Promoción de bachilleres 1973 festejando 50 años de graduados.
Sentados izq. a der.: Beto Báez, Víctor Jaimes, Benito Antolínez, Néstor Rojas, Iván Carrero, Jairo Rosas, Orlando Morales; atrás: Juvenal Valero, Héctor Acosta, Holger Salazar, Carlos Pabón, detrás de Pabón, Carlos Noboa, Carlos Mendoza, detrás de éste Jorge Rodríguez, Juan Álvarez, detrás José Martínez, Arístides Urbina, detrás de Urbina Jairo Torrado, Pedro López, Carlos Moreno, Álvaro Carvajal Franklin, Jairo Sandoval y Ricardo Abrahim. Total 23. De los que fueron faltó Jorge Pabón.
En medio del silencio que enfrento en tan aciagos momentos de mi frágil salud y, ante su generosa y honrosa designación que ustedes me han hecho para que sea yo, quien a través del apreciado compañero y amigo Álvaro Carvajal les dirija la palabra, me he trasladado de Bogotá a Cúcuta junto con mi esposa Esperanza Meléndez, quien hace cinco años me acompañó, a pesar de que se hallaba convaleciente de la misma enfermedad que yo padezco.
Superado el infortunio, me he propuesto con suma satisfacción a escribir unas breves y deshilvanadas líneas, mismas que quiero compartir esta noche (2/12/2023) con cada uno de ustedes, apelando a los más caros sentimientos que nos unen como compañeros y amigos. Para todos mi fraterno y afectuoso saludo y los agradecimientos míos y de la familia por haber estado siempre presentes y atentos en la evolución de mi salud.
Hace ya cinco décadas recibimos el título de bachilleres 1973, otorgado por el Colegio Sagrado Corazón de Jesús de nuestra querida y amada ciudad de San José de Cúcuta. Para aquélla época se vislumbraba nuestro ímpetu juvenil y jocoso característico de nuestro ADN motilón y “mamador de galo”, amén que nos animaba la esperanza puesta en nuestro particular y común devenir, cimentado en toda una pléyade de sueños y proyectos. Todos a una alcanzamos la meta, mirada desde nuestras singulares perspectivas y posibilidades.
El tiempo ha pasado de manera fugaz e inexorable. Fue una verdadera época plagada de innumerables anécdotas, amores y desamores. No podemos ocultar que fuimos muy felices y cultivamos grandes amistades que aún nos reaniman el espíritu cada vez que nos encontramos y compartimos sin hacer ninguna acepción de personas. Hemos sido compañeros, amigos y cómplices desde siempre. Lamentablemente a tan merecida e impostergable celebración cincuentenaria no hemos asistido todos los que deberíamos estar: Unos, merced a imponderables circunstancias que les han impedido acompañarnos; otros, dado que gracias a la Voluntad del Creador se nos han adelantado en el viaje a la eternidad y gozan de una prometida morada en el cielo. A todos ellos, nuestro perenne recuerdo. Paz en su tumba y Vida eterna.
A propósito del acontecimiento histórico celebrado el pasado 29 de noviembre de 2023 en la ciudad de Cúcuta, como que cumplimos 50 años de habernos graduado de bachilleres, el colegio 100 años de estar siendo regentado por los hermanos cristianos de La Salle y 120 de haber comenzado a funcionar desde el 1º de agosto de 1903, exalto a sus fundadores el Reverendo Padre Domiciano Valderrama, Cura Párroco de San José y el Reverendo Padre Pablo Alegría, Agustino Recoleto, según quedó reseñado en el libro “115 años de historia del Sagrado Corazón”, editado y publicado hace 5 años.
Mosaico bachilleres 1973.
BACHILLERES: Luis Benito Antolínez Escalante, Alvaro Caballero Medina, José Alvaro Carvajal Franklin, Néstor José Carvajal Nava, Edgar Alberto Clavijo Gereda, Luis Alfonzo Cuadro Cañas, Rodolfo Chaustre Buitrago, José Genaro Durán Rangel, William José Gamboa Alvarado, Raúl Alberto Galeano Pulido, Eugenio Orlando González Ramírez, Ignacio García Pérez, Víctor Orlando Jaimes Moros, Reyes Francisco Márquez López, José Rafael Martínez Jaimes, Raúl Melo Sánchez, Orlando Alfonso Morales Acevedo, César Augusto Niño Toscano, Carlos Alfonso Pabón Rangel, Jorge Omar Pabón Laguado, Eulicer Pedroza Rojas, Libardo Arturo Pérez Hoyos, German Isidro Quintana Rodríguez, Carlos Fernel Quintero Quintero, Luis Enrique Quintero Jaimes, Carlos José Ramírez González, Edgar Ovidio Ramírez Guerrero, Manuel Enrique Rivera García, Ernesto Rubiano Soto, Holger Alfredo Salazar Quintero, José Guillermo Sandoval Serrano, Fernando Sarmiento Chacón, Jairo Alberto Suárez Lagos, Víctor Manuel Trujillo Valdés, Julio César Velasco Cobos, José Ricardo Abrajím Cortés, Héctor Manuel Acosta Castro, Orlando José Aguilar Ramírez, Juan Bautista Alvarez González, Manuel Alberto Báez Cabeza, José Iván Carrero Figueroa, Jorge Iván Del Pino Romero, Hernando Duarte Rivas, Omar Figueroa Melgarejo, Jesús Granados Maldonado, Julio César Guevara Buendía, José Antonio Gutiérrez Fonseca, Francisco Antonio Jaramillo Angulo, Pedro Rodolfo López Gómez, Félix Antonio López Rodríguez, Julio César Maldonado Mora, Alberto Maldonado Rodríguez, Carlos José Mendoza Carrillo, Carlos José Moreno Colmenares, Hugo Pacheco Cabrales, Miguel Vicente Pacheco Carrillo, Gabriel Peña Martínez, Diógenes Antonio Pino Moreno, Pedro José Quintero, Jesús Alberto Rivera Sierra, Néstor Rojas Rodríguez, Jairo Rosas Sayago, Hernán Rozo Gutiérrez, Joaquín Hernando Salazar Quintero, Jairo Sandoval Castro, Manuel Santos Coronado, Enmanuelli Sergi Rognone, Edgar Enrique Tobito Cuberos, Jairo Alfonso Torrado Alvarez, Jairo Nide Torres Mariño, Arístides Urbina Hernández, Juvenal Valero Bencardino.
Por ello, aquí y ahora, acudimos esta noche a festejar jubilosos nuestros 50 años que, sin lugar a dudas, han marcado nuestro ser, porque nos ubica en un contexto global y concreto, trasegado inefablemente por toda la humanidad, como que somos testigos de los acontecimientos sociales, políticos y económicos, sucedidos durante las pretéritas décadas de nuestra convulsionada historia y existencia.
Somos partícipes y artífices de una generación rebelde, como lo sostuve en mi intervención ante ustedes hace cinco años, cuando celebramos los 45 años de habernos recibido de bachilleres que, a mi juicio, no se repetirá, así otras generaciones nos traten de emular. No perdamos de vista este trascendental hecho, queridos compañeros y amigos. Es una historia que nos pertenece y dentro de la cual hemos actuado en relativa y pacífica connivencia durante largos años.
Así las cosas, es el momento, entonces, para traer a la memoria y destacar algunos párrafos del texto titulado “Los años sesenta, una revolución en la cultura”, escrito por el connotado historiador Álvaro Tirado Mejía, a través de los cuales nos interpela y narra fehacientemente acerca de los siguientes hechos: “El mundo se convirtió en una “aldea global”, según la frase acuñada en ese período. A los jóvenes y en general a la población –de aquella época- no les eran ajenos el mayo francés o el Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos, como tampoco lo era lo que acontecía en las universidades de Berkeley o de Berlín, ni el rock, ni festivales como el Woodstock, ni las comunas hippies, o las manifestaciones del arte moderno.
Tampoco lo eran para los fieles católicos, para los cristianos y aun para los laicos, las deliberaciones del Concilio Vaticano II o del Celam de Medellín. Y los sectores universitarios y de la intelectualidad no eran indiferentes a las polémicas entre Sartre y Camus, en Francia, en torno a la ética y la acción política o al compromiso del intelectual”.
(…) “El decenio de los sesenta fue en muchos aspectos el más importante de todo el siglo XX, por lo que implicó en el cambio de las costumbres, en las visiones sobre la ciudad y el poder, por la irrupción masiva de la juventud en busca de formas distintas de vida y de diferentes actitudes morales, etc. El quiebre que se marca en los años sesenta tuvo diferentes manifestaciones.
En primer término, los avances científicos y especialmente los relacionados con los medios de comunicación, con la conquista del espacio, con la salud, con los métodos anticonceptivos, etc. En segundo término, la lucha por implantar una contracultura, particularmente entre los jóvenes. El tercer aspecto es lo que podríamos denominar el despertar del tercer mundo”. En consecuencia, hago estas oportunas y pertinentes reflexiones, porque, tanto ustedes como yo, nos hemos visto inmersos, para bien o para mal, en una que otra faceta de la historia reseñada por el escritor de marras, misma que esta noche nos traen a la memoria algunos hechos que no nos han sido para nada ajenos e indiferentes.
Entre tanto, al iniciar el bachillerato recuerdo entre algunas de las actividades escolares inolvidables, cómo cada curso tenía su propia “canchita” y al representante le entregaban las llaves del salón y un balón de baloncesto para jugar en los recreos. Allí se fue gestando nuestra afición por el deporte de la cesta, que por fortuna fue traído a Colombia por el hermano Arturo Monier, quien se constituyó como el pionero del baloncesto en el Norte de Santander desde su llegada al departamento en 1931 y, por ende, el Colegio Sagrado Corazón de Jesús de Cúcuta se constituyó en cuna de eximios deportistas desde tiempos inmemoriales, entregándole con orgullo al Norte y a Colombia lo mejor de su cosecha de basquetbolistas.
Orlando Morales Acevedo con su señora Esperanza Meléndez.
De la misma manera, cómo no recordar los centros literarios donde muchos de ustedes y yo descollamos en expresiones culturales y artísticas, tales como la poesía, la oratoria, el canto y la música. En ese orden de ideas, en esta efeméride merecen especial recordación algunos de los educadores que nos prodigaron sus conocimientos y valores morales dentro del bachillerato, entre quienes destaco a los hermanos Manuel Salgado, en tercero; Luis Salamanca, en cuarto; Francisco Franco, en quinto; Filiberto Fabián y Domingo León, en sexto; Bernardo Toro –profesor de francés-, y el padre Carlos Martínez –capellán-.
Empero, mención especial en tan irrepetible conmemoración para el hermano Roque Casallas, quien fungió como nuestro rector y a quien desde otrora le debemos nuestra mayor consideración y respeto, Y dentro de la planta de profesores recordamos a David Becerra, Ramón y Antonio Higuera, Josué Landazábal, José Luis Maldonado, Luis Francisco Cárdenas, Jesús Ramírez, Luis Fernando Ramírez, José Roncancio y Ciro Torrado, entre otros. Nuestra gratitud por su tolerancia, vocación lasallista y mística docente.
A ellos nos debemos en nuestra misión de esposos y padres de familia, como también en el ejercicio de nuestras profesiones u oficios. Por manera que, para terminar, huelga traer a colación la letra del himno lasallista, que nos hizo vibrar y entonar durante nuestra trashumancia por el Colegio, el cual reza:
“Colegio de La Salle tan querido aquí nos tienes hoy, vibrantes de emoción y el Corazón de gratitud henchido y en cada labio modulando una canción. Ciencia y virtud es nuestro lema que ostentamos con honor y que defiende el Lasallista con ardor. Virtud, saber, porque la vida es mar donde el deber faro es que ha de alumbrar; sin vacilar nuestro grito será: LA SALLE, LA SALLE, do quiera triunfará”.
GALERIA FOTOGRAFICA
Durante la Santa Misa.
Orlando con su compañero y amigo Álvaro Carvajal Franklin.
Juan Álvarez, el Padre, Héctor Acosta, Hólger Salazar, Carlos Mendoza,
Juvenal Romero y Jairo Rosas.
Orlando y su hermano Homero con su señora Ana Cordero.
Orlando Morales Acevedo
Recopilado por: Gastón Bermúdez V.