sábado, 29 de abril de 2017

1116.- GRAMALOTE, NUEVA MUDANZA PARA QUEDARSE

Helena Sánchez


El día del retorno de los gramaloteros a su nuevo pueblo, reconstruido en la vereda Miraflores, no tuvo un momento de reposo. Desde la madrugada del 11/03/2017 se cumplió el hecho histórico del regreso a un pueblo que empezó tras seis años de espera y que tuvo una tarde fiestera, como las de antes.

A las 5 de la madrugada, Inés Monguí estaba alistando corotos y empacándolos en un camión prestado. Su vecina en Santiago, María Monguí, también madrugó para por fin descansar en su casa, en el sueño propio, pese a que aún no está terminada la totalidad del casco urbano. “Estoy contenta de poder irme”, dijo Inés, entusiasmada. “Viví en Santiago y en Tibú, pero ya estoy tranquila de tener mi casa”.

Ella fue la primera que llegó a descargar el camión, con los pocos muebles que guardaba. “Un bifé, la nevera, la cama y la ropita”, dijo poco antes de montarse al carro.

El ingreso triunfal se hizo sonando las bocinas, con niños corriendo por la plaza principal, mujeres sonrientes y hombres saboreando helados... y al son de la música en honor al pueblo. “Gramalote, eres lo que yo más quiero”, decía una canción que a ritmo rumbero puso a bailar a la gente, como lo hicieron la carranga y la música en vivo, que los entusiasmó todavía más.

Conforme pasaba la mañana, la espera por los actos protocolarios llevó a los pobladores a agruparse en la plaza principal.

Mientras Inés terminaba de desempacar el colchón, se detuvo ansiosa ante la puerta, con las manos cruzadas sobre el pecho, a la espera “del señor Gobernador”. Con el mandatario William Villamizar, llegó también Iván Mustafá, gerente del Fondo Adaptación. Y aunque en principio parecía una broma, se animaron a descargar tablas y a ayudar en la pequeña mudanza, mientras Inés sonreía.

“Le tocó la tragedia y la reconstrucción”, comentó alguien entre la gente, recordando que cuando el pueblo se destruyó, Villamizar gobernaba, y hoy acompañó el regreso.

Una fiesta de regreso en el pueblo del nuevo Gramalote

Por su parte, Mustafá destacó los avances de obra, los 1.600 obreros que trabajan en el proyecto, y la meta de cumplir el cronograma con las 1.007 casas terminadas para diciembre. Es un traslado con las primeras 60 familias y la idea es tener 300 a mitad de año y 750 para el final”, manifestó.

Sin embargo, de las 54 familias anunciadas, llegaron menos de 20, que para el alcalde, Tarcisio Celis, son menos del 5 por ciento estimado, pese a que ya hay 96 familias con escrituras. Para Celis, era previsible. Tal vez por esa “falta de condiciones”, él no estará despachando desde el Centro Administrativo Municipal. Al contrario, estará un par de días de la semana en Miraflores “para no dejarlos abandonados” y el resto del tiempo en el centro de servicios Andrés Entrena Parra.

Otro motivo para no empoderarse definitivamente “es que la carretera todavía no está terminada, y le queda lejos a la gente del campo”. Sin embargo, eso tiene sin cuidado a los pobladores; su principal preocupación es la reactivación económica y pensar de qué van a vivir, aunque hoy hicieron los primeros experimentos.

Algunos empezaron a vender pasteles, sombreros para el abrasador sol que por un momento rompió la frescura del cielo gris que parecía cargado de agua, y hasta alhajas.

Todos se mostraron complacidos por el avance de las obras, por la oportunidad de tener vivienda y por haber podido hacerse unos pesos con la llegada de sus antiguos vecinos.

Rubén Mendoza hizo de transportador, para traer y llevar a quienes lo necesitaban. “El cambio se ha notado mucho, y para qué, pero sí hay avance”, dijo.


El renacer y el recuerdo

La misa católica fue y será una de las claves de la vida de los gramaloteros. De ahí, la importancia de que pronto construyan el templo, para rezar a la Virgen de Monguí y a San Rafael. El sacerdote católico Nelson García dijo que se trabaja en estudios y diseños mientras se adecúa el lote de 6.400 metros frente a la plaza. “Sabemos que no es posible tener una réplica de la iglesia, pero trabajamos para mantener el frontis con las torres, que permiten darle grandeza a la iglesia y evocar el templo”, explicó. Internamente, comentó que se espera tener espacios funcionales, para lo cual no estarían las tradicionales tres naves sino un gran salón que permita a los feligreses un acceso cómodo.

Pero, mientras esto ocurre, también se espera que el pueblo avance después de tanto sufrimiento, tal como mencionó Víctor Ochoa, obispo católico de Cúcuta. “Traje guanábanos para poner arbolitos de frutas, porque Gramalote debe dar mucho fruto después de tanto sufrimiento”, dijo. “Ver destruida la casa, sin ropa, sin muebles, sin las fotos, sin las porcelanitas, sin las cosas propias, ese sufrimiento debe producir bondad”, agregó.

En medio de la fiesta, Carmen Rosa Gómez Rodríguez sonreía bajo una carpa, pensando en las fiestas del viejo Gramalote. “Allá me quedaba con mi esposo, que no alcanzó a ver el Gramalote destruido”, relató. “Eso era hasta que amaneciera”. Lagrimeando y suspirando, pasa sus manos artríticas y adoloridas por el rostro, pensando en que su esposo no vio ni el viejo ni el nuevo pueblo, pues murió antes del desastre. “Ya no quiero ni recordar ese día”, afirmó, antes de decir que vivirá con su nieto, que no la dejará desamparada.  “Doy gracias a Dios y a la Virgen por haberme dado vida para ver el nuevo Gramalote”, dijo. “¡Ahora nos toca dejar el ventilador!”, y sonríe; por fin sonríe.

Pese a no tener aún su hogar, Cristopher Vargas señaló que era el día esperado. “Este es el comienzo, y esperamos que culminen pronto las obras porque el sentir de la gente es de venir lo antes posible”, aseguró. “Eso implica ver renacer al pueblo, desde cero, con muchos desafíos porque para algunos es hasta más difícil asumir la construcción que la destrucción”.

El primero de esos desafíos es afrontar la soledad inicial, pese al jolgorio de este primer día. También, la falta de internet, que no está instalada siquiera en la Alcaldía, o la desilusión al añorar que el retorno fuera como la salida: unidos, como uno solo.

Pese a ello, la esperanza no se pierde, como señaló Marcos Peñaranda, integrante del equipo local de seguimiento a las obras, para quien este es el momento de volver a generar arraigo en los habitantes, “unos habitantes valientes que demostrarán que Gramalote va a renacer”.

El Gramalote que fue


En su himno, Gramalote tiene una frase que describe su historia: árbol de eterno florecer en un incansable y casi permanente retorno para renacer, reconstruirse para llegar a un nuevo comienzo, cada vez.

Según la historia, en octubre de 1857 don Gregorio Montes, dueño de las tierras al margen de la quebrada La Calderera, cedió sus terrenos para crear el caserío Caldereros, primer nombre del pueblo. En 1864, Caldereros se convirtió en distrito en propiedad pero con el nombre Galindo, en memoria del militar liberal Teodoro Galindo, quien murió escapando al intento de tomarse el caserío. Para la época gobernaba Manuel Murillo Toro, creador de la idea de imponer el nombre liberal para este pueblo conservador.

A principio de 1870, Caldereros creció y se trasladó por primera vez a Gramalote, en un desplazamiento traumático, marcado por enfrentamientos, que terminaron en 1880. Para 1888, con la nueva Constitución, se cambió el nombre por Gramalote, un pueblo que floreció tanto como el cultivo del café, uno de sus ejes económicos.

El antiguo casco urbano basó sus actividades en la caficultura, la ganadería y cultivos de pancoger, por un estrecho intercambio comercial con el sector rural. En su momento, fue zona de recreación por sus pozos, quebradas, senderos y miradores naturales, más una fuerte tradición cultural.

Para 2008 la falta de titularidad de la vivienda afectaba el acceso a créditos e inversión social, y según datos de la alcaldía, había un déficit de 126 viviendas que con la reconstrucción estarían cubiertas.

El reto del nuevo, muy nuevo Gramalote


Adaptarse una vez más al cambio es el reto de los gramaloteros que retoman la vida de un pueblo desde cero, aunque con la garantía de un sitio pensado para la gente y planificado para ella. Así lo consideran quienes han participado en el proceso de la reconstrucción no solo física sino del tejido social, afectado por años de espera pero con la expectativa de que la sostenibilidad y las actividades socioeconómicas que llegarían inicialmente con el turismo permitan la reactivación total.

Para Carlos Rodríguez, coordinador de la reconstrucción por parte de la Gobernación, consolidar el nuevo pueblo implica actividades en el día a día de la vida en comunidad. Reconocer distancias más largas que las del viejo Gramalote, con manzanas que rompieron el diseño cuadrado y se adaptaron al terreno para ser más alargadas; una ruta ecológica con zonas verdes y la riqueza de un recurso hídrico que permitió la construcción de puentes en el predio, así como la llegada a un lugar moderno y equipado con lo básico, son las características del nuevo casco urbano.

Para Rodríguez, algunos de los retos serán conservar esas áreas verdes, aprovechar un espacio público que antes no se tuvo, enfrentar los temores por una economía inexistente, un nuevo transporte, la dependencia del Estado y la reestructuración del estilo de vida tras la evacuación hace seis años. 

Por su parte, el alcalde Tarcisio Celis expresa que el pueblo recoge el interés de muchas familias y no teme por la adaptación de los gramaloteros a las circunstancias. “La ingeniería y arquitectura son profesionales, y lo que hace falta es terminarlo. Lo que hay está ajustado a las necesidades de la comunidad”, dijo. Y agregó:  “Gramalote es un modelo de equidad en el que quienes no tenían nada, hoy gozan de un espacio propio”.




Recopilado por: Gastón Bermúdez V. 

jueves, 27 de abril de 2017

1115.- UFPS, NECESARIO HACER LO QUE SEA

La Opinión - Editorial 05/03/2017

Posesión de Claudia Elizabeth Tolosa Martínez como rectora en agosto de 2015

La universidad, se dice en el mundo entero, menos en Cúcuta, es la casa del pueblo. Es el laboratorio donde se ensayan, prueban y aprueban, desde donde se diseminan todas las semillas de lo intelectual de la región. Incluidas, obvio, todas las ideas sociales, políticas y económicas.

Es la madre nutricia, la que amamanta hasta quedar exangüe, la que enseña a todos los habitantes de su entorno, como ser más inteligentes, es decir, la manera de enfrentar con mayor éxito los problemas con las herramientas que les entrega.

La universidad es, por decirlo de una manera entrañable, parte de la familia ampliada. Tan importante es, en verdad, que no se concibe una sociedad sin una universidad que sea su síntesis, donde todos se reflejen, donde todos se reconozcan y donde todos se toleren.

Así debería ser la Universidad Francisco de Paula Santander (UFPS). Pero no lo es. Ni lo será mientras lo académico, lo científico, lo educativo sigan sepultados por el partidismo —no por lo político, que es de la esencia de la universidad— y el interés egoísta de algunos grupos e individuos.

En otra parte, hoy estaría el pueblo avergonzado por razón de su universidad y su futuro. No se entendería por qué razón, de sus 23 carreras profesionales, solo dos, enfermería e ingeniería de sistemas, están acreditadas por el Estado. Las demás, según esto, no son de calidad. Ni más ni menos.

Acá, la situación no da para tanto, por razón del conformismo con el que en muchos casos se asume la realidad y la costumbre de saber que las cosas anómalas son siempre consecuencia del partidismo (o la politiquería, como lo llama la gente) y su inherente corrupción.

Pero hay que hacer lo que sea necesario para dar a los nortesantandereanos la universidad que no solo imaginan sino que merecen. Pero la UFPS no puede estar entre las cinco peores universidades de Colombia, de acuerdo con el último estudio de U-Sapiens. Ser 89 entre 94 no es ningún mérito, ningún honor.

Pero, ¿estará la región para darle a su alma mater el vuelco radical que por ahora necesita? Un cambio así requiere de, prácticamente, hacerla de nuevo, para limpiarla de vicios y liquidar las herencias que incluyen la universidad y sus cargos en sus patrimonios. Hay dudas de que se entienda que es imperativo el cambio. 

Allí se necesitan nuevos directivos, nuevos maestros, nuevos trabajadores y nuevos estudiantes; de estos últimos son necesarios unos que exijan, que reclamen que por su dinero les den lo mejor y lo que desean, que contraten los maestros que les garanticen la calidad que en su mayoría los de ahora no tienen.

El cambio requiere, también, que la oferta académica está de acuerdo con las necesidades de Norte de Santander. Quizás sea más importante formar expertos en turismo, que en derecho; más profesionales en la industria de la restauración, que en comunicación social, por ejemplo.

Hay que sincerar la universidad, hay que abrirla a todos, vincularla a todos los estamentos —menos a los partidistas— y asearla y sanearla en todos los sentidos.

De lo contrario, el escalafón de 94 le quedará corto a la UFPS…




Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

martes, 25 de abril de 2017

1114.- TRASLADO DEL CUERPO DEL GRAL. CUBEROS NIÑO DESDE MARACAIBO

Gastón Bermúdez Vargas

Gral. Leandro de Jesús Cuberos Niño

En el portal Chocó 7 días, en la edición No 929, Quibdó, septiembre 13 a 19 de 2013, en la sesión ‘El Chocó de ayer’, reproduce de la edición 2912 del periódico ABC de Noviembre 13 de 1934 la nota siguiente sobre el fallecimiento del General Leandro Cuberos Niño:

“Bogotá, 12. A bordo de un avión de la Panagra, fue trasladado a Cúcuta, el cadáver del General Leandro Cuberos Niño quien falleció el sábado en Maracaibo.

La enorme multitud esperaba el avión y exteriorizó su sentimiento guardando silencio, mientras se sacaba el ataúd en hombros de las altas autoridades, para conducirlo al salón de sesiones de la Asamblea, donde ha sido colocado en cámara ardiente.

El desfile de amigos y admiradores del general ha sido constante. Delegaciones de todos los pueblos de Santander han llegado para asistir al entierro, que se verificará mañana. El ejecutivo nacional, y el departamental de Santander del Norte, han dictado expresivos decretos de honores.

El ejército ha rendido tributo, y durante el entierro se tributarán al general los honores militares a quien tiene derecho conforme a su alta graduación.

El duelo social en Cúcuta y en todo Santander es inmerso. Los periódicos liberales rinden expresivos homenajes al general Cuberos.

El doctor Jorge Uribe Márquez ha publicado un emocionado artículo, en que pinta, con su pluma maestra los atropellos de que fue víctima el general Cuberos, por sus grandes labores en favor de la clase proletaria, y carga reciamente contra Rengifo y contra los pretorianos del régimen”.

Recientemente el historiador nortesantandereano doctor Pablo Emilio Ramírez Calderón publicó un artículo titulado ‘El General Cuberos Niño’, donde se menciona la forma como fueron trasladados los restos desde Maracaibo, donde falleció ejerciendo funciones de Cónsul de Colombia, a Cúcuta para sus honras fúnebres y donde se le daría sepultura, y él se refiere de la forma siguiente:

Su cadáver fue trasladado por barco por el Lago de Maracaibo, el río Catatumbo y finalmente el río Zulia, tras una tormentosa travesía, que por poco termina en las aguas del caudaloso río.

En vista de que no había coincidencia en el medio de transporte utilizado para el traslado de su cuerpo desde Maracaibo, se consultó nuevamente al doctor Ramírez Calderón, y ha aclarado el asunto de la forma siguiente:   

“He conversado con el doctor Álvaro Ochoa Cuberos, nieto del general Leandro Cuberos Niño y me confirma que el cadáver de su ilustre abuelo, fue traído de Maracaibo por barco, porque la urna de hierro muy pesada y grande no cupo en el avión. 

La ruta fue el lago de Maracaibo, los ríos Catatumbo y Zulia; en pleno río se presentó una gran tormenta que parecía hacer naufragar la embarcación y el Capitán barajó la posibilidad de arrojar el féretro a las caudalosas aguas del río, pero la señora dijo: si lo arrojan al río, mis hijos y yo, nos arrojamos detrás de él a las turbulentas aguas; decidieron entonces arrojar sólo, todas las maletas y enseres que traían”.

De esta manera quedaría aclarado lo relacionado al traslado del cuerpo del General Leandro Cuberos Niño de Maracaibo a Cúcuta para su sepultura.

domingo, 23 de abril de 2017

1113.- GRACIAS, DON ALFREDO

Andrés Clavijo


“Enseñar es un ejercicio de inmortalidad.” Rubem Alves

Ad portas de iniciar la “Gran Depresión” en el mundo entero, nacía en la ciudad de Cúcuta un primero de mayo el maestro Alfredo Díaz Calderón, una de las glorias del baloncesto regional y nacional, que entregó al país y al departamento innumerables triunfos deportivos, también compartió su dedicación y conocimiento con varias generaciones de nortesantandereanos que hicimos parte de alguno de los muchos equipos que dirigió.

Ni que decir de sus muchos años como comentarista radial de baloncesto y como escritor de la historia del deporte en el departamento.

Los que tuvieron el privilegio de verlo como jugador, afirman que era un deportista excepcional, muy técnico y disciplinado. Para los que no lo vimos jugar, no es difícil imaginarnos sus capacidades, bastaba no más estar en uno de sus entrenamientos o verlo en alguno de los recesos lanzando tiros libres con una precisión casi perfecta.

Los homenajes se hacen en vida y es por eso que con unas sencillas pero sentidas palabras, quise en nombre de muchos nortesantandereanos dedicarle unas cuantas líneas a esta gran persona que me atrevo a decir que de alguna manera marcó las vidas de todos los que hicimos parte de alguno de sus equipos.

Cómo olvidar el “basquetbol brasilero” o la “canasta estrella” que eran ejercicios infaltables en cada uno de los entrenamientos de don Alfredo. Siempre había un premio a los mejores, un paquete de papas y una gaseosa que salían de su bolsillo, pareciera no ser gran cosa, pero luego de 90 minutos a pleno rayo de sol, corriendo, saltando, lanzando, etc…, se convertían en un potosí para cualquiera de los que “madrugábamos” a entrenar.

Una vida dedicada al deporte de la pelota naranja, pero sobre todo a enseñar y dar ejemplo, más que el baloncesto en sí mismo, los valores que don Alfredo intentó inculcar a varias generaciones, para mí es igual o más importante que sus hazañas en los maderamen o desde la raya.

Son varias las personas que como don Alfredo triunfaron en las canchas y como entrenadores, algunos como Hugo Hernández y Álvaro “Tito” Ordoñez entre otros, que siguen haciendo sus aportes desde la formación a este deporte tan importante en nuestro departamento.

Pero no debemos ocultar que los días para el baloncesto en Norte de Santander no son los mejores, que sea esta la oportunidad para convocar a todos los que de una u otra manera hemos tenido que ver con este bello deporte, para recuperar el lugar que alguna vez ocupó nuestro departamento en la esfera nacional e internacional en el baloncesto.

Se debe dejar de ver al baloncesto y al deporte en general, solamente desde la perspectiva del “signo pesos”, el deporte es una oportunidad de alejar a nuestros niños y jóvenes de la violencia y de los vicios; también es una fuente importante de desarrollo económico para la ciudad en generación de empleo, ocupación hotelera y demás renglones de la economía que se dinamizan con el deporte. Pero para llegar a eso necesitamos inversión y buenos manejos, y así poder mejorar la situación en la que estamos actualmente.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.

viernes, 21 de abril de 2017

1112.- LAS INVASIONES ATRINCHERAN A CÚCUTA

Orlando Carvajal




Cúcuta es una ciudad de invasiones. Los datos de las secretarías de Gobierno y Planeación municipal indican que en total son 52. En ellas viven  12 mil familias. Algo así como 60 mil personas, que son los mismos habitantes que tiene Pamplona.

En Cúcuta, al menor descuido, se invaden lotes para construir ranchos de tabla y techos de zinc. Y esto, ocurre casi a diario.

El alcalde César Rojas lanza una advertencia: las cifras más recientes sobre las invasiones que se han intentado sin éxito desde el primer día de su gobierno a la fecha, dan cuenta de unas 30, lo que confirma que el fenómeno sigue tan vivo como hace tres décadas.

¿Cuánta gente ha invadido en los últimos cinco años? ¿Cuánta gente ha llegado a Cúcuta procedente de Venezuela o de las regiones del Catatumbo y la provincia de Ocaña? Nadie, ni las mismas autoridades, tienen un censo real de esta situación. Lo único cierto es que pocas comunas están exentas del asunto.

El mapa de los asentamientos humanos informales, es una telaraña de puntos rojos por todos lados. Los hay en las comunas, pero donde más se acentúan es en las de occidente, norte y oriente. (Ver infografía).

También los hay en el sector rural. De manera concreta, en los corregimientos Carmen de Tonchalá y San Pedro.

Ni siquiera la que fuera la hacienda de la fundadora de Cúcuta, Juana Rangel de Cuéllar, ubicada en el corregimiento Carmen de Tonchalá, se ha salvado de las intocables mafias invasoras de tierras.

Allí, los hermanos Jaimes denunciaron a La Opinión que de 325 hectáreas que eran de su propiedad solo les quedan 25; las demás les fueron arrebatadas hace un año por supuestos propietarios que un día llegaron con escrituras, instalaron vallas de propiedad privada y, de la noche a la mañana, se creyeron los dueños.

El secretario de Gobierno del municipio, Oscar Gerardino, sobre quien recae la vigilancia para impedir que el desorden urbanístico siga creciendo, expresa con asombro que en todas las invasiones que han desalojado en los últimos diez meses, siempre se encuentran con las mismas caras, lo que deja al descubierto que detrás de esta irregular práctica de adueñarse de lo ajeno se esconde un negocio de finca raíz bien consolidado, con inmobiliarias ambulantes que son las que se encargan de mantenerlo.

De hecho, en la Seccional de Fiscalías de Cúcuta se adelantan, de años atrás, 35 procesos contra presuntos urbanizadores que terminaron estafando a incautos ciudadanos con la venta de la casa que siempre soñaron.

En el costado occidental del Anillo Vial, que va desde la vereda El Pórtico hasta conectar con la carretera que conduce a Puerto Santander, en el extremo norte, se concentra, según Planeación Municipal, el mayor número de invasiones de tierra, 28 en total, con 6 mil 960 viviendas y unas 31 mil personas. 

De este grupo sobresale La Fortaleza, la más grande, donde llegaron a vivir 400 familias.

Ser una ciudad receptora de desplazados le imprime a Cúcuta una debilidad enorme para enfrentarse al fenómeno de invasiones de tierra. Se calcula que unos 30 mil desplazados han llegado a la ciudad en la última década, según la Oficina de Víctimas del municipio.

El arquitecto Horacio Suárez, miembro de una compañía asesora de urbanismo, sostiene que muchas de las invasiones que se han producido en Cúcuta han surgido de esta población de desplazados, víctimas de la guerra, campesinos que debieron huir de sus parcelas, gente que sueña con encontrar un trabajo, y de la que algunos se aprovecha para hacer negocio.

Carlos Chacón, gerente de Metrovivienda, denuncia una lógica perversa: hay quienes invaden las zonas de más alto riesgo en Cúcuta, no tanto por necesidad, sino suponiendo, erróneamente, que eso los va a privilegiar cuando el gobierno elija a los beneficiarios de las viviendas gratis. “No va a haber más vivienda gratis en Cúcuta, ni tampoco van a clasificar para titulación gratuita predios de invasiones surgidas después de 2001, porque hacerlo sería fomentarlas”, dijo el funcionario.

Agregó que las tres mil 600 viviendas gratuitas que se entregaron fueron para desplazados y damnificados por la ola invernal.

El negocio

Es un hecho que detrás de las invasiones de tierra se esconde el negocio de los ranchos.

“Casi en todas las invasiones que hemos impedido los últimos meses, nos hemos llevado la sorpresa de ver las mismas caras protagonizando el reparto de lotes”, recalca Gerardino.

Un líder de El Progreso que pidió no ser identificado, denunció que por rancho, al mes, los traficantes de tierra ajena reciben $100.000.

Pero el negocio es el volumen. La fuente dijo que conoce gente que tiene hasta 15 ranchos alquilados, es decir, que recibe $1.500.000 cada 30 días, libres de impuestos, servicios públicos. Justamente por las invasiones, Aguas Kpital reporta pérdidas de hasta el 50 por ciento de agua que no contabiliza porque se desvía de manera irregular para esos ranchos que se levantan en las invasiones.

Gerardino señala que ver caras repetidas en cada invasión supone que hay un negocio, por eso se está invitando a los dueños de las tierras a que contraten vigilancia privada para evitar que sean invadidas. “Nos estamos desgastando inútilmente porque hoy desalojamos y mañana vuelven y nos invaden”.

Esfuerzos en vano

Ha faltado una política pública e interés político, para tratar la desbordada informalidad urbanística que azota a Cúcuta, dice el sociólogo Juan Robles, quien asegura que la ciudad sigue en riesgo en esta materia, no solo socialmente, sino en materia de infraestructura.

Pese a los esfuerzos de la alcaldía por evitar el nacimiento de nuevas invasiones en la ciudad, hay asentamientos que están debilitando obras vitales para la seguridad de Cúcuta a lo largo de los canales de aguas lluvias como el Bogotá, Pizarro, Chiveras, entre otros.

Mauricio Bolívar, técnico de la empresa Aguas Kpital, lamenta que por las invasiones de tierras que se presentan en el costado occidental de la ciudad, de manera concreta en los sectores de La Isla, está en riesgo todo el plan de saneamiento básico de vertimientos que corresponde al colector de de aguas residuales Rudesindo Soto-Villas de la Paz-Belén de Umbría-quebrada Tonchalá. “La gente construyó viviendas sobre el canal”. El POT dice que en esta zona no debería haber construcciones. Pero allí se crearon al menos tres invasiones que no permiten el desarrollo de la obra. 

Robles dice que ha faltado mano dura de la alcaldía para evitar las invasiones.

El impacto social

Las familias que habitan en las escarpas de Cúcuta, en los asentamientos subnormales, viven en condiciones de pobreza, y algunas, en la miseria. En las visitas que hizo La Opinión para dialogar con los líderes de estas comunidades, manifestaron que, en su mayoría, las familias que viven allí lo hacen con menos de $200.000 mensuales, es decir, están en la pobreza extrema, según los indicadores del Dane y el Departamento Nacional de Planeación.

Muy pocos tienen ingresos mensuales entre los $201.000 y $408.000, o sea, están en la pobreza. Los bajos ingresos, argumentaron, se debe a que el sustento viene del rebusque en las ventas callejeras, por venta de gasolina de contrabando, trabajos de construcción, en el servicio doméstico (lavado y planchado de ropa), o en lo que salga.

Por las vías de hecho, Cúcuta ha crecido en medio del desorden en las tres últimas décadas, engrosando los cordones de miseria y pobreza.



Recopilado por: Gastón Bermúdez V.