Es difícil encontrar en el área de frontera y en una treintena de países, un conocedor de las huellas de Juan Francisco Gómez, ascendiente directo del temido presidente, general y político venezolano Juan Vicente Gómez Chacón, el campesino nacido en La Mulera, jurisdicción de San Antonio del Táchira, quien llegó al poder tras un golpe de Estado y se mantuvo en el solio dieciocho años, tras tres periodos intercalados entre 1908 hasta su defunción en 1935.
El ‘Benemérito’ como lo llamaban los aduladores, protegió a los inversionistas extranjeros y criollos, fortaleció la economía, construyó carreteras con los presos, fomentó la explotación petrolera, la misma que en modernos tiempos disfrutan sus connacionales.
El militar Gómez Chacón, sinónimo de miedo, mantuvo en su férreo puño la dirección de su país y bajo la bota a los opositores. De su recio carácter nació la famosa frase: “Mis amigos son la verga, mis enemigos verga con ellos”.
El castrense Gómez Chacón visionario en asuntos de negocios dejó una incontable fortuna en haciendas, diverso ganado, residencias y dinero efectivo de la cual goza su descendencia.
Mientras tanto quedaron olvidados en los laberintos del tiempo los relatos de torturas, exiliados, desaparecidos y los fantasmales gritos de los harapientos hambrientos muertos entre grilletes y cepos en la cárcel La Rotunda de Caracas, demolida por haber sido considerada oprobio de la humanidad. En ese lugar fue construida la Plaza Concordia como rechazo al despotismo dictatorial.
Nadie da razón de Juan Francisco Gómez, el nieto del general Canuto Gómez (tío de Juan Vicente Gómez), hijo de la bella Irene Gómez y un anónimo soldado negro, oriundo de la región de Coro, apenas llamado Francisco Blanco.
Pero si en determinado lugar entre Colombia, Venezuela y el resto del Caribe indagan por Negro Blanco, muchos saben en detalle de quien se trata: del fruto de los amores clandestinos de su joven madre con el militar raso caído en desgracia por su osadía pasional, quien recuperó la libertad ante las amenazas de suicidio de la mujer que lo eligió para hacerlo merecedor de sus virtudes afectivas.
Negro Blanco fue concebido en San Antonio del Táchira y parido en Capacho, donde también llegó a la vida el ilustrado mandatario del vecino país, abogado Cipriano Castro.
Desde entonces su vida no ha sido obscura debido al tono de su apodo ganado en el ambiente deportivo, por el contrario, se le ha tornado diáfana gracias a su vasta capacidad de trabajo y el no haber utilizado en algo la anuencia de su apellido, aunque muchos relatan con erudición en su presencia la historia de sus mayores.
Inclinado por el béisbol, disciplina que lo hizo estrella al ser componente de la Selección Táchira y la representación de Venezuela, ingresó a la Guardia Nacional a los doce años, lo sometieron a trato castrense y salía a patrullar con un fusil Máuser en ristre, superior a su estatura.
En el cuerpo armado lo apoyaron en sus intenciones jonroneras, llegó casi adolescente a la honrosa posición de segundo bate de la novena de su país y en el apogeo de su capacidad física no lo aceptaron en la Serie del Caribe por no tener edad reglamentaria. Sin embargo, participó en varios torneos internacionales hasta el 13 de abril de 1952, cuando en un encuentro nacional, entre aplausos y vítores, ante numeroso público, se retiró y dejó con nostalgia a un lado el palo que le dio renombre. Cúcuta tuvo la suerte de ver destellos de su capacidad beisbolera al jugar con el equipo Cumotor.
Hoy día, Juan Francisco Gómez, Negro Blanco, casi centenario todavía exige respeto por su mote, en medio de los recuerdos de su actividad industrial de la diversión, sobre todo en época de festivales artísticos, fundador de cabarets de primera categoría con gallera donde ocupó mucha gente, mediante la contratación de costosas orquestas de gran fama nacional e internacional. Danzarín insigne, ganó dos maratones de baile ante competidores de gran estilo. Como referencia en nuestra región, Negro Blanco compró el Grill Boconó en la vía a San Antonio, pero cambió su razón social a Grill Tropicana, incluyéndole una gallera.
Siempre concurrió a partir de España a lugares donde presentaban corridas de toros, y en su condición de gallero nunca tuvo contratiempo alguno de viajar con sus plumíferos ejemplares al lugar del planeta donde lo retaran. Su pasión taurina lo obligó a importar astados y por eso se convirtió en el primer empresario de Táchira, según una placa donde destaca su gracioso seudónimo de aparentes tintes racistas.
Ha recibido varias condecoraciones, exigente trabajador del campo siempre contrató labriegos a los cuales dio buen trato porque a la legendaria drasticidad de su apellido le pasa lo del tigre, no es como lo pintan, al menos en su caso.
Sin pensarlo, tal casi siempre ocurre llegó hace más de cuarenta años al Carmen de Tonchalá, compró dos fincas, las equipó, presentó tres novilladas y al parecer en ese sitio se entregará a la benefactora paz de la tierra usufructuante de su condición de granjero a perpetuidad.
Negro Blanco regocijado en los recuerdos de los mozos años, aún con firme voz describe su colección de inmuebles, costosos coches y bellas mujeres en el esplendor de la femineidad, de turista en casinos, enfrentamientos de gallos y toros su otra controvertida pasión.
Parte de su vida trascurrió en clubes de primera y aficionados a la pelota entre ellos Roque Mora, los hermanos Mario y Pedro Nel Canal Ramírez, Martín Ferreira y Eustorgio Colmenares a quien calificó de suave, humilde, burlón, conciliador, lo mismo protector ante quienes se le oponían debido a su empuje de industrial extranjero.
A Negro Blanco en su dilatada edad apenas le faltan las notas del clarín de la retirada, mientras entre risas y añoranzas positivas, sabe que la existencia es corta sólo para los obstinados en amargarse con los triunfos del prójimo, mientras los demás disfrutan hasta donde lo merecen.
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.
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