamente liberal.

Y advierte el exponente que el jueves 18 del corriente se decidió a ir a Soacha para visitar al cura, con quien en días anteriores había quedado de ir, y en efecto lo verificó acompañado desde su casa con dicho cura padre Candia, del padre provincial Torres, del padre Chaves, del doctor Garay, del comandante Carlos Wilthiw y del señor Florentino González; que el exponente, asociado al padre Candia, fue conversando de materias indiferentes hasta el puente de Bosa y de allí continuó hasta Soacha conversando con los otros padres, y ya estaba en el pueblo el señor González, que se adelantó desde la salida de la ciudad; que estuvieron por la tarde todos juntos en tertulia, hablando de todas materias, y a las 6 de la tarde, poco más o menos, se volvió a Bogotá el señor González porque dijo que tenía que asistir el día siguiente temprano a su oficina…


Nota del recopilador.- Se relaciona al atentado del cual fue víctima el Libertador Simón Bolívar en Bogotá, Colombia, cuando un aproximado de 37 hombres entre civiles y militares siguiendo supuestamente instrucciones Francisco de Paula Santander, forzaron la puerta del Palacio Presidencial donde se encontraba el Libertador; la compañera de vida de Simón Bolívar Manuela Sáenz, siempre alerta con su espada y sus pistolas a mano, siempre dispuesta a defender a Bolívar.

Estos antipatriotas en su intento de asesinar a Bolívar terminaron con la vida de su edecán quien vigilaba en el Palacio Presidencial un teniente venezolano Andrés Ibarra, quien al oír ruidos salió a enfrentarlos.

¡Manuela al oír lo pasos, despertó a Bolívar, ambos se armaron para defenderse de los asaltantes quienes gritaban, Abajo el tirano! ¡Viva Santander!, invadieron el interior y empezaron a forzar la puerta de la alcoba del libertador; pero esta no era una batalla fácil de ganar, Manuela convenció al Libertador de huir y salieron por la ventana del cuarto.

Fue en ese momento de valentía que demostró Manuela que el Libertador le dice “Tú eres la Libertadora del Libertador”, Bolívar escapa y pasa la noche debajo del puente del Carmen, a pocas cuadras del palacio, lo que empeoró su tuberculosis; el alma del libertador había quedado herida al ver la ingratitud de quienes los traicionaron.

El intento de asesinato de Bolívar el 25 de septiembre de 1828, es la llamada "noche septembrina"; todos los que participaron contra la vida del Libertador fueron exiliados y otros sufrieron prisión, y algunos huyeron.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

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